jueves, 18 de agosto de 2022

CONFESIÓN, un cuento de Daniela Belén

 

CONFESIÓN


Ella lo abrazó, sus lágrimas llegaron a caer al suelo, él no supo que hacer. Tenía 10 años trabajando en medio de un arenal, nunca había escuchado la voz retenida de una niña, la palabra encarcelada por parte de la familia y vecinos del Centro Poblado.

-          Llora, te hará bien hijita, le dijo tembloroso

Luego vino un largo silencio, los niños jugaban, era la hora del recreo, ellos estaban enfrascados en un tema que no era ficción, hablaban de algo que no pudo ser  portada de periódico. Llegando a casa pensó que lo confesado por la niña era mentira y que el verdadero culpable de su desdicha era su propio padre.

Después del Dengue y la pandemia, habían empeorado las relaciones entre el padre y la madre, los diálogos eran cada vez más tensos, la niña estaba habitando un infierno entre los llanos candentes, territorio yunga. Ella vivió la etapa más hermosa de su niñez en Qosqo, mantenía en su memoria las nubes blancas, la lluvia y su mejor compañía era el río al cual iba con sus animalitos día a día. Ahora abrazada a su perro Sultán cargaba una cruz, sostenía un excesivo peso, difícil de soltar, el crucifico estaba atado sobre ella como las imágenes que colgaban como hilos y no se separaban de su cabeza, las secuelas quedaron atrapadas en silencio sobre su frágil mente.

El Maestro desde hace mucho tiempo se relacionaba con la soledad, su última compañía fue la perrita Luna, que murió de vejez. Fue enterrada bajo una planta de warango cuya producción se asemeja al pelaje que tuvo en vida el animalito ; pero al igual que la planta seguía siendo eterna por estos lugares, ya que caminaba por la ciudad detrás del dueño dando pequeños saltos entre la vereda y la pista, encogiendo sus orejas ante tanto ruido de las bocinas. El perrito también advertía en su mirada los gritos de la gente, ellos peleaban por pequeñas cosas, la sociedad estaba muy sensible, hombres y mujeres caminaban con el cuerpo separado del alma, ante un pequeño ademán el otro escupía al suelo o la cara del prójimo. Él se conoció con ella comentando un libro cuyo título era “Agua”, la eterna conversación de las personas que aman a la Villa de Valverde, alguien dijo que era un pueblo que buscaba agua sobre el arenal.

-           ¿Crees que el chaucato es el agua subterránea de Ica?

-          Pienso que sí, su canto sale del corazón, no lo vemos pero lo sentimos, es el idioma de las profundidades, es poesía que refresca al viento.

Ahora ambos sentían su canto, se contagiaban del celeste cielo del mediodía, Ica ardía y esa rabia ante tal afrenta crecía como la duna Saraja. Aunque el Maestro quiso denunciar el hecho ante la autoridad educativa, fue impedido por sus propios colegas para evitar el qué dirán. Le recordaron la frase: “Pueblo chico infierno grande”, siendo amenazado por desconocidos cuando iba a sacar agua del pozo. La tierra prometida aún no contaba con agua potable, siendo la única forma para abastecerse del líquido elemento jalar un balde, que sostenían tres palos del cual colgaba una rondana que chirriaba en el subir y bajar.

Ella, la inocente urpicha venida de los andes contaba con trece años de edad, cuando tenía ocho reaccionó ante la violenta arremetida de su tío con una mirada fija, sin cerrar los ojos. En tono íntimo rezaba el padre nuestro, de esta forma se rompía el afecto guardado, volaba en medio de una paraca y el dolor le golpeaba la cara. Pasado unas horas llegó mamá a casa, la señora sospechaba lo que había ocurrido con su hija y su hermano. De inmediato quiso ocultarlo todo para proteger en secreto los hechos ocurridos en la sala, según la confesión de la niña fue mirando la televisión, los relojes marcaban las cinco de la tarde, de un día que no podrá olvidar en toda su vida.

El tiempo pasaba como las nubes pasan al este, la amistad entre el Profesor y la niña no pasaba, al contrario crecía a través de los libros, ella leía para evitar que las imágenes de la violación aparecieran encima de sus ojos, ambos habían encontrado en los libros la forma de evadirse de la realidad, cuando cerraba el libro se envolvía en una melancolía, por eso evitaba leer en las noches, se despedía del libro a la hora en que el sol se ocultaba entre las dunas, entonces, en ese momento, el canto de los grillos tomaba por asalto el inmenso arenal camino a Comatrana.

Una tarde después de sus labores decide llevar la confesión al padre de la púber, el padre sorprendido por la presencia del Profesor en su casa decide escucharlo.

-          Algo de lo que me dice, lo siento en el corazón al ver la truncada felicidad de Urpi.

-          Lo siento amigo, no debieron ocultarle nada y oportunamente recibir ayuda todos en el hogar.

-          Me siento culpable al no proteger a mi niña, nunca debí abandonarlos.

La madre ausente y la niña sumergida en sus lecturas, no pudieron enterarse ni contener la ira del señor Darío Pomasoncco, quién creyendo en la versión del Maestro salió en busca del cuñado con el machete en mano. La tarde enrojecida por la muerte buscaba descanso en el desierto, muy cerca de la playa se desataba una tormenta para seguir ocultando los hechos, el machete fue dejado al lado de la cabeza del difunto en un hoyo más profundo. Mientras que el cuerpo, gracias al viento, se desenterraba para ayudar en la putrefacción, pudiendo ser visto desde la carretera.

Ella lo abrazó, sus lágrimas llegaron a caer al suelo, él no supo qué hacer. Tenía 15 años trabajando en medio de un arenal.

-          Llora, te hará bien hijita, le dijo tembloroso.

 

 

 

Seudónimo: Ave de abril

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