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viernes, 21 de noviembre de 2025

Ensayo "El silencio protege al agresor, no a la víctima

 

El silencio protege al agresor, no a la víctima.

 


Hoy en día escuchamos muchas veces la frase “No a la violencia contra la mujer”, pero decirlo no es suficiente si no hacemos algo para que realmente cambie nuestra sociedad, es el momento de actuar, de hacerle frente a la violencia abrazados todos los que amamos la paz. La violencia de género no es solo un problema del Perú, sino del mundo entero, pero nuestro país sigue siendo uno de los más afectados. Muchas mujeres todavía viven con miedo dentro de sus propios hogares, cuando deberían vivir en paz, libremente y con respeto.Como estudiantes, también tenemos un papel importante en esta lucha.

Cuando hablamos de violencia contra la mujer, muchas personas piensan solo en golpes, pero no es así. La violencia puede ser psicológica, física, sexual, económica, verbal y digital (como el acoso por redes sociales). A veces un insulto, un grito o una humillación dañan más que un golpe. También existe la violencia que busca controlar: cuando alguien decide con quién puede hablar una mujer, cómo debe vestir o qué hacer con su dinero. Eso también es violencia, solo que más silenciosa.

En el Perú, las cifras son alarmantes. Cada día, muchas mujeres denuncian agresiones, y otras ni siquiera pueden denunciar por miedo, vergüenza o falta de apoyo. Lo más triste es que, en la mayoría de casos, el agresor es alguien cercano: esposos, enamorados, padres, tíos o conocidos, sobretodo el padrastro, ya que la familia se quiebra tempranamente, iniciando la madre otra relación. Eso demuestra que la violencia no es un problema de desconocidos, sino un problema social y familiar. Esta realidad nos obliga a pensar: ¿qué estamos haciendo como país para detenerla? ¿Y qué estamos haciendo nosotros como jóvenes?

Para acabar con la violencia, no basta con castigar a los agresores, tenemos que educar desde edades tempranas en valores como el respeto, la igualdad y la empatía. No nacemos violentos; la violencia se aprende, se normaliza y se repite. Si un niño crece viendo que maltratar está “permitido”, puede convertirse en un agresor en el futuro. Pero si crecemos aprendiendo que hombres y mujeres valemos lo mismo, entonces construiremos una sociedad sin miedo.

La lucha contra la violencia hacia la mujer también implica cuestionar nuestras costumbres, nuestro lenguaje y la forma en que convivimos. Una frase machista, una burla “de broma”, un comentario que minimiza a una mujer o una actitud que la hace sentir inferior, son también formas de violencia que hemos normalizado sin darnos cuenta. Erradicar esta realidad no significa solo castigar al agresor, sino transformar la cultura que lo permite. Necesitamos aprender a relacionarnos con respeto, dejando atrás la idea de que alguien tiene derecho a controlar, ordenar o decidir sobre otra persona. Cuando una mujer es escuchada, apoyada y valorada, puede crecer, estudiar, soñar y transformar su entorno. Proteger a las mujeres no es un favor ni un acto de compasión: es una obligación moral que nos convierte en ciudadanos responsables y en seres humanos verdaderamente justos. Solo así podremos construir un país donde la libertad no sea un privilegio, sino un derecho garantizado para todas.

En Santa Cruz de Flores, aunque no tengamos tantos casos visibles como en ciudades grandes, eso no significa que debamos quedarnos tranquilos. Al contrario, debemos actuar antes de que la violencia ocurra. Nuestro colegio puede ser un lugar de cambio. Como estudiantes de 5to de secundaria, podemos proponer campañas de respeto, charlas, actividades artísticas, murales o marchas locales. Podemos usar redes sociales para mensajes positivos. Podemos escuchar y acompañar a quien sufre.

También las autoridades locales podrían ayudar. La municipalidad puede organizar talleres para familias, charlas sobre manejo de emociones, asesorías psicológicas gratuitas o campañas en fiestas y eventos públicos. La violencia no se combate solo con leyes, también con prevención y educación emocional.

 

Como joven y estudiante, yo también tengo una responsabilidad. No puedo cambiar el Perú entero, pero sí puedo cambiar algo en mi entorno. Debemos respetar a todas las mujeres que nos rodean: a mis compañeras, a mis profesoras, a las madres de mi comunidad. Puedo hablar si veo algo injusto, puedo apoyar a quien necesite ayuda, puedo escuchar sin juzgar. La seguridad y libertad de las mujeres empieza con nuestro comportamiento de todos los días. Sabemos que estamos viviendo una etapa complicada de nuestras vidas, desde ese instante en que aparece el enamoramiento debemos vivir con respeto, sin machismo, sin utilizar a la mujer como objeto, como una propiedad, de lo contrario aumentaría la estadística de agresiones y muertes. Aquí quiero contarle el testimonio de una estudiante del cuarto año, su confesión la hizo a un maestro conocido: Ella contó de la siguiente manera “Mi enamorado del primer año me dio una cachetada, revisó mi celular, no contento con ello me golpeo con su rodilla mi muslo izquierdo”. El consejo del maestro fue que debe cortar con esa relación, ya que, si siguen caminando juntos estableciendo un lazo más durable en el tiempo, se podrá llegar hasta situaciones que lamentar.

Decir “Ni una menos” no es una moda, es una promesa. Una promesa de lucha, respeto y justicia. El Perú necesita jóvenes que no repitan los errores del pasado, sino que construyan un futuro sin miedo, con decisión y valentía. Como estudiantes somos parte de ese cambio. No importa nuestra edad: podemos enseñar con el ejemplo, hay un dicho que dice: “Educa con lo que haces, no con lo que dices”, defender con la voz y apoyar con el corazón. Si algo me ha enseñado la vida es que las mujeres deben ser autónomas y para ello tienen que depender de ellas mismas, no de algún hombre, para lograrlo debemos estudiar y ser profesionales, entonces seremos libres de hacer con nuestro dinero lo que deseamos. Aquí en Santa Cruz de Flores muchas vecinas aceptan las agresiones de sus parejas porque dependen de ellos económicamente, temen ser abandonadas.

La violencia contra la mujer no se combate solo con protestas, sino con acciones reales, desde casa, desde el colegio y desde nuestra comunidad. Solo así lograremos un país donde las mujeres vivan libres, seguras y felices. Ese es el Perú que queremos. Ese es el Perú que podemos construir.

 

AUTOR: Luz Thatiana Chuquillanqui López

miércoles, 16 de octubre de 2024

EL BRUJO MAYOR DE COAYLLO

 

Coayllo es un pueblo misterioso por donde se le mire. Debido a su fama de brujos y demonios los occidentales construyeron una capilla en la cima de un cerro, no fue tal fácil reemplazarla por una cruz, según la adivina Lourdes la pequeña iglesia está allí para espantar los malos espíritus. Aún no está registrado el año, el día ni la hora de un cónclave de curanderos, algunos dicen que la sede fue en Santa Cruz de Flores, otros aseguran que fue en el valle de Calango.

 Pastor Chávez, un mestizo lector del libro de San Cipriano, fue el representante de la tierra de los nísperos, apareció por las calles seguido de una culebra, la presencia de dicho animal elevó la temperatura, haciendo que se quitaran la ropa los habitantes de ambos lugares. Los pueblos mantienen en su memoria aquél encuentro. Hasta hoy es comentado oralmente estos episodios  tenebrosos. Al término, uno de los acuerdos fue la construcción de la ermita. Era necesario porque el calor que producía la presencia del reptil, venia secando ríos y lagunas por Ukira,  pronto convertiría en infierno el pueblo de Pastor Chávez, dicho animal lo seguía como sigue un perro a su amo, despedía una baba como marcando el camino.

 Pastor, era el único hombre en dicha reunión, los demás representantes de cada pueblo eran todas mujeres, ellas tenían como mascotas gallos de plumaje negro, sapos gordos y bocones, lechuzas de ojos saltados infernales de color rojo. Las brujas siempre cuidaban de sus acompañantes, dejarlos sueltos era un peligro, ya que entre ellos se miraban con desprecio. El canto del gallo helaba a la serpiente, el ronquido del sapo le quitaba la voz al gallo, los ojos de la lechuza impedía que la lengua de la culebra se estirara. A ella nadie la quería, por eso salió a visitar los cerros, aquél día de su desaparición su amo durmió veintisiete horas seguidas. Bajar al río no le permitieron, trepó hacia las alturas… la maldita víbora no regresó hasta la actualidad.

Al tercer día, los niños contaron de la aparición de columpios en lugares desolados. En ese espacio existen hoy iglesias o cruces de madera. Pasado el tiempo la entonces niña Camila Arias, nos habla de los diálogos que tuvo con su abuelo Federico. Es tiempo de rezar hija le dijo acariciando su frente.

-          Es cierto papito que donde está la iglesia había un columpio empujado por el viento.

-          No era el viento Cami, mi padre que fue mecido muchas veces, me contó que el de su espalda le hacía preguntas  ¿Cómo está tu mamá Lupe? La buscaban por Azpitia y por todo el río, ella recitaba poemas montada en su burrito. Más que poemas eran oraciones contra ese maldecido viento que sopla en las tardes por toda la plaza.

Hoy con 60 años de existencia la niña Camila y su amiga Lourdes, caminan con la foto de su abuela Guadalupe, exponen el porqué nuestro Distrito se ubica en la otra orilla del pensamiento, volviendo a creer en su flores bellas, sus delicadas frutas, todas ellas bajo el amparo del Cerro Patrón, Apu que tomó el camino correcto de enfrentar al mal, él desde su cima nos cubre con su bendición.

 Es viernes, Don Victor me invita una copa de vino, el anciano chapa su bastón de cinco patas y me dice:

-          No crea en esas cosas Auxiliar, que si nos vamos al otro mundo, aquí en Flores seguirán peleando el día con la noche, el wayra aparecerá y desaparecerá llevándose una copa de Pisco, para brindar en el más allá.


domingo, 28 de enero de 2024

¿Por qué se le llama Pisco?

Pisco es un palabra QUECHUA
Su significado es ave... "páxaro, generalmente. Si nos vamos a la parte histórica el nombre o topónimo es prehispánico. Los Incas al conquistar los llanos o zona costera, cerca al mar o hurin, lo hicieron siguiendo la ruta del cóndor. Empezaron por Vilcashuamán, luego Huaytará, en ese entonces entraron por Ticrapo, siguieron bajando y encontraron el inmenso valle que denominaron cóndor. El cóndor fue el primer pájaro gigante que dio el apelativo al valle. Linguísticamente se identificaba al cóndor con el pájaro andino, los naturales del lugar, los yungas, ya bastantes quechualizados, lo llamaron pisco, haciendo el vocablo extensivo a las muchas aves terrestres y marinas de la región iqueña. El valle del cóndor se convirtió en el valle del pájaro gigante o el valle de los pájaros menores, que abundan en la playa y el mar.
Entre 1824 y 1827, recorre el país Hugh S. Salvín, en 1829 el inglés publica sus vivencias. En el "Diario del Perú", texto considerado como primer documento escrito en el que se consigna al aguardiente de uva con el nombre del puerto que le daba salida. "La ciudad de Pisco, casi a una milla de la playa, está construida como todas las ciudades del Perú: una gran plaza en el centro, con calles que emergen en ángulos rectos. Este distrito es conocido por la fabricación de un licor fuerte que lleva el nombre de la ciudad; se le destila de la uva en el campo, hacia la sierra, a unos cinco a seis leguas de distancia"....



jueves, 6 de octubre de 2022

Un cuento de Abigail López

 

MI HERMANA



El sol empezaba asomarse por los cerros, los gallos cantaban, el agua recorría su rutina y la mañana amenazaba, abrazaba y extendía su mano por todo el campo de eucaliptos, retamas, sunchus y miles de flores aromáticas que cubrían las laderas de los guardianes del pueblo. Mayo Hurin tenía pocas casas, era una hilera, una sola calle que llegaba hasta la Paccha, lugar donde la gente humilde recibía el agua del nevado Carhuarazu.

Concepción, una niña de la Provincia de Lucanas, con 12 años sobre su espaldita, era conocida como “Conce”. Ella alistaba sus dulces y cuadernos en su mochila junto a su caputo (habas tostadas) para su lonchera, también vendía dulces, ya que el desayuno que le servían era muy poco y tenía que repartirse entre 10 hermanos. Esta triste situación económica, esta necesidad la llevó a soñar, conocer otros lugares, la niña había escuchado hablar de Ica, ciudad ubicada en la costa peruana, era su sueño estar en Ica, tendría mejores oportunidades y una buena calidad de vida para su futuro.

En el trayecto a la escuela el frio rozaba su cabello y su rostro se enrojecía, todo el tiempo no dejaba de pensar en Ica, en lo genial que sería estar ahí caminando bajo la sombra, porque si era “La ciudad del sol eterno”, habrá mucho calor. Se deleitaba pensando en sus lugares: Huacachina, El cañón de los perdidos, Orovilca, La plaza de armas, seguro también el desierto, ahí todo el fuego abrazará mí inocencia. Cuando llegaba a pensar en la comida, aparecían abundantes imágenes en su cabecita llegando a suspirar…

- ¡ay cielos! Tan solo de pensar en comida, se me derrite la lengua y mi barriguita grita de hambre, decía.

Pobre niña, juguetona y tierna, teniendo que ayudar en la chacra de sus padres para hacer parir a la tierra, obtener papa y poder sobrevivir. A su edad jugaba con la yunta, cuando los toros descansaban trataba de abrazarlos y con sus pequeñas manos les palmeaba la nariz.

A los 13 años, Concepción García Taquiri, emprendió su viaje a Ica, con la intención de tener un futuro mejor, estaba ansiosa y triste a la vez, ya que dejaría atrás a sus padres y hermanos(as),  su amado pueblo de abundante flora y fauna.

 Era una mañana de diciembre, la lluvia logró mojar sus mejillas y limpiarle sus lágrimas, se despidió de mamá cerca al riachuelo, a la salida de Chipao, lugar de los adioses. Los camiones ya no podían avanzar hasta el pueblo, aquí los ríos son profundos y muy caudalosos, escuchó decir a sus abuelos la última noche.

-       Hijita de mi corazón, le dijo en quechua su madre.

-       Mamay, me voy, sé que algún día volveré por ti, respondió Conce.

En Ica, su vida cambió radicalmente, ya que trabajaba de día y estudiaba de noche, lavaba ropa para unos señores de Santo Domingo, no pudo estar mucho tiempo donde sus familiares, ellos necesitan más que yo, pensaba como adulta, los domingos buscaba el río y casi siempre lo encontraba seco y lleno de basura.

Cavilaba,

- Tengo que salir adelante, sí o sí, lo tengo que hacer por encima de los ofrecimientos de los varones, que al verme desprotegida tratan de asustarme con sus pretensiones. Me vine de mi pueblo y tengo que salir adelante. Además, allá no había secundaria, aunque mis patrones se aprovechen de mi trabajo, aunque me paguen poco debo continuar dando lucha a la vida, la consigna es trabajar para vivir. Nunca me rendiré, siempre soñé con una casa, traer a mamá conmigo…

A los 15 años su corazón palpitó enamorado, rápidamente voló la ilusión al recordar la promesa hecha a sus padres, tenía bien claro su objetivo, encontrando apoyo en un primo pudo adquirir una pequeña carreta, comenzó a vender emoliente, le pedía a papá por carta, que le envíen eucalipto blanco. Así avanzó la muchacha de las trenzas negras, terminando de estudiar la secundaria.

Con el pasar de los años logró conseguir un terreno en San Martin de Porras y logró darle vivienda, vestido y comida a sus hermanos, ahora cocina en un restaurant de su propiedad, ya está por terminar la Universidad, dice que tiene su enamorado pero yo no lo conozco, ojalá comparta el sueño de ella, si es iqueño debe prepararse para conocer Mayo Hurin, mejor sería un paisano nuestro, la quiero tanto. Hoy me mira mientras escribo, no sabe que estoy contando su vida, soy su hermana número 10 me dice cada vez que me encuentra leyendo.

Logró cumplir su sueño mi inocente hermana, una inocente niña, que según dice ha encontrado nuevos retos en esta acogedora ciudad, que crece y crece, borrando los arenales para ser más ancha, matando lo verde y secándose de agua.

 

 

 López Gómez Abigail Isabella  

1 “B”

jueves, 18 de agosto de 2022

CONFESIÓN, un cuento de Daniela Belén

 

CONFESIÓN


Ella lo abrazó, sus lágrimas llegaron a caer al suelo, él no supo que hacer. Tenía 10 años trabajando en medio de un arenal, nunca había escuchado la voz retenida de una niña, la palabra encarcelada por parte de la familia y vecinos del Centro Poblado.

-          Llora, te hará bien hijita, le dijo tembloroso

Luego vino un largo silencio, los niños jugaban, era la hora del recreo, ellos estaban enfrascados en un tema que no era ficción, hablaban de algo que no pudo ser  portada de periódico. Llegando a casa pensó que lo confesado por la niña era mentira y que el verdadero culpable de su desdicha era su propio padre.

Después del Dengue y la pandemia, habían empeorado las relaciones entre el padre y la madre, los diálogos eran cada vez más tensos, la niña estaba habitando un infierno entre los llanos candentes, territorio yunga. Ella vivió la etapa más hermosa de su niñez en Qosqo, mantenía en su memoria las nubes blancas, la lluvia y su mejor compañía era el río al cual iba con sus animalitos día a día. Ahora abrazada a su perro Sultán cargaba una cruz, sostenía un excesivo peso, difícil de soltar, el crucifico estaba atado sobre ella como las imágenes que colgaban como hilos y no se separaban de su cabeza, las secuelas quedaron atrapadas en silencio sobre su frágil mente.

El Maestro desde hace mucho tiempo se relacionaba con la soledad, su última compañía fue la perrita Luna, que murió de vejez. Fue enterrada bajo una planta de warango cuya producción se asemeja al pelaje que tuvo en vida el animalito ; pero al igual que la planta seguía siendo eterna por estos lugares, ya que caminaba por la ciudad detrás del dueño dando pequeños saltos entre la vereda y la pista, encogiendo sus orejas ante tanto ruido de las bocinas. El perrito también advertía en su mirada los gritos de la gente, ellos peleaban por pequeñas cosas, la sociedad estaba muy sensible, hombres y mujeres caminaban con el cuerpo separado del alma, ante un pequeño ademán el otro escupía al suelo o la cara del prójimo. Él se conoció con ella comentando un libro cuyo título era “Agua”, la eterna conversación de las personas que aman a la Villa de Valverde, alguien dijo que era un pueblo que buscaba agua sobre el arenal.

-           ¿Crees que el chaucato es el agua subterránea de Ica?

-          Pienso que sí, su canto sale del corazón, no lo vemos pero lo sentimos, es el idioma de las profundidades, es poesía que refresca al viento.

Ahora ambos sentían su canto, se contagiaban del celeste cielo del mediodía, Ica ardía y esa rabia ante tal afrenta crecía como la duna Saraja. Aunque el Maestro quiso denunciar el hecho ante la autoridad educativa, fue impedido por sus propios colegas para evitar el qué dirán. Le recordaron la frase: “Pueblo chico infierno grande”, siendo amenazado por desconocidos cuando iba a sacar agua del pozo. La tierra prometida aún no contaba con agua potable, siendo la única forma para abastecerse del líquido elemento jalar un balde, que sostenían tres palos del cual colgaba una rondana que chirriaba en el subir y bajar.

Ella, la inocente urpicha venida de los andes contaba con trece años de edad, cuando tenía ocho reaccionó ante la violenta arremetida de su tío con una mirada fija, sin cerrar los ojos. En tono íntimo rezaba el padre nuestro, de esta forma se rompía el afecto guardado, volaba en medio de una paraca y el dolor le golpeaba la cara. Pasado unas horas llegó mamá a casa, la señora sospechaba lo que había ocurrido con su hija y su hermano. De inmediato quiso ocultarlo todo para proteger en secreto los hechos ocurridos en la sala, según la confesión de la niña fue mirando la televisión, los relojes marcaban las cinco de la tarde, de un día que no podrá olvidar en toda su vida.

El tiempo pasaba como las nubes pasan al este, la amistad entre el Profesor y la niña no pasaba, al contrario crecía a través de los libros, ella leía para evitar que las imágenes de la violación aparecieran encima de sus ojos, ambos habían encontrado en los libros la forma de evadirse de la realidad, cuando cerraba el libro se envolvía en una melancolía, por eso evitaba leer en las noches, se despedía del libro a la hora en que el sol se ocultaba entre las dunas, entonces, en ese momento, el canto de los grillos tomaba por asalto el inmenso arenal camino a Comatrana.

Una tarde después de sus labores decide llevar la confesión al padre de la púber, el padre sorprendido por la presencia del Profesor en su casa decide escucharlo.

-          Algo de lo que me dice, lo siento en el corazón al ver la truncada felicidad de Urpi.

-          Lo siento amigo, no debieron ocultarle nada y oportunamente recibir ayuda todos en el hogar.

-          Me siento culpable al no proteger a mi niña, nunca debí abandonarlos.

La madre ausente y la niña sumergida en sus lecturas, no pudieron enterarse ni contener la ira del señor Darío Pomasoncco, quién creyendo en la versión del Maestro salió en busca del cuñado con el machete en mano. La tarde enrojecida por la muerte buscaba descanso en el desierto, muy cerca de la playa se desataba una tormenta para seguir ocultando los hechos, el machete fue dejado al lado de la cabeza del difunto en un hoyo más profundo. Mientras que el cuerpo, gracias al viento, se desenterraba para ayudar en la putrefacción, pudiendo ser visto desde la carretera.

Ella lo abrazó, sus lágrimas llegaron a caer al suelo, él no supo qué hacer. Tenía 15 años trabajando en medio de un arenal.

-          Llora, te hará bien hijita, le dijo tembloroso.

 

 

 

Seudónimo: Ave de abril

jueves, 2 de junio de 2022

Oswaldo Reynoso: “Me da asco cuando escucho que el peruano es pacífico”

Le llaman el verdadero transgresor de la literatura peruana; resaltan la agresiva belleza de su prosa. Pero hace 50 años dijeron que sus libros eran obscenos y que había que arrojarlos a la basura. Las editoriales pequeñas lo publican y los escolares de provincias leen sus libros. Él se llama a sí mismo el bestseller clandestino del Perú. Habla como profesor y como el marxista convicto y confeso que nunca ha dejado de ser. Utiliza un papel a manera de pizarra y enumera sus ideas con orden y precisión. Su abundante cabellera blanca sigue inalterable y tiene una cicatriz en la nariz producto de una reciente intervención para eliminar un cáncer de piel. Hola Oswaldo. Los he citado en este café que es un lugar abierto porque no me gusta que me tomen fotos con los libros de mi biblioteca, eso me parece una gran huachafería. Es como si entrevistaran a un general y éste se tomara una foto frente a sus tanques. También los hubiera podido invitar a una cantina. ¿Cuál es tu lugar preferido? El Sapo de Oro que queda en Breña, entre Orbegoso y Varela. En los años 50 y 60, existían las famosas ramadas que eran restaurantes grandes con mesas y rocolas, y la gente se reunía para conversar y jugar sapo y cacho. En cada barrio había una. Ahora solo queda ésa en Breña y hay otro en La Mar en Pueblo Libre. A la entrada hay una registradora antigua y la radiola tiene toda la colección de la música de la Sonora Matancera, rancheras y valses antiguos. Ahora los bares y cafés se están uniformizando. Igual que las ciudades de provincias. Son pocas las que conservan el perfil antiguo. Uno está en una calle de Chiclayo, de Trujillo o de Piura y parece que estuviera en Lima. Las mismas farmacias, las mismas pollerías. Solamente el centro de Huamanga, el de Cusco, el de Arequipa y parte de Moquegua se conserva. Eso se llama globalización. Sí, en el proceso de globalización hay dos factores: Los que globalizan y los globalizados, que somos nosotros. Eso hace que perdamos nuestra característica nacional. Yo no hablo de identidad porque no creo que exista una única en el Perú. Acá nada se puede generalizar. Por ejemplo, tenemos el caso de los jóvenes frente a la ley del trabajo. Se habla del poder joven, pero habría que preguntarse hasta qué punto los jóvenes de los conos han tenido voz en las protestas. Yo he visto a los representantes que pertenecen a una clase media acomodada. Ellos no van a plantear cuestiones de fondo como el problema del agua, del desagüe, de la vivienda, de los estudios. No van a dañar la estructura del sistema. Pero reconoces que lograron parar el proyecto de ley. Eso ha sido bueno. Yo me inicié en la docencia cuando tenía 22 años y siempre he estado en contacto con la juventud. Me he encontrado con jóvenes que eran muy violentos, extremistas, convertidos en empresarios. Muy pocos persisten en la línea. Lo que vale es la posición que se tiene dentro del proceso económico y productivo de un país. Hablemos sobre libros. Hay nuevos autores y un creciente movimiento literario.
 ¿Ves con buenos ojos el rumbo que está tomando la literatura peruana? 
En este momento se propician novelas y cuentos en los que los personajes pobres o provincianos, a través de su esfuerzo y su ubicación, llegan a un gran sitial. Te refieres a las novela Contarlo todo, de Jeremías Gamboa. Gamboa es el ejemplo. Ha recibido el apoyo de Vargas Llosa porque él defiende este sistema. Pero yo creo que si Vargas Llosa la hubiera leído con atención no hubiera dicho que es una buena novela. Se ha dejado ganar por lo mismo que siempre criticó en los izquierdistas que transformaban la literatura en un arma de combate. 
¿Qué es la literatura para ti? 
La literatura es un arte, y un arte es la consecución de la belleza. Como elementos para crear esa belleza la pintura utiliza el trazo, los colores. La literatura utiliza tres elementos: la imagen, la palabra y la estructura. Si en un texto llamado literario no hay un trabajo estético sobre uno de estos elementos puede tener cualquier nombre, pero no es literatura. En la Feria del Libro de Trujillo me tocó estar en una mesa redonda con un escritor mexicano y él dijo que toda la vida había sido periodista político, que había hecho reportajes sobre figuras políticas, pero se dio cuenta de que algunas cosas se le habían quedado y decidió escribir una novela en base a ellas. Entonces cuando me tocó hablar le dije que él no había escrito una novela, sino lo que le sobró de los reportajes con una estructura de novela. Yo le llamo a eso una novela bastarda. Eres categórico con algunos temas. No negocias con lo que crees. Una vez me preguntaron de qué trataba la novela que había publicado. Yo contesté que la literatura no “trata”, en cambio un libro de historia y de economía “trata”. Una obra de arte está hecha de tal manera que va a despertar en el lector una sensación de placer que le va a llevar a un mayor conocimiento de él y del mundo.
 ¿Ni en tus más duros momentos de marxista te ha jalado el realismo socialista, ese estilo soviético de escribir?
 No, hay que verlo de esta manera: Marx tuvo el proyecto de escribir el segundo tomo de El Capital para hablar de la superestructura, específicamente sobre la cultura y el arte. Nunca lo escribió. El año 30, un grupo de marxistas alemanes, entre los que estaban Lukács y Goldmann, trata de estudiar la estética marxista. En El Capital, Marx dice que los momentos culminantes del arte se dieron en Grecia que era una sociedad esclavista. Ellos juntan todas sus referencias sobre el arte y en base a ellas estructuran lo que Marx pudo haber dicho sobre el tema en el libro que no escribió. Si bien es cierto que el arte pertenece a la superestructura, es una producción humana que trasciende la estructura. Por ejemplo, Vivaldi, Bach y Mozart compusieron misas que en ese momento tenían una funcionalidad social porque se ejecutaban en las iglesias, pero su talento estaba por encima de eso. Por eso es que esas misas ahora se ejecutan en auditorios. Otro ejemplo: Cuando Stalin propone una reforma profunda en el agro y dice que con ella se llegaría directamente al socialismo, Pablo Neruda se entusiasma y hace una oda. A los cinco años, Stalin reconoce que ese proyecto fue un fracaso. ¿En qué quedó la oda? Antes se hablaba del arte como un instrumento de combate. Siempre ha sido eso. Pero lo fundamental no es que sea un arma sino una gran realización estética que va a quedar. Muchos escritores de izquierda cayeron en lo panfletario; algunos en lo simplón. Hay en el Perú escritores que dicen que tienen una ideología de izquierda. Escriben una novela y se la entregan a las transnacionales que sacan un libro, lo ponen en librerías exclusivas a un costo que no baja de 60 soles. ¿Para quién está escribiendo ese escritor? ¿En qué quedó su izquierdismo? ¿Creen que un joven de Huaycán va a tener pasaje para ir a la librería y 60 soles para comprar esa novela? Todos tenemos una concepción ideológica que es la forma cómo vemos el mundo. Y ésta se refleja en el título del libro, en el tema, en cómo se estructura una frase. Yo procuro que mis libros se vendan a 10 o 15 soles, más no. No entro en contacto con ninguna editorial que quiera publicar mi libro a 60 soles porque fundamentalmente yo escribo para la gente del pueblo. ¿Hay una tendencia a que estas grandes editoriales estandaricen las formas y los temas? Éstas quieren una literatura fácil de traducir, de personajes que llaman “universales”, cuando la universalidad está en uno mismo, en su propio pueblo. Alguien decía:“pinta tu aldea y estarás pintando el mundo”. Quieren novelas policiales o de terror con un lenguaje que todos comprendan, cuando nosotros tenemos un lenguaje rico. Nada más alejado del arte social que Proust y En busca del tiempo perdido, tu libro preferido. No crean. Hay fragmentos en la obra de Proust en los que se refiere a las conversaciones que tiene con la señora que lo atiende. Proust se detiene en las palabras de esta señora que es de una zona campesina de Francia, y tiene páginas extraordinarias sobre el valor de sus expresiones populares.
 ¿Pero no piensas que la visión de la literatura peruana y de los autores que la representan se ha ampliado? 
El año pasado el Ministerio de Cultura seleccionó a los que irían a la Feria del Libro de Bogotá, que estuvo dedicada al Perú. Yo dije que una delegación que represente al Perú debió estar integrada por representantes de la literatura quechua, aymara, amazónica, afroperuana, china y japonesa. Pero pudo ser peor. Se te incluyó a ti y a Julián Pérez. Los dos nada más. A tal extremo que en Bogotá me preguntaban en qué país vivía porque llegaron delegados peruanos que vivían en Estados Unidos y en Europa. Y luego, parecía una feria organizada por las transnacionales del libro peruano: todos sus autores estaban allí. A mí me dieron 45 minutos para hablar sobre el cuerpo en una mesa redonda. En cambio, Alonso Cueto tuvo ocho presentaciones y Roncagliolo tuvo ocho presentaciones. La encargada de la feria fue la hija de Oquendo y la coordinadora fue la hija de Mirko Lauer. En grandes carteles estaban las fotos de Gabriela Wiener y Roncagliolo. Ellos no representan la literatura peruana. ¿Dónde estaban los grandes autores de provincias? En Bogotá me preguntaban en qué país vivía porque llegaron delegados peruanos que vivían en Estados Unidos y en Europa. Y luego, parecía una feria organizada por las transnacionales del libro peruano: todos sus autores estaban allí 
¿Nos podrías mencionar algunos? 
En Arequipa hay un gran narrador que se llama Orlando Mazeyra. Pueden leer sus crónicas y cuentos en la revista de Hildebrandt. Tiene un libro que se llama Mi familia y otras miserias. En Chimbote está uno de los más grandes escritores peruanos: Fernando Cueto, que ha escrito Ese camino existe. Cueto es el mismo que fue policía. Sí. Yo no soy crítico, simplemente soy lector, pero me parece que es la mejor novela que se ha escrito sobre los años de violencia en el Perú. Es la mejor por el lenguaje, por las imágenes. Ahora estoy leyendo una magnífica novela suya, El diluvio de Rosaura Albina, que tiene unas 600 páginas. En el prólogo se dice que es como el Canto de Sirena del norte. A mí no me parece. La novela de Goyo Martínez es más un documento antropológico. Ésta no. Como El zorro de arriba y el zorro de abajo de Arguedas. La visión de Arguedas era de turista. Fernando Cueto escribió Lancha Varada, que habla de los burdeles de Chimbote y cómo éstos se van hacia la periferia conforme Chimbote va creciendo con la pesca. Aparecen personajes del submundo de la prostitución de Chimbote. Después, en Iquitos, Cayo Vásquez tiene una magnífica novela que se llama Hostal Amor. En Trujillo está Mauricio Málaga, que ha escrito una novela casi de aventura sobre la vida de los que están en las esquinas y hacen malabarismos. El diario de un chiquillo de 18 años que se va a viajar por Latinoamérica. No es el tema lo bueno, sino las imágenes que utiliza, cómo cuenta la historia.
 ¿Qué opinas de la obra de Diego Trelles? 
La primera novela me gustó mucho: El círculo de los escritores asesinos. Bioy me parece muy enredada, quiso meter todo. Pero es un buen escritor, tiene pasta. Tú has dicho que la polémica criollos-andinos es una tontería, pero definitivamente hay una marginación de los provincianos. Hay un escritor que presentó una novela a una de estas editoriales. La novela la enviaron a España, desde donde recibe una carta en la que le dicen que estaban interesados en publicarla, pero que tenía que quitar muchos peruanismos y que debía darle otro perfil a los personajes. Él lo rechazó. Está claro que no las publican porque quieren novelas llanas, con lenguaje llano y que no cuestionen. Todo está armado. Juan Marsé, el escritor español, fue miembro del jurado de Planeta cuando se presentó Jaime Bayly, y él cuenta que antes del concurso Bayly lo invitó a tomar un trago. Mientras conversaban le dijo que Planeta le había asegurado que le darían el premio, pero que el problema era que todavía no había terminado de escribir su novela. Por ese motivo Marsé renunció a ser jurado. Está todo amañado. ¿Por qué si las transnacionales andan en busca de talentos, marginan a estos escritores que son buenos? Porque no tienen las condiciones que ellos exigen. 
¿Qué opinas del escritor “profesional” que escribe una novela por año?
 Yo soy un escritor profesional, pero no soy un escritor ganapan. Éstos últimos son los que negocian con las editoriales para escribir una novela cada año. Yo soy creador. Tuviste un silencio literario de 23 años. No publiqué, pero sí escribí. Tengo escritas más de dos mil páginas en mi casa. Y cada vez que publicas causas revuelo. Este año se cumplen 50 años de la publicación de En octubre no hay milagros. En esa época empleé varios términos que los críticos llamaron “jerga del hampa”, pero cuando llegué de Arequipa a Lima, yo no me junté con hampones sino con jóvenes de los barrios pobres de Lima. De ahí saqué ese vocabulario. Hay una doctora lexicógrafa en San Marcos que se llama Luisa Portillo. Ella ha hecho un trabajo de investigación y ha señalado que por lo menos 15 o 20 términos de Los inocentes ya están en la Academia. A esos términos les ha dado el nombre de léxico popular peruano, no jerga del hampa. Tú fuiste uno de los integrantes del legendario Grupo Narración. No lo integré, lo fundé. El año 1954 egresé como profesor y al año empecé a enseñar en La Cantuta. En 1960 el Parlamento, dominado por los apristas, da una ley universitaria que la rebaja a un simple instituto dependiente del Ministerio de Educación. Entonces hubo una protesta comandada por Walter Peñaloza. Entonces eran profesores en Humanidades Washington Delgado, Javier Sologuren, Aníbal Quijano, Luis Jaime Cisneros, José María Arguedas, Alejandro Romualdo Valle, Juan Gonzalo Rose y Eleodoro Vargas Vicuña. Nos declaramos en rebeldía y tomamos La Cantuta. El gobierno dio una resolución por la que nos cesaba. A mí me contrataron en Venezuela y en ese país redacté un manifiesto. Después de dos años llegué a Lima y en el Palermo convoqué a algunos amigos para que lo leyeran. Estuvieron de acuerdo. Les propuse formar el grupo y sacar una revista. Publicamos tres números. ¿Y cómo pudo haber tenido tanto impacto un grupo que solo duró cuatro o cinco años? Creo que porque nos planteamos la gran pregunta de cómo un grupo de escritores de clase media provinciana podíamos escribir en un país en el que había 50% de analfabetos. Yo propuse hacer lo que hizo Mariátegui: tener una línea ideológica pero abrir las páginas a todos los que quisieran escribir. Contacté a jóvenes escritores y muchos de ellos publicaron por primera vez en la revista. Por ejemplo, Hildebrando Pérez, Juan Morillo, Eduardo Gonzáles Viaña, Gregorio Martínez, Augusto Higa. José Watanabe publicó su primer cuento que se llamaba Trapiche. Nos reuníamos en el Palermo y en la casa de Vilma Aguilar, la esposa de Miguel Gutiérrez. El núcleo duro éramos nosotros tres.
 Tu relación con Miguel Gutiérrez era estrecha. ¿Qué los alejó?
 No sé. Él se alejó. En realidad, yo tenía más amistad con Vilma. Yo la vi a ella en China y me volví a encontrar con ella antes de que la tomaran presa. Era una excelente persona, cantaba muy bien y tenía un espíritu de dirigente. ¿Qué hacía ella en Narración? Nos ponía en regla. Era la administradora. ¿Tuvieron comunicación con Hora Zero, el grupo emblemático de los 70, que también recoge las expresiones de la calle? Sí tuvimos, pero tuve una discrepancia con ellos porque en un manifiesto sostuvieron que querían tomar la Casa de la Cultura. Nuestra posición no era esa. Todo Estado tiene una política cultural que se manifiesta a través de sus organismos oficiales y nosotros no queríamos tener nada que ver con ella. ¿Cómo ha sido tu relación con Vargas Llosa a lo largo del tiempo? Siempre he tenido una buena relación con él. En el año 1976 yo era vicerrector de La Cantuta y ese año los militares tomaron la universidad, así que acepté una propuesta de la embajada china y me fui a trabajar como profesor y corrector allá. Después de dos años regresé de vacaciones y encontré que se estaba preparando una gran huelga contra Morales Bermúdez y uno de los pedidos era que se reabra La Cantuta. Yo no me involucré porque estaba con mi familia, pero una noche estaba en El Palermo y me tomaron preso. Me llevaron al último piso de la prefectura a una celda grande donde había una concentración de dirigentes. Mi hermana estaba preocupada. Se enteró por el periódico de que Vargas Llosa estaba en Lima como representante del Pen Club mundial. Él le contestó y le dijo: “Yo me voy a interesar de inmediato porque Oswaldo es un buen escritor y es mi amigo”, le dijo. Entonces llamó al ministro del interior, Richter Prada y me liberaron. Vargas Llosa fue uno de los pocos que te defendieron cuando salen tus primeros libros y los calificaron de obscenos, pornográficos y que deberían terminar en la basura. Me defendieron Washington Delgado, Sologuren, Arguedas, Salazar Bondy, Baquerizo y Vargas Llosa. Pasados los años me encontré con él y le agradecí. También lo llamé después de mi detención y me dijo que él me tenía consideración porque yo era un escritor marxista que me había ido a trabajar a un país socialista, y no como otros que se iban a trabajar a los países imperialistas. ¿Te sorprendió la reacción de la crítica frente a Los inocentes? Desde los quince años he escrito lo que siento y veo. Tuve una buena formación en primaria, aunque me malograron el espíritu con la religión. En mi casa tenía una magnífica biblioteca. Mi padre era un buen lector. Escribí Los inocentes y para mí fue una gran sorpresa la reacción que se produjo en Lima. No me explicaba por qué. Atacaron mis libros por el lenguaje que utilicé, porque hablaban de sexo y porque no entendían si Los inocentes eran cuentos o una novela. “¿Qué mierda has hecho?, me decían, porque estaban acostumbrados a que el cuento tuviera cierta estructura, y eso es lo que hacen ahora en los talleres.
 ¿Qué te conduce a la ruptura de ciertas reglas y a la experimentación con el lenguaje?
 Encontré la clave en El origen de la tragedia de Nietzsche. Él habla del dios Dionisio que encarna la orgía, el desenfreno. Este dios llegó a Grecia donde estaba Apolo, que es el orden, la quietud. Los griegos quisieron encadenar a Dionisio. Por eso es que Aristóteles escribe La retórica y La república para poner orden y reglas. Todo el arte ha sido la lucha de Apolo contra Dionisio. Nietzsche habla de una anarquía estética, de la destrucción de las formas. Yo le agrego a eso una orgía de sensaciones. ¿Fuiste y todavía eres un rebelde? Mi actitud se explica porque mis padres nacieron en Tacna, bajo la dominación chilena, y después de una serie de peripecias se encontraron en Arequipa. Tenían costumbres chilenas y un grupo de arequipeños les empezaron a llamar “los chilenos”. En la rebelión del año 1955 mi casa fue invadida por las fuerzas del orden, y a mi padre lo tomaron preso acusándolo de espía chileno. Eso lo afectó mucho y antes de morir me agarró la mano y me dijo: “Oswaldito, recuerda que yo me muero sin patria”. Eso me ha conmovido toda la vida. Nunca has sido militante. Nunca. El ser militante de un partido político implica someterse a una línea con la que a veces no coincides. En un partido de izquierda auténtico se necesita que sus militantes sean muy disciplinados, muy responsables. Y eso no va conmigo. Dentro del grupo Narración has tenido contacto con gente que ha participado en el periodo de la violencia política. Yo no hablo de violencia. Nos hemos olvidado que vivimos en un país en el que siempre ha habido enfrentamientos armados. Desde el Imperio incaico y de allí en adelante se suceden las rebeliones, las luchas por la Independencia, la guerra con Chile, las montoneras, y el siglo XX que está lleno de levantamientos. Me da asco cuando escucho que el peruano es pacífico. ¿Cuál fue el error de Sendero Luminoso? ¿Ganarse el rechazo de los campesinos y finalmente terminar siendo expulsados de las zonas rurales? No, no es así. Yo estaba acá en el Perú, con Juan José Vega, el historiador, en el momento en el que apareció la noticia de que Sendero había iniciado la lucha armada. Y recuerdo que él me dijo: “Han levantado la tapa de una marmita en plena ebullición”. Desde el Virreinato ha habido luchas entre las comunidades por linderos; nunca se resolvió ese problema. Todavía no se tiene una idea clara de lo que ha pasado. Es muy complicado. Lo otro: no por ser campesino se es bueno. No es que justifique. Pero la impresión de que el pobre es bueno y el rico es malo no es cierta. Unos se aliaron a los militares y otros a Sendero. La guerra de la Independencia ha sido una guerra entre campesinos. Esa ha sido la historia del Perú. Casi todos los que te entrevistan te preguntan cuál es tu impresión sobre Abimael Guzmán, al que conociste desde tu juventud en Arequipa. Lo de Reynoso es pura coincidencia, ¿no? Sí, él es hijo de Berenice Reynoso, de Sicuani. Yo ya vivía en Lima, era profesor en La Cantuta e iba de vacaciones a Arequipa. Allí había un grupo que sacaba una magnífica revista que se llamaba Hombre y mundo. Yo me juntaba con ellos. Él escribía ahí. Abimael era muy amigo de mi hermano. Después lo encontré enla universidad de Huamanga.
 ¿Cómo lo recuerdas?
 Como un joven muy inteligente. Despertaba la atención de la gente por su forma de hablar, por sus análisis. Era un gran lector. Yo hablaba con él de Proust, de Joyce y de música clásica. Una vez en un reportaje dije que era humanista y Faverón me armó un escándalo. Una cosa es ser humanista y otra humanitario. ¿Qué mierda has hecho?, me decían, porque estaban acostumbrados a que el cuento tuviera cierta estructura, y eso es lo que hacen ahora en los talleres. Estabas escribiendo una novela Huamanga, Huamanga. ¡No la armo, no la armo! Llegaste a China un año después de la muerte de Mao TseTung. En Los eunucos inmortales tienes una visión diferente de la que se nos ha vendido sobre Tiananmeng, como si los jóvenes chinos hubieran querido el liberalismo, el libre mercado. No, ellos querían un verdadero socialismo porque el Partido Comunista se había convertido en uno de viejos corruptos. Los dirigentes se hicieron ricos. Al inicio de la revolución china MaoTseTung planteó llegar directamente al socialismo, y Liu Shaoqi sostiene que hay la necesidad de una etapa capitalista previa. Hubo una lucha fuerte y gana Mao. Después cuando Deng Xiaoping toma las riendas introduce una serie de reformas capitalistas, pero mantiene el partido. ¿Qué lectura tienes de la revolución cultural? Buena y mala. ¿Qué es lo bueno? Logró solucionar el problema del hambre, de la educación y de la vivienda. La Revolución Cultural enfatiza en el autosostenimiento de las aldeas y comunas campesinas en las que cada chino tiene su chancho, su taller de costura en el que se hacen su ropa, así que no les falta lo básico.
 ¿Y encontraste la felicidad en China como creías? 
Es difícil encontrar la felicidad. ¿Qué has encontrado en tu vida a los casi ochenta y cuatro años? Cierta paz y una gran alegría porque sé que lo que escribo tiene actualidad y la gente sigue leyéndome.
 ¿Propuestas como la de la unión civil ayudan a desterrar los prejuicios?
 El debate se ha centrado en eso, pero de lo que se trata es de luchar contra la homofobia. Cuando me invitan a dar charlas lo primero que hago es sacar dos billetes: uno de 20 con el rostro de Porras Barrenechea y otro de 50 con el rostro de Abraham Valdelomar. Estos dos señores son los más ilustres homosexuales del Perú. Entonces yo les digo: “ A todos los homofóbicos yo les aconsejo que cuando reciban estos billetes los rompan”. Somos tan hipócritas. En el país falta recorrer un largo camino. Es una vergüenza frente a otros países de Latinoamérica. Cuando un joven de 16 o 17 años descubre que es homosexual , y recibe el asedio de sus padres y de la gente del colegio, se siente absolutamente desamparado y triste. Por ese motivo hay gran cantidad de jóvenes que se han suicidado. En el Perú les ponen rejas sociales y los aíslan. El marxismo clásico tiene que hacerse una autocrítica en ese punto. Yo diría que no es el marxismo sino su aplicación en algunos lugares. En Cuba ya lo han reconocido. Antes los mandaban presos. Pero sucede que la hija de Raúl Castro es lesbiana y ella está a cargo del movimiento de liberación. Yo he estado allí hace tres meses, y de casualidad entré a la discoteca del hotel donde estaba alojado y era de ambiente. En China metían a los homosexuales en barcos y los fondeaban. ¿En tu caso personal? A mí siempre me han respetado. Yo me he hecho respetar.

miércoles, 25 de agosto de 2021

FRUTOS DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN ICA (del libro "Apuntes de un Caminante")

 

LOS FRUTOS DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA EN ICA

Por: Juan Ladislao Ramírez Chacaltana

La forma como estaban constituidas las regiones en la época prehispánica, En esa dualidad de arriba hacia abajo (hanan – Hurin) la ciudad de Ica se establece transversalmente como la capital de la educación en el sur chico.

 Ya que reúne a importantes pueblos ubicados en la parte de arriba (hanan), así tenemos a las provincias ayacuchanas: Lucanas, Huancasancos y Parinacochas de la región Ayacucho; Chalhuanca, Abancay, Andahuaylas y demás provincias de la Región Apurimac; Huaytará y todos sus distritos de la Región Huancavelica. Los de abajo (Hurin) van desde Cañete hasta Nasca. Desde los valles interandinos bajaron gente importante para las artes plásticas, cabe mencionar en esta introducción a los niños ayacuchanos, que llegaron por Ica a estudiar en Instituciones públicas, aquí se convirtieron en grandes pintores, ellos son: Dante Guevara Bendezú y Percy Gavilán Chávez, ambos del Distrito Ocaña, en cuyos trazos están los colores de los Nascas y Paracas, culturas pre – incas que se remontaron hasta sus cabeceras, llegando estos hombres a enaltecer sus orígenes, universalizando el paisaje, los elementos sagrados y dando vida a los habitantes de estas candentes tierras.

Lo que se estableció desde Lima, la forma como  dividieron al Perú por departamentos al inicio de La República no le ha quitado el protagonismo a nuestra ciudad, muy a pesar que se encuentra cerca de la capital Lima. Sin embargo se siguen tomando decisiones en los escritorios, dejando de lado lo que la Reforma Educativa señalaba:

ü  Igualdad en las oportunidades de vida para todos los peruanos

ü  Escolaridad básica efectiva y diversificada.

 Aún no toman en cuenta como nuestros ancestros dividieron al Perú, hace falta una verdadera regionalización, esperamos que se tome en cuenta después de leer la presente columna. Digo esto porque antes que entrara en funcionamiento la “Universidad Nacional San Luis Gonzaga”, nuestra Región ya hospedaba a niños y jóvenes talentosos, como es el caso de José María Arguedas, nuestro tayta llegó a estudiar primero y segundo año de secundaria en el Colegio San Luis Gonzaga.

Desde que empezó su funcionamiento la Universidad Nacional, en la década del 60, estuvo relacionada a grandes misiones que llegaban a Ica para conocer su pasado precolombino; pero es en la década del 70 donde se vislumbra su gran aporte al país y la Región, sin duda la Reforma Educativa sirvió de mucho en la gran rivalidad existente entre las Instituciones “José Toribio Polo” y “San Luis Gonzaga”. Competían en todas las asignaturas (hoy áreas) hechos que han venido a convertirse en parte de la Historia y la Literatura, desde el verso de sus docentes hasta la prosa de sus estudiantes, en el género dramático se alcanzó una elevada notoriedad con el Elenco Teatral Campiña Iqueña. La facultad de Educación tenía a la Institución “Abraham Valdelomar” como centro de aplicación, lugar donde los futuros docentes hacían su prácticas pre- profesionales. Muchos coinciden en que fue la primera reforma educativa que tuvo a la población organizada mediante los núcleos educativos comunales, se salieron de las aulas para analizar el problema educativo desde lo político, económico y social. El perfil del egresado era: “Surgimiento de un nuevo hombre plenamente participante en una sociedad libre, justa, solidaria y desarrollada por el trabajo creador y comunitario de todos sus miembros e imbuido en valores nacionalistas”.                                             

Ya en el 2011, Ana Ethel del Rosario Jara Velásquez egresada de la Institución Educativa Antonia Moreno de Cáceres, asumía la Presidencia del Consejo de Ministros. Abogada por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga. En el 2015, José Luis Tordoya Cabezas egresado de la Institución Educativa José Toribio Polo, asumía el cargo de Consejero Regional. Químico Farmacéutico por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga. En el 2017, Javier Cornejo Ventura egresado también del José Toribio Polo, asumía las funciones de Alcalde Provincial de Ica. Ingeniero Civil por la Universidad Nacional San Luis Gonzaga de Ica.

Producto de las migraciones hacia Ica, el ayacuchano Miguel Jhonny Huamaní Chávez estudia en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional San Luis Gonzaga, hoy es el Presidente de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho, cargo que viene ejerciendo desde el presente año. Otro lucanino, es el actual Presidente Regional Javier Gallegos Barrientos, estudió su secundaria en el Colegio Nacional "Victor Manuel Maurtua" en el Distrito de Parcona, Distrito que realizara la primera revolución campesina en el Perú (1924), egresado de nuestra primera casa de estudios, de la Facultad de Ingeniería Civil. El Ministro de Trabajo y Promoción del Empleo es abogado por la Universidad San Luis Gonzaga de Ica, me refiero a Iber Maraví Olarte, más conocido por su trabajo creador en la música. Él también es ayacuchano, siendo hijo de una leyenda en Ica, el huancavelicano Antenor Maraví Izarra, ex Director de las Instituciones Educativas San Luis Gonzaga y José Toribio Polo.

Las personalidades políticas que hoy cuentan con 55 a 60 años de vida, estudiaron la secundaria en una Institución pública en la década del 70, son producto de la Reforma Educativa, participan plenamente en la sociedad, teniendo como objetivo una sociedad libre, justa y solidaria. El producto de la Reforma Magisterial la tendremos en algún tiempo y de seguro otros estarán escribiendo de sus profesores. Lo que les puedo decir como conclusión es que los docentes que enseñaban en el  José Toribio Polo los encontré como catedráticos en la Universidad, los buenos profesores que llegaron a Ica establecieron sus hogares en la ciudad. Actualmente Ica sigue creciendo con la llegada de muchos jóvenes talentosos y rápidamente se ubican en los arenales que rodean nuestro valle.

agosto, 2021

lunes, 1 de marzo de 2021

LA OTRA CARA DE HUAMÁN




No vale la pena esperanzarse de lo que viene fácil; porque como vino, se puede ir. Me ha sucedido con las vasijas y la antara, tomadas de quien tal vez, un día, fue un bravo guerrero.
Hace seis noches, cuando volvía de haber ayudado a limpiar el canal de regadío comunal, por el atajo a Copara, chispearon lucecitas en el cerro, como señalando mi destino. Sin dudarlo, me acerqué a localizarlas. Cuando tuve los destellos bajo mis pies, excavé con pico y pala, seguro de que algo encontraría. La luna reveló los adobes, que contorneaban un entierro. Esperé que los gases se disiparan, mientras saboreaba los beneficios del hallazgo. Siempre hay quienes buscan antigüedades y ofrecen buen precio por ellas. Seguí cavando hondo, hasta palpar bultos. Se trataba de restos.
Un par de cabezas de rivales degollados, cosidas las bocas con espinas y las frentes traspasadas por una cuerda, homenajeaban al guerrero; una porra y una guaraca, conformaban sus pertrechos. Nada de eso toqué, para que tuviera aquel con qué hacerse respetar en el otro mundo. Solo retiré los dos ceramios, pidiendo su perdón y su permiso. De uno pendía la antara de carrizo adornada con un penacho y moldeaba el rostro de un combatiente, tatuado en cada pómulo, con una cabeza de halcón. El otro, en forma de pez con dentadura terrible, provocaba sobresalto a la primera mirada. Cuando los vendiera, compraría instrumentos para iniciar con ellos mi propio quehacer. Como dicen mis padres, ya tengo la edad en que uno debe hacerse de familia y buscar su propio camino.
Había planeado trabajar como peón en alguno de los frutales de la comarca, ahorrar algo de dinero y, de ese modo, comenzar mi independencia, cuando los destellos pusieron en mis manos el pequeño tesoro nasca.
Será que ofrecí las piezas a las personas menos indicadas, o que Ruperto Anaya, huaquero empedernido, me delató para que no le hiciera competencia. Hoy me encuentro en la comisaría, acusado de traficar con los patrimonios culturales de la nación, bajo la presión de firmar un acta y pagar un rescate.
De no hacerlo, el comisario me asegura que iré directo a la cárcel.
No he firmado el acta, porque solo indica la incautación de una vasija —la del guerrero tatuado—, y nada más. ¿Y dónde fue a parar la otra, de temible aspecto? ¿Y el instrumento de cañas, que taladra melodías en el viento? En efecto, si tengo que suscribir la verdad, es que fueron tres objetos. El monto del rescate «para soltar al indio traficante» —según remarca el comisario— asciende a cinco mil soles. Se lo acabo de contar a mi padre, que me ha visitado y se ha puesto triste; pues no tenemos dinero, apenas unos pocos animales.
—¿Cómo te atreves a estar rebuscando y vendiendo cosas de antepasados, hijo? —me ha regañado.
No he tenido excusa con qué apelar. El mal está hecho, lo sé. A mi favor, pesa el haber cerrado la tumba; aunque del castigo, todo indica que no escaparé, sobre todo por el pez dentado, el mismo que el comisario ha ocultado o vendido, quién sabe. Se trata de Boto —la orca—, advirtió pálido mi padre, y aseguró que tiene poder: es «el devorador de hombres».
Si algo me espera como un animal hambriento, es el presidio. Hasta he pensado escapar a la primera oportunidad, pero ellos no han aflojado la guardia durante el par de días en el calabozo, un hueco al fondo de un pasadizo, desde donde puedo escuchar lo que se habla arrimándome a las rejas, y así estar al corriente de lo que ocurre en la recepción misma. La gente viene a presentar sus denuncias: que le robaron tal cosa, que en una riña perdieron los dientes, que el ganado del vecino estropeó el cultivo. El comisario no hace sino tratarlos con desprecio. Destaca en eso. A la plata, no la desprecia para nada. En cada ocasión, está viendo cómo sacarle algo a cada demandante.
En una esquina del calabozo, haciendo mis necesidades, reviso las inscripciones de los detenidos en las paredes: «Aquí estuvo Juan Domínguez, Retaco, y paró su goma», «El corazón de Jesús llora por mí», «Caí al hoyo por una puta», «La envidia nos corroe», «Dame otra oportunidad, Señor», «El comisario es un chuchasumadre, se quiso montar a mi mujer», «No retes al destino». Son las expresiones más notorias.
La única persona que viene sin ánimo de denuncia, es la chica que vende tamales para el desayuno. Me gusta la forma como sus ojos bailan, cuando los guardias la dejan por un momento para atender otros asuntos. Observa dónde se encuentra cada uno, el despacho del comisario, las ventanas, la armería, el dormitorio, y hasta mi calabozo. Cuando se va, ellos la miran y celebran: «¡Buen culo tiene la chola!». Incluso han apostado a quién se la tirará primero. Ella se muestra coqueta. Si les sigue dando confianza, pronto la van a confundir y acosar; para eso son buenos, aunque no es una muchacha lugareña.
El comisario ha ordenado verme. Fumaba sentado detrás de su escritorio, con aires de importante. La antigua pieza de alfarería —sobre la mesa— pareció querer decir algo, y, en cada pómulo del guerrero, vi refulgir los ojos de los halcones.
—Para que veas que soy buena gente contigo —inició el comisario—, te la pongo fácil: pórtate con mil quinientos, firmas, y te suelto.
—Pero falta la orca…
—¡Firma callado, Huamán, que el resto no te importa! —vociferó. Luego, escrutándome, humeando como chimenea, soltó su burla—: ¡Míralo, hasta parece tu retrato!
Venancio Huamán es mi nombre y mis raíces se afincan en estos parajes; en cambio él, dizque limeño es.
—Déjeme pensarlo —le propuse para ganar tiempo, con la esperanza de que mi padre lograse juntar el dinero.
—¡Conchetumadre, piensa rápido; porque mañana mismo te remito a la carceleta, y de ahí para la cana hay solo un paso! —amenazó, colérico—. ¡Regresen esta mierda al calabozo!
Desde entonces, todos permanecemos en silencio. La tensión domina cada espacio del edificio. La prisión me llama con su resonancia de rejas y candados. Ellos han recibido una alerta por radio y, a la sazón, el comisario ordena limpiar las armas y montar la vigilancia. Es más difícil que pueda escapar. Tampoco puedo dormir, de pura ansiedad. Salir de la cárcel siempre es más difícil que entrar en ella. Boto devora al hombre, por bocados. Cuando te das cuenta, eres otro; los sueños, los proyectos, han sido arrancados a puras dentelladas.
Veo un guardia vigilando por la ventana. El comisario ronca. Un búho cruza el cielo lanzando un alarido prolongado. Oigo un objeto pegar en el tejado, como si fuera una piedra lanzada desde muy lejos con una guaraca. El guardia, que hace de centinela, exclama un ‹‹¡carajo!››. Desde el dormitorio, alguien despierta y demanda: ‹‹¿Qué pasa?››.
Me aferro a los barrotes.
No puedo continuar detallando los sucesos, porque un estruendo tira abajo el tejado. Me arrojo al piso, cubriéndome del granizo de fragmentos de maderos y tejas. Los tiros sueltos y las ráfagas anticipan el rugido: «¡Ríndanse! ¡Entreguen las armas!». Los guardias todavía responden el fuego. Una mujer grita: «¡Ríndanse o lanzamos otra carga!». Los efectivos se desconciertan, un silencio de duda los atrapa, no hay tejado que les proteja de nada. El castigo de Boto ha llegado.
—¡Levántese! —me ordena una voz de mujer joven.
Reconozco en ella la mirada que me place. En lugar del canasto con tamales, porta una metralleta.
Salgo por las descalabradas rejas, avanzo por las ahuecadas paredes del pasadizo, choco con los escaparates caídos y el escritorio del comisario, aplastado. Sobre el piso, entre los residuos de una gaveta, diviso la antara y la tomo. Afuera, el comisario y su tropa, sobre el pavimento, en ropa interior y con los grilletes puestos, apenas levantan la mirada. Un grupo de jóvenes traslada la armería completa hacia una camioneta estacionada. Busco el Boto, entre los escombros, y no lo hallo. El huaco de los halcones se ha quebrado en dos piezas. Lo recojo. La muchacha, que parece comandar el grupo, con un movimiento del brazo, me incita a ir con ellos. Dudo.
—¡El miserable abusivo, párese! —ordena ella, apoyada por otros.
Entre los rendidos, se percibe un aire de confusión, un rumoreo parco, sin que alguno decida levantarse.
—¿Es necesario que le llame, capitán Aguirre? —señala.
No puedo decir que me alegra, pero siento un fresquito en el pecho, una emoción escondida y lejana. Ahora pues, señor comisario. ¿Por qué el rostro deformado? ¿Por qué apenas oímos la solicitud de perdón que balbucea su boca? Es conducido al interior de la comisaría.
Desde la camioneta, jóvenes menores que yo, insisten:
—¡Venga, incorpórese a la lucha!
—¡Vamos, compañero!
¿Compañero? Apenas soy un muchacho buscando un camino. Alguien rescatado de una mazmorra, quien solo cuenta con una antara y un ceramio roto, al que ustedes remiran con asombro.
—¿Por qué no dejas eso y vienes con nosotros ahora mismo? —me propone un chiquillo, de baja estatura, ofreciéndome en alto uno de los fusiles capturados.
—Cada cosa tiene un valor distinto —reconozco.
Cuando se dispone a responderme, oímos una descarga que nos silencia a todos.
La joven todavía se da un tiempo para reprender a los donjuanes aplanados. Es una mujer distinta. No tengo memoria de haber visto ni oído algo semejante.
¿Boto me ha de absolver o devorar, según el camino que tome?
El discurso ha terminado.
—¡Venga con nosotros, compañero! —insiste ella, con un pie en el vehículo.
Comienzo a soplar las cañas de la antara. El instrumento vibra conmigo. Una melodía, como venida del mar embravecido, nos envuelve. Subo trenzando a la camioneta, resoplando, con el ceramio fracturado a mi costado.


ÓSCAR GILBONIO


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