martes, 3 de enero de 2017

José Valdivia Domínguez (Jovaldo)

Jovaldo: un trabajador de la cultura popular

                                                                                      Escribe: Oscar Gilbonio


Es así como el propio José Valdivia Domínguez (Jovaldo) se define en una carta.
Nacido en el Callao en 1951, difundió sus versos por plazas, calles, mercados, buses, etc. desde mediados de los 70[1]. Su escritura es mordaz y directa; fustiga la mirada oficial de los asuntos universales como el amor, el patriotismo, las fiestas navideñas, las elecciones, etc. proponiendo una distinta. Canto al futuro bordea el medio centenar de composiciones, por eso requiere un análisis mayor y me centraré en aquellas alusivas a la mujer.
Cada poema tiene una estructura bien definida en el abordaje del tema. Los párrafos inciden en cuatro aspectos fundamentales aunque pueden estar imbricados o no seguir estrictamente tal orden. Lo podemos confirmar analizando el referido al Día de la Madre (1976):
1) La crítica del problema o posición imperante.

De la madre no es el día
como ahora lo señalan,
quienes joyas le regalan
y hasta llevan una flor;

2)   La nueva visión clasista.

  Es el día de la madre
cada día de sudores;
amarguras, sinsabores,
hambres, gritos y dolor.

3)   La crítica recae en la sociedad en su conjunto, diferenciando al pueblo de los opresores.

Los deseos de alegría
nunca valen si no hay hombres
levantándose entre escombros
de esta injusta sociedad…

  nuestra madre llora y sufre
por sus hijos padeciendo,
nuestra madre está sufriendo
aunque se eche a carcajear.

4)  La propuesta: un llamado a transformar la situación.

  Las palabras solamente
por la nada se pronuncian
si en la acción jamás anuncian
nuestra pronta libertad.

Si feliz a nuestra madre
para siempre la queremos,
desde ahora al fin luchemos
por un justo porvenir;

En Canto de amor (1976), confiesa un modo de unión de pareja, en la casualidad de la lucha y en paridad de condiciones.

A ti jamás te busqué
a mí jamás me buscaste;
en el camino me hallaste,
en el camino te hallé.

Ahora juntos andando
por riesgosas avenidas,
se han hallado nuestras vidas
contra el fascismo luchando.

Repárese en la caracterización del gobierno militar, en su segunda fase o de desmontaje de reformas, de políticas de ajuste que impulsaron la movilización social.
A la mujer de mi clase (1976), musicalizado por el grupo Estudiantina Cordillerana en los 80[2], es un canto de rebelión que cuestiona la resignación religiosa y el racismo.

Nunca digas resignada
lo que nos hacen creer,
que nacimos para tener
una vida desdichada…

Si con desprecio te miran
por humilde y provinciana,
si te gritan ¡so serrana!
y hasta las puertas te tiran,
si a la fuerza te retiran
cuando reclamas clemencia,
no extrañe la inconciencia
de esa clase explotadora.
Con más odio ten ahora
TUS PUÑOS Y TU CONCIENCIA.

En No te avergüences hermana, además de vaticinar un cambio en la situación de la mujer, establece su concepto de belleza.

No es hermosa la mujer
porque luzca plata y oro,
es hermosa porque de oro
son sus ansias de vencer.

En Dicen los patrones, denuncia la opresión de las domésticas.

Entrarán como empleadas
oyendo un “pase, mi hijita”
más luego la patroncita
sacando mísero trato,
les gritará por buen rato:
¡MUCHACHA SE NECESITA!

En el poema Warmi[3] (1980), parece aludir —y desear— un contenido andino en la guerrilla recién iniciada.

Ya se escuchan los charangos
las zampoñas ya resuenan;
y las wajras y pututos
como relámpagos truenan.

La fuga de la cárcel de Ayacucho, el 2 de marzo de 1982, no solo representó la mayor acción militar del PCP-SL en el ciclo 80-82[4], sino que de su enconado balance surgieron acuerdos que marcarían el curso posterior de la guerra, entre ellos el énfasis en la necesidad de la cuota[5] que tendría su mayor expresión, precisamente, en el sacrificio de 300 prisioneros, entre ellos Jovaldo.
Detenido a inicios de 1983, continúa su labor creativa y agitadora. Escribe una carta a su hermana Chavela, robusta, pero cándida por un tipo de retardo que padece:

Yo sé que no sabes leer. Y sé también que como tú hay muchas Chavelas que tampoco saben leer. La culpa no la tiene mamá ni papá que ya está muerto. Los culpables son otros…
  Yo daré la vida por ti y por todas las Chavelas, hermana…
  Y brotarán muchos árboles buenos y sanos.
  Tampoco habrán justos en las cárceles.
  Tampoco habrán víctimas en las cárceles.

De un prisionero a su amada, es la añoranza por la compañera que no vuelve. Sugiere no encontrar las razones y, con cierto despecho, contrapone el aspecto de la moral. Es agosto de 1985, dos meses antes del asesinato de 40 presos en el penal de Lurigancho en los inicios del primer gobierno aprista para el cual las prisiones se habían convertido en objetivo antisubversivo[6].
Son circunstancias de consternación: lo más preciado para el prisionero es la visita, sobre todo si se trata de la amada.

Con la moral muy en alto
aunque no vuelvas tú aquí,
continuaré indoblegable
pues te lo juro que sí.

Yemsyta es la conmoción ante el impedimento de ser padre. La hija soñada ya tenía nombre en el interior de Jovaldo. En lo formal expresa la adopción del verso libre[7], el vate continuaba su evolución, amando la vida, a casi tres meses de su muerte.

Que nadie como tú se llame hija
mía, que tan solo yo así te llame con
los latidos de mi corazón.

¡Oh mi Yemsy! ¡Oh mi Yemsyta!
¡Oh mi Yemsijó! A ti te mataron aún
antes de nacer.

Según afirmación de la madre (22-05-2016), la compañera de Jovaldo había dejado de visitarlo, pero al volver estaba embarazada de otro hombre, a quien había conocido en la misma prisión y quien había salido en libertad. Este presionaba para que la madre abortara y Jovaldo se opuso rotundamente. Luego, la madre pretendió nombrar a la niña como Jovaldo había soñado y él objetó, sugiriendo otro nombre, explícito en el título del poema Oh H. Delare.

Miro a tu madre
con mi recuerdo,
pues a esta cárcel
nunca volvió;
y si lo hizo mejor no hablo,
guardo silencio callo mi voz.

Pero la grandeza de espíritu le hace imaginar y sentir por la criatura.

Grandes tus ojos
grandes tus labios,
grandes tus puños
mi querubín;
miro a tu madre,
y al verla toda,
la encuentro a ella
grabada en ti.

Así declamaba el poeta, el hermano protector, el compañero ansioso, el padre impedido, el hombre sobre todo, en combate hasta el momento final.

Conclusiones

Las composiciones examinadas reflejan un boceto de la sociedad peruana, en clave femenina, en el momento cumbre de cada autor: el artista y la época se funden por completo en el sentido que Mariátegui observara, precisamente por haber sido cada cual atento asistente y partícipe de los sucesos de su tiempo, tomando partido por los desposeídos, los postergados, los ilegítimos; por las mujeres en similar condición, mientras que a la vez critican y combaten al sistema y al individuo —hombre o mujer— que propende o perpetúa la situación opresiva, considerando que «Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias y en el actual panorama humano, la clase diferencia a los individuos más que el sexo»[8].
Pérez Huarancca —como Theidon lo corrobora—, nos ofrece un diagnóstico de los años previos al inicio de la lucha armada (1980), con una nota discordante respecto a la mirada oficial del PCP-SL, que, tomada en su real dimensión, implica cuestiones medulares de estrategia política.
Edith Lagos representa el período inicial de convocatoria y esperanza (1980-82), del llamado a la rebelión de los pueblos que desde la conquista fueron masacrados y disminuidos. Su corta vida y sus versos armonizan con los últimos efluvios del ideario del guerrillero romántico. Su muerte antecede al inicio de la etapa más cruenta del conflicto (1983-84) marcada por la entrada de las fuerzas armadas y su consiguiente y cruel represión.
Jovaldo es un trovador del pueblo que zahiere la mirada convencional de los asuntos ecuménicos a la orden del día, proponiendo una versión distinta y alentadora. Se adhiere al movimiento y acompaña el sacrificio de trescientos prisioneros en 1986.
Los tres personajes, a su manera y en diverso grado, además de denotar en sus textos al creador fundido con los avatares de su época, consiguen unir el contenido y la forma —construyendo un estilo propio—, así como la labor artística con la política —entendida como lucha por las ideas y el poder—, perfilando el tipo de artista revolucionario celebrado por Mao Tsetung, sin que hasta ahora la dirección del PCP-SL les otorgue el reconocimiento que les corresponde. No obstante —y en especial los líricos—, van a ser reivindicados y enarbolados por las bases de manera no oficial para la creación de un imaginario social partidario o por personas que reconocen en ellos algún motivo de valoración o estudio.
Queda aún por investigar la representación de la mujer en el teatro de Víctor Zavala Cataño y en las numerosas composiciones —canciones, poemas, dibujos, novelas, etc.— que se acunan en algún espacio o memoria aguardando el interés del investigador avisado.
Resulta válido comentar que conforme el conflicto prosigue y se agudiza hasta la detención de Guzmán en 1992, el arte producido va siendo más controlado según los parámetros del partido.
Una verdad histórica acontece para ser asimilada y dicha. Esta reseña atestigua el ser que hubo tras cada subversivo: un ser con potencialidades y carencias. Decirlo en una sociedad como la peruana, influenciada por una clase conservadora que se vale del encono y el miedo para imponer su pensamiento y sus designios, puede resultar una herejía. La dirigencia subversiva, por su parte, elude tal verdad suponiendo que en sí misma no expresó graves falencias de consecuencias determinantes. Prefiere la victimización, la exención, el silencio.
En un país con altos grados de violencia contra la mujer[9], el aprecio de ella en la obra de los tres autores patentiza un valor a plenitud vigente.
He de subrayar, en último término, que si bien las mujeres no tienen un rol protagónico en los textos de Pérez Huarancca —quizás porque su obra data de 1975 y él no verificó esa realidad en su entorno a diferencia de la más citadina vivencia de los otros—, en ellos el amor de madre y la resistencia refulgen, aun en el limbo del desamparo.
Qué decir de Edith Lagos cuando ella misma es símbolo de mujer insurrecta. Y al fin, el sitial de todas ellas —la mitad del mundo que sostiene el cielo— se confirma en los enaltecidos versos de Jovaldo.




[1] Se sabe que el mismo Jovaldo editaba artesanalmente sus poemas. Carlos Aguirre destaca una forma de hacer política en la cual la palabra impresa desempeñó un papel crucial y los militantes así lo entendían (2007).
[2] Piensa compañera: http://fenixperu-trilceur.blogspot.com/2011/06/estudiantina-cordillerana.html
[3] Mujer (en quechua).
[4] «Temiendo incursiones similares en otros puntos de la república, el gobierno tomó la decisión de concentrar a los insurgentes capturados en el antiguo penal de El Frontón. Ubicado en un islote frente al puerto del Callao, por décadas había servido para poner fuera de acción tanto a los delincuentes como a los opositores políticos» (Rénique, 2003:14).
[5] Gorriti dedica un capítulo a la cuota y la define como: «La disposición y aun la expectativa de entregar la vida cuando el partido lo dispusiera. En los términos en que se hizo, como un voto, una consagración, Sendero marchó más allá de lo que habían hecho otros partidos comunistas, donde se intentó siempre mantener la ficción que el autosacrificio era situacional» (2008:178).
[6] Según Rénique: «Desde los tiempos del “martirologio” del Partido Aprista Peruano –en los años treinta y cuarenta–, ninguna organización política se había propuesto en el Perú hacer un uso político similar del espacio carcelario. Es decir, hacer política desde el encierro» (2003: 15).
[7] Víctor Zavala Cataño, en el prólogo de Canto al futuro, analiza el poema del mismo nombre: «Todos los versos constan de ocho sílabas rítmicas y con un sistema de rima consonante propio de la forma estrófica clásica, la cual fue muy difundida por Nicomedes Santa Cruz (principalmente) entre los sesenta y los setenta del siglo pasado, de donde –presumimos– la tomó Jovaldo reiteradamente, para sus poemas de contundencia política» (2011).
[8] José Carlos Mariátegui (1924).
[9] Según cifras del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, solo hasta octubre de este año se registraron 108 feminicidios y 222 tentativas, con lo cual se superó largamente los 95 feminicidios y 198 tentativas ocurridos durante todo el 2015.
http://www.mimp.gob.pe/files/programas_nacionales/pncvfs/estadistica/boletin_octubre_2016/BV_Octubre_2016.pdf

1 comentario:

  1. Oi de jovaldo en la luminosa trinchera de combate .sus poemas clasistas enaltecian la lucha armada 1992

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