Por Francois Villanueva Paravicino
En junio pasado se ha publicado en una editorial ayacuchana el último libro del crítico literario estadounidense, Mark Cox, Prosa pituca peruana y la guerra de los años 80 y 90 (Editorial Amarti, 2019), que, por la calidad de las investigaciones, el renombre de investigador del autor, y la vigencia de un tema que parece no extinguirse así por así (el conflicto entre narradores criollos contra narradores andinos que surgiera en aquel I Congreso Internacional de Narrativa Peruana, 1980-2005), no pasó desapercibida entre la academia y los investigadores de la crítica literaria peruana.
El autor, que ha centrado la línea de sus investigaciones literarias en torno a la literatura producida en la época del conflicto armado de los años 80 y 90 de nuestro país, o que, simplemente, han abordado dicho contexto histórico, ha afirmado que ha podido registrar un total de 306 cuentos y 68 novelas por 165 escritores que hicieron literatura con las experiencias vividas, oídas o estudiadas; es decir, de aquel fenómeno que tiene al informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), como el documento más completo de testimonios, denuncias o quejas, etc., por parte de los sobrevivientes a dicha guerra interna.
Sin embargo, como todo intelectual cabal (heterodoxo, crítico y culto), Mark Cox cuestiona en ciertos puntos dicho informe de la CVR, especialmente concerniente al caso del escritor y autor del mítico libro Los ilegítimos, Hildebrando Pérez Huarancca; a quien las autoridades judiciales han acusado de haber sido el dirigente senderista que ordenó la ejecución de pobladores en la masacre de Lucanamarca, basándose, según el crítico literario americano, en las afirmaciones de testigos de segunda mano y que no estuvieron el día que ocurrió dicha tragedia; es decir, que solo escucharon a otros pobladores dichas aseveraciones.
Sobre el plato de fondo que título al libro, Mark Cox toma postura por parte de los narradores andinos, desde su posición de ciudadano de las zonas sureñas de Estados Unidos, donde la pobreza y la discriminación por parte de los americanos de la zona norte, han sido una constante que él rechaza por humanismo ético y social. Ya recuerdo sus afirmaciones en el I Congreso Internacional de Escritores de Ayacucho y el Vraem, donde afirmó en el Centro Cultural de la Universidad San Cristóbal, que él creía que la literatura podía convertir a los lectores y a los seres humanos en mejores personas; es decir, con mayor conocimiento del mundo y de lo bueno, lo justo y lo bello.
El estilo del libro, basándose en una premisa de Pierre Bourdieu, es confrontacional; pues, como afirmó el teórico francés, en el campo de las producciones literarias existe un conflicto permanente por la toma y asunción del poder. Al respecto, Mark Cox recuerda, de manera didáctica, la foto simbólica tomada en el Hay Festival de Arequipa del 2018, con Mario Vargas Llosa sentado, y con cinco escritores, de los cuales tres estaban posando la mano en sus hombros (como Santiago Roncagliolo, Jeremías Gamboa y Renato Cisneros). Entonces también circuló la fotografía de Cronwell Jara (ganador del Premio de la Casa de la Literatura Peruana), con el editor ayacuchano Willy del Pozo, Marco García Falcón y otros escritores. Es decir, dos campos de intereses intelectuales luchando por captar la atención del público lector.
Sin embargo, los escritores que analiza con más detalle son los autores del círculo de poder hegemónico del mercado editorial, como Mario Vargas Llosa (Lituma en los andes), Alonso Cueto (La hora azul), Iván Thays (Un lugar llamado Oreja de Perro), Santiago Roncagliolo (Abril rojo). De la novela de Mario Vargas Llosa, rechaza la discriminación, falta de comprensión cultural y el carácter denigratorio del personaje Lituma, quien ve a los andinos como seres inferiores, primitivos y bárbaros. De la obra de Alonso Cueto, critica la falta de perfección formal y las técnicas narrativas pobres, entre otros. De Ivan Thays, aparte de la falta de perfección de la forma y escasos recursos estilísticos, cuestiona “las descripciones como imágenes postales de los paisajes provincianos que abordan”. Del premiado Abril Rojo, sostiene que con la finalidad de buscar “un público grande, terminan restándole calidad literaria”.
Por ello, la lectura de este libro es imprescindible para los críticos literarios en formación y los escritores que buscan asumir una postura ideológica, social, económica y política, que son, como afirma Pierre Bourdieu, los campos que están siempre en ebullición y lucha constante del día a día.