martes, 20 de marzo de 2018

Poetas en la arena. Antología de la poesía iqueña. Selección y presentación de César Panduro

por Jorge A Castillo

Tal vez la virtud del libro sea que este refleje el propio gusto de Panduro. Es decir, su propia estética reflejada en las 228 páginas que la conforman. Hacer la antología de una serie de poetas iqueños la extensión de su propia poética. Inmediatamente surgen preguntas. ¿De qué está hablando este tipo? ¿Cuál es ese gusto del antologador reflejado en los antologados? ¿No tienen los antologados personalidad propia? Bien, vayamos por partes. En principio, en el prólogo o presentación, no hay una idea de qué busca ni qué pretende Panduro, no sabe qué delimita o cuál es su afán de agrupar a determinados poetas que van desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, incluyéndose (de pésimo gusto) él mismo. ¿Su afán es solo juntar iqueños? Nunca queda claro porque nunca en el prólogo parece hacer referencia a qué busca. En un afán, que diríamos honesto, un antologador busca (más allá de los archisabidos tópicos geográficos, generacionales, contextuales) entre distintas poéticas algo que él intuye y que confirma (o no) con el libro. Nada de eso hay en este prólogo porque parece que nada busca, sino confirmar lo que (incluso lo más ignorantes sabíamos) es la poética iqueña: “el paisaje es el tema central de la poesía en Ica”. Eso lo dice el antologador y líneas después vemos confirmarlo en los poemas seleccionados. Más allá de eso, no hay nada. Claro sí, se comenta las variantes en torno al tocamiento de ese tema, hay desde los más bucólicos y contemplativos hasta los llenos de humor e irónicos.
Esto es muy general pues hay también excepciones interesantes. Vayamos un poco a los datos técnicos. La antología, bastante amplia en un marco de tiempo, abarca a poetas nacidos desde año 1881 hasta el año 1990. Son 109 años de poesía iqueña. De comparar edades, el primer poeta tendría 136 años y el último 28. El primero es Luis Navarro Neyra y el último Brayan Rojas Osores. Aunque parezca curioso, de algún modo se parecen: ambos tienen una vena algo preciosista en el tratamiento de sus textos. El primero inclinado más por una descripción idealizada de su terruño y el segundo por un toque mágico y surrealista de lo mismo. Uno se pregunta, después de leer este detalle, ¿en verdad se parecen o es que el antologador buscó esa orientación? Una cosa, aunque no dicha en el prólogo, está sugerida (y tal vez por eso mismo digna de sospecha), es que en Ica no ha habido una poética más allá del tema paisajista y que este ha sido el único tema que ocupó a sus poetas. Pero seamos más incisivos aún. Son 32 poetas seleccionados de casi poco más de un siglo de poesía iqueña. Para estudiarlos, los he separado en dos grupos: el primer grupo, que llamaré “los viejos huarangos” son los que tienen una marcada estética, que ya mencioné líneas arriba, paisajista, provinciana e incluso intimista; en el segundo grupo está al resto, quiero decir que son poemas que han abierto más el abanico temático y su tratamiento tienen enfoques distintos, lenguajes variados y muchos casos interesantes, el segundo grupo son marcadamente los menos, los llamaré “los nuevos huaranguitos”. Las 3/4 partes del libro están conformadas por “los viejos huarangos”. Dicho más claramente, de los 32 poetas antologados, 27 poetas son “los viejos huarangos” y 9 son “los nuevos huaranguitos”. Esta división responde también a un orden cronológico, pues así también está ordenado el libro, el primer grupo va desde Luis Navarro Neyra hasta mediados del siglo pasado con Gaby Cevasco, y el siguiente grupo comienza con Paul Guillén que publica a principios de los 2000 y termina con Brayan Rojas, el más joven de todos. A continuación comentaré muy generalmente a “los viejos huarangos”, pues su estética está ya bastante clara y explicada en el transcurso del libro; de los “nuevos huaranguitos” sí me ocuparé con mayor detalle.

Los viejos huarangos

De tratamiento preciosista, de añoranza, de paisaje con el tufo bucólico escapándose en cada verso y con un lenguaje bastante sencillo y poco cuidado en algunos casos, hay dos excepciones que superan al resto con creces: Gerardo Pérez Fuentes (Nazca, 1943) y Gaby Cevasco (Ica, 1952), poetas distintos y potentes que poseen un lenguaje más interesante, plástico y novedoso que el resto. (También podría sumarse a este grupo Antonio Maurial quien publicó Cantos Nazca, un libro interesante y raro para el habitué iqueño, no incluido en esta antología.) Gerardo Pérez Fuentes parece contarnos la fundación de una ciudad donde los hombres están ausentes y la naturaleza, que no sabemos si viva, parece enfrentarnos al renacer entre los huesos. El tiempo borrado, aunque tratado como un pasado de gesta, épico, parece actual si encontramos con lo que ya sabíamos, la muerte. La invocación a jilgueros como piedras en la arena, a viejos saurios y pterodáctilos y un viento que viene juntándolo todo como anunciando una nueva era. Son los poetas interesantes, de todos los tiempos y lugares, los que fundan una nueva vida, una nueva era, esos son los poetas a los que debemos abrazarnos para descubrirlo todo de nuevo. La feminista Gaby Cevasco no da tregua al lector, parece querer desnudarse en su canto, romper sus vestidos y ataduras (que podemos suponer son las dificultadas de ser mujer en una sociedad machista), para anunciar la procreación de un nuevo mundo. No sabemos cuál será ese lugar, pero su grito es desgarrador y violento, hacia el final del poema pierde un poco ese dolor inicial cediendo hacia a figura de la madre como la nueva gestora de sus entrañas. Diríamos que se somete un poco, cansada tal vez, de tanto grito. La mención a un vínculo sediento de los desiertos, de los reptiles, de ojos que se unían en un nuevo sexo con el universo es potente. Al final, como decíamos, le gana un poco la vertiente algo social y materna y parece buscar hacer las paces. En ambos poetas, el paisaje desértico es el impulso creador, el lugar donde se esconden misterios que se develarán como un canto ronco de la noche. No hay idealización en esos paisajes, ambos poetas son conscientes de una suerte de conflicto que los posee y parecen evadir los lugares comunes del paisaje crepuscular para concentrarse en una suerte de épica de nuevo mundo. En la literatura latinoamericana tenemos muchos ejemplos de poetas que tienen ese tono y brillo, pienso en Raúl Zurita de Chile, por ejemplo, cuando habla de los desiertos de Atacama, o en Javier Heraud y el nacimiento río abajo en una nueva constelación de vida. Tanto en Gerardo como en Gaby, su lenguaje parece más bien influenciado por un ritmo anglosajón, por la cadencia, su fluir más directo y con menor adorno que, sin dejar de ser paisajistas, escapan al lugar común del paisaje evocado como un tiempo ilusorio, idealizado por su belleza, que diluye un conflicto personal y social con la Ica de su tiempo. Por eso, toda la poesía anterior de este grupo, a excepción de estos dos poetas, me parece falsa. Si quieren bella como Bernabé Uribe o Luis Navarro Neyra, o social compasiva como Orfelinda Herrera, o telúrica como Augusto Rojas, o folklórica “inteligente” como Alberto Benavides, o irónica por momentos como Miguel Sevillano o Alberto Ormeño: todas me parecen falsas. No me conmueven. Hay casos sí ya francamente cursis como los poemas Teresa o Nada amargo puede haber de Joel Muñoz García o Estadística de César Panduro. Un detalle: al grupo de Los viejos huarangos, que son los nacidos hasta mediados del siglo pasado, he agregado a dos poetas jóvenes: César Panduro y Hugo Rodríguez Guzmán. Que aunque jóvenes, hacen una poesía como de viejitos. Siempre evocando el tiempo pasado que se perdió (¿quién no pierde cosas, personas?) lamentándose de una manera dulce (imposible) y compasiva, haciendo hincapié a referencias históricas y paisajistas que parece clavados a principios del siglo pasado. Dándole un tratamiento falso al tema, evitándolo, llamándolo sin llamarlo, lleno de floritura es romántico y predecible. Los viejos huarangos son poetas donde el tema paisajista está más claramente manifiesto y el lenguaje parece en funcional a ello. Con las excepciones que mencioné, incluso José Hidalgo es interesante por momentos, son poetas que han envejecido rápidamente y no parecen tener relevancia en un panorama mayor.

Los nuevos huaranguitos

Con este grupo seré aún más exigente, pues ellos pertenecen a mi generación, por lo tanto somos coetáneos y podemos tratarnos de igual a igual. En principio, quisiera acotar algunas cositas. La primera: ¿por qué hay un hueco en las generaciones del 60, 70 y 80? Hay algunos poetas que se filtran tímidamente pero ninguno más. El poeta Jesús Cabel, por ejemplo, aparece con poemas de su libro Cuarto Austral, aunque estos poemas fueron escritos en Tacna (¿?). La segunda: ¿por qué no está el poeta kloaka Domingo de Ramos si es iqueño y genial? La tercera: ¿por qué los no hay poetas millenials en Ica?
Bien, Los nuevos huaranguitos comienzan con Paul Guillén que publica hacia principios de la década pasada. Paul Guillén está más relacionado a Lima, incluso al extranjero (vive en EE.UU.) que a Ica. La poesía de Guillén ha cambiado mucho en estos tiempos. Su estética se ha vuelvo más mutante, menos horazeriana (recientemente dirige el sello editorial en Lima, Perro de ambiente, que publica libros objeto) Es un acierto que se haya incluido a Paul en este libro. Navale Quiroz es quizá la poeta joven más reconocida. He leído Nohombre con sorpresa y cuidado. Pero, más aún, recientemente le escuché leer unos poemas que llamó tentativamente “Crónicas del desierto”, un grupo largo de poemas en la que hay un redescubriendo del desierto a partir de un yo frágil y curioso. Este característica va a estar presente en sus anteriores poemas, cuestionándose la corporalidad de quien la habita, un cuerpo inasible, de algún modo es una evasión, ese no habitarse se resuelven con un manejo adecuado de versos cortos, casi a modo de preguntas, que la naturaleza parece acompañar al ritmo y a  cierta búsqueda de un quantum de paz y tranquilidad. Esta poética, diría yo, es evolucionada en “Crónicas del desierto” donde hay imprecaciones, preguntas a un infinito, a animales prehistóricos, a habitantes de otros mundos, a descubrir lo que bajo el manto de arena tiene para nosotros. Estos últimos poemas me conmovieron y espero que esa línea se amplifique. Creo que hay cierta búsqueda de preciosismo y su relación con la madre tierra, la serranía, juegan un poco en contra de Navale, pues tal vez esa tara, no infrecuente entre los poetas, localistas, reduce una mayor amplitud de su voz. Otro poeta incluido en este apartado es Helmut Jerí. También novelista, poeta antologado en distintos medios, su bibliografía es amplia y copiosa, pero esto no se traduce en su poesía: plagada de lugares comunes. Aunque trate el amor con ironía, cierto humor y desvelo, es el fondo una idealización del mismo. Falsa. Me pregunto, ¿hasta cuándo vamos a escribir sobre la mujer como alguien especial, “incomprensible” y mientras el hombre es el bruto amoroso? Esa ironía cisnerosiana no cumple su cometido, pues normalmente queda en la anécdota. El truco aquí es tener una mirada original pues sino queda en el mero chiste. Un chiste, lo peor, que no da risa. Esa tendencia cisnerosiana ha sido harto explotada por nuestros poetas ya hace varias décadas. Es harto complicado, me parece, porque requiere una mirada novedosa de un fenómeno nada novedoso (el amor, los afectos, las relaciones sociales). En ese sentido, se parece a William Siguas, incluido también en esta antología. Con mayor fortuna, Wiliam ha optado por este camino cayendo en menos vicios de facilidad y utilitarismo. Siendo menos narrativo, ha preferido reírse un poco de él mismo, de su Comatrana y su advenimiento como alguien solo y curioso que la fortuna le parece esquiva. Sazona sus versos con algunos entreparéntesis para darle otra extensión semántica. En el mismo sentido que Helmut, me parece que su propuesta se agota en sí misma. La voz que parece cuestionarse sobre sus azahares parecen relatos de fracasos que ya hemos leído en otras partes. Otra poeta de esta antología es Andrea Castillo que tiene textos como tentativas a algo mayor que no se nota. No tiene libro editado aún, sino que ha publicado en distintas antologías y participado en recitales. Lo interesante es que parece que los versos de Andrea lanzan preguntas al aire, unos cuestionamientos que parecen no tener respuesta y donde creo que podría desarrollarlos, parece que más bien se frena un poco. Las preguntas son sobre la soledad o el tiempo desde una fragilidad recurrente. Estamos a la espera de su libro para tener una opinión más formada. José de la Roca es otro de los poetas seleccionados. Premiado por su libro La casa de la Roca, ha sido reconocido como un poeta arriesgado, como un “experimentador del lenguaje”. Es nuestro “Hinostroza” iqueño. Temo decir que tales adjetivos son solo un alegre síntoma de nuestro provincialismo. El problema con De la Roca es la impostura. Sus imágenes y su tratamiento están vacíos de contenido. No le creo. Su libro es una construcción arquitectónica con ladrillos de papel. Parece un yuppie intelectual con botas de cuero en un charco de la Achirana. Su poemario parece iniciarse en una búsqueda sincera de una pro totalidad, pero fracasa cuando se entretiene en jueguitos del lenguaje y en una retórica disimuladamente pomposa. Es ambicioso pero le falta honestidad. Tiene recursos técnicos pero que los exhibe como quien se pavonea a la salida de shopping. Todo eso creo le resta furor y nervio a su poemario. Aun así, y con sus pesquisas griegas, parece el poeta más atrevido de todos, y eso me parece un mérito. Creo que la poesía por la destreza es solo un exhibicionismo ingrato. La sensibilidad serrana del poeta Santos Morales Aroní está expresada con el poema Panicha que, sin embargo, no le hace justicia a un poeta cuyo mayor mérito es tener la fuerza vibrante y sensible de los andes en sus versos. Ha publicado Flor de lluvia y está compuesta de poemas, algunos breves, donde transita ese lado de fina sensibilidad andina. En ese sentido, comparte con Navale Quiroz esa estética. Siempre he pensado que la sensibilidad serrana es muy particular y que para abordarla se requiere, además de tener al quechua como lengua materna, un contacto especial con la naturaleza. Eso nos podemos dar cuenta desde José María Arguedas. Santos habla de su pueblo que aborda con varios tópicos bastante conocidos, el picaflor, el sol, el jilguero, la familia, los cerros, la nostalgia, los besos perdidos, los ríos, pero luego se despercude rápidamente para dar paso a una voz que ya no reclama (como es bastante usual) un lugar perdido sino lo recorre de otro modo, con una dicción distinta, con repeticiones como pausas. Santos insistirá esto en Urancancha, versos sobre su terruño natal que tienen una perspectiva mayor, en la que hablan el abuelo, de un gallo loco, de los sueños, un perro, las plantas, en suma un coro andino retumbando su corazón. Tengo fe que Santos dará mucho más de lo que ha publicado. Tergiverso es el libro de la poeta Marilia Navarro, quien es además una locuaz activista por los derechos LGTB. Sus textos son como breves reflexiones sobre su identidad sexual, una identidad por momentos dudosa y deseosa de respuestas, y por otro lado más afirmativa y segura de que debe serse fiel a sí misma. Hace un ajuste de cuentas con la sociedad, la familia, la religión, la sexualidad. La literatura homosexual tiene una pequeña pero fuerte representación en nuestros medios donde cada vez las minorías sexuales van ganando espacios con justo derecho. En particular, la literatura lesbiana tiene una copiosa antología hecha por Melisa Ghezzi, Voces para Lilith. La misma poeta ha publicado Matrimonio igualitario un libro que, según críticas leídas en web, parece interesante. Un libro en esta misma línea y sumamente potente por su lenguaje festivo, trágico y vehemente es MVXO Música para monstruos de Rafael García Godos, aparecido también el año pasado. El problema con los textos de Marilia es que se quedan en un tono muy secreto, intimista, su reflexión es básica y demasiada localista pues la fuerza de sus reflexiones parece confesiones de bidé (aunque Charly García estaría contento con esta última frase). El último poeta del libro es Brayan Rojas quien ha publicado varias plaquetas financiados por él mismo. Brayan es un poeta de versos breves, de vertiente paciana, que parece buscar una instante fugaz de belleza y contemplación. La referencia a colores (azul, amarillo), a la naturaleza, al amor como fin mismo, a lo fugaz es algo recurrente en sus poemas. Hacer poemas como los que pretende Brayan es sumamente difícil pues atrapar esa belleza de la fugacidad en unas cuantos versos parece una empresa difícil porque a veces se suele caer en lugares comunes, como en ocasiones le sucede. Por eso, Rilke justamente recomendaba evitar esos “grandes temas”. Brayan, en un contexto como el actual, es un poeta raro que parece que busca, como un guerrero solitario, su propio camino, estableciendo su bushido personal como un buen samurái. Considerado una joven promesa iqueña, esperamos pronto su libro.
Estos son los poetas que conforman el libro Poetas en la arena. Como resumiendo, y dije anteriormente, este libro parece un libro hecho a medida de su antologador, en sus diferencias todos parecen tener una misma vena. Cierta romantización del amor, su idealización como si fuera un sentimiento de principios del siglo pasado, y no actual, con todos sus desbocamientos y tratamientos más radicales y descreídos (las mismas feministas hace mucho cuestionan la idea de amor romántico). En la misma línea, el paisaje iqueño es un marco postal que sostiene esas reflexiones, contemplativa y bucólica, que no se condice con una ciudad como Ica, que siendo tan pequeña tiene dos centros comerciales y que en semanas como esta (el Festival de la Vendimia) los iqueños se embuten de pisco y el amor vibra demoliendo hoteles. En su búsqueda de imágenes sencillas, Panduro ha caído en vicios pasados de moda, ha reducido la posibilidad del conflicto y complejidad de la poesía en una apuesta por lo más acartonado y falso. No dudo que Panduro sea un buen lector y conozca bien la poesía iqueña, sino que ha preferido una lectura ombliguista. Creo que se han dejado otros temas fuera del radar del antologador y que puede ser tan creativos, vigentes y necesarios. Así como el norte tienen a los Mochica y Chimú, nosotros, en el sur, somos privilegiados porque tenemos a dos de las culturas más importantes de la costa peruana, los Nazca y Paracas. Ambas culturas de una riqueza visual y poética que inspiraron tanto a Eielson, por ejemplo. Como las Líneas de Nazca que están explicadas en interesantes libros como Ica, señales al cielo, o cómo esta misma ciudad es, como pocas ciudades del Perú, un centro energético para fenómenos como los avistamientos ovni o contactados o toda la evidencia de arqueología prohibida que está señalado en A los 33, ambos libros del investigador Álex Sénder. Asimismo, Javier Cabrera Darquea ha estudiado en El mensaje de las piedras grabadas de Ica los petroglifos como un lenguaje alienígena, proponiendo una reinterpretación de la historia de las especies como una visión delirante, creativa y muy informada. También, aunque más tangencialmente, en el Enigma de los 9 dedosRodolfo Chalco ha estudiado este fenómeno desarrollado en la región. En suma, Ica es una tierra de misterios, rica y compleja por donde se la mire que ha tenido desde hace siglos un mensaje distinto para la humanidad que no hemos podido decodificar con exactitud, además de culturas prehispánicas ricas en manifestaciones culturales que se cultivaron mirando los andes por el comercio y por el lado del mar, la rica fauna marina, plasmada en magníficos telares. Esto es un nuevo lenguaje, lo han planteado algunos investigadores. Los enigmáticos desiertos y sus geoglifos son un tema por investigar. Y como estos son tiempos de interconexión, e Ica no está aislada del resto, pues hay una variedad de temas que son obviados y que deberíamos también explotar: la virtualidad, los microfacismos, las relaciones de género, las redes de sobreinformación, la basura informativa, las nuevos mecanismos de control, la decadencia de nuestra clase política, la poshistoria, el post posmodernismo, los nuevos lenguajes de las redes y la tecnología, y, sin ir más lejos, la ciudad de Ica está plagada de corrupción, ineficacia y mediocridad, con basura en sus calles y conservadurismo en sus gentes que me parece que los poetas se cierran a eso y prefieren seguir con su llanto. ¿Por qué no poetizar esto que se mueve frente a nuestros ojos?
En el año 1825, el iqueño Domingo Elías volvía de España donde estudia negocios como su padre. Criollo, hijo de españoles, había desarrollado un instinto para los negocios y retornaba al Perú, ya libre e independiente, a ponerlos en práctica y seguir su camino. Era ambicioso, pero honesto, según parece sugerir Alfonso Quiroz en su libro Historia de la corrupción en el Perú, un libro muy mencionado en estos días donde la corrupción parece poblarlo todo. El libro está dividido en capítulos que analizan las formas de corrupción y sus vicios que van desde mediados del virreinato hasta los 2000. Cada capítulo desarrolla una etapa de la historia y en cada etapa hay un héroe que lucha contra la corrupción naturalizada. En la etapa que va de 1821 a 1859, nuestro héroe es Domingo Elías. Es joven, impetuoso y es iqueño. ¿Raro no les parece? Quiero decir, para quienes lean este libro, se darán cuenta de que la corrupción en la vida social y política está insertada hasta el tuétano. Es normal corromper y ser corrompido. Es lo habitual, todos lo hacen. Pero no Domingo Elías, quien importaba telas de España, le pedían coimas para hacer el desembarco en el puerto del Callao. Se peleó con medio mundo. Decidió mudarse al puerto de Pisco y desde ahí hacer continuar con su empresa. Ahí inició su lucha contra la corrupción. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Lo que quiero decir es que no es cierto que todos somos así. Que en nosotros también puede habitar un Domingo Elías que haga las cosas distintas. Lo mismo con la poesía. ¿Por qué debemos seguir escribiendo así, si somos jóvenes y son otras nuestras ambiciones, otro nuestro tiempo, otra nuestras contradicciones? La poesía es joven no cuando la practican jóvenes de edad, sino de espíritu. No es que tengamos que idealizar lo joven (muchos vicios también se cometen aquí) sino la de la conflictuar nuestro tiempo y abrir nuestros sentidos al ojo del mundo.

lunes, 1 de enero de 2018

El origen de la palabra Ica

El origen de la palabra  ICA

                Etimología: Ica proviene de dos vocablos collas, también conocidos como aymaras. Don José de la Riva Agüero, los menciona  como los conquistadores de los Tiahuanacos. Dichos vocablos son: KHULLU, que significa (cosas redondas) y LLIKA (Transparente).
Expansión Tiahuanaco
 Tomo como referencia al II Congreso de Historia del Perú, realizado en el año 1958, en el cual se aprueba el Cuadro Cultural de la Pre- Historia Peruana. El esquema lo muestra Alejandro Pezzia Assereto, en su libro “Ica y el Perú Precolombino” Pág. 284. En la columna de la izquierda está escrita la terminología Tempo- Espacial, dividiendo la Pre-Historia Andina en cuatro períodos y tres Horizontes Culturales, con sus edades correspondientes, registrados con el método del Carbono Catorce. En el Horizonte Medio (900-1,200 DC) los destacados arqueólogos nacionales y extranjeros, denominan a éste tiempo con el nombre de Gran Fusión, caracterizado por la expansión de la Cultura Tiahuanaco.
Primer vocablo
 En Ica los arqueólogos Sawyer, Wallace y Menzel, hallaron gran cantidad de cerámicos, textiles y variedad de plantas domesticadas de los tiempos de la Cultura Paracas, Nasca y las influencias Tiahuanacoides. Ingresando al Horizonte Tardío los pobladores de los desiertos costeños; para contrarrestar la escasez de agua, utilizaron el sistema original de las “hoyas de cultivo”. Según los cronistas Bernabé Cobo y Garcilaso de la Vega, fueron practicados en los desiertos de Atico, Atiquipa, Mala, Chilca y Villacurí (situado en la Región Ica entre los valles de Ica y Pisco). Toda la pampa tuvo más de trescientas hoyas de cultivo, los antiguos iqueños sembraban maíz, camote, pallares, calabazas y otras plantas precolombinas, que sirvieron para el sustento en la época del Imperio del Tahuantinsuyo. Ahora voy al punto, las hoyas se caracterizaban especialmente por tener contornos irregulares. KHULLU (redondo). Pezzia Assereto en la Pág. 273 del libro citado señala: “En el período Colonial el sistema de hoyas de cultivo fueron modificadas en especial sus contornos que tomaron la forma rectangular”. Fueron más de trescientas las hoyas a lo largo de la pampa de Villacurí. Aprovecharon la humedad del subsuelo, que se encontraba en pleno desierto entre 2  a 4 metros de la superficie, por eso sembraban en hoyas, para aprovechar la humedad.
Segunda palabra
No solamente las hoyas eran redondas sino también las lagunas de Ica, muchos historiadores señalan que existieron más de diez. Ica era una ciudad donde el agua brotaba por todo su cuerpo. Es más uno de los Dioses naturales de los Incas era el mar o Mamacocha, diosa “madre de los lagos o del agua”. En el diccionario consultado y puesto a la vista de un lingüista. La palabra LLIKA, es un adjetivo, por lo tanto califica al sustantivo agua. No se decía Yaku (agua), se nombraba al líquido elemento por su transparencia. Es de suponer que las aguas de las lagunas de aquel entonces eran diáfanas, muy claras. Existen coincidencias con los estudios del Doctor José Sebastián Barranca, él extrajo la Raíz “IK” del quechua cusco Collao hablado en Ica, cuyo significado corresponde a “pozo, laguna”.
Procedencia de los vocablos
Los estudios de Cornelio Quijandria, daban una aproximación en torno al origen de la palabra Ika, manifestando el investigador que provenía de “ananica”. Esto está escrito en su libro “Origen y fundación del Colegio e Iglesia de San Luis Gonzaga de los Jesuitas de Ica”. Menciona también el Acta de entrega en Encomienda del Valle alto de Ica, que Pizarro por Cédula del 10 de agosto de 1534, mandó depositar en Juan de Barrios a los Caciques de indios Yungas Coyoculica  y Xapana. Aquí debo resaltar la pista trazada por Don Cornelio, es muy buena, nótese las tres letras finales de los Caciques. A finales del 2,010, me convencí que estos nombres llevados al estudio lingüístico podrían dar nuevas luces al estudio de la palabra Ica, porque era algo real que encontraron los españoles y que los nombres de los Caciques figuran en el primer libro de Cabildo de la Ciudad de Lima, de la que fue su primer alcalde Don Nicolás de Ribera, el viejo. KHULLULLIKA, leído al revés y al derecho nos traía una gran sorpresa. Otro vocablo que también se acerca y tiene relación con Ica es: K´ULLU, sustantivo. Madera, raíz gruesa. Julio E. Sánchez Elías, nos da una referencia en su libro “Cuatro Siglos de Historia Iqueña” nos dice: “Valle de clima Cálido, con tierras de exuberante fertilidad, lleno de recursos alimenticios, estaba cubierto, en gran parte, por HUARANGOS y árboles frutales a cuya sombra y orillas de las acequias vivían los yungas”. Termino acotando que Xapana , nombre con que figura el otro Cacique fue escrito por su sonido fonológico HANAQ. Adv. l., p. us. Arriba o cielo, ejemplo: Hanaq pacha. Cielo (paraíso terrenal) y ANA. s. Lunar, algo que se diferenciaba de los demás tablazos de la costa, un valle en medio del desierto (único). Al igual que el anterior vocablo, fueron redactados por los españoles en Castellano, escuchando los nombres de los Caciques en quechua.
Conclusiones
Ica significa: “Lagunas transparentes”. Único paraíso terrenal, tierra de Huarangos.


                                              Lic. Juan Ladislao Ramírez Chacaltana

martes, 26 de diciembre de 2017

Carta de Navidad del P. Francisco Fritsch, Premio Nacional de Derechos Humanos del Perú 2006

martes, 19 de diciembre de 2006
Carta de Navidad del P. Francisco Fritsch, Premio Nacional de Derechos Humanos del Perú 2006
Sur andino, Navidad 2006

Wauqueypanaykuna,
Queridos amigos,
En estas fiestas navideñas, quisiera animarles a seguir fieles a Jesús Liberador y a la Iglesia Pueblo de Dios. Muchos de Ustedes saben lo que me pasó: la expulsión de la prelatura de Ayaviri por el nuevo Obispo de Sodalicio. El rompió mi contrato de misión pastoral “Fidei Donum” de 5 años de manera autoritaria y unilateral, sin tomar en cuenta los otros tres signatarios: mi obispo de Estrasburgo, el CEFAL (Comité Episcopal Francia América Latina) y el interesado. ¿Por qué? -Porque dije en público que el pueblo cristiano quechua, después de 500 años de evangelización, merecía tener un obispo quechua.
El concilio Vaticano II reconoce a los cristianos el derecho a la libertad de expresión: “Debe reconocerse a los fieles, tanto clérigos como laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver...” Pero sabemos que a los nuevos obispos que llegan al sur andino no les gusta mucho el concilio Vaticano II: Ellos piensan poseer la verdad y quieren imponerla a los demás. Se creen los dueños y los salvadores de la Iglesia. Esperemos que no sean sus sepultureros. ¿Y nosotros seremos la nueva Iglesia del silencio?
Hace 33 años, el general Pinochet me expulsó de Chile. La orden de expulsión decía:”Es expulsado del país por atentar contra la seguridad del Estado”. Y ahora estoy expulsado de la prelatura de Ayaviri por el obispo. ¿ por atentar contra la seguridad o la unidad de la Iglesia? Por el momento, son más bien los nuevos obispos del sur andino que atentan contra la unidad de la Iglesia porque no respetan las opciones ni el trabajo pastoral de 90% de los responsables de pastoral que trabajan aquí desde hace muchos años. Me acuerdo las palabras que he leído en los muros de las cárceles chilenas: “Pueden cortar todas las flores pero no pueden impedir que vuelva la primavera”:
¿Qué nos reprochan estos nuevos señores de la Iglesia , que no son “Misseñores”? De hacer política en vez de evangelizar, de“ideologizar”en vez de pastorear, en una palabra de ser subversivos. Somos y queremos ser subversivos, en el sentido etimológico de la palabra: queremos cambiar las cosas desde abajo. Si Jesús no hubiera sido subversivo en ese sentido – los sumos sacerdotes le acusaron de sublevar al pueblo – hubiera muerto de viejo en una cama. La subversión es necesaria en la Iglesia como en la sociedad. Pedro Casaldaliga contestó a los cardenales Ratzinger y Gandin que le reprocharon de “revolucionar la Iglesia ”: “Si, hay que revolucionar permanentemente nuestra vida personal por la conversión. Hay que revolucionar permanentemente la sociedad cualquier sea el sistema o el régimen. Hay que revolucionar constantemente la Iglesia para que sea siempre más evangélica”. Si la palabra “revolución” les asusta o les parece pasada de moda, pueden remplazarla por “cambio”.
La Iglesia o más bien algunos miembros de la jerarquía me hacen sufrir: La Iglesia me duele. En ese caso, mi primer reflejo es recentrarme, volver a lo Esencial: El que es Primero: Jesucristo que me dice:”Amen a sus enemigos.” No nos dice que no tengamos enemigos porque es imposible no tenerlos si defendemos la gente del pueblo. Cuesta caro si uno quiere ser libre y quiere ayudar a la gente a liberarse y a vivir de pie. Mi segundo reflejo es relativisar. La Iglesia es segundaria o más bien segunda. Ella está al servicio del Reino de Dios, de la Justicia y de la Fraternidad entre los hombres. La Iglesia está fundada por Jesús para servir y no para dominar a los hombres. La Iglesia no es un cuartel ni un wawahuasi, un jardín de niños para adultos, pero una comunidad de hermanas y hermanos libres y responsables.
Otra Iglesia, o más bien esta Iglesia otra es posible y no solo posible, deseable, virtual, sino ella es también real y presente. La mayoría de los cristianos viven y creen en ella. En la Iglesia hay que respetar “el derecho a la diferencia, el derecho a la libertad de cada uno, el derecho a la democracia. La Iglesia debe ser la Voz de los sin-voces, la Iglesia de los excluidos no de la exclusión”: (Mons. Gaillot) Hasta ahora estuve feliz y orgulloso de pertenecer a la Iglesia en América Latina y sigo siéndolo. Tenía la gran suerte de vivir la extraordinaria apertura de la Iglesia al mundo querida por el concilio Vaticano II y su aplicación en América Latina con la teología y la pastoral de la liberación: “Doy gracias a Dios que me ha mandado servir a su querido pueblo y doy gracias a ustedes todos que me han acogido como a un hermano. En medio de Ustedes, de su pueblo y de su Iglesia, estuve feliz y me sentía en casa”. Así empecé mi homilía en las misas de acción de gracias y de solidaridad celebradas en Antauta y en la catedral de Ayaviri. En esta ocasión recibí de parte de responsables pastorales, laicas, laicos, religiosas y sacerdotes, muchos testimonios de solidaridad y de amistad. Gracias a todos.
De veras no me di cuenta que tanta gente del pueblo me estima y me quiere tanto. Mons. Francisco d’Alteroche, mi amigo y anterior obispo, declaró en este día a una televisión local”: Vivimos hoy un día de alegría y al mismo tiempo un día de tristeza; alegría por ver y reconocer todo lo que el padre Francisco ha sembrado durante 33 años en la prelatura de Ayaviri y en el sur andino. Día de tristeza también porque le vemos salir de Ayaviri sin que el mismo lo haya querido. Esta decisión viene de arriba y tenemos mucha dificultad en comprenderla”.
Ahora, ¿qué voy hacer? No lo sé todavía. Pero sé lo que quiero: seguir sirviendo a mis hermanos, los pobres, en Iglesia. ¿Dónde?¿Cuándo?¿Cómo? Emmanuel – Dios con nosotros -, su Espíritu, mis amigos y mi conciencia me abrirán un camino ...
Feliz Navidad. Francisco,

jueves, 19 de octubre de 2017

DESDE LA ARENA, LOS POETAS DE ICA



Escribe: Jesús Cabel

Acaba de aparecer con inusual éxito y expectativa la antología de la poesía iqueña: POETAS EN LA ARENA (2017) del talentoso poeta y narrador César Panduro Astorga, bajo los auspicios de la Biblioteca Abraham Valdelomar, que desde años atrás viene promocionando a nuevos autores así como editando valiosas obras para la literatura del país. En alguna oportunidad hemos afirmado que la antología es el símbolo de la arbitrariedad, en mayor o menor grado siempre tendrá las mismas consecuencias: levantará pasiones y resentimientos aún cuando los criterios que la normen deban apartarse de lo cuantitativo para presentar el ajuste perfecto de lo cualitativo. En este sentido, la antología deberá ser por excelencia restrictiva y ese es su riesgo mayor: sortear más que con habilidad, con pleno conocimiento y dominio, la gama diversa y heterogénea de autores y libros. En este ejercicio, vale repetirlo, sólo es aceptable lo selecto, primera condición y prueba de honestidad, una frase tan rara en nuestra pequeña vida literaria.
Visto así, la antología es un género difícil, sobre todo si se trata de dejar satisfechos a todos, cosa por demás imposible. Si bien cada lector puede elaborar un cuadro antológico de preferencias,, no se piense necesariamente que dicho sujeto actúa con el aparato crítico suficientemente solvente para delinear la calidad, del gusto doméstico de elección. Aquí es donde comienzan las diferencias entre la antología preparada por un especialista o un “apasionado de la poesía”, como muy bien declara Panduro, o por un aficionado que más de las veces su juicio resulta una abstracción por las subjetividades que expone y comenta. Estoy por convencerme que en el ámbito literario del país, abundan las recopilaciones practicadas por aficionados de mal gusto de pésimo rigor selectivo. El gran público (que aquí no existe, porque los lectores de poesía cada vez son más escasos y la elite menos pudorosa y más corrompida) no tendrá entre manos a los auténticos valores representativos de la poesía.
Poetas en la arena, por la naturaleza de su presentación, obedece a un proceso de trabajo, a una forma de análisis, a un estado de constante vigilia, donde el paisaje iqueño juega un rol fundamental. Están incluidos treinta un (31) poetas, desde Luis Navarro Neyra (l881-1914) hasta Brayan Rojas Osores (1990). No todos nacieron en Ica, pero gran parte de ellos han hecho de esta ciudad su tierra natal, y como el que escribe estas líneas se han apoderado también no solo de la belleza de los atardeceres, que el poeta Alejandro Romualdo los encontraba insuperables y Sérvulo Gutiérrez los plasmó como un rayo de luz en sus lienzos eternos. Así podemos encontrar los poemas de: Julio R. Senisse, Bernabé Uribe, Gustavo Pineda y Alberto Ormeño, hallazgos valiosos que permiten acercarse a una poética casi secreta, acaso olvidada por el tiempo y la crítica. El primero de ellos escribe, absorto y trémulo: “Sobre la pampa inmensa/ se ve vibrar el aire/ en ondas verticales que reflejan/ el ardor de la arena” (p.37-38).
Un clásico de la literatura peruana es, sin duda, Abraham Valdelomar, el fundador de la narrativa criolla pero también el agudo y sensitivo poeta, quien lamentablemente en vida no llegó a publicar un libro orgánico de poesía, pero escribió poemas sueltos que aparecieron en una antología limeña y en revistas de la época. Su presencia en la selección de Panduro, revela la necesidad de conocer a los coetáneos de éste, de valorar a quienes se mantuvieron o fueron ocultos ante el gran resplandor del insigne narrador iqueño, pero también de afirmar al “poeta de la infancia”, cuya “sensibilidad se debe al recuerdo de sus primeros pasos en su humilde casa de la calle Arequipa y también a ese paisaje marino de innegable trascendencia en la literatura peruana” (p. 29). El insuperable poema “Tristitia” es tal vez el mejor y mayor ejemplo. (p.35).
Los que vinieron después, han mantenido un perfil más sosegado, algo interiorizado de los contrastes reales, no conforman explícitamente una generación, tampoco constituyen una agrupación representativa. Son voces en el desierto que buscan ardorosamente de dejar huellas personales. Aman a la poesía hasta las últimas consecuencias. A veces son confundidos con poetas dominicales, pero en el fondo son alucinados de la palabra, amantes prejuiciosos de lo que viene desde la capital del país, viven en la palabra sin horarios y escriben, escriben en la búsqueda a veces de irrelevantes lectores. Ninguno, a decir verdad ha tenido las agallas y la sabiduría de Valdelomar, que impuso no solo una escritura sino una conducta para mirar el país desde dentro y sin tapujos decir quiénes eran o cómo somos.
Esta notable antología de Panduro tiene el privilegio de abrir una polémica y reflexión en alta voz. Según afirmaba en su presentación, tuvo que revisar más de quinientos libros para su selección, lo cual no es ninguna majadería ni pose de lector. Apuesta por voces juveniles como Brayan Rojas y afirma a otras, como Navale Quiroz (1980) y José de la Roca (1986). En verdad, una antología para disfrutar y conocer a fondo a los poetas que siendo de Ica o viven en ella, aún tienen mucho que decirnos.


jueves, 12 de octubre de 2017

JOSÉ HIDALGO, EN LA ANTOLOGÍA DE LA POESÍA IQUEÑA



JOSÉ HIDALGO
(Lima, 1934)
La poética de Hidalgo es iqueña y universal. Iqueña porque es la campiña de esta
soleada tierra la que le brinda los elementos a quienes canta y universaliza por
la belleza con la que los describe. Hidalgo es un inmenso poeta y un destacado
narrador que además ha incursionado en la publicidad y en la historieta.
Ha publicado los libros de poesía El reino del gran curaca (Premio de Poesía
del Sur Medio Abraham Valdelomar-1985); y Voz Nuclear (Segundo Premio de
Poesía en los Juegos Florales Universitarios de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos-1961). En narrativa ha publicado la importante novela La paraca
viene del sur (Ganadora del Primer Premio Cristóbal Colón, otorgado por la
Unión de Ciudades Iberoamericanas-UCCI); y los cuentos: Cuentos al pie del mar,
Las cometas del paraíso de los suicidas y Panconté.



EL PISCO

Agua
más pura
que el agua.
Agua en llamas,
agua
de mis incendios,
ardiente agua
para tomar
en sorbos de niebla
la vida.
Agua de uva
quebranta.
Agua más pura
que el agua.

Pisco puro, acholado,
de chacra,
deseo y fiebre
en mi copa,
desgajado sol,
atrapado sol,
pisoteado
y exprimido río,
mar, cofre
de mis espejismos,
agua de uva
quebranta,
agua más pura
que el agua.
¡Salud, pues!
¡Salud, contigo
y conmigo!
¡Salud, parras!
¡Salud, veranos!
¡Uva,
reina de las vendimias,
salud!
¡Botellas
de mis naufragios,
denme de beber!
¡Ancianas
pipas de roble,
botijas y damajuanas,
brindad conmigo,
salud!
¡Salud, pisco puro,
acholado,
de la chacra y de la casa,
pa’ mi consumo
no más,
de ése que no se vende,
compadre,
agüita de uva
quebranta,
agua más pura
que el agua,
salud!


LA QUINCHA

No soy
el muro
inaccesible de las fortalezas,
¡ah, poderoso escudo para el asedio!

No soy
el majestuoso muro
de los templos donde los dioses oyen
y observan a través de los poros
 del barro.

No
La soberbia, no
la altivez de los palacios, efímeros
refugios del poder.

Tampoco
el solariego muro
en la casona colonial o en la hacienda
donde el sol brilla
para el diente del señor feudal.

Ni la pulida arista,
los empinados perfiles, el abrazo
de las paredes en una ciudad.

Sólo
armazón
de caña brava y piel
de la tierra
macerada
 soy.
Sólo quincha
para tu frío
y tu calor.
Sombra y flores
de buñiga
 soy
para la lluvia
y el viento,
sus asaltos feroces,
sus lanzas,
sus aullidos y sus puños
 de arena.
Apenas, casi
alicaída forma, garabato
de la arquitectura,
desafío del volumen y el equilibrio
en la pampa polvorienta
y la campiña, en la desembocadura
del nervio de una duna,
de cara a los caminos
o al pie de los huarangos y a la sombra
y las agujas de algún espino.

Rosa de mecheros también
 soy.
Mortecina caricia
de velas encendidas
y leños crepitantes, fetos
de humo
y sudores fantasmas
de yucas
y de papas sancochadas,
recortando tatuajes
de hambre
en el lodo
roturado y seco.
Nido
de pájaros sin alas.
Prolongación del barro
y del cimiento
vegetal, casa quebrada,
torcida luna,
escama y costra
en la herida de la pobreza,
grieta en el cielo,
rajadura en la paraca,
horizonte
de desvencijadas flechas
apuntando al sol.

Pero,
también
palacio,
templo,
paraíso,
comarca,
señorío,
territorio tomado
y cercado
a dentelladas.
En fin, párpado del hombre sin rostro
que quiere despertar,
mientras bebe la vida y la fecunda
 al fuego
de la noche y sus estrellas.


EL ALGODÓN

 Flor nieve.
 Flor madeja.
 Flor camisa
flor blusa, flor ropaje,
pintada y estampada flor
en fresca tela. Venda
apósito y drenaje
para la roja flor
de mis heridas.

 Pañuelo
 de la paz,
mechón al viento,
ala, mariposa,
descanso y esperanza
en mis batallas.

 Nube y flor.
 Pañal y nido,
flor para el recién nacido.
 Fibra y piel
para mi piel, tejida
en las raíces de la tierra,
el agua, el fuego
del sol y sus hogueras
a orillas de la noche.
 Verde flor,
alegre y amarilla, enguantada
 y blanca flor.
 Flor luna
entre las manos prietas,
agrietadas, costras
de la tierra en el dolor
y la sed de las sequías.
 Navío y travesía
gaviota y voz de marinero,
rosa de la espuma y su tatuaje
dormido sobre músculos de acero.

 Entonces, flete
 y dura flor
paca en las barrigas de los barcos,
el juego y las trampas de la bolsa,
la oferta y la demanda.
 Y así, de tu color
 de brumas
-triste y transformada-
 sólo oscura,
 negra flor,
exprimida y enlutada
sobre el hambre y su salario
 y el hombre
 campesino
 que te acunó
 con su ternura
 en ramilletes
 de blancura
 y algodón.

EL CHAUCATO

Agitación de parras,
hoja y pluma,
sol y pluma,
vendimia y pluma,
silbido,
aleteo,
saeta,
voladora sombra
entre las uvas
y el cielo.
Vibración y pulso,
en las higueras,
campesino y pájaro,
arriero y pájaro,
obrero y pájaro,
canto y pájaro,
juglar
de las acequias,
travieso
monarca
de los huertos
y las chacras.

¿Recuerdas? Un día
-la vez aquella
cuando yo
era niño y tú
impaciente hurgabas
en los secretos
del vuelo- alargaste
inútil
el abrazo
de tus alas.
Y en lugar
del apoyo sólido
del viento,
caíste
en la trampa
de mis manos.

¿Recuerdas, ladronzuelo
de viñas
y de higueras,
pedigüeño
empedernido?
Con tiernas migas
de pan
y leche, amamanté
tu hambre.

Con mis mejores
uvas
y la miel
de mis más preciados
higos, halagué
las ansias
de tu insaciable
buche.

Después, un día
-de sol creo fue,
estoy seguro- otra vez
el viento.
Pero, esta vez propicio,
en su abrazo
encontró
tu abrazo
y el hilo
sonoro de tu canto.

Pasaron entonces
las vendimias,
las paracas,
las parras
cambiaron muchas
hojas
y nunca florecieron
las higueras.

Pero, tú
monarca
de las chacras,
fuiste vuelo,
alada sombra,
repentino adiós,
escondido canto
en la dureza
de mis años,
en el festín
de migas
y de leche
que aún guardo
para ti.

ANTOLOGÍA DE LA POESÍA IQUEÑA

PRESENTACIÓN

Desde la poesía rural o bucólica, pasando por la intimista y los atisbos de un surrealismo, el paisaje es el tema central de la poesía en Ica. Incluso, me atrevo a afirmar que lo es en toda su literatura. Y sin duda alguna, Abraham Valdelomar Pinto, es el mayor referente iqueño en el ámbito de la literatura nacional. Con él, se hacen visibles los hombres y las aldeas de la costa peruana, con este eterno joven de 31 años, la poesía se abre al cuento e incluso al ensayo. Sin embargo, su imborrable huella ocultó a otros escritores de su tiempo que no salían a la luz, y que hoy, gracias a los trabajos de rescate llevados a cabo por intelectuales como el doctor César Ángeles Caballero y el poeta y académico Jesús Cabel Moscoso, los han hecho visibles.
En este acápite, retomo el tema del paisaje de Ica como inspirador de la literatura iqueña, pues a medida que éste fue cambiando- o lo fueron transformando-, la poesía también sufrió algunos virajes. Así, encontramos que la agudeza y observación de la naturaleza de poetas como Luis Navarro Neyra cuya vida aventurera y pasiones amorosas fueron retratadas en un cuento de Ventura García Calderón, contrasta con la visión cosmopolita de Pedro Jerónimo Cabrera Ganoza, ambos observando los mismos cerros y el horizonte crema y oscuro del tablazo, transmitiéndonos nostálgicas miradas del cielo diáfano y ligeramente nublado por las tardes del tablazo de Ica.
La temática del paisaje iqueño es más evidente en los poemas de Alberto Benavides Ganoza, nacido en Lima y renacido en el valle bajo de Ica, quien describe su experiencia contemplativa y activa pues él mismo planta los paisajes que contemplará. Sin el paisaje de Samaca, el lugar donde este poeta vive, muchos de sus poemas no existirían. Similar poética es la Gustavo Pineda Martínez para quien la campiña y el río son vectores de una poética que transcurre al lado de una acequia que bien podría tratarse de La Achirana, esa hermosa leyenda que el Inca Garcilaso nos legó y don Ricardo Palma popularizó en sus universales Tradiciones Peruanas.
En la misma senda que Benavides, está Martín Horta: uruguayo de nacimiento, cuya gran parte de sus poemas publicados (tiene una gran cantidad de libros inéditos), han sido escritos en el valle bajo de Ica. Precisamente, en uno de sus poemas de esta antología, recrea el mito sufriente de la Leyenda de La Huacachina, pero desde una perspectiva menos trágica y más celebrativa del amor, además de haber escrito el mejor poema dedicado al huarango: el árbol padre - madre de Ica. El encanto de la laguna de La Huacachina, hoy casi agónica, convoca a su vez la palabra de Hugo Rodríguez, quien la mira con ternura, como a una madre que va muriendo. 
Otro poeta que con su voz evoca su belleza, es Bernabé Uribe, quien nos ofrece acuarelas plenas de matices creados por los rayos del sol sobre el agua. Y si Martín Horta ha escrito el poema por antonomasia al huarango, el reconocido poeta e investigador Jesús Cabel Moscoso, en su Canto al huarango, aborda el misticismo que despierta este árbol, pero no se queda en la contemplación, sino que invoca por su cuidado, instando a no talar estos pulmones que ha sembrado el cielo en tierra iqueña. 
Cabe señalar que Cabel ganó el prestigioso Premio Poeta Joven del Perú y volvió hace algunos años a la poesía con tres poemas extraordinarios insertos en el libro Cuarto Austral, del que consignamos el primero de ellos en esta antología. 
En el aspecto religioso hay algunas contradicciones en la poesía iqueña, pues por una parte, Julio R. Senisse le dedica un hermoso poema a la Catedral de Ica poniendo al sol como parte de la divinidad; y por otra, la poesía de Marilia Navarro utiliza el sarcasmo para convertir el Padre Nuestro en un poema erótico donde reclama a Dios que ella y su novia no son ajenas al Paraíso. A su vez, Augusto Rojas Gasco, cajamarquino de nacimiento pero afincado por varias décadas en Ica, en un poema a Jesús, le pide que se vuelva humano y ayude a tener un mundo mejor en la tierra y no dejarnos sumidos en esa especulación de la dicha eterna en el cielo. Los versos que Rojas Gasco dedica a Ica, nos recuerda el poema de la creación del Génesis cuando intuye cómo se fueron creando estos desiertos y las especies que al inicio lo habitaron y aún habitan.
 En esa misma línea surge el poema Tiempo inédito del palpeño Gerardo Pérez Fuentes, quien condensa millones de años de paisaje, pasando por las altas culturas pre-Incas que habitaron Pisco, Ica y Nasca.
Raquel Meneses Villagra y la coracoreña Orfelinda Herrera de Ángeles- ambas fallecidas-, son parte de este importante grupo de poetas que le escriben a Ica, siendo Meneses, una poeta nacida en Arequipa, la autora de la letra del Himno a Ica.
Miguel Sevillano, una de las voces más conocidas y respetadas de la región, ofrece una poesía que amalgama el amor y la pasión. El poeta se descubre en el sufrimiento, la añoranza y en la dicha que siempre se aleja cuando está a punto de alcanzarla. Él ha publicado pequeñas plaquetas que venía entregando afectuosamente a sus amigos, pero la publicación que reúna toda su obra es una tarea pendiente en Ica.
También encontramos en la poesía iqueña algunas apuestas de experimentación como las de Rolando Tello Pérez, que si bien es cierto en vida no publicó ningún libro, los pocos poemas que se le conocen nos permiten tener una clara opinión sobre su poesía. Otros vates que logran a través de la experimentación óptimos resultados son Paul Guillén y José de la Roca. Paul Guillén, es un poeta que goza de un temprano reconocimiento en Lima, con imágenes muy fuertes y a veces duras en una poesía que no cuenta historia alguna y donde sus versos son un parlamento en sí mismo, pareciendo que el fin de su poética es el lenguaje en sí mismo. Por su parte, José de la Roca, ambivalentemente exorciza sus versos al referir historias adolescentes con rasgos filosóficos e iconoclastas que en el fondo no son más que manifestaciones de una rebeldía encauzada hacia la ironía. Ironía que también se hace latente en los versos de William Siguas, joven poeta que sabe combinar sabiduría, humor y delirio en su poesía y en sus cuentos, a través de los cuales se ríe del amor y de las desventuras de un estudiante que vive en una ciudad que le resulta ajena.
La sencillez como una de las características más notables de la poesía iqueña, se condensa en los trabajos de César Panduro Astorga y Joel Muñoz García. La familia, ese gran tema vallejiano, es la temática más resaltante de la poesía de Panduro; y la poesía de Muñoz García, plena de imágenes sencillas y amorosas, tiene a la mujer como su mayor motivo, siendo una prueba de ello el poema Teresa, uno de los más conocidos de este autor, en donde se trasluce un amor agradecido y triste. En cambio, para el poeta coracoreño Helmut Jerí Pabón, este sentimiento aparece desgarrado tal como podemos apreciar en el poema Hoja de instrucciones, pues sus versos describen amores infelices, y aunque estén cargados de erotismo nos remiten a la nostalgia y dolorosas despedidas. El mar, como una promesa detrás del tablazo, es convocado con suma belleza por Andrea Castillo y Brayan Osores, jóvenes poetas de quienes se espera mucho, y aunque ninguno publicó a la fecha, son buenos referentes de la joven poesía en Ica. En esta línea creativa que expresa añoranzas por el mar, encontramos el bello texto del narrador y poeta Alberto Ormeño, quien le rinde homenaje a don Abraham Valdelomar. Mientras que la nostalgia andina y los recuerdos que evocan el frío y los cerros cordilleranos, brotan de las manos de Santos Morales Aroní, preclaro representante de los migrantes de las alturas a la costa de Ica, quien en su primer libro publicado ha hecho gala de un buen manejo literario, tocando tópicos ligados a la ternura con la que creció en su aldea natal en Ayacucho.
La melancolía, que afirman algunos críticos es característica de la poesía peruana, subyace en los hermosos poemas de Navale Quiróz, cuyo primer libro fue publicado en una colección que agrupaba a los poetas jóvenes más importantes en la década del 2000; confirmándose la calidad de su trabajo literario con un segundo libro publicado en España. La añoranza y la nostalgia vienen con los poemas muy sentidos de José Castro Silva, con su palabra embargada de tristeza y arañando fondos, incluso cuando expresa preocupación por el futuro de sus hijos. Y esta añoranza por el terruño aparece también en los versos de Gaby Cevasco, donde el paisaje iqueño y el descubrimiento de su feminidad se denotan claramente. Cabe señalar que Cevasco, periodista e importante figura del feminismo en el Perú, empezó incursionando en la narrativa.
Cabel Moscoso, en su antología Memorias del sol, buscó condensar lo mejor de la poesía del departamento de Ica al tiempo que cuestionaba el hecho que no existiera un ambiente literario donde los poetas desarrollaran su labor; y través de una aguda crítica señaló el nulo accionar de las instituciones estatales en la propagación de la cultura en Ica. Afortunadamente, esta situación ha ido cambiando favorablemente en los últimos años gracias a la heroica labor desplegada por gestores culturales y con el aliento de jóvenes grupos como Jamunannta Mana Yachaspa y El Conde Plebeyo, quienes renovaron y dieron vigor al acervo cultural de nuestras ciudades, organizando recitales, editando revistas y creando el CONALL, el mayor congreso de literatura que se realiza fuera de Lima, reuniendo a los mayores intelectuales del Perú y teniendo como coorganizador en el año 2013 a la Academia Peruana de la Lengua. 
Así mismo, el Festival de Poesía Poetas en la Arena, que se lleva a cabo anualmente en el balneario de Huacachina, se ha consolidado como uno de los más importantes eventos literarios del sur, congregando a poetas de distintas partes de nuestro país.
Y en este punto, quiero detenerme en la señera figura del poeta Alberto Benavides Ganoza, cuya apuesta por la cultura ha permitido mucho de lo bueno que ocurre actualmente con nuestra literatura. Observamos entonces, y sin duda alguna, que se ha avanzado bastante gracias al apoyo y entusiasmo del sector privado, pero sin llegar a recibir ningún tipo de auspicio del Estado ni que personas efectivamente comprometidas con la cultura de nuestro país, lleguen a ser una autoridad que contribuya con la difusión de la poesía, la educación del pueblo y la paz.
La poesía en Ica aún no se observa como una tradición, y quizá con la presencia de jóvenes voces de reconocida calidad pueda conseguirse que en otros ámbitos se nombren y reconozcan a los antiguos y nuevos vates iqueños. Esta antología es una muestra de los hombres y mujeres que han fabulado en esta tierra, algunos poetas que moran en las páginas de antiguos libros revisados para elaborarla han fallecido y en algunos casos carecen de datos biográficos para consignar. Un gran número de ellos vino de tierras lejanas, levantaron sus casas con mucho esfuerzo y se quedaron en esta tierra para ver salir al sol cada mañana detrás de los cerros de Parcona.
A otros se les ve caminar inmersos en una masa que los ignora, y con algunos poetas podemos tomar un café o una cerveza y escuchar sus versos en algún recital. Por todos ellos seguimos adelante. Y hacia eso apunta esta antología que no la ha preparado un académico, sino un apasionado lector de poesía, un lector agradecido con estos seres humanos tan singulares que, con sus versos, tratan de imitar el canto siempre en huida del chaucato. 

CÉSAR PANDURO ASTORGA

martes, 19 de septiembre de 2017

ANDRÉS PIÑEIRO. MARTÍN ADÁN, UNA INMORTALIDAD DESCONOCIDA



El escritor checo Milan Kundera, en un sugerente libro, La inmortalidad, indaga por la memoria de los hombres. En términos generales, esta radica en la memoria que conservan los hombres de otros hombres. Se trataría de una “gran inmortalidad” cuando conservamos la memoria de hombres que no conocimos directamente, por ejemplo, Platón, Dante, Goethe. Y se trataría de una “pequeña inmortalidad”, cuando guardamos recuerdos de personas que conocimos directamente, por ejemplo, amigos, familiares, maestros.
La pregunta que se formula Kundera, seguidamente –al margen de que se trate de una “gran o pequeña inmortalidad”- es qué es lo que conservan los hombres en la memoria de seres que ya no están con nosotros. Considera que en los últimos tiempos estamos conservando lo “inesencial”, lo superficial de las personas y no lo “esencial” o gravitante de ellas. Así, conservamos en nuestra memoria no la obra de Goethe sino su rechazo a Bettina; no la obra de Vallejo sino su exilio europeo. Ahora bien, la pregunta que deseamos formularnos, a raíz de la lectura de Kindera, es la memoria que conservamos del poeta peruano Martín Adán, seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides (1908-1985).
Los primeros acercamientos a Martín Adán pasan por una memoria superficial. Lo primero que se evoca al mencionar su nombre es su bohemia, su homosexualidad, su recurrente internamiento en un manicomio local, sus frases lapidarias que amenizan las tertulias literarias en una Lima pacata, si pertenecía a una familia aristocrática o si escribía sus versos en las servilletas de los bares que frecuentaba.
Sin embargo, pocos saben –más allá de un grupo reducido de estudiosos- que su novela La casa de cartón (1928) fue escrita por un joven en edad escolar y que apareció con el prólogo de Luis Alberto Sánchez y el colofón de José Carlos Mariátegui, dos de los intelectuales más influyentes de principios del siglo XX. Pocos saben que su bohemia nos permitió conocer una de las obras poéticas más importantes escritas en lengua española: La rosa de la espinelaTravesía de extramares. Sonetos a ChopinLa mano desasida. Canto a Machu PicchuEscrito a ciegas. Carta a Celia PascheroMi DaríoDiario de poeta. Pocos saben que gracias a su fugaz encuentro con el poeta beat Allen Ginsberg, cuando este visitaba Lima a principios de la década de 1960, pudo ver la luz ese profético poema de Ginsberg dedicado a Martín Adán, “Un viejo poeta en Perú”, aparecido en Sandwiches de realidad:
Beso tu gruesa mejilla (una vez más mañana
Bajo el estupefaciente reloj de Desaguaderos)
Antes de dirigirme hacia mi muerte en un accidente aéreo
En Norte América (hace mucho tiempo)
Y tú te diriges a tu ataque cardíaco sobre una calle
Indiferente de Sudamérica

Y que nuestro poeta, tal como se lo pidiera Ginsberg, escribiera sus “versos más sucios”, como vemos deslizarse por el Escrito a Ciegas. Carta a Celia Paschero:
Y no alcancé al furor de lo divino,
Ni a la simpatía de lo humano.
Lo soy y no lo siento ni así me siento.
Soy en el Día el Solitario
Y el absoluto en la Zoología si pienso,
O carnívoro feroz, si agarro.
¿Soy la Creatura o el Creador?
¿Soy la Materia o el Milagro?
¡Qué mía y qué ajena tu pregunta!...
¿Quién soy? ¿Lo sé yo acaso?
¡Pero no, el Otro no es!
¡Sólo yo en mi terror o en mi orgasmo!

Doblemente significativo en Martín Adán que, hasta ese momento ha escrito sonetos barrocos, herméticos, y utilizado palabras con una marcada carga etimológica. Incluso podemos ver acá un cambio de actitud con respecto a una fuente presente en toda su poética, la tradición cristiana. A partir de Escrito a ciegas y La mano desasida –coincidente con su encuentro con el poeta de Aullidos- dejará su conformidad con el dogma cristiano para optar por una actitud de confrontación frente a dicho dogma.
Pocos saben que durante su primer internamiento en el hospital psiquiátrico Larco Herrera a finales de la década de 1930 Martín Adán escribió su tesis doctoral De lo barroco en el Perú, sustentada con éxito en la Universidad de San Marcos en 1938 y publicada treinta años después por la misma universidad con prólogo de Luis Alberto Sánchez, su maestro en el Colegio Alemán y en San Marcos. Destaca más por sus frases brillantes sobre autores peruanos de los siglos XVIII, XIX y XX –Miramontes, Melgar, Segura, Palma, Chocano, Eguren, entre otros-, que por una metodología rigurosa, como lo anuncia el propio Adán en su presentación ante el Jurado.

Pocos saben que lo “esencial” de su obra –y acaso de su vida- fue escrita en servilletas o envolturas de cigarrillos en las que el poeta volcó su locura más lúcida, su bohemia más intensa y su homosexualidad más lacerante: Martín Adán, una inmortalidad desconocida.    

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  Ya está establecido que todos los pueblos de la costa peruana son milenarios, aquí se establecieron los primeros peruanos, antes que Los I...