domingo, 2 de noviembre de 2014

EVO MORALES Y SUS SECRETOS POLÍTICOS

              


                                                                      
                                                                                   Por: Róger Rumrrill  

A más de 4800 metros sobre el nivel del mar en la cárcel de Tiquina en el lago Titicaca hacía un frío polar. Una veintena de presos —entre ellos Evo Morales— nos apretujábamos para darnos un poquito de calentura.

Evo Morales Ayma, el máximo líder de las seis Federaciones de Cocaleros del Trópico del Chapare y Cochabamba, dormitaba con la cabeza hundida entre las piernas. Uno de los marinos se acercó a nuestro grupo y casi en secreto, susurró:
—Evo, Evo, te quieren matar. Pero nosotros te vamos a proteger.
Evo Morales levantó la cabeza y miró soñoliento al militar a tiempo que éste repetía:
—Te vamos a salvar. Pero eso sí no te olvides de nosotros cuando seas presidente.
Era la madrugada del 18 de abril de 1996. Dos días antes, el 16, se había instalado bajo la presidencia del dirigente cocalero peruano Genaro Ccahuana el congreso internacional de productores de hoja de coca en el hotel “Ambassador” en el balneario boliviano de Copacabana. El día 17 llegó Evo Morales procedente de Santa Cruz y pocas horas después, en un espectacular operativo militar, cercaron el hotel, nos apresaron y en tres camiones portatropas nos condujeron hacia la cordillera.
El convoy militar, luego de avanzar varios kilómetros, salió de la carretera y se desplazó por colinas y cerros y se detuvo. El contralmirante “Nano”, el jefe del operativo, se bajó de su jeep y con su teléfono inalámbrico se puso a discutir con un interlocutor invisible. Un poco más tarde supe, por su propia versión, que estaba recibiendo la orden de no matarnos.
Mientras me interrogaba en Tiquina, me preguntó:
—A Ud. le observo que anota todo en un cuaderno. ¿Por qué?
—Porque soy periodista y todo lo que está ocurriendo se sabrá muy pronto-, le respondí.
—Bueno, un periodista les salvó la vida-, dijo con un tono de perdonavidas.
En efecto, en el momento en que la tropa asaltaba el hotel “Ambassador” y apresaba a Evo Morales y al grupo que lo acompañaba, el corresponsal de la BBC de Londres se paseaba por Copacabana y al ver el operativo comenzó a indagar sobre la operación militar. Supo que entre los detenidos estaba Evo Morales Ayma, declarado ya “enemigo público número uno de Bolivia” porque se negaba a aceptar la erradicación de la hoja de coca, una condición irrevocable que había puesto Estados Unidos a cambio de prestar algunos millones de dólares al gobierno de Sánchez de Lozada para equilibrar la precaria balanza de pagos.
El periodista de la BBC, desde una cabina pública, informó a su central en Londres sobre la detención de Evo Morales y segundos después era noticia mundial. “No los maten porque ya todo el mundo sabe que ustedes los llevaron vivos”, fue la orden que recibió “Nano”.
EL SECRETO DE SU PODER
Testigo de su carisma, de su intuición política y de su popularidad en el Chapare y Cochabamba y en una travesía por la Unión Europea para explicar que la coca no es cocaína, en reuniones en Montreal, París, La Paz, Lima, me he preguntado donde reside el secreto del poder de Evo Morales Ayma, el secreto de su poder político que lo han convertido a él y a su gestión gubernamental, de acuerdo a los analistas políticos internacionales, como el autor del mayor y más profundo parteaguas e inflexión en la historia de Bolivia. 
Para saberlo, he interrogado y consultado en mis viajes con él por América Latina y Europa y sobre todo en Bolivia a sus amigos y adversarios, políticos, empresarios, periodistas, intelectuales, líderes cocaleros e indígenas del Isiboro-Sécure.
La respuesta ha sido unánime: es un hombre tan honrado que si le cuelgan de los pies no le cae nada.
Además, nunca se ha alejado y se ha desligado de sus bases.
Los cocaleros han sido, son y serán su soporte político fundamental. Un ejemplo de ello es que en el XI Congreso Ordinario de la Coordinadora de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba, de julio de 2012, fue reelegido como el líder de los productores cocaleros del Chapare y Cochabamba.
CONSTRUCTOR DE PODER
Evo Morales Ayma, nacido en Orinoca el 26 de octubre de 1959, es un constructor de poder político. Recuerdo muy bien su estrategia formulada en las reuniones con sus bases. Vamos a construir poder. Primero, convenceremos a los bolivianos sobre la legitimidad de nuestra causa: la defensa de la hoja de coca. El segundo paso será ganar las municipalidades de todas las regiones cocaleras de Bolivia; el tercer paso será el Congreso y el cuarto ganar el gobierno para la conquista del poder.
El proceso de construcción de poder se inició a principios de los noventas durante el gobierno de Hugo Banzer: miles de cocaleros marchaban a lo largo de 600 kilómetros desde Cochabamba hasta La Paz, recibiendo la solidaridad de los bolivianos. Cuando esta fase se agotó, participaron y ganaron las elecciones municipales en todas las regiones cocaleras. En 1997, para pasar a la tercera etapa de esta proceso de construcción de poder, la Confederación de Trabajadores del Trópico de Cochabamba se fusionó con el Movimiento al Socialismo (MAS).
Las condiciones ya estaban dadas para transitar a la siguiente fase. El 2002 se produjo el primer intento de llegar al gobierno. Pero las elecciones fueron ganadas por el Gonzalo Sánchez de Lozada. Sin embargo, el MAS obtuvo 27 diputados y 8 senadores. A partir del 2003, 2004 y 2005 las luchas sociales obligaron a renunciar primero a Gonzalo Sánchez de Lozada y luego a su sucesor Carlos Mesa Gisbert. La vieja oligarquía boliviana y su aparato político se derrumbó: el terreno estaba preparado para el triunfo de Evo Morales Ayma en las elecciones del 2005 y su asunción al poder el 22 de enero del 2006.
En un momento de la celebración, le dije: “Hemos llegado al poder”. Me miró fijamente y me dijo con firmeza:
—Sólo hemos ganado el gobierno. El poder lo tienen los grupos nacionales e internacionales que siempre han mandado en Bolivia. Pero vamos a ganar y conquistar el poder. 
(Artículo publicado en Diario UNO, el 2 de noviembre de 2014)

sábado, 1 de noviembre de 2014

HABITACIÓN




Los cuatro puntos cardinales de mi cuarto
apuntan a la tristeza.
Las losetas guardan huellas lejanas.
La cortina se come al sol diariamente
y mi ventana es un telescopio.
No hay cunas,ni fotos,ni juguetes
que recuerdan alguna inocencia.
Las letras me vigilan desde sus casas de papel
Mi ropa duerme en la cómoda
hay voces sin cuerpo.
La foto de papá se perdió.
En mi cuarto hay una almohada que conoce
todos mis gestos,
una colcha que me roza
y unas sandalias debajo de la cama
esperándome para huir.


César Panduro Astorga ( Ica - 1980)

No te enamores

Mujer que lee....


No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe…
No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca.
No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las injusticias. Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.
No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente.
No quieras enamorarte de una mujer así.
Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMAS se regresa


                                  Martha Rivera (República Dominicana)

jueves, 30 de octubre de 2014

TESTIMONIO de Víctor Gutiérrez Ramírez, encargado de sepultar los restos de detenidos y desaparecidos (CHILE)


Casi al atardecer del 19 de octubre de 1973, el grupo de soldados baja con displicencia los 26 cadáveres de un camión. Cerca de ahí, detrás de los cerros, está la carretera que une Calama con San Pedro de Atacama. Víctor Gutiérrez Ramírez, 19 años, cabo del Ejército y hombre de confianza del teniente Contreras, bebe un sorbo de pisco puro que le fue entregado para darse valor. Tras esto, se echa un cuerpo a la espalda y camina lento, casi zigzagueando. Los fluidos que expele el fallecido le hacen apurar el paso. La fosa que ya está dispuesta es de un metro 80 de profundidad y de una dimensión comparable a un jacuzzi. Apila el cuerpo, que minutos antes fuera acribillado por fusiles Sig, y respira.
 Repite la acción un par de veces. Minutos más tarde sube al camión militar para perderse en el desierto. Han pasado casi 40 años de este hecho. Hoy, Víctor Gutiérrez, 58 años, quien mantiene la profesión de docente de francés, casado y cuatro hijos, decidió revelar ese período de su vida.
Estamos en una playa en el sector sur de Antofagasta. Con la mirada puesta en el mar reconoce no estar arrepentido, pues para arrepentirse está el segundo antes de cometer el hecho. “El daño ya está”, afirma. Si bien entregó su testimonio a la Comisión de Derechos Humanos a finales de la década de 1980 e incluso acompañó a los abogados al lugar de la fosa, Gutiérrez nunca contó esto con su nombre y apellido. “No se puede justificar lo injustificable. No puedo esperar comprensión por las condiciones en que quedaron”, dice.
Un ejército de locos
Gutiérrez Ramírez se enroló al ejército en 1972. Hizo su servicio militar en el Regimiento de Calama y se especializó en morteros. A pesar de las aparentes lealtades de los generales de entonces, hacia el gobierno de Salvador Allende; Gutiérrez recuerda que dentro de la milicia se podía evidenciar el futuro. Había un concientización a los soldados de que en algún momento, ellos salvarían al país. Recuerda que la paranoia era resumible en los cigarrillos Monza. Al invertir la palabra quedaba como “Z Now”, o sea (traducción al inglés) “Plan Z ahora”.
El denominado Plan Z era un supuesto autogolpe de Allende. “Eso nos decían en el ejército”.
“Lo primero que me dijeron es que estábamos en guerra. Todos los días, durante la mañana, había una arenga patriótica donde se nos decía que éramos los salvadores de Chile, los guardianes del país; fue comparable al nazismo hitleriano. Nuestro uniforme nos daba superioridad. Los milicos estábamos de moda. En adelante, todos nos sentimos como Rambo. Fui Rambo.”
El protagonista de esta historia se hizo de confianza del teniente Contreras. Durante la mañana del 19 octubre de 1973, Contreras buscó cuatro personas de su confianza. En Calama ya habían aterrizado los helicópteros de la célebre “Caravana del muerte”, con Sergio Arellano Stark a la cabeza. los Excesos El general Arellano viaja a la mina de Chuquicamata.
Quienes vienen con Arellano permanecen en el regimiento y abren el juicio, “que nunca fue un juicio pues a los prisioneros se les leyeron los cargos, que en la mayoría de las veces eran inventados, y sin derecho a defensa, se les condena a la muerte”. Los prisioneros son llevados en un camión para ser fusilados en algún punto del desierto. Gutiérrez, quien no participa en la matanza, dice que eran alrededor de las 17 horas.
Gutiérrez reconstruye las ejecuciones según relatos que conoció después:
“Algunos prisioneros fueron acribillados en ráfaga de 20 tiros por fusil; en consecuencia sus cuerpos quedaron prácticamente destrozados. A uno de los prisioneros le dispararon en el bajo vientre y su cuerpo se vino hacia adelante; sin embargo a puras ráfagas lo levantaron hacia atrás. Todos los cuerpos soltaron los esfínteres. Fue deplorable lo que hicieron con ellos”.
Los excesos continúan antes de ser enterrados en la fosa. Esto vio Gutiérrez:
“Algunos soldados estaban nerviosos. Cuando fueron acomodados los cuerpos, alguien vio que uno de estos pareció moverse. Debimos tranquilizarlo antes que le disparara”.
El acto más infame lo comete un cabo de apellido Concha:
“Con su corvo le cortó el dedo anular a algunos cadáveres para extraerle el anillo de matrimonio. Mientras cortaba, el cabo decía: este oro servirá para la reconstrucción nacional”, dice Gutiérrez.
-¿Se ha encontrado hoy con alguno de sus compañeros?-
-He visto a dos, pero nadie saluda ni siquiera mira. Uno de estos maneja un taxi en Antofagasta. Otros continuaron en el ejército.
-¿Hay un pacto de silencio?-
-En ese momento nuestros superiores nos recalcaron que no debíamos contarle ni a la familia de lo que sucedió ese día; a nadie. A la vez, había un temor tácito pues quienes hablaban podían correr la misma suerte de los prisioneros. Deshumanización La vorágine de aquellos días, genera una deshumanización entre los soldados, que Gutiérrez, intenta explicar. “Proyectábamos temor entre la gente. Había detenciones arbitrarias sólo porque tal persona te miró mal o antes, hablo mal de ti. Se detenía sin previa explicación”.
Gutiérrez recuerda que, entre otras acciones, resguardó prisioneros.
“Ellos se ubicaban por horas en cuclillas y con las manos en la nuca; así quedaban indefensos. Había otro método en que uno les echaba la espalda hacia adelante y caían como dominó”.
-¿Qué lleva a algunos soldados a cometer ensañamientos?
-Hay estados mentales que derivan en situaciones de abuso como el continuar golpeando al no existir respuesta. La respuesta pasiva ante los golpes genera más castigo. En general, la tortura fue un triste acto de cobardía; de abuso de poder. Hay un ejemplo: el marido que golpea a su esposa. Al no haber respuesta; la violencia intrafamiliar continúa. Cuando las fuerzas en disputa son similares la situación cambia. En este caso el ejército de Chile no tuvo respuesta del otro lado, la supuesta subversión. Al final el abuso de poder corrompió y sucedió lo que todos saben.
-¿A su juicio, que responsabilidad tuvo Pinochet?
-Hay una frase del general: En Chile no se mueve una hoja sin que yo lo sepa. Eso lo resume todo. Pinochet siempre estuvo al tanto de lo que sucedía en Chile y en su ejército. Al final, los ingleses hicieron el trabajo de la justicia chilena. A la vez, Arellano Stark y Contreras (“Mamo”) han recibido un castigo mínimo por las atrocidades que se cometieron.
A Gutiérrez le pregunto cómo ha sido convivir 40 años con esto. El hombre guarda silencio. Dice que dos veces se ha quebrado contando; ambas con sus hijas. Ahora se mantiene firme. Confiesa que casi todo se puede resumir en algo es que no puede ver películas de guerra, pues le afloran las imágenes.
“No pretendo justificarme, sin embargo la carga sicológica siempre está presente”, afirma este hombre que no exagera ni teme.
 Por: Rodrigo Ramos(El Ciudadano)

martes, 28 de octubre de 2014

Un cuento de Pedro Abraham Valdelomar Pinto (1888-1919)

Pedro Abraham Valdelomar Pinto

Un cuento, un perro y un asalto

 (Cuento publicado en 1917, con el título: " El perro que robó una idea")
Yo tengo miedo negro de las cosas;
las cosas en la noche tienen miedo.
Cuando voy por las calles, misteriosas
sombras no puedo atravesar, no puedo!
César A. Rodriguez
A Servando Gutiérrez: bienvenida.
Si yo os digo: anoche me han asaltado, me preguntaréis todos: ¿quién? A ninguno se le ocurrirá esta pregunta: ¿qué cosa? Porque no se concibe que a un hombre que va a media noche por la calle de Guadalupe, taciturno, con anteojos, rumiando una idea nueva y con un cigarrillo agonizante en los carnosos labios desencantados, le asalte una cosa, una idea, un recuerdo, un mal pensamiento. ¿Ha de asaltarte, necesariamente un bandido? No. Yo no temo a los bandidos salteadores de las calles de Lima porque no llevo nunca más dinero que ellos.
Temo a otros salteadores, a los que nos roban el precioso tesoro de las ideas. No conozco sino una diferenciación entre el Bien y el Mal; lo Perfecto y lo Imperfecto. Todo lo que hay en un cuerpo, en un organismo, en una idea o en un sentimiento, de bello, es el Bien; todo lo que hay de imperfecto es el Mal. por eso los más artistas son los más buenos. Los malos odian la Belleza.
El mal es poliforme. ¡Con cuántos trajes, con cuántos rostros, con cuántas cosas se disfraza! Es menester conocer el mal, saber cuáles y cuántas son sus trapacerías y los medios de que dispone, para evitarlo y vencerlo. Siempre el mal se ensaña en lo que más amamos, en lo más íntimo, en lo más bueno. Nuestro ángel tutelar nos ofrece siempre nuevas ideas, como una abuelita cariñosa nos ofrecía de niños un juguete o una fruta madura. Y allí está el mal para quitárnosla.
Yo iba anoche por la calle de Guadalupe. Desde lejos vi la tétrica torrecilla que domina la cárcel; un farol cabeceaba como zamba vieja que rezara el rosario; un policía adormilado saludaba a invisibles personajes, recostado sobre un poste. De pronto vino a mi imaginación un cuento, la idea de un fantástico cuento cuyo protagonista era un encarcelado. Recreábame ya con la idea de llegar a mi casa y ponerlo en las carillas blancas, febrilmente, con esa vehemencia con la cual cogemos un amor nuevo y soñaba, encantado, con poner la última palabra del cuento; releerlo, con esa íntima complacencia con que, después del beso, contemplamos el rostro de la mujer que nos lo ha recibido. Mas he aquí que, pasando ya por la puerta de la cárcel, y cuando trataba yo de fijar la esencia del cuadro y aprisionar los valores sugerentes, fundamentales, de mi sensación, siento que unas como patitas finas van tras de mí. Vuelvo la cara y veo un perrillo. No un perrillo negro de ojos encendidos como es menester que sean los perrillos en los cuentos fantásticos, sino un vil perro manchado de color, ni sucio ni limpio, ni trágico ni vulgar, un perro así, ordinario, adocenado, burgués, un perro sin trascendencia metafísica y sin sugerencias espirituales. En suma, lo que puede ser un perro que pasa por la calle de Guadalupe a las dos de la mañana…
Por ser tan anodino este can me interesó. No estaba famélico porque no husmeaba ni adulaba; no estaba triste porque no se dolía; no buscaba lecho porque su cola era altiva como un airón. Era un perro subjetivo, un simple especulador de la noche, que iba apaciblemente a su casa. Un perro que, sin duda, pensaba y a quien yo con mis pasos había interrumpido en sus meditaciones, era un perro despreocupado como yo de la vida de relación.
Resolví seguirle. El perrillo pareció darse cuenta de mi propósito y apuró el paso. Volvía de vez en cuando su cabecita pequeña como un puño y que, por la forma, me parecía un corazón humano, aunque por la color blanquizca y manchada dijérase un pepino. Y seguía caminando: tac tac tac tac tac tac… Llegamos sujeto y perro a la plazoleta donde rodeados de jardines hay dos observatorios trascendentales y que yo motejo:”la plazuela del misterio” porque en uno de ellos se observa con telescopio el estrellado cielo y en el otro, con microscopio, el mundo celular. El perrillo llegó hasta el jardín sin rejas y empezó a embromarme. Indudablemente, decía yo, sugestionado por la hora, este perrillo tiene una cita y se obstina en que yo no me entere. Quería desorientarme. Ora se alejaba como insinuándome igual procedimiento. Ora hacíase el dormido como invitándome al sueño. Valíase de todos los métodos de que dispone un perro a las dos y media de la mañana para deshacerse de un transeúnte importuno, que no son los mismos medios de que se vale un transeúnte para deshacerse de un perro que, a la misma hora, le importuna. Los del perro son más asiáticos, más finos, más cortesanos y protocolares métodos.
En este punto mi narración flaquea y he de valerme de otros métodos expresivos porque la historia se complica. Recurriré a un método más breve:
2 y 30 de la mañana
El perro se oculta en un macizo decorativo del pequeño parque y ladra en la sombra. Por la esquina del Observatorio cae algo como una piedra. En el cielo la Cruz del Sur, radiante, se acerca a las copas de los árboles de la Alameda Grau.
2 y 35 de la mañana
El perro no sale. Hay un silencio tan grande que siento el ruido lejano de las estrellas que giran. Ensayo un método para que el perro surja. Si yo logro dar con su nombre (como el perro sabe que lo ignoro) se desconcertará al sentirse llamar. Tal me ocurriría si en este momento el perro me dijera entre la sombra. ¡Abrahaaaaaam!
2 y 43 de la mañana
El método de llamar al perro por su nombre es de gran eficacia. Pero ¿cómo se llamará este perro? Un perro flaco… no; flaco tampoco, metido en carnes, de color manchado, ni harto ni hambriento… “¡Capitán!” ¿Se llamará “Capitán”? Nosotros teníamos en Pisco un perro que se llamaba “Capitán”. No. En estos tiempos de pangermanismo nadie le da a su perro el grado de “capitán”. ¿Se llamará “Mariscal”? Lo más natural es que un perro se llame “Pipón”. Pero este es perro, por su catadura, de casa de vecindad. Un perro de casa de vecindad no puede llamarse “Pipón”. Si le dijera “Capulí”… ¿”Capulí”? ¿Y si se llamara “Napoleón”? También pudiera llamarse “Tonguito” o “Leonel”. “Leonel” es un bonito nombre. Parece un seudónimo de joven decente que escribiera mal… Si fuera un perro de señorita inglesa podría ensayar la palabra “Thim” o “Baby”, pero el subfijo “my” es indispensable y este perro no puede tener subfijo…
¡El perro no sale! ¿Se ha marchado? ¡Boby! ¡Thim! ¡Napoleón! ¡Capitán! ¡Tonguito! ¡Mariscal!
3 y 7 de la mañana
¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
3 y 12 de la mañana
La cruz del sur inclinada sobre los árboles de la alameda Grau, semeja una cruz en la portada de un cementerio abandonado.
3 y 15 de la mañana
—¿Qué hace usted aquí?
—Lo que me da la gana!
—Es que es prohibido…
—¿Es prohibido estar en una plazuela?
—Sí. Porque viene la patrulla…
—¡Qué tengo que ver yo con la patrulla! ¡Boby! ¡Napoleón! ¡Capitán!
—¿Quiénes son ésos?
—Un perro. Mi perro…
—Esos son varios perros.
—No, señor. Es un solo perro…
—Un solo perro y llamas a tres?…
—¿Qué es eso de llamas? ¿Usted sabe con quién habla?
—Sí. Con un ciudadano vago.
—¡Cachaco!
—Bueno. Vamos a la comisaría!
—¡Oh! ¡Vaya usted al demonio!
—Blanquito insolente!
—¿Blanquito yo? ¡Jajajá!…
—Da gracias que ya el mayor se fue a acostar!
—Me río en el mayor!…
4 menos un cuarto de la mañana
¡Mula! ¡Mula! ¡Putupum! ¡Pum! ¡Putupum! ¡Qué fastidio! La carreta de los muertos…
5 y 5 de la mañana
¿Dónde demonios he metido la llave?…
Y así fue como perdí el argumento de uno de mis cuentos
más bellos. Anoche el Mal se había disfrazado de perro y el perro me robó mis ideas. Sin embargo cuando yo os dije anoche me han asaltado, todos me interrogásteis “¿quién?”. A nadie se le ocurrió preguntarme “¿qué cosa?”.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Poemas de Tereluz Carbonel Ramírez




Tras una Lectura

Algo cae sobre mí, que me despista
de las luces de la ciudad
alejándome del ruido transitar
de unos pasos caídos.

En la noche.. mientras leo,

Algo me dice al oído
que olvide los días que llegaste,
Algo me hace pensar que jamás
viniste a buscarme.

Puedo ver la soledad en las viejas calles
las cargas de la gente,
el llanto de las aves.

Entender como amé,
tus pies sobre la tierra,
y el viento sobre tu cabeza,

(Ay, Emily presiento tu angustia, y me acechan tus palabras)
Pesa dar al tiempo
La espera de un momento.

Francamente,
algo me impulsa
al deseo de llamarte
Pero miento,
si mi voz te anuncia,
es el eco de una hora pasada.

Ven, acércate
dejaré sobre la mesa,
el retrato de unos besos,
una flor algo marchita,
una copa con vino seco,
un tintero,
unas hojas,
y mi corazón en blanco.


Más Allá.

Más allá, donde el amor es risueño
y la verdad no es pasajera,
se alza un beso.

Más allá, donde la pasión brota
y emerge el deseo,
pernocta el misterio quemándome las horas.

Más allá, donde el perdón promete,
y el silencio habita en medio de la espera.
revive un verso.

Más allá, donde te invoca el recuerdo
colgándose de la luna
diseño el bosquejo
de mi habitual soledad.

Más allá, donde el incierto no alcanza
y se abraza al miedo la locura de mis días,
se ensambla un olvido.
Más allá del equilibrio, y los golpes sin dolor,
más allá de la esperanza, de la lealtad, 
de la razón.
Más allá de las piedras en el camino,
de los bosques, de los prados de azahares,
del cantar de los ángeles y las auroras boreales.

Más allá de los cetros derruidos
y las culturas conquistadas,
de los reinos gobernados
y las espadas caídas.


Más allá del mismo sol,
están las hebras de un corazón 
hilándose con el fulgor de tus ojos;
bordando mi destino,
escribiendo una canción.

Luna

Quisiera, Luna, encontrarme en la plenitud de tus noches.
Huir de mi, para aislarme en tu ser.
ser consciente y ampliarte en las pupilas,
Rebobinar tu imagen
y volver a nacer.

Quisiera, luna, ser tu espejo
Tus alas de hada,
tu vocecita calmada.
Poesía de un viernes,
de un cuarto menguante
donde el fresco de tu marea,
recorren mi cintura
remojan  mis pies.

Quisiera, luna, ser la estrella que te adorna
el ciprés que te mece, la luz que te alcanza

Quisiera ser, la constelación que te abraza
el gravitar de tus gestos, hasta el cielo me alza
tu peñasco dulce, a las olas desplaza
y entre periodos intensos eclipsas mi piel.

Y entre periodos intensos, me calmas.

Quisiera, luna, ser tu cielo, y nacer.

martes, 21 de octubre de 2014

NUESTRA PRIMERA BANDERA, NO ES UNA BANDERA


 

Don José de San Martín dio un decreto el 20 de octubre de 1820, donde se especificaba nuestra primera bandera peruana. Según el decreto de esta fecha: “Se adoptará por bandera nacional del país una de seda, o lienzo, de ocho pies de largo y seis de ancho, dividida por líneas diagonales en cuatro campos, blancos los dos de los extremos superior e inferior, y encarnados los laterales; con una corona de laurel ovalada, y dentro de ella un sol, saliendo por detrás de sierras escarpadas que se eleven sobre un mar tranquilo. El escudo puede ser pintado, o bordado, pero conservando cada objeto sus colores: a saber, la corona de laurel ha de ser verde, y atada en la parte inferior con una cinta de color oro; azul la parte superior que representa el firmamento; amarillo el sol con sus rayos; las montañas de un color pardo oscuro y el mar entre azul y verde.”
Abraham Valdelomar escribió una tradición sobre el origen de la primera bandera, que cuenta que estuvo inspirada en el sueño de José de San Martín, que había observado a las aves parihuanas de color blanquirojo. Esta historia es una ficción de Valdelomar. 
Para comenzar, nuestra primera bandera fue en realidad un estandarte, o emblema vertical que reemplazaba al estandarte del rey que era paseado en Lima en fechas especiales.
La bandera tiene forma de aspa, símbolo de la cruz de San Andrés. La dinastía real española utilizó este símbolo.
San Martín quería una monarquía europea para el Perú, por eso se conservó el símbolo real en el primer estandarte.
Este primer estandarte fue realizado por José Arellano y el escudo de la bandera lo hizo Manuel Ramírez.
El diseño ha sido atribuido a un marino británico y pintor Charles Charcorthey Wood Taylor que vino en la armada libertadora.
Nuestro estandarte se convirtió en bandera a fines de 1821, pero tuvo una vida breve, pues fue cambiada por José Bernardo Tagle en 1822. 

                                                              Por: Juan José Pacheco Ibarra

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