viernes, 20 de marzo de 2020

BIOTERRORISMO Y CORONAVIRUS

Escribe: Dante Castro



Hoy nos preguntamos por el coronavirus y hemos olvidado algunos capítulos de la historia contemporánea vinculados a las armas bioquímicas. La guerra bacteriológica y viral nos hace recordar al Antrax y el montaje hollywoodense previo a la invasión de Iraq, incluida la tragicomedia de las Torres Gemelas. Acusaron al gobierno de Saddam Hussein de fabricar armas biológicas e incluso los funcionarios de la ONU se dieron cita en Iraq para "investigar" si había plantas industriales de armamentos bioquímicos. Una farsa tan bien montada como las predicciones de Nostradamus en Discovery Channel. Recuerdo haber publicado en Caretas un breve artículo acerca de la fabricación de Antrax en EEUU por la Alianza Aria “para provocar una guerra con Medio Oriente”, según revelaron dos bioterroristas detenidos. Pero la memoria es frágil y el público ingenuo es manipulado por las grandes cadenas de noticias.

LA “GRIPE ESPAÑOLA” QUE NACIÓ EN UN CUARTEL DE BOSTON

Nadie se ha acordado, hasta ahora, en este medio, de aquella Gripe Española que causó más de 50 millones de muertos a comienzos del S. XX.  ¿Por qué se le llamó Gripe Española? Solo porque España fue un país neutral en la I Guerra Mundial que  publicó sin censuras el problema, hizo que la epidemia se conociese como la Gripe Española. Este país fue de los más afectados con 8 millones de personas infectadas y 300.000 fallecidas.
La mitomanía se dio la mano con el cinismo para explicar el virus. Se dice que el 13 de mayo de 1917, la Virgen María apareció ante tres pastorcitos cerca al pueblo de Fátima, en Portugal. Las famosas “revelaciones” de la Virgen de Fátima a los 3 niños ha dado mucho a la especulación e incluso hubo quienes quisieron encontrar el origen de la “gripe española” en este suceso increíble. Para la mentira lo mismo daba Portugal que España y hasta se llega hoy a decir que no fue la Virgen sino “un personaje extraterrestre” quien esparció el virus. Pero al margen de la ficción religiosa, busquemos racionalmente la causa.

La Primera Guerra Mundial fue el escenario donde se practicaron por primera vez, en la era contemporánea,  armas químicas contaminantes. Desde sus inicios en 1914 hubo gases y gases, casi todos ineficaces. El más efectivo de la Primera Guerra Mundial fue el gas mostaza,  introducido por los alemanes en julio de 1917.
Estados Unidos entró en esta guerra en abril de 1917, pretextando su ingreso en el hundimiento del barco Lusitania por un submarino alemán, naufragio donde murieron más de un centenar y medio de ciudadanos norteamericanos.

Qué casualidad. Se detectaron los primeros casos de la Gripe Española en la base militar de Fort Riley (EEUU) el 4 de marzo de 1918. Era la primera ola de influenza en campamentos militares norteamericanos. En septiembre de 1918, la segunda ola de influenza pandémica surgió en Camp Devens, un campo de entrenamiento del Ejército de los EEUU  en las afueras de Boston y en una instalación naval en esa ciudad. Esta ola devastadora llegó a su punto máximo en los EEUU entre septiembre y noviembre. Más de 100 000 personas murieron en los EEUU solamente en octubre. La tercera ola fue menos mortal en EEUU,  porque cambió de escenario.

La influenza norteamericana se trasladó al viejo continente donde cobró mayor cantidad de víctimas por millones. El hacinamiento, la promiscuidad y falta de higiene en las trincheras más el traslado masivo de tropas, ayudó mucho a su expansión. 

Culmina la Guerra Mundial el 11 de noviembre de 1918, día del Armisticio: nueve millones de soldados y cinco millones de civiles habían muerto, abatidos no solamente en batallas sino por las epidemias y la hambruna. Pero la epidemia que siguió cobrando víctimas masivamente era la “gripe española” que nació en un cuartel de Boston. No desaparece hasta 1920. Y nadie nos explica cómo desapareció.


CORONAVIRUS: ARMA YANQUI CONTRA EL GIGANTE ASIÁTICO


Para nadie es un secreto que el gobierno de Trump es el principal beneficiado de esta estratagema. China es un competidor eficaz y peligroso para la alicaída economía norteamericana. La única forma en que pudiera frenar a su próspero competidor era mediante la guerra, pero una Tercera Guerra Mundial entre poderosas potencias tendría un alto costo. Los monopolios y oligopolios capitalistas que operan a la sombra de Trump también están interesados en la reducción demográfica, por una extraña nostalgia malthusiana, pero pasándole la podadora de cabezas sobre la mancha amarilla: los chinos. Y pensaron en el bioterrorismo como modo más eficaz de evitarse una guerra y la condena mundial.


El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, publicó en Twitter un video de Robert Redfield, director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU., dirigiéndose a un comité del Congreso de EEUU el 11 de marzo. En el video, Redfield dijo que algunas muertes por influenza en EEUU se identificaron más tarde como casos de COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus. Qué casualidad: cientos de atletas del ejército de EE.UU. estuvieron en Wuhan para los Juegos Mundiales Militares en octubre de 2019. Los primeros casos reportados del virus fueron en Wuhan, y desde entonces la ciudad ha tenido más infecciones y muertes que en cualquier parte del mundo.


Hoy como ayer han puesto a toda la humanidad en peligro. Para ellos es un costo social previsible, manejable, hasta que las mafias de medicamentos puedan cosechar millones de dólares con la fórmula salvadora. Como en sus guerras de invasión y saqueo, los pobres ponen los cadáveres. Y aquí estamos: aterrorizados, metidos en nuestras casas, viendo cómo un sistema que se consideraba científicamente y tecnológicamente infalible, digno del siglo XXI, somete a las naciones  a un terror medieval. Ellos son los terroristas, no lo duden.

miércoles, 18 de marzo de 2020

César "Hildebrandt en sus trece"

HUMANIDAD VIRAL
CÉSAR HILDEBRANDT



Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE” N° 483. 

El coronavirus funciona como un desenmascarador: allí están los que compran por toneladas para encerrarse en sus casas y aguardar la muerte del vecino. ¿Solidaridad? ¡Pamplinas! En Lima o Madrid las mascarillas se acaparan, el miedo cunde, los anaqueles se vacían: el viejo mono se trepará al árbol más alto mientras el tigre de la muerte mira con codicia.

Los que matan en mancha, los que dicen que el calentamiento global es un invento liberal, los que permiten que los palestinos sean cazados como moscas y encerrados en jaulas, ahora aparecen preocupados por el destino de las humanidad. ¡Farsantes!

La señora Merkel, súbdita de los Estados Unidos, miembro del club de los que cortan el jamón, anuncia que el 70% de la población mundial puede infectarse. ¿infectarse de qué? ¿No Hablamos acaso de una especie hace rato infectada por el consumismo, la irresponsabilidad social, la quiebra de la ética, el corporativismo con antifaz y porra, el asesinato como método, el encubrimiento como filosofía, el abuso como norma, la desigualdad como mandato y diosito como alucinógeno?

La Tierra está harta del ser humano. Supura la Tierra de antropocentrismo. El hombre es el coronavirus del planeta. Vive el hombre como un parásito y, como todos los virus, aspira tanáticamente a dar muerte a su huésped. Por eso seguimos perforando en busca de petróleo malogrando sucesivos paraísos y masacrando toros en plazas inmundas. La naturaleza ya no nos reconoce como suyos, Somos sus enemigos. Quienes nos creen sus humanos son los incendios forestales, las lluvias ácidas, las mareas rojas, los huracanes fuera de temporada. El deshielo de la Antártida nos ama. El fracking nos guiña el ojo. Los plásticos del océano corean nuestro nombre. Un país donde se come todo lo que camine, vuele o arrastre hizo que el virus de estos momentos pasase del reino animal al de los seres humanos. Según cifras oficiales, en las que no creo, han muerto 3,158 chinos por esta causa. Menuda ofrenda a la parca. Mao mató de hambre y purgas a unos quince millones y pocos dijeron algo. Las guerras del opio que Occidente perpetró en China mataron a cientos de miles y nadie protestó demasiado. Así somos de virales.

Hay menos de 5,000 muertos por la pandemia, según la OMS. Pero solo en Sudan han muerto 385,000 en una guerra civil interminable. ¿Y los 131,000 de Afganistán, contados el año 2000, el año cero de la peste imperialista desatada por Bush hijo, el de las habilidades diferentes? ¿Y los 380,000 muertos en Siria? Esos no contagian ¿verdad? Por eso no suelen nombrarse. Por eso no se leen. Por eso no se temen.

¿O hablamos de Yemen, donde el 80% de la población “necesita ayuda humanitaria para sobrevivir”, según la ONU y donde, según Acnur “puede producirse la peor hambruna de los últimos cien años”? ¿No le gusta, amable lector, que hable de Yemen? ¿Qué le parece Somalia que vive un conflicto interno que dura ya 30 años? ¿Y qué opina de Irak donde la intervención estadounidense produjo, del 2003 al 2006 más de 600,00 muertes?

Al 14 de marzo 2020

Que distantes se ven esos cadáveres. Qué lejos suenan esos fusiles, esas bombas inteligentes, esos cohetes disparados desde submarinos. Que extranjeros son esos gemidos y que remotos son los niños que mueren en alguna orilla hostil. Mucho más cercanos nos parecen los miedos actuales de los italianos –tatarabuelos de los D’onofrio- esos que hace poco se negaron a aceptar a los refugiados de piel oscura y los echaron a la mar de una aduanera patada.

Aterricemos en nuestro proto-país, conato de nación, borrador de proyecto. Aquí sale el señor Vizcarra a decir que estamos listos para enfrentar el desafío. No es cierto. Es mentira. Es analgésico decir eso. Es ridículo repetirlo.
Si nos ocurre lo de Italia, tendremos un problema colosal. Y nadie puede negar que puede ocurrirnos lo de Italia.
¿Tendríamos que escandalizarnos si eso sucede?

Seríamos cínicos se lo hiciéramos. ¿Cuántos años hemos perdido mientras nuestros servicios de salud colapsaban, los médicos eran los apestados del salario, los baños de las postas se atoraban, los aparatos clamaban de repuestos? ¿Cuántos años de presupuestos canallas, carencia de propósitos de mediano plazo y déficit en superestructura sanitaria? Cuántos años de compras ladronas, de no-compras, de negocios sucios en el sector salud? ¿Cuántas veces nuestros ministros sectoriales dijeron que las cosas iban a cambiar sabiendo que no tenían dinero para ningún cambio importante?
¿Escandalizarnos? Si el Covid-19 se ensaña con nosotros, pagaremos todas las culpas de cuarto mundialistas que hemos contraído.

La humanidad está asustada. Un virus la ha puesto a pensar que la vida es frágil y quizá valiosa. Trump cancela los vuelos que salen de Europa. En algún laboratorio gigantesco algunos deben estar calculando a cuánto deberán vender la vacuna contra el Covid-19 y quienes podrán pagarla. Eso somos.

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