La
señorita se detuvo a contemplar el remolino en el pequeño pozo de agua que
formaba el río Sonconche, muy adentro tuvo que caminar hasta llegar a
Jollatanchi, allí el arco iris descansaba cada vez que dejaba de llover.
-
Qué hermoso lugar! decía.
A
aquel lugar llegaba con sus carneros a las doce del día, tomaban agua y ella
imaginaba saltando las piedras correr de la mano con aquel muchacho, que le había
despertado el sublime sentimiento, llamado Amor.
¿Será
amor lo que siento?
Tendía
su manta, se extendía mirando la inmensidad del cielo, mientras los chihuacos
jugaban entre los árboles, armonizando con su canto el sonido del río, que
discurría suavemente.
Cada
día recordaba con más frecuencia a Natalio, joven al cual llegó a amar; pero él
hacía mucho tiempo que viajó a trabajar a la hacienda Condogña cerca al valle
de El Ingenio, con el paso del tiempo perdió la esperanza – ya tendrá otra
decía- lloraba por las noches en su casa, cuando su madre iba a regar los
maizales, por las noches, le encargaba que cuide a los huachos. Aprovechando la soledad,salía a
contemplar el límpido cielo,se sentaba en la piedra que utilizaban para moler,lugar en el cual pensaba de todo. El
sueño le llegó, estaba casi dormida, cuando escucho el brinco de sus ovejas,
corrió y observó que se dirigían al río. Ella siguió detrás de sus animalitos. Cuando estaba
para llegar al río escuchó el sonido de la quena, tambores, …. ...a lo lejos divisó un pueblo en fiesta. Pensó:
-
¿Tanto he caminado?
-
¿Ya pasé por el lugar Jollotanchi?
Al
ingresar a sus calles su respiración era otra, tenía desconfianza al avanzar,
llegó a la iglesia, vió que la gente bailaba en ronda por el contorno de la
plaza. Se detuvo a contemplar el lugar, cuando en ese instante divisa a Natalio acercarse a
ella desde una esquina. Sonrió, tocó sus manos, sintió un calor interno por
todo su cuerpo. Empezó a temblar, mirando el cielo quiso comprobar su duda
entre la realidad y la ficción,( al contemplar la luna, el sentimiento de todas
las noches afloró). Su color de rosa fue tornándose rojo acompañado de la
felicidad. Muy alegre corrió en su encuentro. Se abrazaron fuertemente, ella se
sintió en el aire.
Aquella
noche, era la mujer más feliz de la tierra. Natalio levantó su poncho, del
bolsillo izquierdo sacó un anillo, tomó su mano derecha, hablándole en quechua
le dijo en el oído dulcemente.
-
Sumaq munay warmi. Kuyay.
Respondiendo
ella con la sonrisa, que muchas veces llevaba al joven a agarrarle los cachetes
rojos.
-
¿Karuchu llaqtayki?. Él le respondió
-
“Pakarina jinchay”
Se
tomaron de la mano, uniéndose a la ronda que corría chocándose entre ellas,
Natalio jalaba y hacía retroceder al grupo, a la derecha, a la izquierda,
risas por todos lados, aquel pueblo parecía que gozaba la fiesta del maíz en el
mes de mayo, por todos lados se escuchaba.
¡Muyuy
kamusun!
¡Tusuy
kamusum!.
Pascuala
abrazándose al cuello de Natalio le dijo:
-
Tengo que irme, ya es tarde. Además tengo que buscar mis ovejas.
Natalio,
descolgó su chalina blanca y la puso sobre el cuello de Pascuala
envolviéndola con ternura.
-
Está haciendo frío, abrígate bien, llévatela, cuando vaya a Sonconche me la
das. Con un beso apasionado en medio de
la ronda se despidieron. Tomados de la mano avanzaron por el camino que subía
cerca al campanario. Poco a poco sin darse cuenta la mano de Natalio se había
soltado y Pascuala apareció sola en el río.
Los
enormes eucaliptos que crecían en la ladera del río cubrían la débil luz de la
luna, penetrando pequeños hilos sobre las piedras. El agua del pozo brillaba,
reflejando algunas burbujas que corrían encima del caudal diáfano. Ella se
encontraba en la banda, cerca al camino que conduce al pueblo de Añamarca. Miró
su mano, no tenía el anillo que le había regalado su novio. Desesperada entra al agua y comienza a buscar, mojándose totalmente, sus piernas temblaban , sus ojos dejaron caer algunas lágrimas. No lo encontró, se fue asustada, llevando sus
ovejas que se encontraban descansando en la orilla.
Al
día siguiente, desde chacra-chacra, viene al pueblo, busca a su tía Victoria.
Le cuenta todo lo sucedido. Doña Vito le dice:
-
Ay hijita ese pozo es encantado.
-
Musquy Pukiu.
Después
de todo lo que le comentó la tía. Ella volvió a Jollotanchi llevaba muy metido
dentro de su alma el amor por aquél hombre.
El
pensamiento le debilitaba, solo tenía memoria para el amor, un disturbio se
apoderó de su conciencia. Poco a poco se fue volviendo loca. Su madre la vio
caminar desnuda por el valle, preocupada comunica a sus familiares. La vestían,
pero ella dejaba la ropa en los montes de alisos y retamas de Paqueta. Andaba
desnuda, llorando y llamando siempre el nombre: Natalio, caminaba por todos los
lugares de la campiña. Al pasar por Manzanayocc le aventaban agua caliente, le
decían:
-
¡Fuera loca!
-
¡Vete Loca!
Hasta que un día del mes de
diciembre, en la semana Pascual se quedó dormida en una cueva, la lluvia era
intensa,toda una semana no paró,la quebrada se cubrió de neblina, los cerros se pintaron de blanco, no se podía ver mas allá de un metro, los danzantes de navidad sonaban con alegría sus sonajas, nadie se acordó de su existencia.. En aquella cueva de Paqueta la roca
llegó a ceder, aplastando la débil humanidad de Pascuala, la mujer que murió de
amor, símbolo de la pasión, ternura y belleza de las mujeres de éste pueblo.
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Foto: Ambar Gavilán |
Relatos Sonconchinos
Prof.
Ladislao Ramírez