Foto: Ambar Gavilán |
Fría
madrugada en las punas sonconchinas, en el lugar Ccajre desde la media noche, Cirila no podía dormir pensando como le iba ir el día, se aproximaba el
encuentro con el apu, aquel que cuidaba su ganado y permitía que aumentara, después de la fiesta del pueblo de San Juan
de Saulama ella preparaba su erranza, fiesta en la cual marcaría su ganado. Con
20 días de anticipación, se realizaban los pedidos, la cantidad de víveres y fruta, llegaban con su sobrina Samira, que venía desde el pueblo de Otoca con 16 mulas. La voz de la
chica la puso más tranquila, arrancándole una sonrisa a doña Cirila, ¡Jesús!,
Hija tan temprano son las tres de la mañana, ven abrígate, samarikuy. Los
perros conocían bien a la jovencita, pues no habían dado un solo ladrido, la dueña del corral más grande de toda la
comunidad de Sonconche, contaba con mas de doscientas vacas, sin contar los becerros,
habían perdido la cuenta de sus carneros, ya que en el distrito de Otoca, el
ganadero Lando - quien le compró 80 - le hizo pasar un buen rato a la
chiquilla en la acequia de Capilla, lugar donde perdió su virginidad a la edad de diecisiete años, siempre anduvo recordando aquél momento de felicidad, los sauces y la grama le hicieron el día perfecto, su cuerpo robusto se quedó retratado en el agua.
Con un retraso de dos días al fin llegó a la
estancia Samira, muy contenta acurrucando en su pecho la foto de aquel hombre
que la había engañado, él tenia su familia en la ciudad de Ica, era el año
de 1964 recién se había creado el Distrito de San Pedro de Palco, con el nombre
del pueblo vecino. Los invitados empezaban a llegar siendo recibidos con el alba por los
ladridos de los perros. Samira comenzó a organizar a la gente a cada uno se le
fue acercando:
- Eres
Segundino?... Aja kichu, el peón del patrón Leoncio.
¿Cómo estas?
- Imaynalla kachkanki…
- Valeria hay que cocinar harto, hoy estamos de fiesta.
¿Cómo estas?
- Imaynalla kachkanki…
- Valeria hay que cocinar harto, hoy estamos de fiesta.
Poco
después mucho más tarde llegó Pantacha, no necesitaban verlo de cerca para
saber que era él, le conocían la voz, su caminar, su olor y valentía. Eran las nueve de la mañana y el sonido de los Huaqrapukuy (sopla cachos)comenzó a sonar, La dueña (Cirila) era muy amante de los toriles
y santiagos, música donde se baila al sonido de los toros y vacas. Sentadas en
la pirca del corral, tres señoras cantoras venidas del pueblo de Añamarca (Trigal) vestidas con vivos colores, iniciaban algunas letras como ensayo, sus polleras jugaban con sus voces, todo era alegría.
- Ladrona cachuda me dices, Pero mi leche estan tomando, perro y todo, gato y todo, mi suero están tomando...
Hombres expertos en lacear ganado se ponen en
acción, algunos todavía no se Comprenden, al mando de los mejores de cada
anexo, que conforman la comunidad: Don Rosauro Palomino, el cazador de jarjachas por
Sonconche; el Macho por Habaspata;Quintín por Saulama; Basilio por Rudacancha; Inca por Sanquimayo; Bendezú por Lloquecancha, y Sinforoso por Huaccralla,
todos ellos junto a Pantacha, son los que asisten en varias oportunidades
a participar en esta celebración debido
a la fama que adquirió Cirila en toda la Provincia de Lucanas, única en su género, pués opacó a los criadores
varones por varios años.
Pantacha tenía un presentimiento, el
hecho de vivir en comunidad no lo llevó a contar a nadie su preocupación, ya que, para ellos vivir es llevar la muerte en la punta de los dedos, se
sentó un momento y caviló:
- Si me eligen traer al supay, me defenderé con mi huaraca (honda).
El conocía el lugar, un bosque de ccenhuas, que ponían el
cachete rojo al cerro mas elevado de la zona, allí habitaba un toro barroso,
que en los meses de agosto de cada año escarbaba la tierra, como si conversara
con una dama o queriendo enfrentar al enemigo, habían terminado de marcar los
animales con cintas de colores, las vacas lucían hermosas, simpáticas, felices y los huachos retozaban en la pampa.
Vestida de
color rojo apareció Cirila - la anfitriona - y dijo:
- Me falta uno, esta allá detrás de ese
cerro que se desgrana como maíz, a la vueltecita entre los árboles rojos.
¡Uy! .....dijeron todos en carcajadas, pues el
licor conocido como cachucho embriagaba muy rápido. Acercandose donde el muchacho le dijo:
- Anda tu Pantaleón estás
jovencito, volverás rápido; pero no te vayas a ir como los otros ( En años anteriores a los designados, se les veía partir ; pero no volver) , les preparo su morral y se van a la costa ya no vuelven.
- Ándate maktacha, me traes al toro....
- Ándate maktacha, me traes al toro....
El muchacho
obedeció en silencio, tomó el pequeño costalillo con papas, queso y cancha, lo
amarró a la espalda con su honda y emprendió decidido. Solo una hora bastó para
llegar al lado del cerro Huachoka. Sabía donde se ubicaba el toro, calculó la
distancia desgranando las cabezas de ajo que llevaba en el bolsillo, para
evitar ser reconocido por el olfato del animal, antes de avanzar defecó,
recordó que el antídoto mas eficaz contra el veneno de la víbora y encanto era
ese mojón llamado por los agricultores del valle de Sonconche como “hierba sin raíz”, la que aparece por los caminos en la zonas rurales, preparó pacientemente la munición para su honda, sabía también que no podía acercarse menos
de 50 metros, para evitar ser cogido por la lengua del toro, que permanecía
bramando, babeando desesperadamente. El animal utilizaba su músculo bucal para atrapar a sus víctimas.
Años anteriores los demás comuneros
elegidos habían caído como mansas palomas al acercarse al animal que extendía
su lengua y los tragaba, no regresaban a terminar la fiesta de Cirila, ella
cada año tenia que entregar como pago a Huachoka la vida de un ser humano y así
continuar con el pacto establecido. El acuerdo debía renovarse luego de enterrar naranjas, licores y coca, sólo así su ganado seguirá aumentado. El espíritu del cerro, representado en el
toro barroso, se encontraba famélico, hambriento, necesitaba saciar su hambre y
sed. Pasando las cuatro con treinta de la tarde, había
aumentado su respiración, comenzó a embestir los árboles de ccenhua que lo rodeaban,
el cerro había empezado a tronar; entonces Pantacha se inclinó detrás de una
piedra y entre sí dijo:
- Es hora.
Avanzó llevando su honda en la mano izquierda, comenzó a lanzar sus municiones preparadas con excremento
humano, pajas de ichu y saliba. El primer hondazo sorprendió al toro, llegó a caerle por entre las piernas que cambiaron de color, del
rosado al negro; la segunda le cayó por el lomo, fue entonces cuando el toro
parecía que lo hubieran punzado con cuchillo, luego de haber comido mucha
alfalfa inmadura, eructaba como “aventao”;la tercera y definitiva le impactó en la frente media azambada, tranquilizándolo por un un instante. Entonces Pantacha seguro de haberle quitado todo lo maligno se le acercó y le dijo:
- Ahora patrón tenemos que irnos (...)
El muchacho empezó a arrear al toro camino a
Ccajre, al bajar la lomada cerca de las siete de la noche el toro se sacudió,
divisó la luz que alumbraba el patio de la estancia de doña Cirila y mugió
poderosamente. La infeliz señora al escuchar ese extraño
sonido empezó a temblar.
- Lo está trayendo decía entre sí...
Empezó a tomar,
bailar, reír, cantar alegremente como despidiéndose de este mundo.
El animal caminaba a buen
ritmo y no tardó mucho en llegar al corral, Pantacha fue recibido por su amigo
Juancho con un vaso de trago, lo ingirió muy rápido estaba con sed, le pidió
chicha y se puso a soplar su huaccrapuko, ya en el corral el toro comenzó a
seguir a las vacas como si hubiese estado reprimido sexualmente, no dejaba de
mugir y trepar a cuantas vacas había en el corral, algunos decían es un garañón,
bonito toro que suertuda la Cirila, le preguntaron a la dueña para marcarlo
al barroso.
Al día siguiente - desde las cuatro de la madrugada - en el corral había un silencio sepulcral, todos se encontraban
ebrios, los dormidos se despertaban y de a poco se iban yendo, los perros
empezaban a ladrar sin descansar. Al despertarse Samira Saravia dirigió la mirada al
corral, sorprendida se preguntó:
- ¿Dónde están los animales?
Fue hasta el muro, vio muchos sapos que saltaban, se miraban entre ellos, muy asustados, en
sus gargantas de cada uno daba la impresión de querer gritar. De inmediato va a darle la
noticia a la tía Cirila, mira que la cama está estática, levanta los ponchos uno a uno, encuentra unos cueros
enrollados, la tía, junto al barroso y sus animales habían desaparecido,
el encanto se los llevó, siendo tragados por el cerro . Samira
asustada y siempre con la foto de su amado ganadero, huyó hacía un pueblo ubicado en Nasca de nombre "El Ingenio", a continuar la vida…
Flor Samira |
Recopilación hecha en el Pueblo Sanquimayo, en junio (año 1993)