Le llaman el verdadero transgresor de la literatura peruana; resaltan la
agresiva belleza de su prosa. Pero hace 50 años dijeron que sus libros eran
obscenos y que había que arrojarlos a la basura. Las editoriales pequeñas lo
publican y los escolares de provincias leen sus libros. Él se llama a sí mismo
el bestseller clandestino del Perú. Habla como profesor y como el marxista
convicto y confeso que nunca ha dejado de ser. Utiliza un papel a manera de
pizarra y enumera sus ideas con orden y precisión. Su abundante cabellera blanca
sigue inalterable y tiene una cicatriz en la nariz producto de una reciente
intervención para eliminar un cáncer de piel. Hola Oswaldo. Los he citado en
este café que es un lugar abierto porque no me gusta que me tomen fotos con los
libros de mi biblioteca, eso me parece una gran huachafería. Es como si
entrevistaran a un general y éste se tomara una foto frente a sus tanques.
También los hubiera podido invitar a una cantina. ¿Cuál es tu lugar preferido?
El Sapo de Oro que queda en Breña, entre Orbegoso y Varela. En los años 50 y 60,
existían las famosas ramadas que eran restaurantes grandes con mesas y rocolas,
y la gente se reunía para conversar y jugar sapo y cacho. En cada barrio había
una. Ahora solo queda ésa en Breña y hay otro en La Mar en Pueblo Libre. A la
entrada hay una registradora antigua y la radiola tiene toda la colección de la
música de la Sonora Matancera, rancheras y valses antiguos. Ahora los bares y
cafés se están uniformizando. Igual que las ciudades de provincias. Son pocas
las que conservan el perfil antiguo. Uno está en una calle de Chiclayo, de
Trujillo o de Piura y parece que estuviera en Lima. Las mismas farmacias, las
mismas pollerías. Solamente el centro de Huamanga, el de Cusco, el de Arequipa y
parte de Moquegua se conserva. Eso se llama globalización. Sí, en el proceso de
globalización hay dos factores: Los que globalizan y los globalizados, que somos
nosotros. Eso hace que perdamos nuestra característica nacional. Yo no hablo de
identidad porque no creo que exista una única en el Perú. Acá nada se puede
generalizar. Por ejemplo, tenemos el caso de los jóvenes frente a la ley del
trabajo. Se habla del poder joven, pero habría que preguntarse hasta qué punto
los jóvenes de los conos han tenido voz en las protestas. Yo he visto a los
representantes que pertenecen a una clase media acomodada. Ellos no van a
plantear cuestiones de fondo como el problema del agua, del desagüe, de la
vivienda, de los estudios. No van a dañar la estructura del sistema. Pero
reconoces que lograron parar el proyecto de ley. Eso ha sido bueno. Yo me inicié
en la docencia cuando tenía 22 años y siempre he estado en contacto con la
juventud. Me he encontrado con jóvenes que eran muy violentos, extremistas,
convertidos en empresarios. Muy pocos persisten en la línea. Lo que vale es la
posición que se tiene dentro del proceso económico y productivo de un país.
Hablemos sobre libros. Hay nuevos autores y un creciente movimiento literario.
¿Ves con buenos ojos el rumbo que está tomando la literatura peruana?
En este
momento se propician novelas y cuentos en los que los personajes pobres o
provincianos, a través de su esfuerzo y su ubicación, llegan a un gran sitial.
Te refieres a las novela Contarlo todo, de Jeremías Gamboa. Gamboa es el
ejemplo. Ha recibido el apoyo de Vargas Llosa porque él defiende este sistema.
Pero yo creo que si Vargas Llosa la hubiera leído con atención no hubiera dicho
que es una buena novela. Se ha dejado ganar por lo mismo que siempre criticó en
los izquierdistas que transformaban la literatura en un arma de combate.
¿Qué es
la literatura para ti?
La literatura es un arte, y un arte es la consecución de
la belleza. Como elementos para crear esa belleza la pintura utiliza el trazo,
los colores. La literatura utiliza tres elementos: la imagen, la palabra y la
estructura. Si en un texto llamado literario no hay un trabajo estético sobre
uno de estos elementos puede tener cualquier nombre, pero no es literatura. En
la Feria del Libro de Trujillo me tocó estar en una mesa redonda con un escritor
mexicano y él dijo que toda la vida había sido periodista político, que había
hecho reportajes sobre figuras políticas, pero se dio cuenta de que algunas
cosas se le habían quedado y decidió escribir una novela en base a ellas.
Entonces cuando me tocó hablar le dije que él no había escrito una novela, sino
lo que le sobró de los reportajes con una estructura de novela. Yo le llamo a
eso una novela bastarda. Eres categórico con algunos temas. No negocias con lo
que crees. Una vez me preguntaron de qué trataba la novela que había publicado.
Yo contesté que la literatura no “trata”, en cambio un libro de historia y de
economía “trata”. Una obra de arte está hecha de tal manera que va a despertar
en el lector una sensación de placer que le va a llevar a un mayor conocimiento
de él y del mundo.
¿Ni en tus más duros momentos de marxista te ha jalado el
realismo socialista, ese estilo soviético de escribir?
No, hay que verlo de esta
manera: Marx tuvo el proyecto de escribir el segundo tomo de El Capital para
hablar de la superestructura, específicamente sobre la cultura y el arte. Nunca
lo escribió. El año 30, un grupo de marxistas alemanes, entre los que estaban
Lukács y Goldmann, trata de estudiar la estética marxista. En El Capital, Marx
dice que los momentos culminantes del arte se dieron en Grecia que era una
sociedad esclavista. Ellos juntan todas sus referencias sobre el arte y en base
a ellas estructuran lo que Marx pudo haber dicho sobre el tema en el libro que
no escribió. Si bien es cierto que el arte pertenece a la superestructura, es
una producción humana que trasciende la estructura. Por ejemplo, Vivaldi, Bach y
Mozart compusieron misas que en ese momento tenían una funcionalidad social
porque se ejecutaban en las iglesias, pero su talento estaba por encima de eso.
Por eso es que esas misas ahora se ejecutan en auditorios. Otro ejemplo: Cuando
Stalin propone una reforma profunda en el agro y dice que con ella se llegaría
directamente al socialismo, Pablo Neruda se entusiasma y hace una oda. A los
cinco años, Stalin reconoce que ese proyecto fue un fracaso. ¿En qué quedó la
oda? Antes se hablaba del arte como un instrumento de combate. Siempre ha sido
eso. Pero lo fundamental no es que sea un arma sino una gran realización
estética que va a quedar. Muchos escritores de izquierda cayeron en lo
panfletario; algunos en lo simplón. Hay en el Perú escritores que dicen que
tienen una ideología de izquierda. Escriben una novela y se la entregan a las
transnacionales que sacan un libro, lo ponen en librerías exclusivas a un costo
que no baja de 60 soles. ¿Para quién está escribiendo ese escritor? ¿En qué
quedó su izquierdismo? ¿Creen que un joven de Huaycán va a tener pasaje para ir
a la librería y 60 soles para comprar esa novela? Todos tenemos una concepción
ideológica que es la forma cómo vemos el mundo. Y ésta se refleja en el título
del libro, en el tema, en cómo se estructura una frase. Yo procuro que mis
libros se vendan a 10 o 15 soles, más no. No entro en contacto con ninguna
editorial que quiera publicar mi libro a 60 soles porque fundamentalmente yo
escribo para la gente del pueblo. ¿Hay una tendencia a que estas grandes
editoriales estandaricen las formas y los temas? Éstas quieren una literatura
fácil de traducir, de personajes que llaman “universales”, cuando la
universalidad está en uno mismo, en su propio pueblo. Alguien decía:“pinta tu
aldea y estarás pintando el mundo”. Quieren novelas policiales o de terror con
un lenguaje que todos comprendan, cuando nosotros tenemos un lenguaje rico. Nada
más alejado del arte social que Proust y En busca del tiempo perdido, tu libro
preferido. No crean. Hay fragmentos en la obra de Proust en los que se refiere a
las conversaciones que tiene con la señora que lo atiende. Proust se detiene en
las palabras de esta señora que es de una zona campesina de Francia, y tiene
páginas extraordinarias sobre el valor de sus expresiones populares.
¿Pero no
piensas que la visión de la literatura peruana y de los autores que la
representan se ha ampliado?
El año pasado el Ministerio de Cultura seleccionó a
los que irían a la Feria del Libro de Bogotá, que estuvo dedicada al Perú. Yo
dije que una delegación que represente al Perú debió estar integrada por
representantes de la literatura quechua, aymara, amazónica, afroperuana, china y
japonesa. Pero pudo ser peor. Se te incluyó a ti y a Julián Pérez. Los dos nada
más. A tal extremo que en Bogotá me preguntaban en qué país vivía porque
llegaron delegados peruanos que vivían en Estados Unidos y en Europa. Y luego,
parecía una feria organizada por las transnacionales del libro peruano: todos
sus autores estaban allí. A mí me dieron 45 minutos para hablar sobre el cuerpo
en una mesa redonda. En cambio, Alonso Cueto tuvo ocho presentaciones y
Roncagliolo tuvo ocho presentaciones. La encargada de la feria fue la hija de
Oquendo y la coordinadora fue la hija de Mirko Lauer. En grandes carteles
estaban las fotos de Gabriela Wiener y Roncagliolo. Ellos no representan la
literatura peruana. ¿Dónde estaban los grandes autores de provincias? En Bogotá
me preguntaban en qué país vivía porque llegaron delegados peruanos que vivían
en Estados Unidos y en Europa. Y luego, parecía una feria organizada por las
transnacionales del libro peruano: todos sus autores estaban allí
¿Nos podrías
mencionar algunos?
En Arequipa hay un gran narrador que se llama Orlando
Mazeyra. Pueden leer sus crónicas y cuentos en la revista de Hildebrandt. Tiene
un libro que se llama Mi familia y otras miserias. En Chimbote está uno de los
más grandes escritores peruanos: Fernando Cueto, que ha escrito Ese camino
existe. Cueto es el mismo que fue policía. Sí. Yo no soy crítico, simplemente
soy lector, pero me parece que es la mejor novela que se ha escrito sobre los
años de violencia en el Perú. Es la mejor por el lenguaje, por las imágenes.
Ahora estoy leyendo una magnífica novela suya, El diluvio de Rosaura Albina, que
tiene unas 600 páginas. En el prólogo se dice que es como el Canto de Sirena del
norte. A mí no me parece. La novela de Goyo Martínez es más un documento
antropológico. Ésta no. Como El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas.
La visión de Arguedas era de turista. Fernando Cueto escribió Lancha Varada, que
habla de los burdeles de Chimbote y cómo éstos se van hacia la periferia
conforme Chimbote va creciendo con la pesca. Aparecen personajes del submundo de
la prostitución de Chimbote. Después, en Iquitos, Cayo Vásquez tiene una
magnífica novela que se llama Hostal Amor. En Trujillo está Mauricio Málaga, que
ha escrito una novela casi de aventura sobre la vida de los que están en las
esquinas y hacen malabarismos. El diario de un chiquillo de 18 años que se va a
viajar por Latinoamérica. No es el tema lo bueno, sino las imágenes que utiliza,
cómo cuenta la historia.
¿Qué opinas de la obra de Diego Trelles?
La primera
novela me gustó mucho: El círculo de los escritores asesinos. Bioy me parece muy
enredada, quiso meter todo. Pero es un buen escritor, tiene pasta. Tú has dicho
que la polémica criollos-andinos es una tontería, pero definitivamente hay una
marginación de los provincianos. Hay un escritor que presentó una novela a una
de estas editoriales. La novela la enviaron a España, desde donde recibe una
carta en la que le dicen que estaban interesados en publicarla, pero que tenía
que quitar muchos peruanismos y que debía darle otro perfil a los personajes. Él
lo rechazó. Está claro que no las publican porque quieren novelas llanas, con
lenguaje llano y que no cuestionen. Todo está armado. Juan Marsé, el escritor
español, fue miembro del jurado de Planeta cuando se presentó Jaime Bayly, y él
cuenta que antes del concurso Bayly lo invitó a tomar un trago. Mientras
conversaban le dijo que Planeta le había asegurado que le darían el premio, pero
que el problema era que todavía no había terminado de escribir su novela. Por
ese motivo Marsé renunció a ser jurado. Está todo amañado. ¿Por qué si las
transnacionales andan en busca de talentos, marginan a estos escritores que son
buenos? Porque no tienen las condiciones que ellos exigen.
¿Qué opinas del
escritor “profesional” que escribe una novela por año?
Yo soy un escritor
profesional, pero no soy un escritor ganapan. Éstos últimos son los que negocian
con las editoriales para escribir una novela cada año. Yo soy creador. Tuviste
un silencio literario de 23 años. No publiqué, pero sí escribí. Tengo escritas
más de dos mil páginas en mi casa. Y cada vez que publicas causas revuelo. Este
año se cumplen 50 años de la publicación de En octubre no hay milagros. En esa
época empleé varios términos que los críticos llamaron “jerga del hampa”, pero
cuando llegué de Arequipa a Lima, yo no me junté con hampones sino con jóvenes
de los barrios pobres de Lima. De ahí saqué ese vocabulario. Hay una doctora
lexicógrafa en San Marcos que se llama Luisa Portillo. Ella ha hecho un trabajo
de investigación y ha señalado que por lo menos 15 o 20 términos de Los
inocentes ya están en la Academia. A esos términos les ha dado el nombre de
léxico popular peruano, no jerga del hampa. Tú fuiste uno de los integrantes del
legendario Grupo Narración. No lo integré, lo fundé. El año 1954 egresé como
profesor y al año empecé a enseñar en La Cantuta. En 1960 el Parlamento,
dominado por los apristas, da una ley universitaria que la rebaja a un simple
instituto dependiente del Ministerio de Educación. Entonces hubo una protesta
comandada por Walter Peñaloza. Entonces eran profesores en Humanidades
Washington Delgado, Javier Sologuren, Aníbal Quijano, Luis Jaime Cisneros, José
María Arguedas, Alejandro Romualdo Valle, Juan Gonzalo Rose y Eleodoro Vargas
Vicuña. Nos declaramos en rebeldía y tomamos La Cantuta. El gobierno dio una
resolución por la que nos cesaba. A mí me contrataron en Venezuela y en ese país
redacté un manifiesto. Después de dos años llegué a Lima y en el Palermo
convoqué a algunos amigos para que lo leyeran. Estuvieron de acuerdo. Les
propuse formar el grupo y sacar una revista. Publicamos tres números. ¿Y cómo
pudo haber tenido tanto impacto un grupo que solo duró cuatro o cinco años? Creo
que porque nos planteamos la gran pregunta de cómo un grupo de escritores de
clase media provinciana podíamos escribir en un país en el que había 50% de
analfabetos. Yo propuse hacer lo que hizo Mariátegui: tener una línea ideológica
pero abrir las páginas a todos los que quisieran escribir. Contacté a jóvenes
escritores y muchos de ellos publicaron por primera vez en la revista. Por
ejemplo, Hildebrando Pérez, Juan Morillo, Eduardo Gonzáles Viaña, Gregorio
Martínez, Augusto Higa. José Watanabe publicó su primer cuento que se llamaba
Trapiche. Nos reuníamos en el Palermo y en la casa de Vilma Aguilar, la esposa
de Miguel Gutiérrez. El núcleo duro éramos nosotros tres.
Tu relación con Miguel
Gutiérrez era estrecha. ¿Qué los alejó?
No sé. Él se alejó. En realidad, yo
tenía más amistad con Vilma. Yo la vi a ella en China y me volví a encontrar con
ella antes de que la tomaran presa. Era una excelente persona, cantaba muy bien
y tenía un espíritu de dirigente. ¿Qué hacía ella en Narración? Nos ponía en
regla. Era la administradora. ¿Tuvieron comunicación con Hora Zero, el grupo
emblemático de los 70, que también recoge las expresiones de la calle? Sí
tuvimos, pero tuve una discrepancia con ellos porque en un manifiesto
sostuvieron que querían tomar la Casa de la Cultura. Nuestra posición no era
esa. Todo Estado tiene una política cultural que se manifiesta a través de sus
organismos oficiales y nosotros no queríamos tener nada que ver con ella. ¿Cómo
ha sido tu relación con Vargas Llosa a lo largo del tiempo? Siempre he tenido
una buena relación con él. En el año 1976 yo era vicerrector de La Cantuta y ese
año los militares tomaron la universidad, así que acepté una propuesta de la
embajada china y me fui a trabajar como profesor y corrector allá. Después de
dos años regresé de vacaciones y encontré que se estaba preparando una gran
huelga contra Morales Bermúdez y uno de los pedidos era que se reabra La
Cantuta. Yo no me involucré porque estaba con mi familia, pero una noche estaba
en El Palermo y me tomaron preso. Me llevaron al último piso de la prefectura a
una celda grande donde había una concentración de dirigentes. Mi hermana estaba
preocupada. Se enteró por el periódico de que Vargas Llosa estaba en Lima como
representante del Pen Club mundial. Él le contestó y le dijo: “Yo me voy a
interesar de inmediato porque Oswaldo es un buen escritor y es mi amigo”, le
dijo. Entonces llamó al ministro del interior, Richter Prada y me liberaron.
Vargas Llosa fue uno de los pocos que te defendieron cuando salen tus primeros
libros y los calificaron de obscenos, pornográficos y que deberían terminar en
la basura. Me defendieron Washington Delgado, Sologuren, Arguedas, Salazar
Bondy, Baquerizo y Vargas Llosa. Pasados los años me encontré con él y le
agradecí. También lo llamé después de mi detención y me dijo que él me tenía
consideración porque yo era un escritor marxista que me había ido a trabajar a
un país socialista, y no como otros que se iban a trabajar a los países
imperialistas. ¿Te sorprendió la reacción de la crítica frente a Los inocentes?
Desde los quince años he escrito lo que siento y veo. Tuve una buena formación
en primaria, aunque me malograron el espíritu con la religión. En mi casa tenía
una magnífica biblioteca. Mi padre era un buen lector. Escribí Los inocentes y
para mí fue una gran sorpresa la reacción que se produjo en Lima. No me
explicaba por qué. Atacaron mis libros por el lenguaje que utilicé, porque
hablaban de sexo y porque no entendían si Los inocentes eran cuentos o una
novela. “¿Qué mierda has hecho?, me decían, porque estaban acostumbrados a que
el cuento tuviera cierta estructura, y eso es lo que hacen ahora en los
talleres.
¿Qué te conduce a la ruptura de ciertas reglas y a la experimentación
con el lenguaje?
Encontré la clave en El origen de la tragedia de Nietzsche. Él
habla del dios Dionisio que encarna la orgía, el desenfreno. Este dios llegó a
Grecia donde estaba Apolo, que es el orden, la quietud. Los griegos quisieron
encadenar a Dionisio. Por eso es que Aristóteles escribe La retórica y La
república para poner orden y reglas. Todo el arte ha sido la lucha de Apolo
contra Dionisio. Nietzsche habla de una anarquía estética, de la destrucción de
las formas. Yo le agrego a eso una orgía de sensaciones. ¿Fuiste y todavía eres
un rebelde? Mi actitud se explica porque mis padres nacieron en Tacna, bajo la
dominación chilena, y después de una serie de peripecias se encontraron en
Arequipa. Tenían costumbres chilenas y un grupo de arequipeños les empezaron a
llamar “los chilenos”. En la rebelión del año 1955 mi casa fue invadida por las
fuerzas del orden, y a mi padre lo tomaron preso acusándolo de espía chileno.
Eso lo afectó mucho y antes de morir me agarró la mano y me dijo: “Oswaldito,
recuerda que yo me muero sin patria”. Eso me ha conmovido toda la vida. Nunca
has sido militante. Nunca. El ser militante de un partido político implica
someterse a una línea con la que a veces no coincides. En un partido de
izquierda auténtico se necesita que sus militantes sean muy disciplinados, muy
responsables. Y eso no va conmigo. Dentro del grupo Narración has tenido
contacto con gente que ha participado en el periodo de la violencia política. Yo
no hablo de violencia. Nos hemos olvidado que vivimos en un país en el que
siempre ha habido enfrentamientos armados. Desde el Imperio incaico y de allí en
adelante se suceden las rebeliones, las luchas por la Independencia, la guerra
con Chile, las montoneras, y el siglo XX que está lleno de levantamientos. Me da
asco cuando escucho que el peruano es pacífico. ¿Cuál fue el error de Sendero
Luminoso? ¿Ganarse el rechazo de los campesinos y finalmente terminar siendo
expulsados de las zonas rurales? No, no es así. Yo estaba acá en el Perú, con
Juan José Vega, el historiador, en el momento en el que apareció la noticia de
que Sendero había iniciado la lucha armada. Y recuerdo que él me dijo: “Han
levantado la tapa de una marmita en plena ebullición”. Desde el Virreinato ha
habido luchas entre las comunidades por linderos; nunca se resolvió ese
problema. Todavía no se tiene una idea clara de lo que ha pasado. Es muy
complicado. Lo otro: no por ser campesino se es bueno. No es que justifique.
Pero la impresión de que el pobre es bueno y el rico es malo no es cierta. Unos
se aliaron a los militares y otros a Sendero. La guerra de la Independencia ha
sido una guerra entre campesinos. Esa ha sido la historia del Perú. Casi todos
los que te entrevistan te preguntan cuál es tu impresión sobre Abimael Guzmán,
al que conociste desde tu juventud en Arequipa. Lo de Reynoso es pura
coincidencia, ¿no? Sí, él es hijo de Berenice Reynoso, de Sicuani. Yo ya vivía
en Lima, era profesor en La Cantuta e iba de vacaciones a Arequipa. Allí había
un grupo que sacaba una magnífica revista que se llamaba Hombre y mundo. Yo me
juntaba con ellos. Él escribía ahí. Abimael era muy amigo de mi hermano. Después
lo encontré enla universidad de Huamanga.
¿Cómo lo recuerdas?
Como un joven muy
inteligente. Despertaba la atención de la gente por su forma de hablar, por sus
análisis. Era un gran lector. Yo hablaba con él de Proust, de Joyce y de música
clásica. Una vez en un reportaje dije que era humanista y Faverón me armó un
escándalo. Una cosa es ser humanista y otra humanitario. ¿Qué mierda has hecho?,
me decían, porque estaban acostumbrados a que el cuento tuviera cierta
estructura, y eso es lo que hacen ahora en los talleres. Estabas escribiendo una
novela Huamanga, Huamanga. ¡No la armo, no la armo! Llegaste a China un año
después de la muerte de Mao TseTung. En Los eunucos inmortales tienes una visión
diferente de la que se nos ha vendido sobre Tiananmeng, como si los jóvenes
chinos hubieran querido el liberalismo, el libre mercado. No, ellos querían un
verdadero socialismo porque el Partido Comunista se había convertido en uno de
viejos corruptos. Los dirigentes se hicieron ricos. Al inicio de la revolución
china MaoTseTung planteó llegar directamente al socialismo, y Liu Shaoqi
sostiene que hay la necesidad de una etapa capitalista previa. Hubo una lucha
fuerte y gana Mao. Después cuando Deng Xiaoping toma las riendas introduce una
serie de reformas capitalistas, pero mantiene el partido. ¿Qué lectura tienes de
la revolución cultural? Buena y mala. ¿Qué es lo bueno? Logró solucionar el
problema del hambre, de la educación y de la vivienda. La Revolución Cultural
enfatiza en el autosostenimiento de las aldeas y comunas campesinas en las que
cada chino tiene su chancho, su taller de costura en el que se hacen su ropa,
así que no les falta lo básico.
¿Y encontraste la felicidad en China como
creías?
Es difícil encontrar la felicidad. ¿Qué has encontrado en tu vida a los
casi ochenta y cuatro años? Cierta paz y una gran alegría porque sé que lo que
escribo tiene actualidad y la gente sigue leyéndome.
¿Propuestas como la de la
unión civil ayudan a desterrar los prejuicios?
El debate se ha centrado en eso,
pero de lo que se trata es de luchar contra la homofobia. Cuando me invitan a
dar charlas lo primero que hago es sacar dos billetes: uno de 20 con el rostro
de Porras Barrenechea y otro de 50 con el rostro de Abraham Valdelomar. Estos
dos señores son los más ilustres homosexuales del Perú. Entonces yo les digo: “
A todos los homofóbicos yo les aconsejo que cuando reciban estos billetes los
rompan”. Somos tan hipócritas. En el país falta recorrer un largo camino. Es una
vergüenza frente a otros países de Latinoamérica. Cuando un joven de 16 o 17
años descubre que es homosexual , y recibe el asedio de sus padres y de la gente
del colegio, se siente absolutamente desamparado y triste. Por ese motivo hay
gran cantidad de jóvenes que se han suicidado. En el Perú les ponen rejas
sociales y los aíslan. El marxismo clásico tiene que hacerse una autocrítica en
ese punto. Yo diría que no es el marxismo sino su aplicación en algunos lugares.
En Cuba ya lo han reconocido. Antes los mandaban presos. Pero sucede que la hija
de Raúl Castro es lesbiana y ella está a cargo del movimiento de liberación. Yo
he estado allí hace tres meses, y de casualidad entré a la discoteca del hotel
donde estaba alojado y era de ambiente. En China metían a los homosexuales en
barcos y los fondeaban. ¿En tu caso personal? A mí siempre me han respetado. Yo
me he hecho respetar.