martes, 6 de diciembre de 2016

Tereluz Carbonel Ramírez

VERSOS ANTAGÓNICOS

“Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
recibe este amor que te pido.
recibe lo que hay en mí,
que eres tú.”

Alejandra Pizarnik.


La autora rodeada de amigos...



I

Este es el comienzo,
una pausa breve y silenciosa
donde puedo arribar los mas tristes versos
y afligir la voluntad decisiva de esta hoja.

se acaba la arena en el reloj
por eso me refugio en la escritura
para fijar tu esencia 
para poder llamarte
y que puedas oírme, después de las seis.
Estas letras gritan desaforadas
como un mito perenne dentro de la historia
que buscan repetidas veces el peor desenlace.
Y yo, busco tu silencio 
que enaltece toda reverencia,
todo mal menor,
de donde nacen estas desesperadas dolencias
que pronto acabaran envueltas en sangre.


II

La habitación colmada está
de cenizas esparcidas como púas.
Unos trozos de espejo mojado
agrietan las sombras.

Alrededor,
ramas resecas en la ventana,
olor a sangre y sudor ácido que cierra los poros.
Las paredes se tiñen de silencio,
un sabor a fruto muerto se aspira en el aire.
La mesa tambalea y el mantel sucio,
aun no quiebra la dulzura de la ultima cena.
Reposan las dudas sobre el ropero.
en la quietud de un suspiro altamente perjudicial.

III

Aquel lindero me espera,
el trance vuelve 
como esporas de podrida soledad,
hasta que el tiempo golpe a golpe
vuelve asomarte,
los geranios y las buenas tardes despiertan
y lentamente,
los recuerdos son como piedras acumuladas en las manos,
que arrojo de cuando en cuando
para quitarme peso.

Y de pronto,
he aquí otro peso,
otra amarga carga en las sienes,
el pulmón se congela,
la sangre hierve,
en mil agujas el corazón duerme traspasado
por mil momentos que urden una desgracia inerte.


IV

Estamos hundidos desde abajo
hasta el verticé de un cielo nuevo
                                         ampliamente, 
en el abrigo de la lluvia
en el chasquido del trueno
pues el sonido que arriba del viento
nos mantiene tendidos como dos hojas sueltas
y aún seguimos juntos,
de un lado a otro, 
            persiguiendo corrientes
            debajo de aquel árbol,
donde curiosamente la maleza nos adorna
hasta volvernos otoño.

Es asombroso ver la claridad 
que te empaña los ojos
cuando dejas de ver.
                     y seguimos juntos,
la sombra nos tiende un cobertor 
que reparte el silencio en los senderos del bosque
                     y oímos al viento,
                      llorar su orfandad
                  en un país de sordos.


V

Aquel sauce, espera el otoño
se mece sobrio,
se mece, 
sin ocultar el miedo en sus raíces
las horas desvisten a tu sonrisa,
que vive,
en las pulsaciones de la mente,
como un recuerdo provisional
conformado para permanecer.


VI

No te despidas aún,
deja que la voz suave del arroyo 
siga enjuagando nuestra memoria
que aquel gato sueñe con su primer hogar,
que los átomos sean omnipresentes,
y que la gravedad nos tenga atados a la tierra.

Un día de estos sin saber donde,
estaremos divagando entre los rincones de una ladera
       complementando el inventario,
                                         reuniendo volantes.

si te sorprende,  y aún seguimos juntos
                                 hundidos desde abajo,
tarareando canciones que otros han olvidado
es que ando recogiendo fragmentos de otra historia
para calmar este temblor infinito.




VII

Consistente arrogancia,
vigila detenidamente el pulso
cuando aprieto los puños
cuando estas cerca, 
y no tan cerca,
cuando aparcas sobre mi cabeza
y desmayas el silencio con tu voz a la fuerza.
Infinita contrariedad.




VIII

En el estado mas irreal de una mañana
las cuestiones de morir en tus brazos, despiertan
clarísimo está que en toda esta revuelta
alertas mis desquiciadas intenciones raras,
y argumento vacía con tu bostezo sobre mi almohada,
que el desliz  de pronto ,
nos puede echar a perder la siesta.

Pero,
este incansable sonar a tonta enamorada
te sigue alentando a quedarte despierta,
despojar tus miedos, guardarme en tu pecho
que es tan inmenso,
mar adentro,
yo puedo correr todo riesgo
más, no puedo llegar a contar tus lunares,
que son como peces que atrapan mis besos
tan coloridos, tan perfectos,
saltan de vez en cuando entre las sábanas.

Yo puedo cuidarte del sueño amargo
las veces, que intentes caer somnolienta
silenciar el estruendoso rumor del mar afuera,
amarte hasta perder el aliento.




IX

Se me gastan los ojos contemplando
como el grito de las sombras presagia tu nombre
todo lo demás reside en estas lineas,
se cubren de olvido las palabras,
y exhalo,
apenas cuando, al notar que el tiempo discurre
el ilusorio instante que sonríes,
se veta  con el deseo ardiente de una espera.

No puedo tentar a tus apariciones,
mitigas este dolor,
que se hace constante con cada aparecer de la luna,
volviéndome incondicional a ti
mas, si quiebro este delirio,
soy una animal que de un lado a otro va,
acechando el peligro en las calles.

No latas corazón, no te impulses,
acompáñame sin decir nada
este instante es único, vuélcate de asombro
no temas, en ocasiones muy extrañas,
de pronto,
sin que nunca sepamos el por qué,
sintamos algo que rebase este mismo instante
del que brota un recuerdo.



X

He callado toda reverencia que tenía escrita,
pues, no quiero entorpecer mis diálogos con las flores,
¡Ay dolor!, no me puedes curar;
no me hagas confrontar,
el placer de verme desangrar los talones.

Estas donde no debes,
y aun quieres que resista a tus planes
como fiera salvaje sin domesticar,
ya lo ves, no soy  tan fría y despreciable,
acabaría acariciando sin pudor tu vientre.

El arqueotipo degenerado de aquel silencio
me tiende por ventaja, me censura
y tú pareces un cadáver que se tortura,
con mi respiración de cerca, en cada roce.
Abres la boca como si hablaras,
y si lo hicieras, serias otra,
alguien con cuya sangre dulce y amarga,
riega de amor mis claveles.

Y nada me complace, solo cuando duermes
recostada a mi lado hasta volverte un pliegue,
pues te abrazan las palabras que declaran ausencia
¡ay dolor! no me sanes,
no me armes de valor por quererme quedar.



XI

No quiero salir  
y me esperan allá afuera
el frío del viejo abril, aturde estos espacios
que gozan de una quietud en las que se aspira muerte
intento reiniciar la voz que no suelta
a decir nada más que tu nombre.
Debo esperar que los oídos no escuchen algo más que las voces
que a modo de zumbidos,
intentan escarbar cada detalle
en la mitad de la nada 
donde estas paredes 
todas verdes, 
salpicadas de incrédula felicidad
aun reciben sus ecos voraces de mil formas
que se disparan en los rincones.

Oigo a Yurima,
quien embiste con el sonido dentro de mi cabeza
cada momento profundo en donde te avizora.
pero allá afuera, crece el bullicio
que nos invita a jugar de espaldas
y a solas,
allá afuera esta mi nombre con el que otros ignoran
ser cómplices de espantosos significados para darle algún origen efímero.
y debajo de aquel nombre mio, 
el tuyo,
como un simbolismo
que pronto se hará más legendario que cualquier otra historia.



XII

Afuera algunos nacen y otros mueren
crecen tan deprisa y no son árboles ni peces,
van y se detienen como si buscasen algo
o alguien, o nada.
simplemente creen que la soledad es engañosa
cuando el silencio duele.
Allá, afuera, el sol se acuesta temprano
y descansa entre los brazos de la luna 
hasta engendrar estrellas que rara vez podemos olvidar.

No quiero salir,
Pero afuera me esperan todos
menos tú, a quien si veo 
esta necesidad de verme correr tras el paso de las horas, 
mitiga el vacío del cual saltan unos versos.
y me vuelvo una escena repetida,
en el centro de la ausencia.
y no te encuentro,
porque al irme enredando entre los abrazos de la gente, 
olvido lo que buscaba y a quien buscaba,
si es que acaso, perdí algo.


XIII

Estrechez y,
amargo trago sordo
en plena lluvia que,
remoja claramente cada parpadeo
con estrépitos dulces de melancolía.

Repaso,
incansable y de memoria
el candor de una soledad
contraria a la despedida.
He apostado cada centavo
para rodear tus intenciones de libertad
que acaban sin alas,
entre figuraciones repetidas
y deudas sin saldar
he notado que el dolor  no deja por refregarme en la cara,
cada minusculo intento.



mientras la lluvia no cesa, el pájaro no vuela,
y en la ciudad son las termitas las que 
entre las hojas de aquel libro favorito,
un recordatorio engañoso envuelve atardeceres.

Cada imprudente ahogo por esquivar detalles sombríos
erosionan fuertemente en el pecho,
apañando el compás de un ritmo casi moribundo
que no consigue aliviarse.

Ignoro,
cuanto más soportara este cuerpo
tanto desdén,
la humedad se cuela a medida que marcha el tiempo,
lo único que sé, es haberme encharcado los ojos
minutos antes de partir.


XIV

Si existe algo que persuadir
es el delirante modo en el que mi mente agoniza
el segundo en cuanto te suelto,
y el instante cuando te avista.

Ya no existen bullicios que turben este silencio
tantos prejuicios acerca de la moral,
abundan como la maleza en el otoño
de algún modo, me sobrepongo
y sacudo una a la vez,
las paginas de este libro.

Siento, que la indiferencia rebrota estas escamas
que alguna vez fueron hojas que disparo la corriente,
y sin embargo; son solo pliegues de una fantasía
donde tantas otras puertas conducen a infinitos laberintos.
Entonces,
muere el oportuno recuerdo de tu voz
que anuncia un persistente apego a la fatalidad,
en cuanto cesa su ultimo sonido.

Me exprimo el dolor lentamente de la carne,
se cuajan en las lagrimas el color del olvido
y el ardor en mis pulgares,
emplazan estos dedos que se cruzan
hasta encarnar una oración repetida.

XV

No soy yo cuando tú esta conmigo,
soy una especie mezquina que conjura con desoladas versiones de mi misma
me inclino sobre el tapete fino que luce esta sala
y vacilo por calentura, otro sonido distinto.

Nada puedo ser más que la mierda que oculta el grass
cuando ha llovido,
una mañana sin nubes,
con la respiración cansada,
y la voluntad de un suceso que tarde quiere llegar
si te dejas cercana, en sentido literal,
si descansa tu desnudez, sobre mi arribo.

No eres tu cuando estoy contigo
eres una gota que se aloja entre las ramas del olivo
un zumbido letal, un grito sombrío.
una maraña de metáforas que traduce
entre lineas la nostalgia del cual emergo
 y desvario, pues,
nada te complace.

Ni siquiera esta pacifica forma de mirarte a través de la ventana
que aún se empaña sin llover, cada tarde.

No he podido invitarte a pasar,
si no es por la rendija que asiste liberada
entre la vereda y el portal,
atenta al resto de polvo en el paso por la calle.

Y no se disimular,
te vuelves una tormentosa forma en donde caben
mil momentos plenos, donde urge respirar más rápido,
con menos ruido,
para no despertar a los peces, que tienen hambre.


XVI

Reconstruyes la luz en estos ojos
que ya no consiguen ver atardeceres,
solo reprochables voces de hombres y mujeres
que acaban con todo a su paso,
intento sobrevolar entre ellos
y con cada impulso me sangran las sienes.

Y me siento desafortunadamente humana y viva
para mezclarme entre el resto que no sabe
nada más que sobrevivir a su propio engaño.

Y si tú entras a formar parte de este cuadro,
seguramente pienso...
y no sé porque,
repentinamente pienso,
que mis ganas son reservados e admitidos adornos
que decoran tu piel, y me siento entumecer,
me das frío, me deformo.

Déjame por un momento, hacerte vibrar
si nos ponemos a bailar,
si nos dejamos caer,
déjame acariciar lo que no es sabido,
adoro el dorso de tus manos cuando pintan lo que olvido,
cuando intentan sudar, cuando sanan mi piel.

Podemos nacer en el instante en el que giro el mundo
volver a ser libres, por fortuna tan simples
debajo de aquel árbol,
que nadie ha visto crecer
en la versión de un suspiro.


XVII

Las palabras aprovechan la noche
para llegar hasta el bosque
no contemplan su soledad
van enjuagándose los verbos de sálpicos estelares
ya que fueron ellas
las que robaron a la luna, jirones de luz
hasta verlos sembrados en los montes.

Lucen discretas, altivas
cuando a la señal de otro dia
rotundas, devoran cada espacio en donde tu recuerdo duele.
Allí mismo, la sílaba se dilata en la espera 
y me desesperan,
los sucesos que tienden a remarcar.





XVIII

Sucede que el arroyo canta desde el jardín
para aquellas buenas tardes, que en abril,
inunde de rubor azul tus talones
y los árboles van cubiertos de corales
pues la arena, se fecunda con el río muy de cerca.

Sucede que allá en la ribera
donde los milagros abundan,
como aguacero de temporada
nadie ha visto como es que el agua
se agota entre unos sorbos,
de insaciables voces
y mi voz rescata el silencio que muere cuando al roce
de mis manos tus ojos me delatan.

sucede que al despertar
pegas un grito y el sol calla
sin color, ni forma
garabatea el viento tu ventana
hasta que las golondrinas se asoman,
y te encuentras tan pequeña y asustada
pero ardiente en las yemas de un beso que resbala hasta hacernos caer
como dos gotas que al unisono hacen una lágrima.

Y sobrevivimos al golpe,
sin dividirnos.

Entonces las horas trazan un círculo sobre tus sabanas
en donde giran nuestros sueños, aprenden a volar discretos.

Sucede que mi nombre se aferra
con desidia a tu garganta,
que mueves los ojos cerrados como si leyeras un pensamiento escrito
sobre el tibio de unos parpados,
que enmudecen en un silencio triste
otro silencio triste, que no mereces.

Hasta que en un suspiro nuevamente
caen rendidos sobre la almohada,
brillantes y tendidos
como destellos que a tu pecho hace temblar
y sin titubear,
me acuesto contigo
las palabras son solo apuestas que,
vuelven a soñar, mientras nos quedamos dormidos.

XIX

Así culmina este día,
con el delantal puesto,
y rebanadas de besos extras,
con el sabor a crema y la locura de una voz suelta,
a morirse de pena.

con la servilleta en el fondo de un vaso,
y la dulce amargura, de un buen sorbo
con el brindis de un fracaso,
así, te disfruto a diario,
con el pasatiempo de mi niñez
en el rescoldo de tus brazos.

con el embeleso en cada día
y la tonta melancolía, 
por hacer de este, otro día añejo,
con el dolor de unos males,
el color de mis atardeceres
con el creciente interrumpir de unos deseos.

con los dedos envueltos entre hojas,
y la sonrisa confundida en el titubeo,
así te gozo, vida mía,
con la dicha suspendida en el velo.

En la espera de un cumplido,
con la cara lavada y el corazón tendido,
de vuelta a ser niña, con el temor del olvido
así te quiero, vida mía,
con el incierto que nos obliga
a ser de los días, un misterio.

Aunque, se barran los años
y en la regadera cuajen las promesas,
en la próxima partida, nuestras penas
desertaran en su descuido
proclamaré esta ofrenda
seguirás siendo mía.
siendo tuya,
siendo nuestros.
hasta que, la quietud de la estancia
sucumba en el final de los tiempos.


XX

Oportunamente,
alcanzó a dar otra mañana
dudosas mil mariposas tornaron e inundaron
el balcón de tantos colores que perdieron lejos,
mi habitual soledad,
cuando estos ojos que por tiempo lograron anidar
sonrientes,
orbitaron al momento, donde el recuerdo nos reunió.


XXI


Una vida pasó,
y regresé al paraje mas esquivo de tus alturas
donde me conmovieron, un día,
sus cordones montañosos.
Aprendiz de lo más simple, sirviente e instintiva,
refugié un instante la soledad.

Amplié el horizonte, conquistando cada cima
sospeché que mi sonrisa ahogándose cortaba
los ramajes tangibles del recuerdo.
Mientras tú voz de primavera que a los valles pretende,
descongelar el paso de la cordillera,
rebrota la memoria cual caudal riega mis raíces.


¿Qué serán de tus labios si gozan otros besos,
mientras queda algún recuerdo, que visite mi morada?
¿Qué será de tu piel cuando roce otro cuerpo,
mientras el frío esta noche, cabalgue mis entrañas?

precisamente, si de amar se trata,
sostengo mi voluntad en el deseo de ir a tu sombra,
inundando cada rincón, con caricias, tu cuerpo.

¡Eh! pero que forma sostiene tu cuerpo
que se hace invisible cuando pernocta la luna.
si de quererte he de morir primero, aún en tus alturas
finalmente, si sobrevivo es porque te quiero.




XXII

Pero tu, mi fiel querencia,
quietecita a mi lado,
fluyes y rebozas de margaritas mis huellas,
haciendome mas viva, colorida e inmortal.
Tus ojitos de intensa luz,
arriban a mi ventana en el centro de una noche
que me deja, ligeramente azul cuando me baña
ligeramente tonta cuando me besa.
severamente sentida, cuando se va.

XXIII

Hermoso cariño,
incondicional, sincero
la miel que en tus besos, remansan mis labios
brotan de la fuente donde maceran mis sueños.
Hermoso cariño,
tan mio, tan nuestro,
aprecio tu paciencia rondandome las vueltas,
cuando estos golpes, sordos, han permanecido
recordando cuan herida estuve,
anhelando, este amor bonito,
dibujado tantas veces, en las nubes
tus coloridos trazos, mi singular estrella

Eres el pergamino donde escribo la historia
la revancha que aposte a esta vida, perder o ganar.
el motivo de un amanecer pleno,
mi consentida memoria
el sorbe trémulo,
cual afán solivianta,
mi voz de gozo, al verte despertar.

Ahora que te tengo, te guardo en mis pupilas,
te llevo donde me lleves,
mientras nos volvamos eternos,
serás mi cuento sin final, mi dulce despedida
la semilla que lanzo mi Diosa,
y germino en el valle de su bondad.






XXIV

Antes de ir por el valle del olvido
cansada, a ciegas, con la espalda quebrada
con estragos de locura en los bolsillos
y en el morral, unas promesas crudas y amargas

Quiéreme como yo te he querido
a pesar del orgullo, del dolor y las lagrimas
de mis bajas pasiones y de tus dudas
con el pecho cundido de flores
suspiros ajenos y gastadas espadas.

Quiéreme así como te he querido
con la fuerza del mar que no acaba.
iré portando el silencio de tus ojos en la boca
y en el lado opuesto de esta melancolía
un retazo de anhelo en la mirada.

Antes de acabar el ultimo escrito
quiéreme así, con el alma,
seré la voz que se pierde en el eco
de un triste respiro a mitad de la nada
quiéreme mas sin remordimientos
deja que el cariño se nos cunda entre las ganas.
seré el recuerdo que se pinta de colores
en una ventana soleada de añoranza.

Mi hermoso cariño, si un día el silencio, nos supera
no permitas que tu viaje me vuelva sombra,
déjame el pesar de seguirte amando,
y una sospecha cruda, para extinguirme a solas.



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