El silencio protege al agresor, no a la
víctima.
Hoy en día escuchamos muchas veces la frase “No a la
violencia contra la mujer”, pero decirlo no es suficiente si no hacemos
algo para que realmente cambie nuestra sociedad, es el momento de actuar, de
hacerle frente a la violencia abrazados todos los que amamos la paz. La
violencia de género no es solo un problema del Perú, sino del mundo entero,
pero nuestro país sigue siendo uno de los más afectados. Muchas mujeres todavía
viven con miedo dentro de sus propios hogares, cuando deberían vivir en paz,
libremente y con respeto.Como estudiantes, también tenemos un papel importante
en esta lucha.
Cuando hablamos de violencia contra la mujer, muchas
personas piensan solo en golpes, pero no es así. La violencia puede ser
psicológica, física, sexual, económica, verbal y digital (como el acoso por
redes sociales). A veces un insulto, un grito o una humillación dañan más
que un golpe. También existe la violencia que busca controlar: cuando alguien
decide con quién puede hablar una mujer, cómo debe vestir o qué hacer con su
dinero. Eso también es violencia, solo que más silenciosa.
En el Perú, las cifras son alarmantes. Cada día, muchas
mujeres denuncian agresiones, y otras ni siquiera pueden denunciar por miedo,
vergüenza o falta de apoyo. Lo más triste es que, en la mayoría de casos, el
agresor es alguien cercano: esposos, enamorados, padres, tíos o conocidos,
sobretodo el padrastro, ya que la familia se quiebra tempranamente, iniciando
la madre otra relación. Eso demuestra que la violencia no es un problema de
desconocidos, sino un problema social y familiar. Esta realidad nos obliga a
pensar: ¿qué estamos haciendo como país para detenerla? ¿Y qué estamos
haciendo nosotros como jóvenes?
Para acabar con la violencia, no basta con castigar a los
agresores, tenemos que educar desde edades tempranas en valores como el
respeto, la igualdad y la empatía. No nacemos violentos; la violencia se
aprende, se normaliza y se repite. Si un niño crece viendo que maltratar
está “permitido”, puede convertirse en un agresor en el futuro. Pero si
crecemos aprendiendo que hombres y mujeres valemos lo mismo, entonces
construiremos una sociedad sin miedo.
La lucha contra la violencia hacia la mujer también
implica cuestionar nuestras costumbres, nuestro lenguaje y la forma en que
convivimos. Una frase machista, una burla “de broma”, un comentario que
minimiza a una mujer o una actitud que la hace sentir inferior, son también formas
de violencia que hemos normalizado sin darnos cuenta. Erradicar esta realidad
no significa solo castigar al agresor, sino transformar la cultura que lo
permite. Necesitamos aprender a relacionarnos con respeto, dejando atrás la
idea de que alguien tiene derecho a controlar, ordenar o decidir sobre otra
persona. Cuando una mujer es escuchada, apoyada y valorada, puede crecer,
estudiar, soñar y transformar su entorno. Proteger a las mujeres no es un favor
ni un acto de compasión: es una obligación moral que nos convierte en
ciudadanos responsables y en seres humanos verdaderamente justos. Solo así
podremos construir un país donde la libertad no sea un privilegio, sino un
derecho garantizado para todas.
En Santa Cruz de Flores, aunque no tengamos tantos casos
visibles como en ciudades grandes, eso no significa que debamos quedarnos
tranquilos. Al contrario, debemos actuar antes de que la violencia ocurra.
Nuestro colegio puede ser un lugar de cambio. Como estudiantes de 5to de
secundaria, podemos proponer campañas de respeto, charlas, actividades
artísticas, murales o marchas locales. Podemos usar redes sociales para
mensajes positivos. Podemos escuchar y acompañar a quien sufre.
También las autoridades locales podrían ayudar. La
municipalidad puede organizar talleres para familias, charlas sobre manejo de
emociones, asesorías psicológicas gratuitas o campañas en fiestas y eventos
públicos. La violencia no se combate solo con leyes, también con prevención y
educación emocional.
Como joven y estudiante, yo también tengo una
responsabilidad. No puedo cambiar el Perú entero, pero sí puedo cambiar algo
en mi entorno. Debemos respetar a todas las mujeres que nos rodean: a mis
compañeras, a mis profesoras, a las madres de mi comunidad. Puedo hablar si veo
algo injusto, puedo apoyar a quien necesite ayuda, puedo escuchar sin juzgar.
La seguridad y libertad de las mujeres empieza con nuestro comportamiento de
todos los días. Sabemos que estamos viviendo una etapa complicada de nuestras
vidas, desde ese instante en que aparece el enamoramiento debemos vivir con
respeto, sin machismo, sin utilizar a la mujer como objeto, como una propiedad,
de lo contrario aumentaría la estadística de agresiones y muertes. Aquí quiero
contarle el testimonio de una estudiante del cuarto año, su confesión la hizo a
un maestro conocido: Ella contó de la siguiente manera “Mi enamorado del primer
año me dio una cachetada, revisó mi celular, no contento con ello me golpeo con
su rodilla mi muslo izquierdo”. El consejo del maestro fue que debe cortar con
esa relación, ya que, si siguen caminando juntos estableciendo un lazo más
durable en el tiempo, se podrá llegar hasta situaciones que lamentar.
Decir “Ni una menos” no es una moda, es una promesa. Una
promesa de lucha, respeto y justicia. El Perú necesita jóvenes que no repitan
los errores del pasado, sino que construyan un futuro sin miedo, con decisión y
valentía. Como estudiantes somos parte de ese cambio. No importa nuestra edad:
podemos enseñar con el ejemplo, hay un dicho que dice: “Educa con lo que haces,
no con lo que dices”, defender con la voz y apoyar con el corazón. Si algo me
ha enseñado la vida es que las mujeres deben ser autónomas y para ello tienen
que depender de ellas mismas, no de algún hombre, para lograrlo debemos
estudiar y ser profesionales, entonces seremos libres de hacer con nuestro
dinero lo que deseamos. Aquí en Santa Cruz de Flores muchas vecinas aceptan las
agresiones de sus parejas porque dependen de ellos económicamente, temen ser
abandonadas.
La violencia contra la mujer no se combate solo con
protestas, sino con acciones reales, desde casa, desde el colegio y desde
nuestra comunidad. Solo así lograremos un país donde las mujeres vivan libres,
seguras y felices. Ese es el Perú que queremos. Ese es el Perú que podemos
construir.
AUTOR: Luz
Thatiana Chuquillanqui López

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