miércoles, 16 de octubre de 2024

EL BRUJO MAYOR DE COAYLLO

 

Coayllo es un pueblo misterioso por donde se le mire. Debido a su fama de brujos y demonios los occidentales construyeron una capilla en la cima de un cerro, no fue tal fácil reemplazarla por una cruz, según la adivina Lourdes la pequeña iglesia está allí para espantar los malos espíritus. Aún no está registrado el año, el día ni la hora de un cónclave de curanderos, algunos dicen que la sede fue en Santa Cruz de Flores, otros aseguran que fue en el valle de Calango.

 Pastor Chávez, un mestizo lector del libro de San Cipriano, fue el representante de la tierra de los nísperos, apareció por las calles seguido de una culebra, la presencia de dicho animal elevó la temperatura, haciendo que se quitaran la ropa los habitantes de ambos lugares. Los pueblos mantienen en su memoria aquél encuentro. Hasta hoy es comentado oralmente estos episodios  tenebrosos. Al término, uno de los acuerdos fue la construcción de la ermita. Era necesario porque el calor que producía la presencia del reptil, venia secando ríos y lagunas por Ukira,  pronto convertiría en infierno el pueblo de Pastor Chávez, dicho animal lo seguía como sigue un perro a su amo, despedía una baba como marcando el camino.

 Pastor, era el único hombre en dicha reunión, los demás representantes de cada pueblo eran todas mujeres, ellas tenían como mascotas gallos de plumaje negro, sapos gordos y bocones, lechuzas de ojos saltados infernales de color rojo. Las brujas siempre cuidaban de sus acompañantes, dejarlos sueltos era un peligro, ya que entre ellos se miraban con desprecio. El canto del gallo helaba a la serpiente, el ronquido del sapo le quitaba la voz al gallo, los ojos de la lechuza impedía que la lengua de la culebra se estirara. A ella nadie la quería, por eso salió a visitar los cerros, aquél día de su desaparición su amo durmió veintisiete horas seguidas. Bajar al río no le permitieron, trepó hacia las alturas… la maldita víbora no regresó hasta la actualidad.

Al tercer día, los niños contaron de la aparición de columpios en lugares desolados. En ese espacio existen hoy iglesias o cruces de madera. Pasado el tiempo la entonces niña Camila Arias, nos habla de los diálogos que tuvo con su abuelo Federico. Es tiempo de rezar hija le dijo acariciando su frente.

-          Es cierto papito que donde está la iglesia había un columpio empujado por el viento.

-          No era el viento Cami, mi padre que fue mecido muchas veces, me contó que el de su espalda le hacía preguntas  ¿Cómo está tu mamá Lupe? La buscaban por Azpitia y por todo el río, ella recitaba poemas montada en su burrito. Más que poemas eran oraciones contra ese maldecido viento que sopla en las tardes por toda la plaza.

Hoy con 60 años de existencia la niña Camila y su amiga Lourdes, caminan con la foto de su abuela Guadalupe, exponen el porqué nuestro Distrito se ubica en la otra orilla del pensamiento, volviendo a creer en su flores bellas, sus delicadas frutas, todas ellas bajo el amparo del Cerro Patrón, Apu que tomó el camino correcto de enfrentar al mal, él desde su cima nos cubre con su bendición.

 Es viernes, Don Victor me invita una copa de vino, el anciano chapa su bastón de cinco patas y me dice:

-          No crea en esas cosas Auxiliar, que si nos vamos al otro mundo, aquí en Flores seguirán peleando el día con la noche, el wayra aparecerá y desaparecerá llevándose una copa de Pisco, para brindar en el más allá.


miércoles, 9 de octubre de 2024

EL PROFESOR QUE LE CORTÓ EL PELO AL DIABLO

El maestro Lucho, antes que apareciera montado en sus motos altas y poderosas por los caminos de Flores y San Antonio, mucho más antes que fuera preparador de gallos, fue un gran peluquero. Sus días preferidos eran los sábados y domingos, cortaba el pelo a todas las edades, conversador con los niños, a quienes les cortaba como militar, despidiéndolos con un saludo castrense y chocando el puño de la mano derecha. Los martes y los viernes cambiaba a la mano izquierda, aún no sabemos el motivo.

Un día apareció un señor venido desde el Distrito de Coayllo, que por causas naturales tenía dos bultos en la cabeza tan bien distribuidos que daba la impresión de ser la mitra del diablo. La barbería se ubicaba frente al puesto policial. El Buen hombre llegó impecablemente vestido, lo que ahora dicen bien al terno negro, corbata roja y camisa celeste, saludó al profesor y se sentó en la silla giratoria blanca, pidiendo.

-          Un corte a pura tijera por favor… su voz era ronca.

Rápidamente, Luis Flores alistó sus tijeras, que le había dejado como recuerdo su abuelo Rutilio, seguidamente colocó una tela blanca sobre el pecho del diablo, para luego empezar a cortar,  sus manos volaban sacando las puntas del cabello rojizo, color candela. Como nunca realizaba su trabajo en silencio, algo hacía presagiar lo hermético que estaba el visitante.

El breve tiempo transcurrido, logró que la tijera del maestro choque con uno de los cachos del señor diablo, el choque fue brutal, terminó con las manos, la mente y el cuerpo dolorido. El impacto y la impresión, lo llevó al piso, al ser auxiliado por los vecinos, sus ojos estaban blancos. Al pasar el tiempo, después de tres meses pudo volver a la normalidad, todos lo visitaban para preguntarle acerca de su encuentro con Satanás. Respondía con una leve sonrisa.

-      - Antes de desmayarme, pude notar que no era terno lo que llevaba el señor, recuerdo  era una piel de caballo que cubría su cuerpo flaco.

Hoy los niños corren detrás de la moto, celebran conocer a Lucho, el único profesor que le corto el pelo al diablo, él les sonríe y se declara su protector.



LA BRUJA BELINDA LINDA

Cortesía de Ámbar Gavilán


Belinda Espichán había convertido al perro Randú en sapo, ella muy contenta se encontraba saboreando su última hazaña, cuando tocaron la puerta de su vetusta casa de esteras. La noche anterior le había dicho al gallo Ronsoco que cante cuando llegara visita extraña o conocida; pero el animalito no se percató del señor Musulmán, el primer amor de la bruja, el hombre que no pudo atrapar con sus hechizos en Santa Cruz de Flores. 

No quiso abrir la puerta, algo le decía que no lo haga, el olvido nunca se ausentó de su cabeza, estaba presente cada vez que suspiraba, por fin decidió jalar la manija a la derecha, cuando lo ve agacha la cabeza, le pide por favor que se retire. El barbudo Musulmán le responde. - Ya no volveré por tu puerta, solo te pido deja de hacer el mal. Estaba a punto de descubrir su peludo pecho para mostrar su crucifico, cuando Belinda tira la puerta con fuerza, remeciendo toda la casa. Después de su encuentro en el río Mala cuando caminaban rumbo a Calango, esta era la última vez que se miraban las caras, en ambos quedaba un rencor, un odio desmedido, una lucha constante ¿Por qué vivir así? Si antes ambos buscaban las estrellas juntos. Los días estaban marcados, las horas y los minutos no tenían descanso, los caminos, la noche los enfrentaba.
 
Mientras caminaba el joven no tenía paz, ella se aparecía en un instante, en un momento indescifrable, ya estaba al otro lado del caudaloso río, mes de enero, volvía después de bailar, de acompañar a las pallas. Avanzaba tranquilo, cuando escucha el llanto de un niño muy cerca a la captación de agua, las plantas de junco y totora no permitían ver al pequeño bebé, se abre paso con las manos, se acerca y lo toma entre sus brazos, es una criatura brillante, pelos dorados, un niño de nacimiento, muy bello, occidental. Habla consigo mismo.

 - Cómo hay gente mala en este mundo, madres desconsideradas. Hoy existen tantas parejas con hogares incluidos que no pueden tener hijos, otros en cambio los abandonan, lo llevaré a casa, tú serás el hijo que no pude tener con Belinda Isabel.

Al decir sus últimas palabras acaricia su frente, se escuchan pasos y el niño habla. - Musu, musito, mira mi diente - ¡Bruja de mierda! ¡carajo! 
Con una risa maquiavélica el niño sale volando convertido en un extraño animal. Musulmán se quedó con los brazos adoloridos, entre sus manos una cruz, rezando a la Virgen del Rosario. 

(Del libro “Cuentos con historia” 2024)

domingo, 29 de septiembre de 2024

SUPER MATECHÉVERE

 

Andrea escribiendo sobre el papel de sus maestros


Ya estaban acostumbrados a salir de sus salones para dirigirse al cerro a escribir o leer, era un día miércoles, el sol ardiente de verano se extendía sobre las flores del pueblo, llegaba con mucha nitidez hasta la ollería, en ese lugar los restos humanos se encontraban desparramados a cada paso. Los estudiantes estaban sentados conversando antes de recibir las indicaciones de su maestro, aún no se daban cuenta del sonido de la tierra, cuando empezó a temblar recién David lanzó un silbido y todos miraron en silencio el pueblo. La gente salió a la calle y los estudiantes de ambos niveles se apostaban en las zonas de seguridad.

 

Desde la tercera cruz de madera vieron una nube de tierra, no habían escombros, el movimiento telúrico fue leve, sin embargo sus miradas estaban en el centro de la plaza, en el corazón de Santa Cruz de Flores, ahí había caído el reloj de cuatro caras, desde el interior de la tierra se veía crecer una bestia desconocida, con enormes patas, manos con garras, cara de burro,  cabeza negra con pronunciada cabellera. La gente del pueblo huía hacía los cerros circundantes, los maestros subieron al cerro patrón para implorar junto a la maestra de religión la ayuda divina.

 

El Profesor Jhon Cusipuma se había quedado en el pueblo, antes de tomar esa decisión conversó con sus colegas, le había pedido al maestro de Computación encontrar señal para pedir ayuda a Lima o Cañete. Los demás colegas conocían bien la zona y decidieron acompañar a la comunidad desde diversos lugares, muy cerca al cementerio el maestro Richard y su hija trataban de tranquilizar a la gente; el profesor Miguel caminaba con dirección a San Antonio, en busca de ayuda; la docente Exilda suspendió su viaje a Mala para adentrarse a las chacras con los más ancianos.

 

La bestia daba pasos lentos pero con su peso aplastaba las viejas casas, algunas que eran dotadas de buen material servían de obstáculo en su movimiento. Todos seguimos el rumbo cansado del animal que mientras crecía, el sonido de sus gritos aumentaban de volumen, la tranquilidad de mi apacible pueblo estaba destruida con su presencia. Todos nos preguntábamos donde está el Profesor Jhoncito, capaz de resolver todos los problemas en la pizarra y en la vida, las matemáticas y una vara de madera (regla) eran su complemento exacto, en muchas oportunidades reía, era feliz como su apellido..

 

Él trataba de conseguir la honda dejada por el nieto de Pachacutec a su paso por Flores, convencía al señor Víctor Manco que se la proporcione para probar su magia, dicha arma hace poco, demostró su vigencia cuando comunidades alto andinas enfrentaron a helicópteros de las Fuerzas Armadas de Perú. Acarició la huaraca con su cara y manos, trepó la empinada cima del Apu tutelar del Distrito y desde la cumbre probó un primer disparo, el proyectil de piedra laja filuda impactó en la frente de la gigante bestia, haciéndola retroceder con dirección a Mala.

 

Todo fue rápido como un sueño, ya eran las cinco de la tarde, crecía la preocupación por comer y dormir. Cada grito que escuchábamos eran los certeros disparos de la honda, al ser manejada por el super matechévere transformaba su potencia al 100%, poco a poco la bestia fue llegando al río. En el décimo quinto disparo cayó patas arriba en pleno cauce, el huayco de diciembre la arrastró al mar. Seis de la tarde, con luces y sonidos de sirenas, se acercaban los refuerzos de Lima, 18 tanquetas quedaron en San Antonio. Diciembre nos dejaba, era el año en que el Profesor Jhon se retiraba del pueblo que lo albergó diez largos años, como guardián del Colegio y del valle, todos se acercaron al día siguiente llevándole pisco y vino, yo le fui a pedir que me dejará la honda para cuidar a mi pueblo, en un próxima amenaza.

Andrea Martínez

domingo, 11 de agosto de 2024

Un cuento de: Nicolás Chumpitaz Ortiz (El sueño de vino dulce)

 

El sueño de vino dulce

Institución Educativa  Jesús Divino Maestro

Hoy me desperté temprano, ya que había tenido un raro sueño, en el me decía que la madre naturaleza se estaba quejando del maltrato que le hacíamos. Recuerdo algo todavía, fue muy rápido, ella con sus ojos bien abiertos me dijo:

-       Voy a provocar grandes fenómenos porque no me gusta que me maltraten.

Eso me hizo despertar con miedo, pero lo tomé como pesadilla, la ignoré, me volví a dormir. A la mañana siguiente despierto algo tarde, ya el sol estaba entre los cerros de Santa Cruz de Flores. Con el canto de los pájaros la vida combina con el rico aroma a tierra mojada, es otro aire, me dispuse a cumplir con mis deberes, hice lo que mis padres me pidieron, fui a alimentar a mis pollos en la chacra, al terminar me recosté sobre un árbol, terminé dormido, en ese entonces escuché una voz que me decía:

-       Yo soy la Pachamama, tú no me podrías hacer daño, pero cada vez la gente me usa como un adorno y no agradecen que tienen un suelo donde caminar, ahora juntos con los demás dioses, les daremos una lección.

Me sorprendí porque me di cuenta que mi sueño era real, pues en ese momento mis padres estaban quemando paja y la apagué, de pronto empieza a retumbar el cielo, se iluminó mi vista, y fui conducido hacía una casa, ahí pude estar un momento en paz,  nunca estuve tan desorientado, quise moverme, sin darme cuenta aparecí en una de las maravillas del mundo “Machu Picchu”, este sería el corazón del Perú, además el centro de la naturaleza. Seguro estaba que la madre naturaleza no mentía cuando me dijo que iba a desatar su furia, lo que debía de hacer era simple solo debía poner una uva, cosecha 2024 de Santa Cruz de Flores, también prometer que no iba a quemar ni a talar de nuevo; pero solo lo haría, si subo a la cumbre más alta de la montaña, el Huayna Picchu esperaba mi presencia.

Al llegar escuché varios retos que cumplir. El primero fue muy raro porque era un cíclope, la uva empezó a llorar en vez de lagrima caía vino, entonces pensé en emborrachar al ciclope y así fue, él se quedó dormido, aproveché ese momento para clavarle una estaca en el ojo y ahora ya no podía mirar, proseguí mi camino, el siguiente reto era un fénix, este lanzaba fuego, al verme el fénix se echó a volar pero no se dio cuenta que frente de él había un árbol espinoso y se clavó con ellas, lo fantástico de este animal era que se podía regenerar. Eso demora pensé un poco, estaba lúcido, la sabia naturaleza dominaba mis sentidos, así que pude correr para lograr hablar con la Pachamama que habitaba los andes peruanos, en el camino me encontré con un ave que planeaba entre los precipicios, le pedí que me ayude porque el camino era pedregoso, él me ayudó hasta llegar al puente colgante. Me disponía cruzarlo, cuando de pronto apareció el ave fénix, lanzó su fuego quemando el puente, yo me quede triste. Debía idear un nuevo plan para ir a la otra orilla, en ese momento apareció el cóndor para ayudarme, el fénix voló victorioso, pensábamos que se había ido, al mirar al sur noté una sombra que volaba. Grité con todas mis fuerzas:

-       ¡Regresa!

El ave sagrada del Perú,  muy asustado se atrevió a enfrentarse contra el ave fénix, fue larga su batalla. El río bramaba en las quebradas hondas, el cóndor dominaba bien su territorio, era el rey de las alturas, muy adolorido desciende con el cuerpo del fénix en sus garras, lo sumerge en el lago, con su cuerpo húmedo no volverá a la vida. Muy tranquilo me dijo:

-       En el fondo del cerro hay una cueva, tu destino soy yo y debo dejarte ahí.

Ingresé lentamente, afuera pasaban temblores, luego el agua de la cueva empezó a descender en forma de catarata. La Pachamama me dijo que también los demás dioses de la naturaleza estaban enojados así que desatarían toda su furia. La Mama Cocha, cada vez crecía más y más. Algo catastrófico estaba ocurriendo con el planeta, se habían activado todos los ojos de agua de las cabeceras de cuenca, seguían las replicas moviendo de arriba a abajo, el agua se salía y rebalsaba, internamente yo escalaba, ascendía con devoción, me quedaba muy poco tiempo para colocar la uva. Entonces se me presenta una gran serpiente, ella intentó botarme de la cueva, le dije que para mi seria muy importante hablar con la Pachamama, la serpiente intentó arrebatarme la uva, le dije que me dejara pasar pero se negó, por influencia divina pude continuar mi camino.

Al salir del túnel,  aún era de día, la luna desbordaba su belleza, su rostro se dibujaba entre las aguas del mar, las estrellas aparecían en el firmamento,  la marea incrementaba su altura. Pensé en mi familia, en mis amigos, también en mi maestro. Vengo de los llanos candentes y extraños, de Hurin, la parte baja de mi Perú grité con fuerza. Cavilé.

-       Ahora se sale el mar, tengo que apurarme ¿Y si se sale el mar? tendría que apurarme, qué confusión la mía, no estoy desesperado ¿Me creen?

Tengo que escalar muy poco. Ahora el aire se une a la destrucción de la tierra con sus huracanes, el Wayra silbaba haciendo ruido en mis pequeños oídos, la arena que arrastra el viento no me deja ver, resbalo una vez más. Sigo insistiendo, al llegar  encontré una pequeña planicie, me senté divisando el horizonte, después de descansar, continúo mi caminata. Empieza a nevar, que bonito mis andes, avanzo soportando fuertes heladas. Tan pronto me doy cuenta que estaba recorriendo las tres regiones, ingresando a la selva encontré un gran cráter, por la espalda un guacamayo gigante me habla repitiendo en eco lo que le pido, le dije que me ayude a cruzar, casi una hora estuvo volando, antes de aterrizar se me cae la uva. El guacamayo me ayudó, desciendo con él sobre su lomo, encontramos la uva y volvimos a la cima.

Un monito me guía hasta una flor, sus pétalos se abren cada 100 años. Al abrirse la flor, escucho una voz dulce, suave, cristalina.

-        Los fuertes diluvios son por culpa de los humanos, el calentamiento global trae como consecuencia los grandes fenómenos naturales.

Le pedí que me lleve donde estaba la Pachamama y la Mamacocha. Al llegar el suelo estaba lleno de barro, era difícil llegar a Machu Picchu, tras varios intentos lo logré. Todo era luz, atrás quedó la neblina y el barro, ahora era un gran campo verde, lleno de flores amarillas. Me acerqué a la madre naturaleza, le entregué el fruto del buen sarmiento que mi abuelo Rutilio sembrará con mucho amor, el pequeño grano se convirtió en vino y bebieron – es cierto, la bebida de los dioses -  en grandes sorbos, ambas estaban satisfechas. Antes que se embriaguen les pregunté:

-       ¿Por qué le han quitado la protección a los animales? Me respondió al instante la mayor.

-       De qué sirve cuidar los animales, si ustedes llegan y se lo arrebatan todo, su habitad, su casa, su alimento, su vida, cada vez quedan menos animales y plantas.

La Mamacocha dice:

El agua es contaminada, desperdiciada, por esa razón hago que mi agua se llene de barro y no sea bebible, soy más selectiva cuando el depredador incursiona en las reservas naturales.

Les pedí una oportunidad para los humanos, me dijeron que era imposible, ya que, hace mucho tiempo había llegado un niño con palabras iguales a las mías. Puedo empezar con pequeñas acciones les dije, como el sembrado y riego de los frutales, los tubérculos, administrar con justicia el agua -  ahora que la quieren privatizar - , darles a los campesinos y comuneros la prioridad, hacer que los mistis disminuyan su poder de ambición, compartan tus bienes madre, que sean mejores personas. Ya va a llegar el día en que nadie perturbará el sueño de los becerritos, los niños y las mujeres serán prioridad.

El agua empezó a bajar y aproveché para ir a casa, en el camino pensaba en el cuento Warma Kuyay. Seré “abugau” al terminar mi secundaria, cumpliré con mi promesa al ser Presidente de esta gran nación Inka.

El mar, se encuentra a mi vista. Después de visitar Mala, Asia, León Dormido…muchos pueden ver que estoy cumpliendo lo que dije una tarde, en un lugar inventado caminé y todavía conservo el regalo de mi imaginación, es una reliquia con la que puedo hablar con la madre de todos, estamos en el año 2035, me siento en la casa de Manuel Gonzales Prada, aquí el chaucato canta muy fuerte, entonces vuelvo a leer al Tayta Arguedas.

 

Seudónimo: Vino dulce.

 

Cuento presentado al "Premio Nacional de Narrativa y Ensayo José María Arguedas" por la estudiante: Xiomara Avalos Ruiz

 

El  sueño de Serapio Flores



En el distrito de Santa Cruz de Flores, existía un niño solitario llamado Silverio, él era bondadoso, tierno, juguetón y amoroso. Estuvo solo desde los 3 años, su madre murió a temprana edad y su padre viajero empedernido lo dejaba al cuidado de su madrastra.

Entonces, desde muy pequeño tuvo que enfrentar los peligros de la vida y sobrevivir, tenía que arreglárselas para comer porque nadie lo apoyaba, su estómago le temblaba cada vez que intentaba reírse, andaba siempre sucio, sus prendas eran viejas. La vida, mientras la compartía con la comunidad era bonita; pero, en su gran mayoría de los habitantes, solo existían desastres, problemas, destrucción entre unos y otros, la envidia se había apoderado del pueblo que anteriormente tenía el nombre de “Huayta”. En aquél lugar no existía la felicidad ni el amor, la sociedad tenía como clase social dominante a los señores hacendados venidos de Lima, ellos instauraron su reino de oscuridad. Cuando veían una pequeña luz de alegría la gente la destruía, tal vez por el temor a los mandones. Una vida muy injusta para los pongos, sirvientes o vasallos, los pequeños habitantes de las casas de campo, de las residencias de verano. Aquella gente bondadosa y tranquila era la más castigada.

Una noche de luna, Silverio salió a caminar sin rumbo, buscaba algo entre basuras, escombros y acequias. Los canales de regadío abundaban como hoy, el agua fluía desde el nevado Pariacaca hasta el mar, él llegó por el campo, tenía mucho hambre, encontró los platanales quebrados, andaba cerca a la hacienda del señor Romero, en la inmensa puerta principal de Huarango -  mucho se habló de aquel portón que fue hecho por los negros de Calango - . Comenzó a revisar  algunos tachos, se percató que habia una pequeña caja y dentro de ella se expandía un ruido. Se asomó para ver que era, poco a poco fue abriendo la caja. En su interior había un pequeño cachorrito indefenso, temblando por el frio de junio, así que el muchacho intento darle calor para protegerlo, fue abrigado doblemente por el animalito, porque el perrito era un calato de Sechura, en su cuerpo está la temperatura del desierto, decía mi abuelo.

Luego lo llevó a la quebrada donde bajo un árbol de Molle reposaron un rato. Desde pequeño Silverio conoció ese árbol era muy cálido, fresco, dulce, de sus frutos la gente preparaba chicha en el mes de mayo, existía una competencia con la bebida traída desde Sarapampa llamada Jora. Daba mucha paz cuando estaba en ese lugar, como siempre el niño Silverio miraba las estrellas, se preguntaba por su eterna soledad o porqué no lo querían.

A veces sentía rencor por la gente ya que no se ponían en el lugar de él, ellos se habían olvidado de sus raíces,  ni siquiera pensaban del maravilloso mundo andino, que era el lugar de su procedencia.  Al día siguiente Silverio bajó al pueblo en busca de comida o algún trabajo, pero unas personas lo trataron mal, le decían que era un vagabundo, un maldito niño asqueroso incapaz de pronunciar bien el castellano. Empezó a huir, Para su mala suerte, al ver que el perrito lloraba, varias personas empezaron a golpearlo, al tratar de defenderse como pudo protegió al animalito.

Después de golpearlo sin piedad, al no tener corazón con Silverio, se fueron. El niño intento pararse e irse de ahí. Con el perrito entre sus brazos se fueron caminando y llegaron al río Mala, en su ribera encontraron un hermoso lugar mágico de aguas cristalinas, su sonrisa se retrató  en lo diáfano de la cocha. En ese lugar encantado fue feliz, nadie lo golpeaba. En su trayecto el caudal del río daba de beber a muchas comunidades, los animales terrestres y el cóndor lo visitaban frecuentemente en las alturas, Pero cerca a la playa, los habitantes de llano, no lo sabían valorar.

A  Silverio le gustaba ir a ese lugar para oír el agua fluir, ese sonido le recordaba a un amigo de su padre, era un violinista de apellido Zea, venido de Puquio, con él una tarde escucharon el canto de  los pájaros y el viento, el espacio era fresco, era un lugar muy acogedor. En un momento se acordó que el perrito no tenía nombre, pensó un largo rato, finalmente decidió ponerle Serapio, en honor al músico Zea, también porque en aquél lugar nacen los mejores músicos de la zona.

Se recostó entre el pasto verde y pajas de junco. La tarde era majestuosa, lo que ocasionaba que sus ojos se cansaran. Se quedó dormido junto a Serapio abrazado. Cuando se despertó después de unas horas, sintió algo recorrer su cuerpo y vio que eran las plantas de los árboles, pero no podía crear lo que veía. Ya que, al recorrer su cuerpo las heridas hechas por los zancudos y mosquitos se iban curando como por bendición divina.

Asustado por lo ocurrido se levantó desesperado vio a Serapio sentado en un lugar hablándole a una silueta. Silverio llamo a Serapio, el perro se acercó a él, Silverio con miedo solo observaba a la silueta destellante de la tarde, el can empezó a hablar, le dijo que no se preocupara que era alguien de confianza. El ya adolescente Silverio se quedó sorprendido por lo que había ocurrido, se frotó los ojos pensando que era un sueño, pero todo era realidad. El perro intento explicarle que el solo podía hablar de vez en cuando, la persona que brillaba cerca a La Ensenada era la madre naturaleza, ella cuida de todos los animales y seres vivos, sobretodo de aquellos justos e inocentes.

De pronto esa silueta con perfil de mujer empezó a vestirse de verde, su cabecita se llenó de flores, su túnica parecía un arco iris. Volvió a hablar el perrito.

-          Ella me dijo que ya me había visto antes, debido al maltrato que recibías, me encomendó que te trajera hasta este lugar. Era mi decisión si quedarme a vivir en un mundo lleno de alegría y felicidad o regresar contigo a la horrible realidad.

Silverio observó con más claridad el lugar, era un hogar pacífico que da origen al océano, donde  los ríos grandes, pequeños y medianos llegan, dando por terminado las desigualdades, donde los pescadores de Santa Cruz de Huayta eran bienvenidos, pudiendo viajar sin dificultades mar adentro. Él no era el único humano en ese lugar, era un montón de personas de todos los colores, de todas las sangres, entre ellas sonreían y se abrazaban en un crepúsculo eterno. El mar pinto de azul los cerros, hacía el sur se divisaba otro universo, llamado Cerro Azul, de esta forma se instauró, Cerro Alegre, Cerro Libre, Cerro de Oro…

El muchacho viendo el hermoso lugar, pensó en la vida que soñó desde siempre, al estar junto a su mejor amigo, decidió quedarse. Desde entonces Silverio vive una vida plena con Serapio, nadie lo molesta ni lo discrimina. Todas las tardes disfrutan el canto de las olas.

 

Seudónimo: La Huarco

miércoles, 10 de julio de 2024

COLORETE

 


 9 de la noche. Cantina del japonés. En la radiola la guaracha Marina.

(Estoy enamorado de Marina una muchacha bella alabastrina como ella no hace caso de mis cuitas y yo me vuelvo loco por su amor)

Humo. Luz naranja y guaracha. Cubiletes y cebada para todos. ¡Ay Juanita, Juanita, Juanita! Estoy enamorado de Juanita. Una muchacha bella alabastrina. ¿Qué será alabastrina?

(El día que la encuentre sola, sola entonces le diré que la quiero)

Es su fiesta. Su cumpleaños. Y esta noche sin falta le caigo. De todas maneras. Sin pierde. Es su fiesta.

(y por un beso que pondré en su boca sabrá que yo la quiero de verdad)

Bailaré con ella. Solo. Solo. Y no podrá decir que no. ¿Quieres ser mi gila? Bueno. Beso. Sí. Su guaracha preferida. Carambola lo contó. En ropa de baño guarachaba en Agua Dulce. «Carambola, si supieras lo de recuerdos que me trae esa guaracha». Pero a mí, la guaracha me pone triste. Pero triste de triste. Triste de no sé qué. Parece que las maracas revolvieran en el fondo de mi pecho una culebra ardiente. Y luego una como espada de fuego se me clavara en la garganta. Y apenas si puedo decir tu nombre. Juanita. Juanita. Juanita. Y lo digo como si tomara un poco de miel quemante.

Juanita. Juanita. Pero la guaracha me pone triste. Sufrido.

—¿Qué pasa, Colorete, te has comido la singüeso?

—Déjalo, que está templado.

—Ves lo que te pasa por cirio.

— Colorete, chupa y di que es menta.)

Juanita. Juanita. Cuando te veo sufro. Cuando no, también. No sé qué hacer. Esta noche te saco a bailar. Guaracha, no. Bolero. Bolero. Me apretaré a tu cuerpo. Te oleré de cerca. Y si puedo, te beso. Palabra.

(Marina, Marina, tu boca yo quiero besar)

Quiero ser como Carambola. O como Natkinkón. Ellos ríen y se alegran con guarachas. En los tonos son de triana. En cambio yo me pongo corto. Tímido. Y me la paso chupando. Las muchachas arregladas y bonitas que van a los tonos dan miedo. Meten miedo. Imposible hablarles: tembladera y tartamudeo. Y si miran como diciéndome: ¿Por qué no me sacas a bailar? Tiemblo y me escondo. Mi campo es la calle. La collera… Ahí soy atrevido. En la calle soy el capazote Colorete. Pero en los tonos me achico. Soy un cobarde.

(Marina, Marina, Marina, contigo me quiero casar)

       Pucha, si estás en la luna.

       ¿Qué te pasa, Colorete?

       No le hagan caso. Antes de los tonos siempre se pone así.

Esta noche no podrá decir que no. Estará alegre. Es su cumpleaños. Y estoy bien firme. Mi peluca está recortada. No hay caso, Manos Voladoras: un artista. Mis zapatos de gamuza. Estreno pilcha azul y corbata de seda italiana bien bacán. La cara está que arde. Claro, si no había nada que afeitar. Pero este señor tuvo que afeitarse para estar presentado. Le llevo un regalo. Un prendedor de plata. Caro. Caro. El doctor ese es buena gente. Me dio mosca. Le dije: para mañana necesito azules. No es para mí, aclaré: es cumpleaños de mi gila. La próxima semana tendré que ir a su casa. ¡Qué se le va a hacer!

(Mira cómo sufro tú debes amarme no debes martirizarme que esto lo castiga Dios)

Juanita, Juanita, por qué me desprecias. No me hagas sufrir, que Dios lo castiga. No soy feo, que digamos. Al contrario. Quién no quisiera tener mi pinta. Las gilas se me echan. Si vieras los ojos que ponen cuando me miran de frente. Pero yo me burlo de ellas. Mirándolas, me muerdo los labios. Cierro los puños. Suspiro.

(Mira cómo sufro tú debes amarme No debes martirizarme No, no, no…)

No. No podré olvidar el día que por primera vez te vi. Tú eras nuevita en el barrio. Reciencito te habías cambiado a la Quinta. De arriba abajo y de abajo arriba te la pasabas la tarde. Quince años tenías. Un día alguien me trajo un recado. Un paquete pequeño. Al abrirlo encontré un colorete y un papel escrito: « Te amo. J».

Pucha, si casi me muero de alegría. Pero como siempre tuve miedo. Tan solo te miraba de lejos. Cómo no me declaré. Ya hubieras sido mi gila. Soy un cobarde. Cuando llegó el verano, con Juanita, con sus amigas y con la collera me fui a Agua Dulce. Juanita, risueña y escandalosa, cantaba en el tranvía. Triste y callado, sufría de tan solo mirarla. En la playa, no sé por qué, quise verla desnuda. Cuando entró a su carpa, me eché en la arena y, despacito, levanté la lona. ¡Para todo tengo mala suerte! Se había venido con la ropa de baño puesta debajo del vestido.

En la playa, Juanita —dorada, color canela—, corrió y saltó sobre la espuma. Al fondo, el mar verde. Y aquí, sobre la arena caliente, sufría. Recuerdo que luego me puse de pie y entré a su carpa. Cogí su ropa. Tenía un olor suave, húmedo. No sé qué recuerdo de infancia me tomó por entero. Cerré los ojos y como un licor caliente sentí en mi cuerpo. Salí a la carrera, me metí en el mar. Al regresar, ya por la tarde, al barrio, no podía resistir sus ojos negros, negros, negros.

(—¿Jugamos la cebada? —¿Juegas, Colorete? —No, yo pago todo. Tengo plata.)

Juanita, ahora, estás muy cambiada. Pero yo sé que solo es cáscara. Estoy seguro de que basta una palabra mía para que seas la chicoquita de quince años. Ahora, siempre me arrochas. Los muchachos dicen que te has vuelto planera. Pero planera con otros. Con los que no son del barrio. Esta noche te abrazo. Te regalo el prendedor. Y te digo despacito: ¿Quieres ser mi gila?

(—¿Nos vamos?

—A lo mejor ya no alcanzamos pato.)

Baile. Baile. Baile. Vestidos de colores. Sudor y música. La habitación demasiado estrecha para tanta gente. Los viejos están chupa que chupa. La cocina se llena de comadres acomedidas, de vecinas intrusas, de gallinas en escabeche y de caldo de pollo. Humo de cigarro fino y brillantina. Perfume picante de axilas femeninas. Se baila alegre la guaracha. Triste, el bolero. Carambola está pegado a la mano de Alicia. El Príncipe los mira de reojo y se va a la cantina. El Rosquita, gracioso, como siempre, baila solo. Y Natkinkón dirige la orquesta del disco. Cara de Ángel busca a Gilda. No pudo venir, está un poco indispuesta, le dicen, y queda triste. Colorete espera a Juanita. Juanita sale del dormitorio del brazo de su tío.

Japiverdituyú…

Colorete se esconde. Terminan los aplausos y las vivas a la dueña del santo. Luego, solos, Juanita y su tío bailan un vals de Strauss. Colorete, sufre. Termina el vals y Colorete busca a Juanita.

—Feliz cumpleaños, Juanita.

— Gracias, Colorete.

—Te regalo.

— Gracias, después lo veré. Guárdamelo, ¿ya?

—¿Bai… bailamos?

—Disculpa, pero estoy cansada.

—Pero si recién, es que yo, yo…

 —Luego nos vemos, Colorete. Que te diviertas.

Juanita, sobre un taco, dio una vuelta en redondo y coqueta y ágil se dirigió a Javier Montero, estudiante de Derecho.

— Javier, ¿me enseñas ese nuevo paso de merengue?

 

A partir de tu lectura del cuento de Oswaldo Reynoso, responde:

 

1.      Si fueras Colorete, ¿Con cuál de los siguientes versos te identificarías? ¿De qué manera el verso seleccionado se relaciona con el cuento? Explica tu respuesta:

 

a.      “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”. ("Los heraldos negros", CésarVallejo, 1918)

 

b.      “Todo mi afecto puse en una ingrata, / Y ella inconstante me llegó a olvidar”. ("Todo mi afecto puse en una ingrata" – Yaraví I, Mariano Melgar, )

c.      “Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas? / Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?” ("Al amor" en Antología Poética, Manuel González Prada, 1940)

d.      “Así, verte de lejos, y no decirte nada / ni con una sonrisa, ni con una mirada” ("Así, verte de lejos", José Ángel Buesa).

 

 

 

 

 

 

 

2.      La última oración del cuento es lo que Juanita le dice a Javier Montero: “Javier, ¿me enseñas ese nuevo paso de merengue?”. Imagina que eres testigo de tal escena. ¿Qué sentiste al leerlo? ¿Qué le dirías a Colorete?

 

 

 

 

 

 

 

3.   ¿Crees que esta historia se hizo más intensa y emocionante por haber sido narrada en primera persona? Si   tuvieras que           contar  una historia similar a este cuento, ¿lo harías en primera persona o en otra voz? Explica.

 

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