jueves, 12 de octubre de 2017

JOSÉ HIDALGO, EN LA ANTOLOGÍA DE LA POESÍA IQUEÑA



JOSÉ HIDALGO
(Lima, 1934)
La poética de Hidalgo es iqueña y universal. Iqueña porque es la campiña de esta
soleada tierra la que le brinda los elementos a quienes canta y universaliza por
la belleza con la que los describe. Hidalgo es un inmenso poeta y un destacado
narrador que además ha incursionado en la publicidad y en la historieta.
Ha publicado los libros de poesía El reino del gran curaca (Premio de Poesía
del Sur Medio Abraham Valdelomar-1985); y Voz Nuclear (Segundo Premio de
Poesía en los Juegos Florales Universitarios de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos-1961). En narrativa ha publicado la importante novela La paraca
viene del sur (Ganadora del Primer Premio Cristóbal Colón, otorgado por la
Unión de Ciudades Iberoamericanas-UCCI); y los cuentos: Cuentos al pie del mar,
Las cometas del paraíso de los suicidas y Panconté.



EL PISCO

Agua
más pura
que el agua.
Agua en llamas,
agua
de mis incendios,
ardiente agua
para tomar
en sorbos de niebla
la vida.
Agua de uva
quebranta.
Agua más pura
que el agua.

Pisco puro, acholado,
de chacra,
deseo y fiebre
en mi copa,
desgajado sol,
atrapado sol,
pisoteado
y exprimido río,
mar, cofre
de mis espejismos,
agua de uva
quebranta,
agua más pura
que el agua.
¡Salud, pues!
¡Salud, contigo
y conmigo!
¡Salud, parras!
¡Salud, veranos!
¡Uva,
reina de las vendimias,
salud!
¡Botellas
de mis naufragios,
denme de beber!
¡Ancianas
pipas de roble,
botijas y damajuanas,
brindad conmigo,
salud!
¡Salud, pisco puro,
acholado,
de la chacra y de la casa,
pa’ mi consumo
no más,
de ése que no se vende,
compadre,
agüita de uva
quebranta,
agua más pura
que el agua,
salud!


LA QUINCHA

No soy
el muro
inaccesible de las fortalezas,
¡ah, poderoso escudo para el asedio!

No soy
el majestuoso muro
de los templos donde los dioses oyen
y observan a través de los poros
 del barro.

No
La soberbia, no
la altivez de los palacios, efímeros
refugios del poder.

Tampoco
el solariego muro
en la casona colonial o en la hacienda
donde el sol brilla
para el diente del señor feudal.

Ni la pulida arista,
los empinados perfiles, el abrazo
de las paredes en una ciudad.

Sólo
armazón
de caña brava y piel
de la tierra
macerada
 soy.
Sólo quincha
para tu frío
y tu calor.
Sombra y flores
de buñiga
 soy
para la lluvia
y el viento,
sus asaltos feroces,
sus lanzas,
sus aullidos y sus puños
 de arena.
Apenas, casi
alicaída forma, garabato
de la arquitectura,
desafío del volumen y el equilibrio
en la pampa polvorienta
y la campiña, en la desembocadura
del nervio de una duna,
de cara a los caminos
o al pie de los huarangos y a la sombra
y las agujas de algún espino.

Rosa de mecheros también
 soy.
Mortecina caricia
de velas encendidas
y leños crepitantes, fetos
de humo
y sudores fantasmas
de yucas
y de papas sancochadas,
recortando tatuajes
de hambre
en el lodo
roturado y seco.
Nido
de pájaros sin alas.
Prolongación del barro
y del cimiento
vegetal, casa quebrada,
torcida luna,
escama y costra
en la herida de la pobreza,
grieta en el cielo,
rajadura en la paraca,
horizonte
de desvencijadas flechas
apuntando al sol.

Pero,
también
palacio,
templo,
paraíso,
comarca,
señorío,
territorio tomado
y cercado
a dentelladas.
En fin, párpado del hombre sin rostro
que quiere despertar,
mientras bebe la vida y la fecunda
 al fuego
de la noche y sus estrellas.


EL ALGODÓN

 Flor nieve.
 Flor madeja.
 Flor camisa
flor blusa, flor ropaje,
pintada y estampada flor
en fresca tela. Venda
apósito y drenaje
para la roja flor
de mis heridas.

 Pañuelo
 de la paz,
mechón al viento,
ala, mariposa,
descanso y esperanza
en mis batallas.

 Nube y flor.
 Pañal y nido,
flor para el recién nacido.
 Fibra y piel
para mi piel, tejida
en las raíces de la tierra,
el agua, el fuego
del sol y sus hogueras
a orillas de la noche.
 Verde flor,
alegre y amarilla, enguantada
 y blanca flor.
 Flor luna
entre las manos prietas,
agrietadas, costras
de la tierra en el dolor
y la sed de las sequías.
 Navío y travesía
gaviota y voz de marinero,
rosa de la espuma y su tatuaje
dormido sobre músculos de acero.

 Entonces, flete
 y dura flor
paca en las barrigas de los barcos,
el juego y las trampas de la bolsa,
la oferta y la demanda.
 Y así, de tu color
 de brumas
-triste y transformada-
 sólo oscura,
 negra flor,
exprimida y enlutada
sobre el hambre y su salario
 y el hombre
 campesino
 que te acunó
 con su ternura
 en ramilletes
 de blancura
 y algodón.

EL CHAUCATO

Agitación de parras,
hoja y pluma,
sol y pluma,
vendimia y pluma,
silbido,
aleteo,
saeta,
voladora sombra
entre las uvas
y el cielo.
Vibración y pulso,
en las higueras,
campesino y pájaro,
arriero y pájaro,
obrero y pájaro,
canto y pájaro,
juglar
de las acequias,
travieso
monarca
de los huertos
y las chacras.

¿Recuerdas? Un día
-la vez aquella
cuando yo
era niño y tú
impaciente hurgabas
en los secretos
del vuelo- alargaste
inútil
el abrazo
de tus alas.
Y en lugar
del apoyo sólido
del viento,
caíste
en la trampa
de mis manos.

¿Recuerdas, ladronzuelo
de viñas
y de higueras,
pedigüeño
empedernido?
Con tiernas migas
de pan
y leche, amamanté
tu hambre.

Con mis mejores
uvas
y la miel
de mis más preciados
higos, halagué
las ansias
de tu insaciable
buche.

Después, un día
-de sol creo fue,
estoy seguro- otra vez
el viento.
Pero, esta vez propicio,
en su abrazo
encontró
tu abrazo
y el hilo
sonoro de tu canto.

Pasaron entonces
las vendimias,
las paracas,
las parras
cambiaron muchas
hojas
y nunca florecieron
las higueras.

Pero, tú
monarca
de las chacras,
fuiste vuelo,
alada sombra,
repentino adiós,
escondido canto
en la dureza
de mis años,
en el festín
de migas
y de leche
que aún guardo
para ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Entrada destacada

LA LAGUNA ENCANTADA

  Ya está establecido que todos los pueblos de la costa peruana son milenarios, aquí se establecieron los primeros peruanos, antes que Los I...