miércoles, 11 de julio de 2018

El sueño del Pongo. José María Arguedas







Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas.

El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludó en el corredor de la residencia.

- Eres gente u otra cosa?  le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.

Humillándose, el pongo contestó. Atemorizado, con los ojos helados, se quedó de pie.

- A ver! - dijo el patrón , por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas sus manos que parece que no son nada. ¡Llévate esta inmundicia! - ordenó al mandón de la hacienda.

Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.

El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco como de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. `Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza, había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.

El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. `Sí, papacito; sí, mamacita, era cuanto solía decir.

Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también porque quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa -hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.

Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y, así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.

- Creo que eres perro. Ladra! - le decía.

El hombrecito no podía ladrar.

- Ponte en cuatro patas, le ordenaba entonces-

El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

- Trota de costado, como perro  (seguía ordenándole el hacendado)


El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía todo el cuerpo.

- Regresa! - le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.

El pongo volvía, corriendo de costadito. Llegaba fatigado.

Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.

- Alza las orejas ahora, vizcacha! ¡Vizcacha eres! - mandaba el señor al cansado hombrecito. - Siéntate en dos patas; empalma las manos.

Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de estos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.

Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.

- Recemos el Padrenuestro - decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.

El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.

En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.

- Vete pancita! - solía ordenar, después, el patrón al pongo.

Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reírse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.

Pero ... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía un poco espantado.

- Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte - dijo.

El patrón no oyó lo que oía.

- Qué? Tú eres quien ha hablado u otro? - preguntó.

- Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte - repitió el pongo.

- Habla ... si puedes - contestó el hacendado.


- Padre mío, señor mío, corazón mío - empezó a hablar el hombrecito -. Soñé anoche que habíamos muerto los dos juntos: juntos habíamos muerto.

- Conmigo? Tú? Cuenta todo, indio - le dijo el gran patrón.

- Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos. Los dos juntos: desnudos ante nuestro gran Padre San Francisco.

- Y después? ¡Habla! - ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.

- Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pensando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.

- Y tú?

- No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.

- Bueno, sigue contando.

- Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: `De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de la miel de chancaca más transparente.

- Y entonces? - preguntó el patrón.

Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.

- Dueño mío: apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.

- Y entonces? - repitió el patrón.

- Ángel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre, diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así, el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.

- Así tenía que ser - dijo el patrón, y luego pregunto:

- Y a ti


- Cuando tú brillabas en el cielo, nuestro Gran Padre San Francisco volvió a ordenar: `Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano.

- Y entonces?

- Un ángel que ya no valía, viejo, de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. `Oye viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel -, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. ¡Rápido!. Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando ...

- Así mismo tenía que ser - afirmó el patrón. - Continúa! O todo concluye allí?

- No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro Gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta qué honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: `Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora (lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo. El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora: sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.


jueves, 14 de junio de 2018

EL LOCO JAIME Y OTRAS HISTORIAS

Con el genio, el Poeta de la Zurda, César Cueto, en 1992.


Imagen de la presentación del libro en Chimbote, con el comentario del gran escritor Luis Fernando Cueto.

La Presentación del libro "EL LOCO JAIME Y OTRAS HISTORIAS", se llevará a cabo el día 28 de agosto, en la Casa de la Literatura Peruana, a las 19:00 horas (siete de la noche) en Lima - Perú.
Carátula del libro
Una travesía irreverente por los fecundos años de la adolescencia en «La Promo», el ingreso y derrotero de esa pasión propia de los amantes extraviados que es el vicio de la lectura en «Introducción al mundo mágico», el recuento del desacato y la rebeldía en clave de fusión en un concierto de «La Nueva Invasión», la voluntad por cobijar el vuelo poético en los brazos del calor popular en «Este es el júbilo», la memoria de una experiencia de militancia solidaria en «Crónica del hambre voluntaria», la imagen, el genio y la figura de un editor envuelto en una rara mezcla de lucidez y alucinación en «El Loco Jaime», el boceto fraterno y humano de un héroe del pueblo en «Chicharrita», la historia de un encuentro con los claroscuros del fútbol institucionalizado en «El Cholo Sipán», un asedio a la persona y el personaje del imparable puntero derecho Julio Baylón en «Monólogo contra las tinieblas», un recorrido volandero por el perfil humano de ese genio del fútbol-arte que nos obsequió César Cueto en «El Poeta sí tiene quien le escriba». Diez relatos entrañables, más allá de todos los géneros… cuya lectura deja sentir lo que se queda en nuestro espíritu para siempre.
                           
                                                           Jorge Luis Roncal Rodríguez



martes, 27 de marzo de 2018

EDITH LAGOS


Por Luis Alberto Castillo
Cuando en 1979 iniciaba mi carrera de derecho en la USMP, conocí, entre tantos buenos amigos, a una muy joven estudiante, pequeña, menudita de carnes, de un rostro blanco acentuadamente andino, donde resplandecían, como el fulgor intenso de dos diamantes, unos preciosos ojos verdes, ligeramente achinaditos, con una larga y revuelta cabellera castaña que, desafiante, dejaba caer por encima de los hombros.
Siempre me dije: si a tan natural belleza le hubiese acompasado un carácter dócil y trato afable y, aunque fugazmente, en el rostro resplandecido una dulce sonrisa, hoy diría que aquella era una adolescente bella y encantadora. Mas, no tardaría en entender que lo trascendente y valioso que había de aquilatar en mi compañerita, no pasaba por el look chick ni la indumentaria exquisita y frivolona que hubiese podido exhibir, y que en ella tenían cero valor.
Edith Lagos tenía un espíritu vehemente e inflamado, que le imprimían una personalidad áspera, dura y un carácter indomable, y que a ella no le preocupaba en lo mínimo disimular ante los demás.
Pero era la enorme sensibilidad que la identificaban por los álgidos problemas que afectaban a la gente pobre, expresado, principalmente, en la selección de los trabajos de investigación y en sus exposiciones orales para las clases, lo que mostraban la verdadera dimensión y la hermosa faceta del gran ser humano que gravitaba en ella.
Dura en la nuez, tierna en la carne.
Había llegado de Ayacucho, su ciudad natal, con el compromiso de cristalizar el sueño de sus padres: hacerse abogada. Sin embargo, muy temprano vislumbraría que era otro el mundo que ella anhelaba construir para sus desposeidos de la tierra.
En la universidad llegamos a entrecruzar explosivos enfrentamientos ideológicos: ella, defendiendo con el fuego más graneado de su verbo ácido las cinco tesis del pensamiento de Mao Tsé Tung; yo, afirmando la vigencia redentora del antiimperialismo y el Apra de Víctor Raúl.
Sin embargo, logramos tender un puente aligerado de fraternal entendimiento, quedando grabado en mi memoria, como uno de los mejores tesoros guardados, el recuerdo sensible de una tarde de diciembre de aquel 1979.
En un arranque de desbordante pasión, Edith me confesó admirar profundamente a Mao, su lucha, la gesta heroica de la revolución china, respetando con sinceridad mi propia admiración por Víctor Raúl.
Me confió su vena artística, escribía poemas: "compañero, a usted le gustan los poemas de Vallejo, yo tengo mi propia siembra, no se me vaya a burlar".
Entonces me leyó esta nota:
De lo alto de la montaña
al lado de una inerte piedra
al aroma de las hierbas silvestres
le pregunto:
¿Cuánto falta para que el río
aumente su caudal?
Para que tormentosamente arrase
este cruel presente.
[...]

Pregunto yo a los remolinos:
¿Por qué te diriges al sur?
¿Qué quieres arrasar?
La inequidad del pasado
posada allí.
[...]

Pero la inercia quedó atrás
encendidos están tus sentimientos.
Hierba silvestre, aroma puro
te ruego acompañarme en mi camino
serás mi bálsamo en mi tragedia
serás mi aliento en mi gloria.
Serás mi amiga
cuando crezcas
sobre mi tumba.
Allí: que la montaña me cobije
que el río me conteste
la pampa arda,
el remolino vuelva, el camino descanse
¿y la piedra?
[...]

La piedra lápida eterna será en ella
grabado,
¡todo quedará!...

¡Se emocionó, y me hizo emocionar! Nada endulza tanto el mundo como cuando dos almas entran en perfecta sinfonía alrededor de lo puro y más noble de la vida.
Edith Lagos era una chiquilla noble de alma hermosa, abrigaba grandes ideales por la vida. Los compañeros de mi promoción que la conocimos de cerca, esperábamos de ella un porvenir venturoso, con seguridad la mejor abogada en su Huamanga querida.
Pero no sé cuándo, en qué momento, por qué razón, aparecería luego involucrada y al frente de uno de los grupos que tanto terror, dolor y sangre causó en el Perú: ¡Sendero Luminoso!
Lo demás es historia conocida. Fue un tallo arrancado cruelmente en la primavera más florida de su vida.
El 2004, por razones de mi profesión, estuve yendo a litigar a la Corte Superior de Ayacucho. Entonces, por mediación de una amistad común, visité a la familia Lagos, especialmente a la hermana mayor de Edith, directora muy respetada de un prestigioso colegio de la ciudad. Y hablamos de todo esto. ¡Era la Edith estudiante que ella nunca conoció!
Antes de retornar a Lima, visité el cementerio de la ciudad. Me impactó fuertemente ver su tumba de piedra rústica y ya envuelta en leyenda. Oré al cielo por su alma: "¡Adios compañerita, descansa en paz!", y le dejé, como solitaria y leal compañera, como bálsamo de su tragedia, su flor de retama.
Yo viví el terrorismo y éste es mi testimonio.
¡Lo juro por Dios!

martes, 20 de marzo de 2018

Poetas en la arena. Antología de la poesía iqueña. Selección y presentación de César Panduro

por Jorge A Castillo

Tal vez la virtud del libro sea que este refleje el propio gusto de Panduro. Es decir, su propia estética reflejada en las 228 páginas que la conforman. Hacer la antología de una serie de poetas iqueños la extensión de su propia poética. Inmediatamente surgen preguntas. ¿De qué está hablando este tipo? ¿Cuál es ese gusto del antologador reflejado en los antologados? ¿No tienen los antologados personalidad propia? Bien, vayamos por partes. En principio, en el prólogo o presentación, no hay una idea de qué busca ni qué pretende Panduro, no sabe qué delimita o cuál es su afán de agrupar a determinados poetas que van desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, incluyéndose (de pésimo gusto) él mismo. ¿Su afán es solo juntar iqueños? Nunca queda claro porque nunca en el prólogo parece hacer referencia a qué busca. En un afán, que diríamos honesto, un antologador busca (más allá de los archisabidos tópicos geográficos, generacionales, contextuales) entre distintas poéticas algo que él intuye y que confirma (o no) con el libro. Nada de eso hay en este prólogo porque parece que nada busca, sino confirmar lo que (incluso lo más ignorantes sabíamos) es la poética iqueña: “el paisaje es el tema central de la poesía en Ica”. Eso lo dice el antologador y líneas después vemos confirmarlo en los poemas seleccionados. Más allá de eso, no hay nada. Claro sí, se comenta las variantes en torno al tocamiento de ese tema, hay desde los más bucólicos y contemplativos hasta los llenos de humor e irónicos.
Esto es muy general pues hay también excepciones interesantes. Vayamos un poco a los datos técnicos. La antología, bastante amplia en un marco de tiempo, abarca a poetas nacidos desde año 1881 hasta el año 1990. Son 109 años de poesía iqueña. De comparar edades, el primer poeta tendría 136 años y el último 28. El primero es Luis Navarro Neyra y el último Brayan Rojas Osores. Aunque parezca curioso, de algún modo se parecen: ambos tienen una vena algo preciosista en el tratamiento de sus textos. El primero inclinado más por una descripción idealizada de su terruño y el segundo por un toque mágico y surrealista de lo mismo. Uno se pregunta, después de leer este detalle, ¿en verdad se parecen o es que el antologador buscó esa orientación? Una cosa, aunque no dicha en el prólogo, está sugerida (y tal vez por eso mismo digna de sospecha), es que en Ica no ha habido una poética más allá del tema paisajista y que este ha sido el único tema que ocupó a sus poetas. Pero seamos más incisivos aún. Son 32 poetas seleccionados de casi poco más de un siglo de poesía iqueña. Para estudiarlos, los he separado en dos grupos: el primer grupo, que llamaré “los viejos huarangos” son los que tienen una marcada estética, que ya mencioné líneas arriba, paisajista, provinciana e incluso intimista; en el segundo grupo está al resto, quiero decir que son poemas que han abierto más el abanico temático y su tratamiento tienen enfoques distintos, lenguajes variados y muchos casos interesantes, el segundo grupo son marcadamente los menos, los llamaré “los nuevos huaranguitos”. Las 3/4 partes del libro están conformadas por “los viejos huarangos”. Dicho más claramente, de los 32 poetas antologados, 27 poetas son “los viejos huarangos” y 9 son “los nuevos huaranguitos”. Esta división responde también a un orden cronológico, pues así también está ordenado el libro, el primer grupo va desde Luis Navarro Neyra hasta mediados del siglo pasado con Gaby Cevasco, y el siguiente grupo comienza con Paul Guillén que publica a principios de los 2000 y termina con Brayan Rojas, el más joven de todos. A continuación comentaré muy generalmente a “los viejos huarangos”, pues su estética está ya bastante clara y explicada en el transcurso del libro; de los “nuevos huaranguitos” sí me ocuparé con mayor detalle.

Los viejos huarangos

De tratamiento preciosista, de añoranza, de paisaje con el tufo bucólico escapándose en cada verso y con un lenguaje bastante sencillo y poco cuidado en algunos casos, hay dos excepciones que superan al resto con creces: Gerardo Pérez Fuentes (Nazca, 1943) y Gaby Cevasco (Ica, 1952), poetas distintos y potentes que poseen un lenguaje más interesante, plástico y novedoso que el resto. (También podría sumarse a este grupo Antonio Maurial quien publicó Cantos Nazca, un libro interesante y raro para el habitué iqueño, no incluido en esta antología.) Gerardo Pérez Fuentes parece contarnos la fundación de una ciudad donde los hombres están ausentes y la naturaleza, que no sabemos si viva, parece enfrentarnos al renacer entre los huesos. El tiempo borrado, aunque tratado como un pasado de gesta, épico, parece actual si encontramos con lo que ya sabíamos, la muerte. La invocación a jilgueros como piedras en la arena, a viejos saurios y pterodáctilos y un viento que viene juntándolo todo como anunciando una nueva era. Son los poetas interesantes, de todos los tiempos y lugares, los que fundan una nueva vida, una nueva era, esos son los poetas a los que debemos abrazarnos para descubrirlo todo de nuevo. La feminista Gaby Cevasco no da tregua al lector, parece querer desnudarse en su canto, romper sus vestidos y ataduras (que podemos suponer son las dificultadas de ser mujer en una sociedad machista), para anunciar la procreación de un nuevo mundo. No sabemos cuál será ese lugar, pero su grito es desgarrador y violento, hacia el final del poema pierde un poco ese dolor inicial cediendo hacia a figura de la madre como la nueva gestora de sus entrañas. Diríamos que se somete un poco, cansada tal vez, de tanto grito. La mención a un vínculo sediento de los desiertos, de los reptiles, de ojos que se unían en un nuevo sexo con el universo es potente. Al final, como decíamos, le gana un poco la vertiente algo social y materna y parece buscar hacer las paces. En ambos poetas, el paisaje desértico es el impulso creador, el lugar donde se esconden misterios que se develarán como un canto ronco de la noche. No hay idealización en esos paisajes, ambos poetas son conscientes de una suerte de conflicto que los posee y parecen evadir los lugares comunes del paisaje crepuscular para concentrarse en una suerte de épica de nuevo mundo. En la literatura latinoamericana tenemos muchos ejemplos de poetas que tienen ese tono y brillo, pienso en Raúl Zurita de Chile, por ejemplo, cuando habla de los desiertos de Atacama, o en Javier Heraud y el nacimiento río abajo en una nueva constelación de vida. Tanto en Gerardo como en Gaby, su lenguaje parece más bien influenciado por un ritmo anglosajón, por la cadencia, su fluir más directo y con menor adorno que, sin dejar de ser paisajistas, escapan al lugar común del paisaje evocado como un tiempo ilusorio, idealizado por su belleza, que diluye un conflicto personal y social con la Ica de su tiempo. Por eso, toda la poesía anterior de este grupo, a excepción de estos dos poetas, me parece falsa. Si quieren bella como Bernabé Uribe o Luis Navarro Neyra, o social compasiva como Orfelinda Herrera, o telúrica como Augusto Rojas, o folklórica “inteligente” como Alberto Benavides, o irónica por momentos como Miguel Sevillano o Alberto Ormeño: todas me parecen falsas. No me conmueven. Hay casos sí ya francamente cursis como los poemas Teresa o Nada amargo puede haber de Joel Muñoz García o Estadística de César Panduro. Un detalle: al grupo de Los viejos huarangos, que son los nacidos hasta mediados del siglo pasado, he agregado a dos poetas jóvenes: César Panduro y Hugo Rodríguez Guzmán. Que aunque jóvenes, hacen una poesía como de viejitos. Siempre evocando el tiempo pasado que se perdió (¿quién no pierde cosas, personas?) lamentándose de una manera dulce (imposible) y compasiva, haciendo hincapié a referencias históricas y paisajistas que parece clavados a principios del siglo pasado. Dándole un tratamiento falso al tema, evitándolo, llamándolo sin llamarlo, lleno de floritura es romántico y predecible. Los viejos huarangos son poetas donde el tema paisajista está más claramente manifiesto y el lenguaje parece en funcional a ello. Con las excepciones que mencioné, incluso José Hidalgo es interesante por momentos, son poetas que han envejecido rápidamente y no parecen tener relevancia en un panorama mayor.

Los nuevos huaranguitos

Con este grupo seré aún más exigente, pues ellos pertenecen a mi generación, por lo tanto somos coetáneos y podemos tratarnos de igual a igual. En principio, quisiera acotar algunas cositas. La primera: ¿por qué hay un hueco en las generaciones del 60, 70 y 80? Hay algunos poetas que se filtran tímidamente pero ninguno más. El poeta Jesús Cabel, por ejemplo, aparece con poemas de su libro Cuarto Austral, aunque estos poemas fueron escritos en Tacna (¿?). La segunda: ¿por qué no está el poeta kloaka Domingo de Ramos si es iqueño y genial? La tercera: ¿por qué los no hay poetas millenials en Ica?
Bien, Los nuevos huaranguitos comienzan con Paul Guillén que publica hacia principios de la década pasada. Paul Guillén está más relacionado a Lima, incluso al extranjero (vive en EE.UU.) que a Ica. La poesía de Guillén ha cambiado mucho en estos tiempos. Su estética se ha vuelvo más mutante, menos horazeriana (recientemente dirige el sello editorial en Lima, Perro de ambiente, que publica libros objeto) Es un acierto que se haya incluido a Paul en este libro. Navale Quiroz es quizá la poeta joven más reconocida. He leído Nohombre con sorpresa y cuidado. Pero, más aún, recientemente le escuché leer unos poemas que llamó tentativamente “Crónicas del desierto”, un grupo largo de poemas en la que hay un redescubriendo del desierto a partir de un yo frágil y curioso. Este característica va a estar presente en sus anteriores poemas, cuestionándose la corporalidad de quien la habita, un cuerpo inasible, de algún modo es una evasión, ese no habitarse se resuelven con un manejo adecuado de versos cortos, casi a modo de preguntas, que la naturaleza parece acompañar al ritmo y a  cierta búsqueda de un quantum de paz y tranquilidad. Esta poética, diría yo, es evolucionada en “Crónicas del desierto” donde hay imprecaciones, preguntas a un infinito, a animales prehistóricos, a habitantes de otros mundos, a descubrir lo que bajo el manto de arena tiene para nosotros. Estos últimos poemas me conmovieron y espero que esa línea se amplifique. Creo que hay cierta búsqueda de preciosismo y su relación con la madre tierra, la serranía, juegan un poco en contra de Navale, pues tal vez esa tara, no infrecuente entre los poetas, localistas, reduce una mayor amplitud de su voz. Otro poeta incluido en este apartado es Helmut Jerí. También novelista, poeta antologado en distintos medios, su bibliografía es amplia y copiosa, pero esto no se traduce en su poesía: plagada de lugares comunes. Aunque trate el amor con ironía, cierto humor y desvelo, es el fondo una idealización del mismo. Falsa. Me pregunto, ¿hasta cuándo vamos a escribir sobre la mujer como alguien especial, “incomprensible” y mientras el hombre es el bruto amoroso? Esa ironía cisnerosiana no cumple su cometido, pues normalmente queda en la anécdota. El truco aquí es tener una mirada original pues sino queda en el mero chiste. Un chiste, lo peor, que no da risa. Esa tendencia cisnerosiana ha sido harto explotada por nuestros poetas ya hace varias décadas. Es harto complicado, me parece, porque requiere una mirada novedosa de un fenómeno nada novedoso (el amor, los afectos, las relaciones sociales). En ese sentido, se parece a William Siguas, incluido también en esta antología. Con mayor fortuna, Wiliam ha optado por este camino cayendo en menos vicios de facilidad y utilitarismo. Siendo menos narrativo, ha preferido reírse un poco de él mismo, de su Comatrana y su advenimiento como alguien solo y curioso que la fortuna le parece esquiva. Sazona sus versos con algunos entreparéntesis para darle otra extensión semántica. En el mismo sentido que Helmut, me parece que su propuesta se agota en sí misma. La voz que parece cuestionarse sobre sus azahares parecen relatos de fracasos que ya hemos leído en otras partes. Otra poeta de esta antología es Andrea Castillo que tiene textos como tentativas a algo mayor que no se nota. No tiene libro editado aún, sino que ha publicado en distintas antologías y participado en recitales. Lo interesante es que parece que los versos de Andrea lanzan preguntas al aire, unos cuestionamientos que parecen no tener respuesta y donde creo que podría desarrollarlos, parece que más bien se frena un poco. Las preguntas son sobre la soledad o el tiempo desde una fragilidad recurrente. Estamos a la espera de su libro para tener una opinión más formada. José de la Roca es otro de los poetas seleccionados. Premiado por su libro La casa de la Roca, ha sido reconocido como un poeta arriesgado, como un “experimentador del lenguaje”. Es nuestro “Hinostroza” iqueño. Temo decir que tales adjetivos son solo un alegre síntoma de nuestro provincialismo. El problema con De la Roca es la impostura. Sus imágenes y su tratamiento están vacíos de contenido. No le creo. Su libro es una construcción arquitectónica con ladrillos de papel. Parece un yuppie intelectual con botas de cuero en un charco de la Achirana. Su poemario parece iniciarse en una búsqueda sincera de una pro totalidad, pero fracasa cuando se entretiene en jueguitos del lenguaje y en una retórica disimuladamente pomposa. Es ambicioso pero le falta honestidad. Tiene recursos técnicos pero que los exhibe como quien se pavonea a la salida de shopping. Todo eso creo le resta furor y nervio a su poemario. Aun así, y con sus pesquisas griegas, parece el poeta más atrevido de todos, y eso me parece un mérito. Creo que la poesía por la destreza es solo un exhibicionismo ingrato. La sensibilidad serrana del poeta Santos Morales Aroní está expresada con el poema Panicha que, sin embargo, no le hace justicia a un poeta cuyo mayor mérito es tener la fuerza vibrante y sensible de los andes en sus versos. Ha publicado Flor de lluvia y está compuesta de poemas, algunos breves, donde transita ese lado de fina sensibilidad andina. En ese sentido, comparte con Navale Quiroz esa estética. Siempre he pensado que la sensibilidad serrana es muy particular y que para abordarla se requiere, además de tener al quechua como lengua materna, un contacto especial con la naturaleza. Eso nos podemos dar cuenta desde José María Arguedas. Santos habla de su pueblo que aborda con varios tópicos bastante conocidos, el picaflor, el sol, el jilguero, la familia, los cerros, la nostalgia, los besos perdidos, los ríos, pero luego se despercude rápidamente para dar paso a una voz que ya no reclama (como es bastante usual) un lugar perdido sino lo recorre de otro modo, con una dicción distinta, con repeticiones como pausas. Santos insistirá esto en Urancancha, versos sobre su terruño natal que tienen una perspectiva mayor, en la que hablan el abuelo, de un gallo loco, de los sueños, un perro, las plantas, en suma un coro andino retumbando su corazón. Tengo fe que Santos dará mucho más de lo que ha publicado. Tergiverso es el libro de la poeta Marilia Navarro, quien es además una locuaz activista por los derechos LGTB. Sus textos son como breves reflexiones sobre su identidad sexual, una identidad por momentos dudosa y deseosa de respuestas, y por otro lado más afirmativa y segura de que debe serse fiel a sí misma. Hace un ajuste de cuentas con la sociedad, la familia, la religión, la sexualidad. La literatura homosexual tiene una pequeña pero fuerte representación en nuestros medios donde cada vez las minorías sexuales van ganando espacios con justo derecho. En particular, la literatura lesbiana tiene una copiosa antología hecha por Melisa Ghezzi, Voces para Lilith. La misma poeta ha publicado Matrimonio igualitario un libro que, según críticas leídas en web, parece interesante. Un libro en esta misma línea y sumamente potente por su lenguaje festivo, trágico y vehemente es MVXO Música para monstruos de Rafael García Godos, aparecido también el año pasado. El problema con los textos de Marilia es que se quedan en un tono muy secreto, intimista, su reflexión es básica y demasiada localista pues la fuerza de sus reflexiones parece confesiones de bidé (aunque Charly García estaría contento con esta última frase). El último poeta del libro es Brayan Rojas quien ha publicado varias plaquetas financiados por él mismo. Brayan es un poeta de versos breves, de vertiente paciana, que parece buscar una instante fugaz de belleza y contemplación. La referencia a colores (azul, amarillo), a la naturaleza, al amor como fin mismo, a lo fugaz es algo recurrente en sus poemas. Hacer poemas como los que pretende Brayan es sumamente difícil pues atrapar esa belleza de la fugacidad en unas cuantos versos parece una empresa difícil porque a veces se suele caer en lugares comunes, como en ocasiones le sucede. Por eso, Rilke justamente recomendaba evitar esos “grandes temas”. Brayan, en un contexto como el actual, es un poeta raro que parece que busca, como un guerrero solitario, su propio camino, estableciendo su bushido personal como un buen samurái. Considerado una joven promesa iqueña, esperamos pronto su libro.
Estos son los poetas que conforman el libro Poetas en la arena. Como resumiendo, y dije anteriormente, este libro parece un libro hecho a medida de su antologador, en sus diferencias todos parecen tener una misma vena. Cierta romantización del amor, su idealización como si fuera un sentimiento de principios del siglo pasado, y no actual, con todos sus desbocamientos y tratamientos más radicales y descreídos (las mismas feministas hace mucho cuestionan la idea de amor romántico). En la misma línea, el paisaje iqueño es un marco postal que sostiene esas reflexiones, contemplativa y bucólica, que no se condice con una ciudad como Ica, que siendo tan pequeña tiene dos centros comerciales y que en semanas como esta (el Festival de la Vendimia) los iqueños se embuten de pisco y el amor vibra demoliendo hoteles. En su búsqueda de imágenes sencillas, Panduro ha caído en vicios pasados de moda, ha reducido la posibilidad del conflicto y complejidad de la poesía en una apuesta por lo más acartonado y falso. No dudo que Panduro sea un buen lector y conozca bien la poesía iqueña, sino que ha preferido una lectura ombliguista. Creo que se han dejado otros temas fuera del radar del antologador y que puede ser tan creativos, vigentes y necesarios. Así como el norte tienen a los Mochica y Chimú, nosotros, en el sur, somos privilegiados porque tenemos a dos de las culturas más importantes de la costa peruana, los Nazca y Paracas. Ambas culturas de una riqueza visual y poética que inspiraron tanto a Eielson, por ejemplo. Como las Líneas de Nazca que están explicadas en interesantes libros como Ica, señales al cielo, o cómo esta misma ciudad es, como pocas ciudades del Perú, un centro energético para fenómenos como los avistamientos ovni o contactados o toda la evidencia de arqueología prohibida que está señalado en A los 33, ambos libros del investigador Álex Sénder. Asimismo, Javier Cabrera Darquea ha estudiado en El mensaje de las piedras grabadas de Ica los petroglifos como un lenguaje alienígena, proponiendo una reinterpretación de la historia de las especies como una visión delirante, creativa y muy informada. También, aunque más tangencialmente, en el Enigma de los 9 dedosRodolfo Chalco ha estudiado este fenómeno desarrollado en la región. En suma, Ica es una tierra de misterios, rica y compleja por donde se la mire que ha tenido desde hace siglos un mensaje distinto para la humanidad que no hemos podido decodificar con exactitud, además de culturas prehispánicas ricas en manifestaciones culturales que se cultivaron mirando los andes por el comercio y por el lado del mar, la rica fauna marina, plasmada en magníficos telares. Esto es un nuevo lenguaje, lo han planteado algunos investigadores. Los enigmáticos desiertos y sus geoglifos son un tema por investigar. Y como estos son tiempos de interconexión, e Ica no está aislada del resto, pues hay una variedad de temas que son obviados y que deberíamos también explotar: la virtualidad, los microfacismos, las relaciones de género, las redes de sobreinformación, la basura informativa, las nuevos mecanismos de control, la decadencia de nuestra clase política, la poshistoria, el post posmodernismo, los nuevos lenguajes de las redes y la tecnología, y, sin ir más lejos, la ciudad de Ica está plagada de corrupción, ineficacia y mediocridad, con basura en sus calles y conservadurismo en sus gentes que me parece que los poetas se cierran a eso y prefieren seguir con su llanto. ¿Por qué no poetizar esto que se mueve frente a nuestros ojos?
En el año 1825, el iqueño Domingo Elías volvía de España donde estudia negocios como su padre. Criollo, hijo de españoles, había desarrollado un instinto para los negocios y retornaba al Perú, ya libre e independiente, a ponerlos en práctica y seguir su camino. Era ambicioso, pero honesto, según parece sugerir Alfonso Quiroz en su libro Historia de la corrupción en el Perú, un libro muy mencionado en estos días donde la corrupción parece poblarlo todo. El libro está dividido en capítulos que analizan las formas de corrupción y sus vicios que van desde mediados del virreinato hasta los 2000. Cada capítulo desarrolla una etapa de la historia y en cada etapa hay un héroe que lucha contra la corrupción naturalizada. En la etapa que va de 1821 a 1859, nuestro héroe es Domingo Elías. Es joven, impetuoso y es iqueño. ¿Raro no les parece? Quiero decir, para quienes lean este libro, se darán cuenta de que la corrupción en la vida social y política está insertada hasta el tuétano. Es normal corromper y ser corrompido. Es lo habitual, todos lo hacen. Pero no Domingo Elías, quien importaba telas de España, le pedían coimas para hacer el desembarco en el puerto del Callao. Se peleó con medio mundo. Decidió mudarse al puerto de Pisco y desde ahí hacer continuar con su empresa. Ahí inició su lucha contra la corrupción. ¿A dónde quiero llegar con todo esto? Lo que quiero decir es que no es cierto que todos somos así. Que en nosotros también puede habitar un Domingo Elías que haga las cosas distintas. Lo mismo con la poesía. ¿Por qué debemos seguir escribiendo así, si somos jóvenes y son otras nuestras ambiciones, otro nuestro tiempo, otra nuestras contradicciones? La poesía es joven no cuando la practican jóvenes de edad, sino de espíritu. No es que tengamos que idealizar lo joven (muchos vicios también se cometen aquí) sino la de la conflictuar nuestro tiempo y abrir nuestros sentidos al ojo del mundo.

lunes, 1 de enero de 2018

El origen de la palabra Ica

El origen de la palabra  ICA

                Etimología: Ica proviene de dos vocablos collas, también conocidos como aymaras. Don José de la Riva Agüero, los menciona  como los conquistadores de los Tiahuanacos. Dichos vocablos son: KHULLU, que significa (cosas redondas) y LLIKA (Transparente).
Expansión Tiahuanaco
 Tomo como referencia al II Congreso de Historia del Perú, realizado en el año 1958, en el cual se aprueba el Cuadro Cultural de la Pre- Historia Peruana. El esquema lo muestra Alejandro Pezzia Assereto, en su libro “Ica y el Perú Precolombino” Pág. 284. En la columna de la izquierda está escrita la terminología Tempo- Espacial, dividiendo la Pre-Historia Andina en cuatro períodos y tres Horizontes Culturales, con sus edades correspondientes, registrados con el método del Carbono Catorce. En el Horizonte Medio (900-1,200 DC) los destacados arqueólogos nacionales y extranjeros, denominan a éste tiempo con el nombre de Gran Fusión, caracterizado por la expansión de la Cultura Tiahuanaco.
Primer vocablo
 En Ica los arqueólogos Sawyer, Wallace y Menzel, hallaron gran cantidad de cerámicos, textiles y variedad de plantas domesticadas de los tiempos de la Cultura Paracas, Nasca y las influencias Tiahuanacoides. Ingresando al Horizonte Tardío los pobladores de los desiertos costeños; para contrarrestar la escasez de agua, utilizaron el sistema original de las “hoyas de cultivo”. Según los cronistas Bernabé Cobo y Garcilaso de la Vega, fueron practicados en los desiertos de Atico, Atiquipa, Mala, Chilca y Villacurí (situado en la Región Ica entre los valles de Ica y Pisco). Toda la pampa tuvo más de trescientas hoyas de cultivo, los antiguos iqueños sembraban maíz, camote, pallares, calabazas y otras plantas precolombinas, que sirvieron para el sustento en la época del Imperio del Tahuantinsuyo. Ahora voy al punto, las hoyas se caracterizaban especialmente por tener contornos irregulares. KHULLU (redondo). Pezzia Assereto en la Pág. 273 del libro citado señala: “En el período Colonial el sistema de hoyas de cultivo fueron modificadas en especial sus contornos que tomaron la forma rectangular”. Fueron más de trescientas las hoyas a lo largo de la pampa de Villacurí. Aprovecharon la humedad del subsuelo, que se encontraba en pleno desierto entre 2  a 4 metros de la superficie, por eso sembraban en hoyas, para aprovechar la humedad.
Segunda palabra
No solamente las hoyas eran redondas sino también las lagunas de Ica, muchos historiadores señalan que existieron más de diez. Ica era una ciudad donde el agua brotaba por todo su cuerpo. Es más uno de los Dioses naturales de los Incas era el mar o Mamacocha, diosa “madre de los lagos o del agua”. En el diccionario consultado y puesto a la vista de un lingüista. La palabra LLIKA, es un adjetivo, por lo tanto califica al sustantivo agua. No se decía Yaku (agua), se nombraba al líquido elemento por su transparencia. Es de suponer que las aguas de las lagunas de aquel entonces eran diáfanas, muy claras. Existen coincidencias con los estudios del Doctor José Sebastián Barranca, él extrajo la Raíz “IK” del quechua cusco Collao hablado en Ica, cuyo significado corresponde a “pozo, laguna”.
Procedencia de los vocablos
Los estudios de Cornelio Quijandria, daban una aproximación en torno al origen de la palabra Ika, manifestando el investigador que provenía de “ananica”. Esto está escrito en su libro “Origen y fundación del Colegio e Iglesia de San Luis Gonzaga de los Jesuitas de Ica”. Menciona también el Acta de entrega en Encomienda del Valle alto de Ica, que Pizarro por Cédula del 10 de agosto de 1534, mandó depositar en Juan de Barrios a los Caciques de indios Yungas Coyoculica  y Xapana. Aquí debo resaltar la pista trazada por Don Cornelio, es muy buena, nótese las tres letras finales de los Caciques. A finales del 2,010, me convencí que estos nombres llevados al estudio lingüístico podrían dar nuevas luces al estudio de la palabra Ica, porque era algo real que encontraron los españoles y que los nombres de los Caciques figuran en el primer libro de Cabildo de la Ciudad de Lima, de la que fue su primer alcalde Don Nicolás de Ribera, el viejo. KHULLULLIKA, leído al revés y al derecho nos traía una gran sorpresa. Otro vocablo que también se acerca y tiene relación con Ica es: K´ULLU, sustantivo. Madera, raíz gruesa. Julio E. Sánchez Elías, nos da una referencia en su libro “Cuatro Siglos de Historia Iqueña” nos dice: “Valle de clima Cálido, con tierras de exuberante fertilidad, lleno de recursos alimenticios, estaba cubierto, en gran parte, por HUARANGOS y árboles frutales a cuya sombra y orillas de las acequias vivían los yungas”. Termino acotando que Xapana , nombre con que figura el otro Cacique fue escrito por su sonido fonológico HANAQ. Adv. l., p. us. Arriba o cielo, ejemplo: Hanaq pacha. Cielo (paraíso terrenal) y ANA. s. Lunar, algo que se diferenciaba de los demás tablazos de la costa, un valle en medio del desierto (único). Al igual que el anterior vocablo, fueron redactados por los españoles en Castellano, escuchando los nombres de los Caciques en quechua.
Conclusiones
Ica significa: “Lagunas transparentes”. Único paraíso terrenal, tierra de Huarangos.


                                              Lic. Juan Ladislao Ramírez Chacaltana

martes, 26 de diciembre de 2017

Carta de Navidad del P. Francisco Fritsch, Premio Nacional de Derechos Humanos del Perú 2006

martes, 19 de diciembre de 2006
Carta de Navidad del P. Francisco Fritsch, Premio Nacional de Derechos Humanos del Perú 2006
Sur andino, Navidad 2006

Wauqueypanaykuna,
Queridos amigos,
En estas fiestas navideñas, quisiera animarles a seguir fieles a Jesús Liberador y a la Iglesia Pueblo de Dios. Muchos de Ustedes saben lo que me pasó: la expulsión de la prelatura de Ayaviri por el nuevo Obispo de Sodalicio. El rompió mi contrato de misión pastoral “Fidei Donum” de 5 años de manera autoritaria y unilateral, sin tomar en cuenta los otros tres signatarios: mi obispo de Estrasburgo, el CEFAL (Comité Episcopal Francia América Latina) y el interesado. ¿Por qué? -Porque dije en público que el pueblo cristiano quechua, después de 500 años de evangelización, merecía tener un obispo quechua.
El concilio Vaticano II reconoce a los cristianos el derecho a la libertad de expresión: “Debe reconocerse a los fieles, tanto clérigos como laicos, la justa libertad de investigación, de pensamiento y de hacer conocer humilde y valerosamente su manera de ver...” Pero sabemos que a los nuevos obispos que llegan al sur andino no les gusta mucho el concilio Vaticano II: Ellos piensan poseer la verdad y quieren imponerla a los demás. Se creen los dueños y los salvadores de la Iglesia. Esperemos que no sean sus sepultureros. ¿Y nosotros seremos la nueva Iglesia del silencio?
Hace 33 años, el general Pinochet me expulsó de Chile. La orden de expulsión decía:”Es expulsado del país por atentar contra la seguridad del Estado”. Y ahora estoy expulsado de la prelatura de Ayaviri por el obispo. ¿ por atentar contra la seguridad o la unidad de la Iglesia? Por el momento, son más bien los nuevos obispos del sur andino que atentan contra la unidad de la Iglesia porque no respetan las opciones ni el trabajo pastoral de 90% de los responsables de pastoral que trabajan aquí desde hace muchos años. Me acuerdo las palabras que he leído en los muros de las cárceles chilenas: “Pueden cortar todas las flores pero no pueden impedir que vuelva la primavera”:
¿Qué nos reprochan estos nuevos señores de la Iglesia , que no son “Misseñores”? De hacer política en vez de evangelizar, de“ideologizar”en vez de pastorear, en una palabra de ser subversivos. Somos y queremos ser subversivos, en el sentido etimológico de la palabra: queremos cambiar las cosas desde abajo. Si Jesús no hubiera sido subversivo en ese sentido – los sumos sacerdotes le acusaron de sublevar al pueblo – hubiera muerto de viejo en una cama. La subversión es necesaria en la Iglesia como en la sociedad. Pedro Casaldaliga contestó a los cardenales Ratzinger y Gandin que le reprocharon de “revolucionar la Iglesia ”: “Si, hay que revolucionar permanentemente nuestra vida personal por la conversión. Hay que revolucionar permanentemente la sociedad cualquier sea el sistema o el régimen. Hay que revolucionar constantemente la Iglesia para que sea siempre más evangélica”. Si la palabra “revolución” les asusta o les parece pasada de moda, pueden remplazarla por “cambio”.
La Iglesia o más bien algunos miembros de la jerarquía me hacen sufrir: La Iglesia me duele. En ese caso, mi primer reflejo es recentrarme, volver a lo Esencial: El que es Primero: Jesucristo que me dice:”Amen a sus enemigos.” No nos dice que no tengamos enemigos porque es imposible no tenerlos si defendemos la gente del pueblo. Cuesta caro si uno quiere ser libre y quiere ayudar a la gente a liberarse y a vivir de pie. Mi segundo reflejo es relativisar. La Iglesia es segundaria o más bien segunda. Ella está al servicio del Reino de Dios, de la Justicia y de la Fraternidad entre los hombres. La Iglesia está fundada por Jesús para servir y no para dominar a los hombres. La Iglesia no es un cuartel ni un wawahuasi, un jardín de niños para adultos, pero una comunidad de hermanas y hermanos libres y responsables.
Otra Iglesia, o más bien esta Iglesia otra es posible y no solo posible, deseable, virtual, sino ella es también real y presente. La mayoría de los cristianos viven y creen en ella. En la Iglesia hay que respetar “el derecho a la diferencia, el derecho a la libertad de cada uno, el derecho a la democracia. La Iglesia debe ser la Voz de los sin-voces, la Iglesia de los excluidos no de la exclusión”: (Mons. Gaillot) Hasta ahora estuve feliz y orgulloso de pertenecer a la Iglesia en América Latina y sigo siéndolo. Tenía la gran suerte de vivir la extraordinaria apertura de la Iglesia al mundo querida por el concilio Vaticano II y su aplicación en América Latina con la teología y la pastoral de la liberación: “Doy gracias a Dios que me ha mandado servir a su querido pueblo y doy gracias a ustedes todos que me han acogido como a un hermano. En medio de Ustedes, de su pueblo y de su Iglesia, estuve feliz y me sentía en casa”. Así empecé mi homilía en las misas de acción de gracias y de solidaridad celebradas en Antauta y en la catedral de Ayaviri. En esta ocasión recibí de parte de responsables pastorales, laicas, laicos, religiosas y sacerdotes, muchos testimonios de solidaridad y de amistad. Gracias a todos.
De veras no me di cuenta que tanta gente del pueblo me estima y me quiere tanto. Mons. Francisco d’Alteroche, mi amigo y anterior obispo, declaró en este día a una televisión local”: Vivimos hoy un día de alegría y al mismo tiempo un día de tristeza; alegría por ver y reconocer todo lo que el padre Francisco ha sembrado durante 33 años en la prelatura de Ayaviri y en el sur andino. Día de tristeza también porque le vemos salir de Ayaviri sin que el mismo lo haya querido. Esta decisión viene de arriba y tenemos mucha dificultad en comprenderla”.
Ahora, ¿qué voy hacer? No lo sé todavía. Pero sé lo que quiero: seguir sirviendo a mis hermanos, los pobres, en Iglesia. ¿Dónde?¿Cuándo?¿Cómo? Emmanuel – Dios con nosotros -, su Espíritu, mis amigos y mi conciencia me abrirán un camino ...
Feliz Navidad. Francisco,

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