PRESENTACIÓN
Desde la poesía rural o bucólica, pasando por la intimista y los atisbos
de un surrealismo, el paisaje es el tema central de la poesía en Ica.
Incluso, me atrevo a afirmar que lo es en toda su literatura.
Y sin duda alguna, Abraham Valdelomar Pinto, es el mayor referente
iqueño en el ámbito de la literatura nacional. Con él, se hacen visibles
los hombres y las aldeas de la costa peruana, con este eterno joven de
31 años, la poesía se abre al cuento e incluso al ensayo. Sin embargo,
su imborrable huella ocultó a otros escritores de su tiempo que no
salían a la luz, y que hoy, gracias a los trabajos de rescate llevados a
cabo por intelectuales como el doctor César Ángeles Caballero y el
poeta y académico Jesús Cabel Moscoso, los han hecho visibles.
En este acápite, retomo el tema del paisaje de Ica como inspirador
de la literatura iqueña, pues a medida que éste fue cambiando- o lo
fueron transformando-, la poesía también sufrió algunos virajes.
Así, encontramos que la agudeza y observación de la naturaleza de
poetas como Luis Navarro Neyra cuya vida aventurera y pasiones
amorosas fueron retratadas en un cuento de Ventura García Calderón,
contrasta con la visión cosmopolita de Pedro Jerónimo Cabrera
Ganoza, ambos observando los mismos cerros y el horizonte crema y oscuro del tablazo, transmitiéndonos nostálgicas miradas del cielo
diáfano y ligeramente nublado por las tardes del tablazo de Ica.
La temática del paisaje iqueño es más evidente en los poemas de
Alberto Benavides Ganoza, nacido en Lima y renacido en el valle bajo
de Ica, quien describe su experiencia contemplativa y activa pues él
mismo planta los paisajes que contemplará. Sin el paisaje de Samaca,
el lugar donde este poeta vive, muchos de sus poemas no existirían.
Similar poética es la Gustavo Pineda Martínez para quien la campiña
y el río son vectores de una poética que transcurre al lado de una acequia
que bien podría tratarse de La Achirana, esa hermosa leyenda
que el Inca Garcilaso nos legó y don Ricardo Palma popularizó en sus
universales Tradiciones Peruanas.
En la misma senda que Benavides, está Martín Horta: uruguayo de
nacimiento, cuya gran parte de sus poemas publicados (tiene una
gran cantidad de libros inéditos), han sido escritos en el valle bajo de
Ica. Precisamente, en uno de sus poemas de esta antología, recrea el
mito sufriente de la Leyenda de La Huacachina, pero desde una perspectiva
menos trágica y más celebrativa del amor, además de haber
escrito el mejor poema dedicado al huarango: el árbol padre - madre
de Ica. El encanto de la laguna de La Huacachina, hoy casi agónica,
convoca a su vez la palabra de Hugo Rodríguez, quien la mira con ternura,
como a una madre que va muriendo.
Otro poeta que con su voz
evoca su belleza, es Bernabé Uribe, quien nos ofrece acuarelas plenas
de matices creados por los rayos del sol sobre el agua. Y si Martín Horta
ha escrito el poema por antonomasia al huarango, el reconocido
poeta e investigador Jesús Cabel Moscoso, en su Canto al huarango,
aborda el misticismo que despierta este árbol, pero no se queda en la
contemplación, sino que invoca por su cuidado, instando a no talar
estos pulmones que ha sembrado el cielo en tierra iqueña.
Cabe señalar que Cabel ganó el prestigioso Premio Poeta Joven del
Perú y volvió hace algunos años a la poesía con tres poemas extraordinarios
insertos en el libro Cuarto Austral, del que consignamos el
primero de ellos en esta antología.
En el aspecto religioso hay algunas contradicciones en la poesía
iqueña, pues por una parte, Julio R. Senisse le dedica un hermoso
poema a la Catedral de Ica poniendo al sol como parte de la divinidad;
y por otra, la poesía de Marilia Navarro utiliza el sarcasmo para convertir
el Padre Nuestro en un poema erótico donde reclama a Dios
que ella y su novia no son ajenas al Paraíso. A su vez, Augusto Rojas
Gasco, cajamarquino de nacimiento pero afincado por varias décadas
en Ica, en un poema a Jesús, le pide que se vuelva humano y ayude a
tener un mundo mejor en la tierra y no dejarnos sumidos en esa especulación
de la dicha eterna en el cielo. Los versos que Rojas Gasco
dedica a Ica, nos recuerda el poema de la creación del Génesis cuando
intuye cómo se fueron creando estos desiertos y las especies que al
inicio lo habitaron y aún habitan.
En esa misma línea surge el poema
Tiempo inédito del palpeño Gerardo Pérez Fuentes, quien condensa
millones de años de paisaje, pasando por las altas culturas pre-Incas
que habitaron Pisco, Ica y Nasca.
Raquel Meneses Villagra y la coracoreña Orfelinda Herrera de Ángeles-
ambas fallecidas-, son parte de este importante grupo de poetas
que le escriben a Ica, siendo Meneses, una poeta nacida en Arequipa,
la autora de la letra del Himno a Ica.
Miguel Sevillano, una de las voces más conocidas y respetadas de la
región, ofrece una poesía que amalgama el amor y la pasión. El poeta
se descubre en el sufrimiento, la añoranza y en la dicha que siempre
se aleja cuando está a punto de alcanzarla. Él ha publicado pequeñas
plaquetas que venía entregando afectuosamente a sus amigos, pero
la publicación que reúna toda su obra es una tarea pendiente en Ica.
También encontramos en la poesía iqueña algunas apuestas de experimentación
como las de Rolando Tello Pérez, que si bien es cierto en
vida no publicó ningún libro, los pocos poemas que se le conocen nos
permiten tener una clara opinión sobre su poesía. Otros vates que
logran a través de la experimentación óptimos resultados son Paul
Guillén y José de la Roca.
Paul Guillén, es un poeta que goza de un temprano reconocimiento en Lima, con imágenes muy fuertes y a veces duras en una poesía que
no cuenta historia alguna y donde sus versos son un parlamento en sí
mismo, pareciendo que el fin de su poética es el lenguaje en sí mismo.
Por su parte, José de la Roca, ambivalentemente exorciza sus versos
al referir historias adolescentes con rasgos filosóficos e iconoclastas
que en el fondo no son más que manifestaciones de una rebeldía
encauzada hacia la ironía. Ironía que también se hace latente en los
versos de William Siguas, joven poeta que sabe combinar sabiduría,
humor y delirio en su poesía y en sus cuentos, a través de los cuales
se ríe del amor y de las desventuras de un estudiante que vive en una
ciudad que le resulta ajena.
La sencillez como una de las características más notables de la poesía
iqueña, se condensa en los trabajos de César Panduro Astorga y
Joel Muñoz García. La familia, ese gran tema vallejiano, es la temática
más resaltante de la poesía de Panduro; y la poesía de Muñoz García,
plena de imágenes sencillas y amorosas, tiene a la mujer como su
mayor motivo, siendo una prueba de ello el poema Teresa, uno de los
más conocidos de este autor, en donde se trasluce un amor agradecido
y triste. En cambio, para el poeta coracoreño Helmut Jerí Pabón,
este sentimiento aparece desgarrado tal como podemos apreciar en
el poema Hoja de instrucciones, pues sus versos describen amores infelices,
y aunque estén cargados de erotismo nos remiten a la nostalgia
y dolorosas despedidas.
El mar, como una promesa detrás del tablazo, es convocado con
suma belleza por Andrea Castillo y Brayan Osores, jóvenes poetas de
quienes se espera mucho, y aunque ninguno publicó a la fecha, son
buenos referentes de la joven poesía en Ica. En esta línea creativa que
expresa añoranzas por el mar, encontramos el bello texto del narrador
y poeta Alberto Ormeño, quien le rinde homenaje a don Abraham
Valdelomar. Mientras que la nostalgia andina y los recuerdos
que evocan el frío y los cerros cordilleranos, brotan de las manos de
Santos Morales Aroní, preclaro representante de los migrantes de las
alturas a la costa de Ica, quien en su primer libro publicado ha hecho gala de un buen manejo literario, tocando tópicos ligados a la ternura
con la que creció en su aldea natal en Ayacucho.
La melancolía, que afirman algunos críticos es característica de la
poesía peruana, subyace en los hermosos poemas de Navale Quiróz,
cuyo primer libro fue publicado en una colección que agrupaba a los
poetas jóvenes más importantes en la década del 2000; confirmándose
la calidad de su trabajo literario con un segundo libro publicado
en España. La añoranza y la nostalgia vienen con los poemas muy
sentidos de José Castro Silva, con su palabra embargada de tristeza y
arañando fondos, incluso cuando expresa preocupación por el futuro
de sus hijos. Y esta añoranza por el terruño aparece también en los
versos de Gaby Cevasco, donde el paisaje iqueño y el descubrimiento
de su feminidad se denotan claramente. Cabe señalar que Cevasco,
periodista e importante figura del feminismo en el Perú, empezó incursionando
en la narrativa.
Cabel Moscoso, en su antología Memorias del sol, buscó condensar
lo mejor de la poesía del departamento de Ica al tiempo que cuestionaba
el hecho que no existiera un ambiente literario donde los
poetas desarrollaran su labor; y través de una aguda crítica señaló
el nulo accionar de las instituciones estatales en la propagación de
la cultura en Ica. Afortunadamente, esta situación ha ido cambiando
favorablemente en los últimos años gracias a la heroica labor desplegada
por gestores culturales y con el aliento de jóvenes grupos como
Jamunannta Mana Yachaspa y El Conde Plebeyo, quienes renovaron
y dieron vigor al acervo cultural de nuestras ciudades, organizando
recitales, editando revistas y creando el CONALL, el mayor congreso
de literatura que se realiza fuera de Lima, reuniendo a los mayores
intelectuales del Perú y teniendo como coorganizador en el año 2013
a la Academia Peruana de la Lengua.
Así mismo, el Festival de Poesía Poetas en la Arena, que se lleva a
cabo anualmente en el balneario de Huacachina, se ha consolidado
como uno de los más importantes eventos literarios del sur, congregando
a poetas de distintas partes de nuestro país.
Y en este punto, quiero detenerme en la señera figura del poeta
Alberto Benavides Ganoza, cuya apuesta por la cultura ha permitido
mucho de lo bueno que ocurre actualmente con nuestra literatura.
Observamos entonces, y sin duda alguna, que se ha avanzado bastante
gracias al apoyo y entusiasmo del sector privado, pero sin llegar
a recibir ningún tipo de auspicio del Estado ni que personas efectivamente
comprometidas con la cultura de nuestro país, lleguen a ser
una autoridad que contribuya con la difusión de la poesía, la educación
del pueblo y la paz.
La poesía en Ica aún no se observa como una tradición, y quizá con
la presencia de jóvenes voces de reconocida calidad pueda conseguirse
que en otros ámbitos se nombren y reconozcan a los antiguos
y nuevos vates iqueños. Esta antología es una muestra de los hombres
y mujeres que han fabulado en esta tierra, algunos poetas que
moran en las páginas de antiguos libros revisados para elaborarla han
fallecido y en algunos casos carecen de datos biográficos para consignar.
Un gran número de ellos vino de tierras lejanas, levantaron sus
casas con mucho esfuerzo y se quedaron en esta tierra para ver salir
al sol cada mañana detrás de los cerros de Parcona.
A otros se les ve
caminar inmersos en una masa que los ignora, y con algunos poetas
podemos tomar un café o una cerveza y escuchar sus versos en algún
recital. Por todos ellos seguimos adelante. Y hacia eso apunta esta
antología que no la ha preparado un académico, sino un apasionado
lector de poesía, un lector agradecido con estos seres humanos tan
singulares que, con sus versos, tratan de imitar el canto siempre en
huida del chaucato.
CÉSAR PANDURO ASTORGA