Canción del silencio ha logrado su tercera edición. Y en todo el
tiempo desde su publicación, hace tres años, su autor, el profesor Juan
Ladislao Ramírez Chacaltana, ha conseguido hacer de ella una herramienta de
formación escolar. Gracias a su obra, muchísimos estudiantes han participado en
concursos literarios y han reflexionado sobre la violencia política en el país
a pesar de su tierna edad. Es decir, gracias a su autor, la novela ha
abandonado el margen estrictamente literario para cumplir funciones sociales y
políticas.
También y como parte de esta
proyección cultural, se ha logrado una primera versión de la Canción del silencio, en la voz de
Junior Gavilán, con los arreglos y la primera guitarra de Nicolás Bendezú,
acompañado en la segunda guitarra por Chingle Canchari. Una balada andina de
hondo sentimiento que sirve de base al mundo reflexivo y emotivo de Cirilo.
Conocemos de cerca a Juan
Ladislao Ramírez y todo el grupo de
intelectuales y activistas que en Ica participan orgánicamente de la difusión
cultural y política. Nos ha sorprendido varias veces el nivel de las diligencias
que este conjunto de peruanos comprometidos con su pueblo, consigue. Y nos
hemos sentido dichosos al comprobar una vez más en la realidad concreta y no en
el discurso, que no es cierto que los niños no comprendan los grandes temas, lo
hacen y muy bien. En las actividades referidas casi siempre está presente la
niñez, pues a Juan Ladislao Ramírez y a sus compañeros les preocupa
profundamente el Perú del futuro y por ello reflexionan sobre su pasado desde
el mundo onírico, lúdico y concreto de la infancia. Y entonces, no podemos
dejar de ver en esos niños y niñas a Cirilo, nuestro personaje, el niño que se
hace hombre en una sociedad violenta, fragmentada, individualista; pero que
guarda aún en sus entrañas nuestro colectivismo ancestral y dedica su vida en
formación a entender el Perú para transformarlo.
En la obra de Ramírez Chacaltana
la niñez y la juventud ocupan un espacio privilegiado, aquel que gira en torno
al cambio social y al respeto por el arte y la cultura. Ramírez no inmoviliza ni
subestima a los niños, por el contrario, entiende a la niñez como un punto de
partida, como el momento en donde se toman decisiones de cómo procesar el mundo
que nos rodea, el mundo que conformamos. Frente a una niñez idiotizada a
conciencia por los medios de desinformación, por los programas nacionales de
educación y por los poderes fácticos en perversa alianza como antes el
hacendado, el prefecto y el cura; el profesor Ramírez Chacaltana nos entrega
–en la vida y en la obra-, niños que piensan, niños que se rebelan, niños que
crean, niños y jóvenes dignos. He ahí la importancia de Canción del silencio, voz que se levanta en la monotonía, grito de
protesta, estética de la rabia y la paciencia colmada.
Ya en el Prólogo del año 2012,
advertimos que la obra “nos presenta la visión de la pequeña burguesía rural,
intelectualizada, que lejos de adherir a un discurso mesiánico, represivo o
indolente, busca en las raíces nacionales su identidad”, y saludábamos aquello,
no obstante extrañábamos al pueblo. Creemos ahora que en tres años la obra ha
servido para elevar la conciencia de nuestros niños y por lo tanto se ha
proletarizado, es decir se ha acercado a sus fuentes.
Estamos por ello complacidos con
el trabajo de Juan Ladislao Ramírez Chacaltana y del compromiso que tiene con
su pueblo. En este sentido quedaremos pendientes del desarrollo de su
magisterio y participaremos -no solo como espectadores- de esa segunda parte
que ha prometido entregar, aquella en donde Cirilo concurre a la transformación
de la Patria. ¿Quién sabe y esté en sus aulas uno de los niños o una de las
jovencitas, llamados a liderar esa necesaria revolución social que el Perú
requiere? Tal vez esa segunda parte se esté gestando extraliterariamente como
le gusta a Juan Ladislao, gracias a sus clases y a su novela, gracias a su
actividad de reivindicar a la niñez. Acaso, el mundo del pan y la belleza
llegue pronto.
Martín Guerra
Ladislao en compañía de los músicos: Nicolás Bendezú, Omar Gavilán y Chingle Canchari. |
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