Yo recuerdo aquel día que vi a ese pájaro volar con sus alas, en el amplio cielo azul, pero ese pájaro tenía algo que lo distinguía de los demás, para mi eran sus hermosas alas doradas.
Eran tan brillantes que
hasta las piedras más preciosas sentirían envidia de aquel ser. Mi abuela me
contaba historias del pájaro de alas doradas, pero yo creía que era solo un
mito.
Aquel día en que lo vi me
estaba yendo a estudiar, era un día de excursión en mi colegio, nos íbamos a un
bosque. La profesora de Ciencia,Tecnología y Ambiente dijo que el viaje de
estudios era para conocer de mejor forma la naturaleza, pero en realidad no me
importaba nada, solo pensaba en divertirme e ir a jugar en el arroyo.
Cuando llegamos, el bosque
que estaba en mi imaginación, ni se parecía un poco al bosque que íbamos a
entrar, la profesora mando a que consiguiéramos dos insectos en grupos de tres.
Yo fui con Alessandro y Antonio. Debo confesar que soy un tanto inquieto y me
aburre de igual forma todo, excepto jugar. Justo estábamos en una pendiente
cuando Alessandro me dijo que dejara de jugar pues me podía caer o algo peor.
Pues dicho y hecho, resbale con una piedra y caí, rodé hasta la pendiente más
profunda, por lo cual terminé desmayándome.
Escuche la voz de Alessandro
y Antonio llamándome fuertemente, casi como si quisieran llorar. Cuando me
desperté estaba adolorido, tenía moretones y heridas por todo mi cuerpo, los
rayos del sol iluminaron mi rostro, pensé en ese entonces que ya estábamos por
despedir la tarde, muchas cosas se agolparon en mi mente; pero fue el nombre de
mi madre el que llegue a recordar cuando rodaba, no pude gritarlo por el miedo,
mientras rodaba algo frío quería apoderarse de mi humanidad.
Me levante con mi cuerpo
adolorido y caminé en busca de una salida. Mientras me desplazaba con
dificultad algún reflejo tocó mis ojos, parecía como un espejo, pero cuando mire
al cielo azul, me impresioné, vi un hermoso pájaro que tenía alas doradas,
todavía recuerdo una de las múltiples charlas con mi abuela:
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El príncipe Chaucato según Arguedas es:
“pardo jaspeado, de pico fino y largo”
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En qué cuento lo describe abuela…
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El cuento se llama Orovilca y comienza así: “El
chaucato ve a la víbora y la denuncia; su lírica voz se descompone. Cuando
descubre a la serpiente venenosa lanza un silbido, más de alarma que de
espanto”.
Al evocar la conversación,
me acordé del pájaro del cual tanto me hablaba en sus historias, en la hora del
crepúsculo, justo cuando decía se me escapa la vida hijita. Pero era bellísimo,
tal vez los sonidos de sus alas doradas tengan que ver con su libertad, era tal
cual lo describió José María. Un ave con una seriedad peligrosa, gallardo, un
pico fino que emitía cánticos alegres y tristes, al compás de sus trinos, como una coordinación
del tiempo la tierra suspiraba, al escucharlo parecía que me guiaba con su
canto a encontrar la salida. Estoy seguro que era el agua subterránea y de
alguna forma fue así, ya que al tocarme estaba empapado, no pude sacarme el
polo rojo de mi colegio, mis manos no daban más. Luego desapareció aquel pájaro
sin dejar rastro alguno.
Mis compañeros me vieron y
fueron rápidamente a ayudarme, me abrazaron y lloraron de felicidad. Enseguida
me llevaron al hospital más cercano por las heridas que tenía, ya en el
nosocomio, no podía dejar de pensar en aquel pájaro de las alas doradas, aquél
soldado del valle iqueño, que lucha contra la serpiente, reptil que representa
a lo más maligno del sol.
Adriana Felipa Sarmiento