miércoles, 9 de octubre de 2024

LA BRUJA BELINDA LINDA

Cortesía de Ámbar Gavilán


Belinda Espichán había convertido al perro Randú en sapo, ella muy contenta se encontraba saboreando su última hazaña, cuando tocaron la puerta de su vetusta casa de esteras. La noche anterior le había dicho al gallo Ronsoco que cante cuando llegara visita extraña o conocida; pero el animalito no se percató del señor Musulmán, el primer amor de la bruja, el hombre que no pudo atrapar con sus hechizos en Santa Cruz de Flores. 

No quiso abrir la puerta, algo le decía que no lo haga, el olvido nunca se ausentó de su cabeza, estaba presente cada vez que suspiraba, por fin decidió jalar la manija a la derecha, cuando lo ve agacha la cabeza, le pide por favor que se retire. El barbudo Musulmán le responde. - Ya no volveré por tu puerta, solo te pido deja de hacer el mal. Estaba a punto de descubrir su peludo pecho para mostrar su crucifico, cuando Belinda tira la puerta con fuerza, remeciendo toda la casa. Después de su encuentro en el río Mala cuando caminaban rumbo a Calango, esta era la última vez que se miraban las caras, en ambos quedaba un rencor, un odio desmedido, una lucha constante ¿Por qué vivir así? Si antes ambos buscaban las estrellas juntos. Los días estaban marcados, las horas y los minutos no tenían descanso, los caminos, la noche los enfrentaba.
 
Mientras caminaba el joven no tenía paz, ella se aparecía en un instante, en un momento indescifrable, ya estaba al otro lado del caudaloso río, mes de enero, volvía después de bailar, de acompañar a las pallas. Avanzaba tranquilo, cuando escucha el llanto de un niño muy cerca a la captación de agua, las plantas de junco y totora no permitían ver al pequeño bebé, se abre paso con las manos, se acerca y lo toma entre sus brazos, es una criatura brillante, pelos dorados, un niño de nacimiento, muy bello, occidental. Habla consigo mismo.

 - Cómo hay gente mala en este mundo, madres desconsideradas. Hoy existen tantas parejas con hogares incluidos que no pueden tener hijos, otros en cambio los abandonan, lo llevaré a casa, tú serás el hijo que no pude tener con Belinda Isabel.

Al decir sus últimas palabras acaricia su frente, se escuchan pasos y el niño habla. - Musu, musito, mira mi diente - ¡Bruja de mierda! ¡carajo! 
Con una risa maquiavélica el niño sale volando convertido en un extraño animal. Musulmán se quedó con los brazos adoloridos, entre sus manos una cruz, rezando a la Virgen del Rosario. 

(Del libro “Cuentos con historia” 2024)

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