miércoles, 1 de abril de 2020

En este poema César Vallejo vaticina el dolor del mundo actual


César Vallejo

Los nueve monstruos

I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
Jamás tanto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal

y la migraña extrajo tanta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.
Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar…
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más)
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tanto cajón,
tanto minuto, tanta
lagartija y tanta
inversión, tanto lejos y tanta sed de sed!
Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

César Vallejo

viernes, 20 de marzo de 2020

BIOTERRORISMO Y CORONAVIRUS

Escribe: Dante Castro



Hoy nos preguntamos por el coronavirus y hemos olvidado algunos capítulos de la historia contemporánea vinculados a las armas bioquímicas. La guerra bacteriológica y viral nos hace recordar al Antrax y el montaje hollywoodense previo a la invasión de Iraq, incluida la tragicomedia de las Torres Gemelas. Acusaron al gobierno de Saddam Hussein de fabricar armas biológicas e incluso los funcionarios de la ONU se dieron cita en Iraq para "investigar" si había plantas industriales de armamentos bioquímicos. Una farsa tan bien montada como las predicciones de Nostradamus en Discovery Channel. Recuerdo haber publicado en Caretas un breve artículo acerca de la fabricación de Antrax en EEUU por la Alianza Aria “para provocar una guerra con Medio Oriente”, según revelaron dos bioterroristas detenidos. Pero la memoria es frágil y el público ingenuo es manipulado por las grandes cadenas de noticias.

LA “GRIPE ESPAÑOLA” QUE NACIÓ EN UN CUARTEL DE BOSTON

Nadie se ha acordado, hasta ahora, en este medio, de aquella Gripe Española que causó más de 50 millones de muertos a comienzos del S. XX.  ¿Por qué se le llamó Gripe Española? Solo porque España fue un país neutral en la I Guerra Mundial que  publicó sin censuras el problema, hizo que la epidemia se conociese como la Gripe Española. Este país fue de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 fallecidas.
La mitomanía se dio la mano con el cinismo para explicar el virus. Se dice que el 13 de mayo de 1917, la Virgen María apareció ante tres pastorcitos cerca al pueblo de Fátima, en Portugal. Las famosas “revelaciones” de la Virgen de Fátima a los 3 niños ha dado mucho a la especulación e incluso hubo quienes quisieron encontrar el origen de la “gripe española” en este suceso increíble. Para la mentira lo mismo daba Portugal que España y hasta se llega hoy a decir que no fue la Virgen sino “un personaje extraterrestre” quien esparció el virus. Pero al margen de la ficción religiosa, busquemos racionalmente la causa.

La Primera Guerra Mundial fue el escenario donde se practicaron por primera vez, en la era contemporánea,  armas químicas contaminantes. Desde sus inicios en 1914 hubo gases y gases, casi todos ineficaces. El más efectivo de la Primera Guerra Mundial fue el gas mostaza,  introducido por los alemanes en julio de 1917.
Estados Unidos entró en esta guerra en abril de 1917, pretextando su ingreso en el hundimiento del barco Lusitania por un submarino alemán, naufragio donde murieron más de un centenar y medio de ciudadanos norteamericanos.

Qué casualidad. Se detectaron los primeros casos de la Gripe Española en la base militar de Fort Riley (EEUU) el 4 de marzo de 1918. Era la primera ola de influenza en campamentos militares norteamericanos. En septiembre de 1918, la segunda ola de influenza pandémica surgió en Camp Devens, un campo de entrenamiento del Ejército de los EEUU  en las afueras de Boston y en una instalación naval en esa ciudad. Esta ola devastadora llegó a su punto máximo en los EEUU entre septiembre y noviembre. Más de 100 000 personas murieron en los EEUU solamente en octubre. La tercera ola fue menos mortal en EEUU,  porque cambió de escenario.

La influenza norteamericana se trasladó al viejo continente donde cobró mayor cantidad de víctimas por millones. El hacinamiento, la promiscuidad y falta de higiene en las trincheras más el traslado masivo de tropas, ayudó mucho a su expansión. 

Culmina la Guerra Mundial el 11 de noviembre de 1918, día del Armisticio: nueve millones de soldados y cinco millones de civiles habían muerto, abatidos no solamente en batallas sino por las epidemias y la hambruna. Pero la epidemia que siguió cobrando víctimas masivamente era la “gripe española” que nació en un cuartel de Boston. No desaparece hasta 1920. Y nadie nos explica cómo desapareció.


CORONAVIRUS: ARMA YANQUI CONTRA EL GIGANTE ASIÁTICO


Para nadie es un secreto que el gobierno de Trump es el principal beneficiado de esta estratagema. China es un competidor eficaz y peligroso para la alicaída economía norteamericana. La única forma en que pudiera frenar a su próspero competidor era mediante la guerra, pero una Tercera Guerra Mundial entre poderosas potencias tendría un alto costo. Los monopolios y oligopolios capitalistas que operan a la sombra de Trump también están interesados en la reducción demográfica, por una extraña nostalgia malthusiana, pero pasándole la podadora de cabezas sobre la mancha amarilla: los chinos. Y pensaron en el bioterrorismo como modo más eficaz de evitarse una guerra y la condena mundial.


El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, publicó en Twitter un video de Robert Redfield, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., dirigiéndose a un comité del Congreso de EEUU el 11 de marzo. En el video, Redfield dijo que algunas muertes por influenza en EEUU se identificaron más tarde como casos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. Qué casualidad: cientos de atletas del ejército de EE.UU. estuvieron en Wuhan para los Juegos Mundiales Militares en octubre de 2019. Los primeros casos reportados del virus fueron en Wuhan, y desde entonces la ciudad ha tenido más infecciones y muertes que en cualquier parte del mundo.


Hoy como ayer han puesto a toda la humanidad en peligro. Para ellos es un costo social previsible, manejable, hasta que las mafias de medicamentos puedan cosechar millones de dólares con la fórmula salvadora. Como en sus guerras de invasión y saqueo, los pobres ponen los cadáveres. Y aquí estamos: aterrorizados, metidos en nuestras casas, viendo cómo un sistema que se consideraba científicamente y tecnológicamente infalible, digno del siglo XXI, somete a las naciones  a un terror medieval. Ellos son los terroristas, no lo duden.

miércoles, 18 de marzo de 2020

César "Hildebrandt en sus trece"

HUMANIDAD VIRAL
CÉSAR HILDEBRANDT



Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 483. 

El coronavirus funciona como un desenmascarador: allí están los que compran por toneladas para encerrarse en sus casas y aguardar la muerte del vecino. ¿Solidaridad? ¡Pamplinas! En Lima o Madrid las mascarillas se acaparan, el miedo cunde, los anaqueles se vacían: el viejo mono se trepará al árbol más alto mientras el tigre de la muerte mira con codicia.

Los que matan en mancha, los que dicen que el calentamiento global es un invento liberal, los que permiten que los palestinos sean cazados como moscas y encerrados en jaulas, ahora aparecen preocupados por el destino de las humanidad. ¡Farsantes!

La señora Merkel, súbdita de los Estados Unidos, miembro del club de los que cortan el jamón, anuncia que el 70% de la población mundial puede infectarse. ¿infectarse de qué? ¿No Hablamos acaso de una especie hace rato infectada por el consumismo, la irresponsabilidad social, la quiebra de la ética, el corporativismo con antifaz y porra, el asesinato como método, el encubrimiento como filosofía, el abuso como norma, la desigualdad como mandato y diosito como alucinógeno?

La Tierra está harta del ser humano. Supura la Tierra de antropocentrismo. El hombre es el coronavirus del planeta. Vive el hombre como un parásito y, como todos los virus, aspira tanáticamente a dar muerte a su huésped. Por eso seguimos perforando en busca de petróleo malogrando sucesivos paraísos y masacrando toros en plazas inmundas. La naturaleza ya no nos reconoce como suyos, Somos sus enemigos. Quienes nos creen sus humanos son los incendios forestales, las lluvias ácidas, las mareas rojas, los huracanes fuera de temporada. El deshielo de la Antártida nos ama. El fracking nos guiña el ojo. Los plásticos del océano corean nuestro nombre. Un país donde se come todo lo que camine, vuele o arrastre hizo que el virus de estos momentos pasase del reino animal al de los seres humanos. Según cifras oficiales, en las que no creo, han muerto 3,158 chinos por esta causa. Menuda ofrenda a la parca. Mao mató de hambre y purgas a unos quince millones y pocos dijeron algo. Las guerras del opio que Occidente perpetró en China mataron a cientos de miles y nadie protestó demasiado. Así somos de virales.

Hay menos de 5,000 muertos por la pandemia, según la OMS. Pero solo en Sudan han muerto 385,000 en una guerra civil interminable. ¿Y los 131,000 de Afganistán, contados el año 2000, el año cero de la peste imperialista desatada por Bush hijo, el de las habilidades diferentes? ¿Y los 380,000 muertos en Siria? Esos no contagian ¿verdad? Por eso no suelen nombrarse. Por eso no se leen. Por eso no se temen.

¿O hablamos de Yemen, donde el 80% de la población “necesita ayuda humanitaria para sobrevivir”, según la ONU y donde, según Acnur “puede producirse la peor hambruna de los últimos cien años”? ¿No le gusta, amable lector, que hable de Yemen? ¿Qué le parece Somalia que vive un conflicto interno que dura ya 30 años? ¿Y qué opina de Irak donde la intervención estadounidense produjo, del 2003 al 2006 más de 600,00 muertes?

Al 14 de marzo 2020

Que distantes se ven esos cadáveres. Qué lejos suenan esos fusiles, esas bombas inteligentes, esos cohetes disparados desde submarinos. Que extranjeros son esos gemidos y que remotos son los niños que mueren en alguna orilla hostil. Mucho más cercanos nos parecen los miedos actuales de los italianos –tatarabuelos de los D’onofrio- esos que hace poco se negaron a aceptar a los refugiados de piel oscura y los echaron a la mar de una aduanera patada.

Aterricemos en nuestro proto-país, conato de nación, borrador de proyecto. Aquí sale el señor Vizcarra a decir que estamos listos para enfrentar el desafío. No es cierto. Es mentira. Es analgésico decir eso. Es ridículo repetirlo.
Si nos ocurre lo de Italia, tendremos un problema colosal. Y nadie puede negar que puede ocurrirnos lo de Italia.
¿Tendríamos que escandalizarnos si eso sucede?

Seríamos cínicos se lo hiciéramos. ¿Cuántos años hemos perdido mientras nuestros servicios de salud colapsaban, los médicos eran los apestados del salario, los baños de las postas se atoraban, los aparatos clamaban de repuestos? ¿Cuántos años de presupuestos canallas, carencia de propósitos de mediano plazo y déficit en superestructura sanitaria? Cuántos años de compras ladronas, de no-compras, de negocios sucios en el sector salud? ¿Cuántas veces nuestros ministros sectoriales dijeron que las cosas iban a cambiar sabiendo que no tenían dinero para ningún cambio importante?
¿Escandalizarnos? Si el Covid-19 se ensaña con nosotros, pagaremos todas las culpas de cuarto mundialistas que hemos contraído.

La humanidad está asustada. Un virus la ha puesto a pensar que la vida es frágil y quizá valiosa. Trump cancela los vuelos que salen de Europa. En algún laboratorio gigantesco algunos deben estar calculando a cuánto deberán vender la vacuna contra el Covid-19 y quienes podrán pagarla. Eso somos.

martes, 21 de enero de 2020

Qué le vamos a hacer LECTURA DE CUERPO DE AGUA DE LEYDY LOAYZA


                                                                                                                                    Por: Roland FORGUES
"Él no estaba en ese instante, nunca lo estuvo, tal vez tampoco yo..." Leydy Loayza

En octubre del 2019, la víspera de mi salida a Trujillo para ir a inaugurar la Feria Internacional del Libro de dicha ciudad, Eloy Jáuregui me obsequió en Lima un ejemplar de Cuerpo de agua, la novela que recién acababa de publicar su compañera Leydy Loayza con el sello de Estruendomudo (Lima, 2019). Le prometí leerla no bien tuviera un momento de tranquilidad. Y así lo he hecho en estos primeros días de enero escapando de la tiranía de las prioridades existenciales que el tiempo cronométrico nos impone en nuestros diarios quehaceres. La lectura no me ha defraudado y comparto aquí con los enamorados de la literatura algunas de las reflexiones que me ha inspirado.
1-Rol de los epígrafes
El libro se abre con dos epígrafes de Ernest Hemingway y de José María Arguedas.
El primero se refiere a la experiencia humana de la vida en general: “Quien ha empezado a vivir seriamente por dentro, empezó a vivir sencillamente por fuera”.
Y el segundo, sacado del poema “Que Guayasamín”, se centra en lo particular: “¿Desde qué tiempos se hicieron tus ojos que descubren / los mundos que no se ven,/ tus manos que el cielo incendian? / Escucha, ardiente hermano. / El tiempo del dolor, de los días que hieren./ de la noche que hace llorar, /del hombre que come hombres…”
Estos dos epígrafes nos proponen una orientación de lectura vuelta hacia la introspección al mismo tiempo que remiten a dos visiones de la literatura y a dos lugares de la acción: Perú, país de José María Arguedas y Cuba, donde Hemingway pasó numerosas temporadas y donde su presencia llena todavía el ambiente de los bares y calles de La Habana.
Si las palabras de Hemingway establecen un vínculo directo entre lo interior y lo exterior, las de Arguedas lo hacen de manera más sutil y encubierta mediante la recomposición de la realidad exterior vista a través de la realidad interior: la del pintor ecuatoriano Guayasamín a quien está dedicado el poema y del realismo social de sus cuadros y murales, visto por Arguedas.
Dos modos de proceder que no se contradicen sino que, al reunir lo general y lo particular, se completan para darnos una visión global y más completa de la realidad de los personajes y de la lógica de las acciones

2-Lìneas narrativas
Lógicamente este modo de proceder anuncia la estructuración del relato en torno a dos líneas narrativas.
La primera es una línea que podríamos calificar de realista en la cual se exponen los problemas económicos, sociales, políticos, jurídicos y humanos propios de la realidad peruana, ubicada en el contexto del capitalismo internacional, de la relación entre la costa y la sierra: Ica, Lima, Huancavelica, Pararuna. Esta línea permite la denuncia de los estragos del capitalismo en el Perú, con la acumulación de riqueza de los empresarios, la miseria de los trabajadores y despojo de los comuneros, las coimas, la corrupción del poder político, y sobre todo judicial, especialmente en los funestos tiempos del fujimorismo y del senderismo.
La segunda línea expone problemas de naturaleza más privada e íntima, vinculados a actividades en relación con la constitución de las utopías individuales: el sexo, el amor, el arte y la creación en el marco de utopías colectivas que las favorecen o las dificultan.
La primera está en relación con una realidad política, económica y social: el acaparamiento del agua de una laguna por parte de la compañía minera canadiense los Hostin. Estamos en una línea arguediana de escritura.
Involucra la lucha de la comunidad de Pararuna en la zona de Santa Clara, Huancavelica, y del río Yanamantra para defender la intangibilidad de la laguna contra la Minera, a través de su presidente Rosendo que cae asesinado.
El relato se abre con el descubrimiento del cadáver del dirigente comunero y se organiza en torno a la búsqueda de las pruebas que involucran La Minera en el asesinato, con la actuación de la viuda Leoncia, de la hija adolescente del difunto, Killari, y de una periodista de investigación, Alma, conductora de televisión y docente quien desempeña el papel de narradora.
Estas tres mujeres con el apoyo de distintos comparsas, pertenecientes al medio de la comunidad y del periodismo de investigación, se enfrentan a los personajes centrales de la Minera: el abogado y gerente Arrestegui, un hombre ya mayor de 48 años, del que se dice significativamente que es el Montesinos de la empresa, a quien se sospecha de ser el comanditario del asesinato y Moreno el fiscal corrupto del que se vale la compañía para adulterar las circunstancias y causas de la muerte del dirigente de la comunidad; y también a algunos compañeros comuneros que se han dejado corromper por la empresa.
La segunda línea es la de un amor entre Alma, periodista en La Prensa de Lima y Mauricio, escritor, docente, y periodista quien viaja frecuentemente a La Habana por motivos que no se aclaran del todo en la narración. Leydy Loayza deja voluntariamente en lo vago el rol de Mauricio en Cuba, llamado por un amigo Bernabé Foronda, un personaje extraño y aparentemente poco recomendable, para aplacar con sus artículos periodísticos la cólera de los Castro de la cual tampoco se precisan las razones. Esto permite que se mantenga implícitamente presente un soterrado cuestionamiento de la situación en Cuba
El trasfondo de esta línea narrativa es de algún modo la problemática de la creación, del poder de la palabra y del rol de los intelectuales, escritores y periodistas, enfrentados al poder en un ambiente de permanente sospecha, de espionaje y de peligro de muerte.
Este relato constituye una suerte de introspección de la personalidad humana que se da a través de dos temas centrales: el sexo y el erotismo:
“Debo reconocer que Mauricio en esas lides y en especial en aquel año, era mucho más delo que uno se imaginaba, sabía exactamente dónde tocar, dónde y en qué punto el cuerpo se estremece, sus dedos investigadores, naturalmente periodísticos, habían descubierto el goce pleno entre la punta de mis seños y el botón como él le llamaba al centro del clítoris, que exaltaba todo placer hasta hacerme decir basta, yo no estaba lejos de sus expectativas, sabía también cuál era el punto de los hombres, el movimiento de mi lengua nunca fue puesto en discusión, al contrario, y no sé si por simple instinto o mi afición por las películas porno, me había entrenado en la materia. No era tan normal que una mujer se haya explorado sexualmente y se permita disfrutar deliberadamente del sexo.”(p.48)
En esta línea de escritura cercana a Hemingway el tema de la liberación de la mujer que constituye el telón de fondo del relato oscila entre tradición y modernidad, sometimiento y liberación.

3-Nexo narrativo y desenlaces
El nexo narrativo entre ambas líneas es Alma, la narradora protagonista quien desempeña un rol protagónico indirecto en la primera con su papel de periodista de investigación en búsqueda de la verdad sobre el asesinato del dirigente comunero. Y un rol protagónico directo en la segunda con su relación con Mauricio, hombre ya mayor de más de 50 años, con quien entabla una relación erótica, que en varios momentos de su presentación aparece como una relación simbólicamente incestuosa de padre a hija,
Si bien el título “cuerpo de agua”, anuncia su fusión, y a pesar del nexo narrativo constituido por Alma, ambas líneas, de las cuales ella es narradora protagonista, se desarrollan de manera autónoma.
Detrás de los desenlaces sorprendentes se esconde, en última estancia, la clave del significado último de las líneas narrativas desarrolladas por la escritora iqueña.
En la primera el desenlace lo constituye la relación sexual entre Killari, la hija del dirigente asesinado, y Arrestegui el asesino del padre quien será a su vez asesinado en pleno orgasmo por la joven adolescente de quince años.
Si la relación sexual entre Killari y Arrestegui que clausura esta línea narrativa, nos viene inicialmente presentada como medio material de dar con la verdad, dicha motivación desaparece al final substituida por el puro deseo de venganza contrarrestado por la presencia del goce ;
“Estaba fuera de sí, con una ira incontrolable que sólo se aplacaba sintiéndose excitada y movida por el deseo de ser penetrada” (p.155)
Y desde este punto de vista vale la pena notar que la venganza no interviene en la primera relación sexual de la cual Killari es la iniciadora, sino días después en el momento de una nueva relación, totalmente injustificada en el marco de las primeras razones aludidas puesto que Alma y su compañera periodista ya tienen definitivamente solucionadas las circunstancias del asesinato del padre y la identidad de los actores y de los comanditarios. Lo cual confirma que la relación sexual y el asesinato pertenecen al registro de lo edípico y son puramente simbólicos.
El personaje de Killari, la “niña mujer” es ciertamente el que menos verosimilitud tiene en el marco de lo real por el contraste entre su juventud y la madurez de sus juicios y actitudes, como si tan sólo importara su función emblemática.
Así se explica que la escritora ponga ella misma énfasis en ese desfase, precisando a modo de advertencia en distintas oportunidades que, a pesar de ser niña, Killari se conduce como adulta, y mostrando al final que, a pesar de no haber recibido ninguna educación sexual, la muchacha se porta como una verdadera experta en materia erótica de tocamientos, felación y coito:
“Su apariencia denotaba la de una adolescente madura, sus ojos proyectaban el orden de las cosas, su modo de caminar era el de una mujer, sus pechos levantados calzando el vestido y el aleteo de sus piernas aún inocentes, su frescura de colegiala incitaron aún más las perturbadoras ideas del Dr. Arrestegui…” (p.153-154)
El desenlace de la segunda línea establece en un ambiente nebuloso cierta confusión entre el espía norteamericano Rizvan, El Palenque, y el hallazgo del cadáver de un desconocido que puede ser Mauricio de quien no se aclaran las circunstancias de la desaparición dejando que el lector opte por lo que más lo convenza: suicidio, rapto, desaparición y asesinato por los servicios de inteligencia cubanos
Ello lleva, al fin y al cabo, a que Alma se desentienda de Mauricio y asuma una vida propia, totalmente libre e independiente;
“De súbito me había quedado muda, ante sus conjeturas tenía una sola respuesta, pero no era capaz de decirla porque definitivamente provocaría que se marchase, en el fondo tampoco quería que se quedara, yo había construido un personaje abominable, capaz de masacrarme por mi indiferencia, por mi crueldad, lejos de amarle quería acabar con su presencia, sacarlo de la escena, adoraba que supiera tanto y que procurara siempre enseñarme cosas como Alberti, Lezama, Alejo Carpentier, la crónica. Lo que odiaba era que quisiera imponerme el estilo, el estilo de vida que yo no quería, que hablara del pasado y del futuro más que del presente, que olvidara que una mujer podía estarse sola o que siempre pensara que necesitaría de él” (p.159
Esa libertad se amalgama con el soterrado cuestionamiento de la realidad cubana:
“Apenas abrazaba las olas tranquilas del mar caribeño, bebía mojitos acostada en una hamaca sobre blancas arenas donde casi todo lo malo se olvida, bromeaba con los mozos y latinos que visitaban la isla, conocía su verdad tras la fachada revolucionaria que pintaba la historia, palpaba la tristeza de la gente de no darse la posibilidad de un viaje por el dinero escaso y los míseros salarios en La Habana, mis dedos no podían moverse a la misma velocidad, sentía en la cara un escozor incómodo, los brazos adormecidos, la mente en las últimas palabras de Mauricio en el Habana Libre, aquel apagón y la imposibilidad siempre hastiante de no poder retroceder el tiempo. ¿Se habría matado? ¿Me acusarían de haberlo matado? ¿Cómo regresar a Perú y contar esa historia? ¿Acaso jamás podría regresar?, él no estaba en ese instante, nunca lo estuvo, tal vez tampoco yo.”(p.165)
Al distender los vínculos entre ambos protagonistas, este final abre en última instancia un interrogante sobre la verdad humana y sentimental de las relaciones entre Alma y Mauricio.

4-La trinidad femenina: Leoncia, Alma, Killari
Lo haya querido o no Leydy Loayza, en el trío de personajes femeninos: Leoncia, Alma y Killari que representan de alguna manera las tres instancias del tiempo y de la historia: pasado, presente y futuro , se da en realidad, a imagen y semejanza de la sagrada trinidad cristiana del Tres en Uno, una visión global de la mujer que oscila entre tradición y modernidad, sometimiento al orden patriarcal y reivindicación feminista. El fenómeno afecta el campo de la realidad política, económica y social con Leoncia; el campo de la realidad cultural y psicológica con Alma; y el campo simbólico de la doble realidad exterior e interior, concreta y psicológica, con Killari.
Mujer del pueblo que no ha tenido la oportunidad de aprender a leer ni escribir, engañada por los representantes de la Minera y por las autoridades judiciales, Leoncia es el ejemplo mismo de la inteligencia y de la sabiduría populares que no han podido expresarse a causa de la pobreza.
Encarnación del pasado, la viuda Leoncia, al final, irá transformando le venganza individual en lucha colectiva en el seno de la comunidad, al retomar la bandera de su esposo asesinado en defensa de la laguna.
Alma, en cambio, es el emblema de la mujer del pueblo que, aunque pobre, ha tenido acceso a la educación y va sacando provecho de lo que ha aprendido para emanciparse de los tabúes morales, sociales y culturales, sin renegar de sus orígenes.
Pero a pesar de sus ansias y esfuerzos por ser una mujer totalmente liberada, ser dueña de su cuerpo especialmente en el campo sexual, Alma es una mujer que en varios aspectos permanece condicionada por una educación de tipo patriarcal. Lo revelan una serie de actitudes en su relación con Mauricio, como aquella del primer encuentro erótico, por ejemplo, en que, tras haberle hecho una felación a Mauricio se pregunta si está haciendo “lo correcto “. La duda frente a la legitimidad de la ruptura con la norma está, en el fondo, permanentemente presente en ella.
La opción escogida por Leydy Loayza de novelar la relación entre una mujer joven con un hombre mucho mayor se ajusta indudablemente a la norma social del orden patriarcal. Si bien no hubiera cambiado nada a su trasfondo edípico, la opción inversa de novelar la relación de un joven varón de 26 años, como tiene Alma, enamorándose de una mujer mucho mayor de 58 años como tiene Mauricio, y que ambos enamorados vivan una relación erótica y amorosa perfectamente armónica y feliz , dicha opción, digo, hubiera sido ciertamente más iconoclasta y contundente en el marco del cuestionamiento del orden patriarcal.
Sea lo que fuere, a pesar de la libertad con la cual Alma habla abiertamente del sexo y lo practica sin falsa pudibundez, detrás de la opción elegida se disimula un condicionamiento social y cultural probablemente de naturaleza inconsciente que de algún modo limita la ruptura con el tabú del sexo en el marco de la liberación de la mujer y de la igualdad entre varón y hembra.
Leydy Loayza lo reconoce ella misma implícitamente en este interesante comentario:
“Allí estaba otra vez Ana Karenina, Madame Bovary y Alma, al fin y al cabo, eran las mismas voces de mujeres que amaban locamente, que buscaban vivir intensamente recorriendo el hilo de su pasión, pero a diferencia de la protagonista de Tolstoï o de Flaubert, yo no podía mandar al diablo todo solo por sentirme amada, porque quizás estaba en ese estadio medio, tardando en darme cuenta que no necesitaba sentirme amada, porque finalmente el amor podía venir de mí misma.” (p.97)
La principiante, o por lo menos inexperimentada, Alma, encandilada por Mauricio tanto en el campo de la creación que motiva su encuentro con él, como en el campo del amor, se ve confrontada no a un personaje escritor y amante, sino a una mecánica escritural y erótica de naturaleza patriarcal. Ella misma lo deja implícitamente sentado en varias de sus anotaciones como las siguientes, por ejemplo: “…para él una mujer no deja, él es quien deja siempre” (p.17) . Mauricio es “un hombre brillante, pero enteramente solo, refugiado en su literatura, en su música, en su computador, en sus amigos, tremenda lista de amigos y amigas…” (p.52), y en la reiteración constante del calificativo “mujeriego” que se le aplica.
Se trata de una mecánica robotizada que busca fundamentalmente la performance tanto en el campo de la creación como en el del sexo. “Siempre sabía cómo manipularme”, dice elocuentemente Alma y el propio Mauricio confiesa que es •un “sexómano o sexópata, adicto al sexo” y se ha acostado con 347 mujeres, impresionante número en comparación con los “15 o 16” hombres con los cuales se ha acostado Alma.
Todo ocurre como si Mauricio fuera un personaje que va multiplicando las relaciones sexuales con las mujeres para colgarlas en su lista de piezas cobradas. Lo mismo podría decirse de su “tremenda” lista de amigos y amigas, según la califica Alma, que responde probablemente al mismo tipo de motivaciones, conscientes o inconscientes.
En el campo escritural lo confirman con meridiana claridad no sólo las referencias que hace Alma a sus habilidades de creador y periodista: “…Mauricio era extremadamente brillante, totalmente carismático […] Mauricio era uno de esos tipos que tenía barrio y a la vez un conocimiento cultivado de la literatura, la música, las gastronomía y de todo…” (p.42), sino el hecho de que se vea contratado en Casa de las Américas de Cuba para apaciguar la cólera de los Castro precisamente a través de su pluma.
En cuanto a Killari, ella es la representación simbólica de un futuro incierto que tiene que romper con el pasado encarnado por el padre:
“…el creía en absoluto el deseo de la niña, cerró los ojos y comenzó a frotar su miembro erecto contra sus muslos, ella lo introdujo despacio, cuidando que no la penetrara violentamente, contuvo la respiración y el dolor la perseguía desde que se introdujo por primera vez, pero era soportable comparado con el dolor de haber perdido a su padre, su padre, recordando ese momento. Killari sintió el grito del hombre que la penetraba extasiado de placer por desvirgarla […] El dolor había pasado y ahora sentía que finalmente estaba siendo ultrajada, violentada como lo fue su padre ante aquellos sujetos sin rostro, la sangre que corría por sus muslos, el rompimiento de su himen, su rostro compungido parecían no detener la excitación de Arrestegui…”(p.155-156)
Un futuro incierto, digo, y todavía por definir, según revela el goce que siente la “niña mujer” en una relación sexual que debe acabar con el pasado (el asesinato por ella misma del padre simbólico, encarnado por Arrestegui). Una relación sexual que, en el marco de lo real, contraviene a las reglas de la moral tradicional con la manifestación de aquello que se suele llamar el “síndrome de Estocolmo”, en el que la víctima de alguna manera se va acercando a su victimario, como sí en el caso presente el pasado no pudiera ser borrado definitivamente de la historia:
“Ella lo había provocado a sabiendas que era su debilidad, quería tenerlo entre sus manos y sabía que para eso vendrían muchos sacrificios, lo que extrañamente no le parecía: un sacrificio olvidando por un momento que probablemente era el asesino de su padre, sus caricias y esos besos eran algo que hacían estremecerla, las puntas de sus pezones se traslucían en la blusa blanca sin brasier que usaba esa mañana, sus mejillas rosadas y su boca llena de líquidos corporales la hacían tan deseable, sus piernas lozanas y sus nalgas apenas esculpidas” (p-143-144)
Si la problemática edípica encarnada en Killari remite al mismo tiempo a la necesidad de ruptura con el pasado y a la construcción del futuro a partir del presente encarnado por Alma, remite también á la complejidad del ser humano involucrado en una historia que lo sobrepasa.
Una historia que se confunde en la visión global y emblemática de la novela como “cuerpo de agua” con la “región más transparente del aire”, para decirlo con palabras de Carlos Fuentes, en la cual nos ha tocado nacer y vivir. Qué le vamos a hacer…

Conclusión
Si, como bien dice Vargas Llosa, la verdad de una novela no descansa en su adecuación con la realidad, sino en su poder de seducción, de convencimiento, creo que, a pesar de algunas inverosimilitudes e incongruencias narrativas, Cuerpo de agua cumple bastante bien con este requisito.
Con esta primera novela que completa una serie de relatos cortos anteriormente publicados, novela bien estructurada y agradable de leer por la calidad y sencillez a la vez de su lenguaje y estilo, por la fluidez de su ritmo y la soltura de los diálogos, Leydy Loayza viene a integrar con innegable oficio el rico panorama de la narrativa peruana actual, y más aún viene a ocupar un sitio notable en la narrativa escrita por mujeres.
[Couyou, enero del 2020]

martes, 20 de agosto de 2019

UN CERDO DE POCA MONTA o CUANDO LOS CHANCHOS CREEN QUE VUELAN III DESMONTANDO UN CUENTO




Escribe: Julio César Carmona




Digo por decir cualquier
cosa. Escuchen: Todo el mundo
puede ir a lo profundo
del amor, si sabe ser
un buen hijo de mujer
y no alimaña rabiosa.
Que se cree la gran cosa
sin saber que en el vivir
y el amar hay que elegir
antes que espina, ser rosa.
J. C.
Por la época en que estudiaba en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos: los gloriosos años ’70 del siglo pasado, conseguí un ejemplar de la revista LETRAS, Órgano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas (Nºs 74-75), que conservo como una joya, porque ahí —entre otros igualmente importantes— hay un texto de Abraham Valdelomar, titulado «Neuronas». Especie de «pastillas» conceptuales «a base de lógica» (como las define el mismo autor). Pongo como muestra la siguiente: «Hay escritores que tienen el alma como una carreta de mudanza. Siempre hay algo atado, algo que se va a caer, algo que se rompe, y un negro soez encima de todo.»
Y cito esta «neurona» pues creo que con ella se puede esbozar un esquema de crítica literaria. Considerando, en primer lugar, los valores o méritos de la obra y autor leídos, y que viene a constituir ese «algo atado» que releva Valdelomar, es decir lo que da merecimiento al texto criticado (de otra manera no sería digno de la menor atención). En segundo lugar, detectar los aspectos inseguros, débiles, y que constituyen ese «algo que se va a caer» (siempre que lo haya), para, en tercer lugar, señalar el aspecto negativo, ese «algo que se rompe» (también, siempre que lo haya) y, finalmente, incidir en la escatología verbal o mal uso del idioma (en tanto denuncie su presencia) propia del «negro soez». Y siendo, todos, aspectos puestos de relieve en la neurona del Conde de Lemos, quiero aquí proponerlos como pautas para enfocar ciertos textos. Y en la medida que fue ese esquema que —hace varios años— usé para analizar el cuento «Montacerdos» de Cronwell Jara , en esta ocasión reitero ese modelo para ilustrar la propuesta. 
Tomando, pues, la “neurona” de Valdelomar como una metáfora del cuento aludido podemos decir, primero, que en él hay algo atado, es decir, algo que va seguro y es lo que hace que sea un cuento impactante, debido a la fuerza narrativa que caracteriza al autor.
Pero, en segundo término, no podemos sumarnos a la opinión generalizada que lo considera como el más importante si no el mejor de los relatos de su autor. Y no creemos que esto sea así porque en dicho cuento sentimos que hay algo que se va a caer, es decir, detectamos ciertas contradicciones, exageraciones o irrealidades que nos hacen sentirlo en la cuerda floja. Pongamos ejemplos.
Los personajes principales: Yococo, Griselda —la madre— y Maruja —hermana del primero, hija de la segunda y «narradora»—, los tres, comen ratas, cucarachas y todo ello en un escenario de basura, fango y excrementos en grandes cantidades; sin embargo, la madre ama entrañablemente a Yococo, su hijo, y es lo que se infiere del relato, pues en determinado momento se dice que viéndolo «más chupado por fiebres y más hinchado por llagas, cabeza bajo y muriéndose de pie: “Que no muera mi niño, Dioooos, salvalóooo” (clama). Y luego lloraba a gritos aullando», es decir: el amor maternal patéticamente descrito; sin embargo, en otra circunstancia se presenta de la siguiente manera, contradiciendo a la anterior: «sin soltar la ruma de palos y cartones que llevaba ella al hombro, pujando y pujando, le dio un leñazo a Yococo: “Calla, guanacu’e mierda, loco, calla”. Y lo hizo llorar, haciéndole agarrar desesperadamente su fea cabeza llagada», y de esa misma madre —de un amor tan sui generis— se dice en otra ocasión que «con su saliva le limpiaba las legañas, acariciándolo» (pero) «Luego, conteniendo el asco y la respiración se acercaba a esa charola de pus y pelos»; es decir, «conteniendo el asco» por las llagas del hijo, ella con quien —dice la narradora— «Íbamos (…) por los basurales confundiéndonos pronto en un bosque de revoltijos pestilentes, en un mar de ratas envenenadas y gatos agusanándose por todo lugar», y ahí no se dice que expresara ningún asco ni que contuviera la respiración, hecho que tampoco ocurrirá cuando la misma narradora recordará con cierta fruición que «comíamos ratas, meses atrás, comíamos harto hasta chupar y sorber rico los tuétanos y masticar los güesitos, embriagándonos de dicha. Pero ahí en casa de doña Juana no podíamos cocinar eso. Y un día nos escapamos en la madrugada y nos fuimos a las madrigueras y cazamos tres. Mamá y Yococo se comieron una que sangraba por la nariz y los ojos, casi cruda, casi vivita…» (¡y sigue la exagerada truculencia!). ¡Y esa misma madre tiene que contener el asco y la respiración para limpiar las llagas del hijo! Claro, se puede argumentar que esa es una exageración para «agrandar» la llaga del hijo, para hacérnosla ver en magnitud superlativa. Con todo, nosotros consideramos que esa seguirá siendo una contradicción insalvable, porque en realidad no hace más patética la llaga, y sí más exacerbada la repulsión que la lectura de esas escenas truculentas genera en el lector. De donde deducimos que, si aquella fue la intención, pues otro debió ser el mecanismo.
Entre otras contradicciones, destaquemos una exageración más que degenera en irrealidad. Y es la referida a la escena en que a Yococo le ponen «ají rocoto molido en un platito y (…) feliz por lo que le proponían, riendo, riendo se comió en seis cucharadas todo el ají. Luego, nunca sintió molestia ni ardor alguno en la boca»; lo cual es, de todo punto de vista, irreal (y conste que no se trata de un texto de ciencia ficción). Y eso se hace más flagrante cuando al cerdo de Yococo —dice la narradora— «para que no moleste, vi también, cómo los hombrecitos le metían un rocoto pelado en el trasero (…) Y cómo él huía, para risa de todos, arrastrando el infeliz trasero en el suelo». (Huelgan comentarios).
Y la coprolalia, la truculencia y el regodeo en los detritus, la basura y lo asqueroso fuera permisible o justificable si, a su vez, fuera expresión de la incoherencia de la narradora, a quien el lector pudiera atribuir una cierta enajenación mental que la hace ver la realidad de una manera distorsionada; pero esta es una incoherencia que es desmentida por la total coherencia del relato en sí, que está escrito en partes, además, con un lenguaje digno de un narrador culto, presentándose de esta manera un desfase entre el nivel cultural y la edad misma de la narradora y el tipo de lenguaje que usa y la madurez de muchas de sus observaciones, todo lo cual le es excesivamente impropio. Y es este, pues, un desfase que grafica la penúltima observación de la «neurona» de Valdelomar: que eso es algo que se rompe. 
Mientras que lo del negro soez encima de todo vendría a ser ese refocilamiento o regodeo en la abyección y lo repugnante. Y es el aspecto más censurable porque pretende ser presentado como reflejo de una vida de gente del pueblo, pues es un tratamiento de la vivencia del pueblo expresado así —en la contracarátula de la edición de Lluvia— como «un acercamiento descarnado e intimista de los estratos marginales de Lima.» Y, definitivamente, lo consideramos un reflejo inválido (poéticamente hablando) aunque se nos diga que la realidad puede ser más descarnada que esa ficción, pues denigra —en la totalidad narrativa— a ese pueblo, que no idealizamos, que sí respetamos y para el que también se debe exigir respeto.
Esa exacerbación de lo infrahumano: comer excremento, ratas, cucarachas, de la manera más truculenta, desde un punto de vista estrictamente literario, no emociona sino desilusiona. Y en ese sentido suscribo la apostilla indirecta que sobre este cuento hiciera Miguel Gutiérrez al comentar otro cuento que —según él— «Revelaba un mundo violento y bello, pero» (agrega Gutiérrez) «lejos de deformaciones como cierto encomiado relato de supuesto tema barrial y que es la cristalización de una suerte de esteticismo sobre las deyecciones de los humillados y ofendidos.» Esa propensión hacia el peor naturalismo decimonónico del relato analizado, nos hace pensar que así como el escritor en literatura tiene absoluta libertad para decirlo todo, asimismo el lector de literatura no está obligado a «tragarse todo» sin protestar. 
Finalmente, podemos llegar a la siguiente conclusión: que la pertinencia del esquema crítico propuesto basado en la «neurona» de Valdelomar, se justifica solo si se trata de ese tipo de cuento en el que es evidente la presencia de los cuatro aspectos aludidos, es decir que «hay algo atado», «algo que se va a caer», «algo que se rompe» y «un negro soez encima de todo». Por cierto, no todo cuento se presenta así, del mismo modo que no todo negro es soez.

miércoles, 14 de agosto de 2019

Alqu Mayo (cuento de Jordan Suarez Huarcaya)




Muy temprano Aurelio Cusi despertaba con el primer lucero que aparecía en el cielo, daba la voz a toda la familia e iniciaba el día siempre en la compañía de Alqu Mayo, su perro. Con él iba a ordeñar las vacas, para esperar el suero y alimentarse bien en los años buenos, ya que cuando había sequía el pobre disputaba los granos de trigo con las palomas y envejecía mucho caminando hacía lugares que tengan agua o verde, de esta forma poder sobrevivir en los andes peruanos. Un día, su dueño no despertó y el animal intrigado por la interrupción de la vida cotidiana, lo fue a buscar dentro de la casa, casi nunca lo hacía, desde muy pequeño lo adiestraron a cuidar las vacas y carneros, por lo tanto, debía dormir en el corral e ir a donde ellos vayan, algunos días se divertía; pero los otros días la pasaba preocupado ya que el semblante de don Aurelio y la de su hijo Jacinto le decían que estaban en apuros.
Al entrar en la habitación, miró hacia arriba y no vio estrellas, el lugar era pequeño de estatura, la pequeña puerta, el pequeño banco de piedra, una cama hecha de palos, tendida con sabanas de cuero, era lo único grande que existía en ese lugar oscuro, lleno de muerte, le pasó la lengua por su rostro y se estremeció por lo helado de su cara, era su dueño, no pudo hacer nada, tal vez la luz y la vida se apagan casi siempre de noche, sin que nos demos cuenta, se nos van nuestros seres queridos. El perro entendió allá arriba, que existen momentos de dolor y todos nos vestimos de negro en un largo momento de tristeza.
Jacinto llegó como a las diez de la mañana. A una distancia considerable pudo ver la estancia de papá, se preocupó porque los animales aún estaban en el corral, pudo percibir un silencio como si los cerros hubiesen callado para siempre, apuró el paso, dejando parte del equipaje al lado del camino debido a que pesaba mucho, silbó a Alqu Mayo.
-       Fui, fuiju, juiiiii
El perro abandonando el pequeño recinto, sale a la parte exterior y lanza aullidos estremecedores, corre hacia el río, en dirección de Jacinto. Dejaba momentáneamente a la muerte para ir donde estaba el sonido, la palabra, la voz, el llanto. Jacinto ya imaginaba el desenlace de su padre, había partido hacía Samaca en busca de medicinas. Los pueblos son muy dispersos, la gente se agrupa para afrontar la muerte en Distritos, son muy pocos los que tienen la suerte de contar con un Puesto de Salud, pensar en hospitales es un sueño. El año pasado las lluvias torrenciales y el helado viento, dejaron muy débil a un hombre de 70 años de edad, sin contar con la furia del sol que quemó las hojas de los alfalfares, de verde que era el pueblo se volvió amarillo, la naturaleza nos castiga pensó Jacinto después de ver a su padre tendido en el piso cubierto con frazadas, el tigre dibujado en el abrigo rugía muy amargo. Ahí en el patio, lugar donde tendieron boca arriba a Don Aurelio, estaba su perro y fiel compañero Mayito, como el difunto lo llamaba cariñosamente, el alqu, escondía sus orejas y cuando escuchaba algún ruido, las paraba y las movía de norte a sur.
Pasado una semana, Jacinto con la ilusión de estudiar decide tomar el rumbo de los ríos, aquellos que bajan con dirección al oeste, los que últimamente ya no braman sino gritan, no entendemos por qué ellos también han cambiado el tono de su canto, antes era dulce, tocaban con ternura sus riberas, jugaban con los niños, daban de beber a los animales, tenían su andar tranquilo hasta llegar al mar. Papá ya no estaba en casa y él se encontraba muy solo. En la tarde, mientras divisaba la muerte del sol en el horizonte se puso a cavilar: “Lo único que me dejó fueron estás dos botas, del tiempo de la guerra interna, un oficial llegó por la estancia, según me contó mi viejo, estos terrenos no eran de la comunidad, eran de su tío que se encontraba en Estados Unidos, le pidió que cuidara sus bienes, nunca hemos tenido nada, estos zapatos son los único que me acompañan en el camino”. Ya se había echado a andar un buen trecho por la quebrada, mientras tanto desde el cerro más elevado escucha ladridos, no quería continuar su vida llevando a un perro a la costa, tendría más problemas, sobretodo en su alimentación, su mochila contenía unos trozos de queso y dos bolsas de cancha, en dinero tenía más suerte, él vendió algunas inyecciones que no usó su padre y pudo obtener 30 soles. Nunca le dijo ven o vámonos, tampoco pensó que lo iba a seguir, ya que no se apartaba del lugar que servía como cementerio en el anexo de Llautacha, sin duda extrañaba mucho a su dueño.
Ambos continuaron por el curso del río que servía de camino, las cuencas hidrográficas también tenían compañía, eran las carreteras que como serpientes se enroscaban por todas las laderas de los cerros, sean grandes o pequeños, también servían para llevar personas, y algunos productos en los buenos años a los mercados de la capital Lima. Pasaron dos días bajando y subiendo cerros, en la tercera tarde los andenes desaparecieron, la costa les mostraba una inmensa pampa, campos eriazos, el color verde ausente, un rostro pálido muy parecido a la chicha de maíz se apoderaba de su visión, el perrito que había batallado con don Aurelio (diez años en los andes) ahora empezaría una nueva vida en lugares cálidos, su lengua siempre paraba botando agua, olfateando la ropa de las personas, quizá sonriendo al no tener que trepar largas distancias, caminar era demasiado fácil.
Subieron a un camión, pues los ómnibus no dejaron subir al animalito, casi se queda en Palpa, le querían dar un poco de ciruelas a cambio. El trayecto y las peripecias presentadas en cada kilómetro unieron mucho a Jacinto y Mayito, ya encima del ocasional medio de transporte ambos se quedaron dormidos, fueron despertados por el ayudante del vehículo de carga cuando estaban estacionados en un garaje cerca de un río lleno de basura, el lugar era conocido como Acomayo, la urbe tenía el nombre de Ica. Un señor de tez blanca era el dueño del corralón, ni bien logró ver al chiquillo lo interrogó.
-       ¿De dónde eres makta?
-       Soy de Llautacha señor
Ya no quería responder, tuvo cierta desconfianza, dudó mucho al ver un señor hablando quechua en plena costa, es blanco todavía pensó. Entró en confianza cuando observó a Mayito jugar con los galgos del estacionamiento, una señora les trajo algo de comer para él y su perro, el can ya había compartido con sus pares unos buenos trozos de pollo. Le propusieron que se quedará administrando y cuidando el local, ya que su hijo no podía estar mucho tiempo en casa, pues estudiaba en la Universidad la carrera de Ingeniería Ambiental, aunque la zona era muy peligrosa, también albergaba a gente buena. Por aquí las palabras discriminación, delincuencia y corrupción eran el pan de cada día; pero con mucha suerte pudo empezar a estudiar la primaria en una Institución Educativa cercana, gracias a la comprensión y apoyo de un desconocido.
Una noche de fiesta en la ciudad, los perros no cesaban de ladrar, los delincuentes al no poder ingresar a robar las pertenencias de los transportistas, lanzaron panes con veneno, Mayito de alma noble, nunca imaginó de la existencia de gente mala, los otros perros no comieron el bocado, pues se habían criado toda una vida en la ciudad, el animalito aunque viejito dormía de día y conservaba la atención de los peligros por las noches, cuidaba de sus amos todo el tiempo, daba amor a la persona que le brindaba cariño y atención. Jacinto y el hijo del dueño al volver lo vieron con vida, comenzaron a darle agua con jabón, ya era demasiado tarde, falleció con la boca llena de espumas. A lo lejos se escucharon como nunca el sonido de las campanas, la ciudad fue sorprendida con la muerte del pequeño animal.


viernes, 19 de julio de 2019

La leyenda del pallar

Pallar milenario

Era un extraño señor. vestido de blanco. Su lastimero rostro, reflejaba amarga tristeza. No se sabe de dónde vino al cálido valle iqueño. Los campesinos aseguran que este extravagante varón fue el pallar, excelente cereal que a través de centurias es el providencial salvador de millares de seres que muchas veces mueren por inanición. Este misterioso personaje, después de recorrer muchas regiones, encontró una morada digna donde pudo vivir dichoso. En poco tiempo se hizo estimar en toda la comarca por su virtuoso proceder, llegando rápidamente a multiplicarse, entonces los campos se convirtieron en verdaderos graneros donde abundaba el preciado pallar pero, con el correr del tiempo, este vigoroso alimento de las clases populares fue olvidado, siendo el garbanzo y el maíz, los cereales preferidos por la gente; debido a esta ingratitud y desprecio, el candoroso señor de blanco, decidió abandonar para siempre está su tierra querida, tierra que le dio el calor y el néctar en su existencia. Llorando a mares se fue con su morral a cuestas, por yermas llanuras, sin esperanza alguna de volver.

Ya la tarde languidecía, el sol proyectaba sus débiles rayos por el horizonte, mientras el desdichado hombre de blanco al recorrer por una ladera del encantado Saraja, logra escuchar una vozarrona voz que le decía: "no te vayas benevolente señor, quédate con nosotros, ¿Por qué te alejas de este valle sin motivo?

Respondió el desventurado varón: "me voy decepcionado, nunca pensé que los terrenos me iban a olvidar y arrojar de estos lares; ahora que tienen en abundancia otras menestras, me desprecian y son ingratos conmigo". Insistió en su demanda el enigmático hombre de bronce voz: Por piedad, escúchame un instante, soy el dios de los campos, mi morada está en este imponente cerro, en estos momentos iré por todas las comarcas a fin de que mis súbditos rectifiquen el gran error cometido; les diré que te respeten y consideren como antaño, comprometiéndome bajo juramento cumplir con mi promesa.

Después de pronunciar esas breves frases, descendió de su mansión, abrazó llorando de emoción el desilusionado hombre que se iba y, tomados de la mano recorrieron los ardientes médanos donde sus antiguos amigos los recibieron apoteósicamente. Es así como retornó el señor de blanco, el de blanca vestidura a sus lares queridos. En la actualidad, el pallar es el plato preferido del pueblo iqueño, el sabroso cereal que no falta en todos los hogares sin ser menospreciado.

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