domingo, 11 de agosto de 2024

Un cuento de: Nicolás Chumpitaz Ortiz (El sueño de vino dulce)

 

El sueño de vino dulce

Institución Educativa  Jesús Divino Maestro

Hoy me desperté temprano, ya que había tenido un raro sueño, en el me decía que la madre naturaleza se estaba quejando del maltrato que le hacíamos. Recuerdo algo todavía, fue muy rápido, ella con sus ojos bien abiertos me dijo:

-       Voy a provocar grandes fenómenos porque no me gusta que me maltraten.

Eso me hizo despertar con miedo, pero lo tomé como pesadilla, la ignoré, me volví a dormir. A la mañana siguiente despierto algo tarde, ya el sol estaba entre los cerros de Santa Cruz de Flores. Con el canto de los pájaros la vida combina con el rico aroma a tierra mojada, es otro aire, me dispuse a cumplir con mis deberes, hice lo que mis padres me pidieron, fui a alimentar a mis pollos en la chacra, al terminar me recosté sobre un árbol, terminé dormido, en ese entonces escuché una voz que me decía:

-       Yo soy la Pachamama, tú no me podrías hacer daño, pero cada vez la gente me usa como un adorno y no agradecen que tienen un suelo donde caminar, ahora juntos con los demás dioses, les daremos una lección.

Me sorprendí porque me di cuenta que mi sueño era real, pues en ese momento mis padres estaban quemando paja y la apagué, de pronto empieza a retumbar el cielo, se iluminó mi vista, y fui conducido hacía una casa, ahí pude estar un momento en paz,  nunca estuve tan desorientado, quise moverme, sin darme cuenta aparecí en una de las maravillas del mundo “Machu Picchu”, este sería el corazón del Perú, además el centro de la naturaleza. Seguro estaba que la madre naturaleza no mentía cuando me dijo que iba a desatar su furia, lo que debía de hacer era simple solo debía poner una uva, cosecha 2024 de Santa Cruz de Flores, también prometer que no iba a quemar ni a talar de nuevo; pero solo lo haría, si subo a la cumbre más alta de la montaña, el Huayna Picchu esperaba mi presencia.

Al llegar escuché varios retos que cumplir. El primero fue muy raro porque era un cíclope, la uva empezó a llorar en vez de lagrima caía vino, entonces pensé en emborrachar al ciclope y así fue, él se quedó dormido, aproveché ese momento para clavarle una estaca en el ojo y ahora ya no podía mirar, proseguí mi camino, el siguiente reto era un fénix, este lanzaba fuego, al verme el fénix se echó a volar pero no se dio cuenta que frente de él había un árbol espinoso y se clavó con ellas, lo fantástico de este animal era que se podía regenerar. Eso demora pensé un poco, estaba lúcido, la sabia naturaleza dominaba mis sentidos, así que pude correr para lograr hablar con la Pachamama que habitaba los andes peruanos, en el camino me encontré con un ave que planeaba entre los precipicios, le pedí que me ayude porque el camino era pedregoso, él me ayudó hasta llegar al puente colgante. Me disponía cruzarlo, cuando de pronto apareció el ave fénix, lanzó su fuego quemando el puente, yo me quede triste. Debía idear un nuevo plan para ir a la otra orilla, en ese momento apareció el cóndor para ayudarme, el fénix voló victorioso, pensábamos que se había ido, al mirar al sur noté una sombra que volaba. Grité con todas mis fuerzas:

-       ¡Regresa!

El ave sagrada del Perú,  muy asustado se atrevió a enfrentarse contra el ave fénix, fue larga su batalla. El río bramaba en las quebradas hondas, el cóndor dominaba bien su territorio, era el rey de las alturas, muy adolorido desciende con el cuerpo del fénix en sus garras, lo sumerge en el lago, con su cuerpo húmedo no volverá a la vida. Muy tranquilo me dijo:

-       En el fondo del cerro hay una cueva, tu destino soy yo y debo dejarte ahí.

Ingresé lentamente, afuera pasaban temblores, luego el agua de la cueva empezó a descender en forma de catarata. La Pachamama me dijo que también los demás dioses de la naturaleza estaban enojados así que desatarían toda su furia. La Mama Cocha, cada vez crecía más y más. Algo catastrófico estaba ocurriendo con el planeta, se habían activado todos los ojos de agua de las cabeceras de cuenca, seguían las replicas moviendo de arriba a abajo, el agua se salía y rebalsaba, internamente yo escalaba, ascendía con devoción, me quedaba muy poco tiempo para colocar la uva. Entonces se me presenta una gran serpiente, ella intentó botarme de la cueva, le dije que para mi seria muy importante hablar con la Pachamama, la serpiente intentó arrebatarme la uva, le dije que me dejara pasar pero se negó, por influencia divina pude continuar mi camino.

Al salir del túnel,  aún era de día, la luna desbordaba su belleza, su rostro se dibujaba entre las aguas del mar, las estrellas aparecían en el firmamento,  la marea incrementaba su altura. Pensé en mi familia, en mis amigos, también en mi maestro. Vengo de los llanos candentes y extraños, de Hurin, la parte baja de mi Perú grité con fuerza. Cavilé.

-       Ahora se sale el mar, tengo que apurarme ¿Y si se sale el mar? tendría que apurarme, qué confusión la mía, no estoy desesperado ¿Me creen?

Tengo que escalar muy poco. Ahora el aire se une a la destrucción de la tierra con sus huracanes, el Wayra silbaba haciendo ruido en mis pequeños oídos, la arena que arrastra el viento no me deja ver, resbalo una vez más. Sigo insistiendo, al llegar  encontré una pequeña planicie, me senté divisando el horizonte, después de descansar, continúo mi caminata. Empieza a nevar, que bonito mis andes, avanzo soportando fuertes heladas. Tan pronto me doy cuenta que estaba recorriendo las tres regiones, ingresando a la selva encontré un gran cráter, por la espalda un guacamayo gigante me habla repitiendo en eco lo que le pido, le dije que me ayude a cruzar, casi una hora estuvo volando, antes de aterrizar se me cae la uva. El guacamayo me ayudó, desciendo con él sobre su lomo, encontramos la uva y volvimos a la cima.

Un monito me guía hasta una flor, sus pétalos se abren cada 100 años. Al abrirse la flor, escucho una voz dulce, suave, cristalina.

-        Los fuertes diluvios son por culpa de los humanos, el calentamiento global trae como consecuencia los grandes fenómenos naturales.

Le pedí que me lleve donde estaba la Pachamama y la Mamacocha. Al llegar el suelo estaba lleno de barro, era difícil llegar a Machu Picchu, tras varios intentos lo logré. Todo era luz, atrás quedó la neblina y el barro, ahora era un gran campo verde, lleno de flores amarillas. Me acerqué a la madre naturaleza, le entregué el fruto del buen sarmiento que mi abuelo Rutilio sembrará con mucho amor, el pequeño grano se convirtió en vino y bebieron – es cierto, la bebida de los dioses -  en grandes sorbos, ambas estaban satisfechas. Antes que se embriaguen les pregunté:

-       ¿Por qué le han quitado la protección a los animales? Me respondió al instante la mayor.

-       De qué sirve cuidar los animales, si ustedes llegan y se lo arrebatan todo, su habitad, su casa, su alimento, su vida, cada vez quedan menos animales y plantas.

La Mamacocha dice:

El agua es contaminada, desperdiciada, por esa razón hago que mi agua se llene de barro y no sea bebible, soy más selectiva cuando el depredador incursiona en las reservas naturales.

Les pedí una oportunidad para los humanos, me dijeron que era imposible, ya que, hace mucho tiempo había llegado un niño con palabras iguales a las mías. Puedo empezar con pequeñas acciones les dije, como el sembrado y riego de los frutales, los tubérculos, administrar con justicia el agua -  ahora que la quieren privatizar - , darles a los campesinos y comuneros la prioridad, hacer que los mistis disminuyan su poder de ambición, compartan tus bienes madre, que sean mejores personas. Ya va a llegar el día en que nadie perturbará el sueño de los becerritos, los niños y las mujeres serán prioridad.

El agua empezó a bajar y aproveché para ir a casa, en el camino pensaba en el cuento Warma Kuyay. Seré “abugau” al terminar mi secundaria, cumpliré con mi promesa al ser Presidente de esta gran nación Inka.

El mar, se encuentra a mi vista. Después de visitar Mala, Asia, León Dormido…muchos pueden ver que estoy cumpliendo lo que dije una tarde, en un lugar inventado caminé y todavía conservo el regalo de mi imaginación, es una reliquia con la que puedo hablar con la madre de todos, estamos en el año 2035, me siento en la casa de Manuel Gonzales Prada, aquí el chaucato canta muy fuerte, entonces vuelvo a leer al Tayta Arguedas.

 

Seudónimo: Vino dulce.

 

Cuento presentado al "Premio Nacional de Narrativa y Ensayo José María Arguedas" por la estudiante: Xiomara Avalos Ruiz

 

El  sueño de Serapio Flores



En el distrito de Santa Cruz de Flores, existía un niño solitario llamado Silverio, él era bondadoso, tierno, juguetón y amoroso. Estuvo solo desde los 3 años, su madre murió a temprana edad y su padre viajero empedernido lo dejaba al cuidado de su madrastra.

Entonces, desde muy pequeño tuvo que enfrentar los peligros de la vida y sobrevivir, tenía que arreglárselas para comer porque nadie lo apoyaba, su estómago le temblaba cada vez que intentaba reírse, andaba siempre sucio, sus prendas eran viejas. La vida, mientras la compartía con la comunidad era bonita; pero, en su gran mayoría de los habitantes, solo existían desastres, problemas, destrucción entre unos y otros, la envidia se había apoderado del pueblo que anteriormente tenía el nombre de “Huayta”. En aquél lugar no existía la felicidad ni el amor, la sociedad tenía como clase social dominante a los señores hacendados venidos de Lima, ellos instauraron su reino de oscuridad. Cuando veían una pequeña luz de alegría la gente la destruía, tal vez por el temor a los mandones. Una vida muy injusta para los pongos, sirvientes o vasallos, los pequeños habitantes de las casas de campo, de las residencias de verano. Aquella gente bondadosa y tranquila era la más castigada.

Una noche de luna, Silverio salió a caminar sin rumbo, buscaba algo entre basuras, escombros y acequias. Los canales de regadío abundaban como hoy, el agua fluía desde el nevado Pariacaca hasta el mar, él llegó por el campo, tenía mucho hambre, encontró los platanales quebrados, andaba cerca a la hacienda del señor Romero, en la inmensa puerta principal de Huarango -  mucho se habló de aquel portón que fue hecho por los negros de Calango - . Comenzó a revisar  algunos tachos, se percató que habia una pequeña caja y dentro de ella se expandía un ruido. Se asomó para ver que era, poco a poco fue abriendo la caja. En su interior había un pequeño cachorrito indefenso, temblando por el frio de junio, así que el muchacho intento darle calor para protegerlo, fue abrigado doblemente por el animalito, porque el perrito era un calato de Sechura, en su cuerpo está la temperatura del desierto, decía mi abuelo.

Luego lo llevó a la quebrada donde bajo un árbol de Molle reposaron un rato. Desde pequeño Silverio conoció ese árbol era muy cálido, fresco, dulce, de sus frutos la gente preparaba chicha en el mes de mayo, existía una competencia con la bebida traída desde Sarapampa llamada Jora. Daba mucha paz cuando estaba en ese lugar, como siempre el niño Silverio miraba las estrellas, se preguntaba por su eterna soledad o porqué no lo querían.

A veces sentía rencor por la gente ya que no se ponían en el lugar de él, ellos se habían olvidado de sus raíces,  ni siquiera pensaban del maravilloso mundo andino, que era el lugar de su procedencia.  Al día siguiente Silverio bajó al pueblo en busca de comida o algún trabajo, pero unas personas lo trataron mal, le decían que era un vagabundo, un maldito niño asqueroso incapaz de pronunciar bien el castellano. Empezó a huir, Para su mala suerte, al ver que el perrito lloraba, varias personas empezaron a golpearlo, al tratar de defenderse como pudo protegió al animalito.

Después de golpearlo sin piedad, al no tener corazón con Silverio, se fueron. El niño intento pararse e irse de ahí. Con el perrito entre sus brazos se fueron caminando y llegaron al río Mala, en su ribera encontraron un hermoso lugar mágico de aguas cristalinas, su sonrisa se retrató  en lo diáfano de la cocha. En ese lugar encantado fue feliz, nadie lo golpeaba. En su trayecto el caudal del río daba de beber a muchas comunidades, los animales terrestres y el cóndor lo visitaban frecuentemente en las alturas, Pero cerca a la playa, los habitantes de llano, no lo sabían valorar.

A  Silverio le gustaba ir a ese lugar para oír el agua fluir, ese sonido le recordaba a un amigo de su padre, era un violinista de apellido Zea, venido de Puquio, con él una tarde escucharon el canto de  los pájaros y el viento, el espacio era fresco, era un lugar muy acogedor. En un momento se acordó que el perrito no tenía nombre, pensó un largo rato, finalmente decidió ponerle Serapio, en honor al músico Zea, también porque en aquél lugar nacen los mejores músicos de la zona.

Se recostó entre el pasto verde y pajas de junco. La tarde era majestuosa, lo que ocasionaba que sus ojos se cansaran. Se quedó dormido junto a Serapio abrazado. Cuando se despertó después de unas horas, sintió algo recorrer su cuerpo y vio que eran las plantas de los árboles, pero no podía crear lo que veía. Ya que, al recorrer su cuerpo las heridas hechas por los zancudos y mosquitos se iban curando como por bendición divina.

Asustado por lo ocurrido se levantó desesperado vio a Serapio sentado en un lugar hablándole a una silueta. Silverio llamo a Serapio, el perro se acercó a él, Silverio con miedo solo observaba a la silueta destellante de la tarde, el can empezó a hablar, le dijo que no se preocupara que era alguien de confianza. El ya adolescente Silverio se quedó sorprendido por lo que había ocurrido, se frotó los ojos pensando que era un sueño, pero todo era realidad. El perro intento explicarle que el solo podía hablar de vez en cuando, la persona que brillaba cerca a La Ensenada era la madre naturaleza, ella cuida de todos los animales y seres vivos, sobretodo de aquellos justos e inocentes.

De pronto esa silueta con perfil de mujer empezó a vestirse de verde, su cabecita se llenó de flores, su túnica parecía un arco iris. Volvió a hablar el perrito.

-          Ella me dijo que ya me había visto antes, debido al maltrato que recibías, me encomendó que te trajera hasta este lugar. Era mi decisión si quedarme a vivir en un mundo lleno de alegría y felicidad o regresar contigo a la horrible realidad.

Silverio observó con más claridad el lugar, era un hogar pacífico que da origen al océano, donde  los ríos grandes, pequeños y medianos llegan, dando por terminado las desigualdades, donde los pescadores de Santa Cruz de Huayta eran bienvenidos, pudiendo viajar sin dificultades mar adentro. Él no era el único humano en ese lugar, era un montón de personas de todos los colores, de todas las sangres, entre ellas sonreían y se abrazaban en un crepúsculo eterno. El mar pinto de azul los cerros, hacía el sur se divisaba otro universo, llamado Cerro Azul, de esta forma se instauró, Cerro Alegre, Cerro Libre, Cerro de Oro…

El muchacho viendo el hermoso lugar, pensó en la vida que soñó desde siempre, al estar junto a su mejor amigo, decidió quedarse. Desde entonces Silverio vive una vida plena con Serapio, nadie lo molesta ni lo discrimina. Todas las tardes disfrutan el canto de las olas.

 

Seudónimo: La Huarco

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