martes, 6 de diciembre de 2016

Tereluz Carbonel Ramírez

VERSOS ANTAGÓNICOS

“Recibe este rostro mío, mudo, mendigo.
recibe este amor que te pido.
recibe lo que hay en mí,
que eres tú.”

Alejandra Pizarnik.


La autora rodeada de amigos...



I

Este es el comienzo,
una pausa breve y silenciosa
donde puedo arribar los mas tristes versos
y afligir la voluntad decisiva de esta hoja.

se acaba la arena en el reloj
por eso me refugio en la escritura
para fijar tu esencia 
para poder llamarte
y que puedas oírme, después de las seis.
Estas letras gritan desaforadas
como un mito perenne dentro de la historia
que buscan repetidas veces el peor desenlace.
Y yo, busco tu silencio 
que enaltece toda reverencia,
todo mal menor,
de donde nacen estas desesperadas dolencias
que pronto acabaran envueltas en sangre.


II

La habitación colmada está
de cenizas esparcidas como púas.
Unos trozos de espejo mojado
agrietan las sombras.

Alrededor,
ramas resecas en la ventana,
olor a sangre y sudor ácido que cierra los poros.
Las paredes se tiñen de silencio,
un sabor a fruto muerto se aspira en el aire.
La mesa tambalea y el mantel sucio,
aun no quiebra la dulzura de la ultima cena.
Reposan las dudas sobre el ropero.
en la quietud de un suspiro altamente perjudicial.

III

Aquel lindero me espera,
el trance vuelve 
como esporas de podrida soledad,
hasta que el tiempo golpe a golpe
vuelve asomarte,
los geranios y las buenas tardes despiertan
y lentamente,
los recuerdos son como piedras acumuladas en las manos,
que arrojo de cuando en cuando
para quitarme peso.

Y de pronto,
he aquí otro peso,
otra amarga carga en las sienes,
el pulmón se congela,
la sangre hierve,
en mil agujas el corazón duerme traspasado
por mil momentos que urden una desgracia inerte.


IV

Estamos hundidos desde abajo
hasta el verticé de un cielo nuevo
                                         ampliamente, 
en el abrigo de la lluvia
en el chasquido del trueno
pues el sonido que arriba del viento
nos mantiene tendidos como dos hojas sueltas
y aún seguimos juntos,
de un lado a otro, 
            persiguiendo corrientes
            debajo de aquel árbol,
donde curiosamente la maleza nos adorna
hasta volvernos otoño.

Es asombroso ver la claridad 
que te empaña los ojos
cuando dejas de ver.
                     y seguimos juntos,
la sombra nos tiende un cobertor 
que reparte el silencio en los senderos del bosque
                     y oímos al viento,
                      llorar su orfandad
                  en un país de sordos.


V

Aquel sauce, espera el otoño
se mece sobrio,
se mece, 
sin ocultar el miedo en sus raíces
las horas desvisten a tu sonrisa,
que vive,
en las pulsaciones de la mente,
como un recuerdo provisional
conformado para permanecer.


VI

No te despidas aún,
deja que la voz suave del arroyo 
siga enjuagando nuestra memoria
que aquel gato sueñe con su primer hogar,
que los átomos sean omnipresentes,
y que la gravedad nos tenga atados a la tierra.

Un día de estos sin saber donde,
estaremos divagando entre los rincones de una ladera
       complementando el inventario,
                                         reuniendo volantes.

si te sorprende,  y aún seguimos juntos
                                 hundidos desde abajo,
tarareando canciones que otros han olvidado
es que ando recogiendo fragmentos de otra historia
para calmar este temblor infinito.




VII

Consistente arrogancia,
vigila detenidamente el pulso
cuando aprieto los puños
cuando estas cerca, 
y no tan cerca,
cuando aparcas sobre mi cabeza
y desmayas el silencio con tu voz a la fuerza.
Infinita contrariedad.




VIII

En el estado mas irreal de una mañana
las cuestiones de morir en tus brazos, despiertan
clarísimo está que en toda esta revuelta
alertas mis desquiciadas intenciones raras,
y argumento vacía con tu bostezo sobre mi almohada,
que el desliz  de pronto ,
nos puede echar a perder la siesta.

Pero,
este incansable sonar a tonta enamorada
te sigue alentando a quedarte despierta,
despojar tus miedos, guardarme en tu pecho
que es tan inmenso,
mar adentro,
yo puedo correr todo riesgo
más, no puedo llegar a contar tus lunares,
que son como peces que atrapan mis besos
tan coloridos, tan perfectos,
saltan de vez en cuando entre las sábanas.

Yo puedo cuidarte del sueño amargo
las veces, que intentes caer somnolienta
silenciar el estruendoso rumor del mar afuera,
amarte hasta perder el aliento.




IX

Se me gastan los ojos contemplando
como el grito de las sombras presagia tu nombre
todo lo demás reside en estas lineas,
se cubren de olvido las palabras,
y exhalo,
apenas cuando, al notar que el tiempo discurre
el ilusorio instante que sonríes,
se veta  con el deseo ardiente de una espera.

No puedo tentar a tus apariciones,
mitigas este dolor,
que se hace constante con cada aparecer de la luna,
volviéndome incondicional a ti
mas, si quiebro este delirio,
soy una animal que de un lado a otro va,
acechando el peligro en las calles.

No latas corazón, no te impulses,
acompáñame sin decir nada
este instante es único, vuélcate de asombro
no temas, en ocasiones muy extrañas,
de pronto,
sin que nunca sepamos el por qué,
sintamos algo que rebase este mismo instante
del que brota un recuerdo.



X

He callado toda reverencia que tenía escrita,
pues, no quiero entorpecer mis diálogos con las flores,
¡Ay dolor!, no me puedes curar;
no me hagas confrontar,
el placer de verme desangrar los talones.

Estas donde no debes,
y aun quieres que resista a tus planes
como fiera salvaje sin domesticar,
ya lo ves, no soy  tan fría y despreciable,
acabaría acariciando sin pudor tu vientre.

El arqueotipo degenerado de aquel silencio
me tiende por ventaja, me censura
y tú pareces un cadáver que se tortura,
con mi respiración de cerca, en cada roce.
Abres la boca como si hablaras,
y si lo hicieras, serias otra,
alguien con cuya sangre dulce y amarga,
riega de amor mis claveles.

Y nada me complace, solo cuando duermes
recostada a mi lado hasta volverte un pliegue,
pues te abrazan las palabras que declaran ausencia
¡ay dolor! no me sanes,
no me armes de valor por quererme quedar.



XI

No quiero salir  
y me esperan allá afuera
el frío del viejo abril, aturde estos espacios
que gozan de una quietud en las que se aspira muerte
intento reiniciar la voz que no suelta
a decir nada más que tu nombre.
Debo esperar que los oídos no escuchen algo más que las voces
que a modo de zumbidos,
intentan escarbar cada detalle
en la mitad de la nada 
donde estas paredes 
todas verdes, 
salpicadas de incrédula felicidad
aun reciben sus ecos voraces de mil formas
que se disparan en los rincones.

Oigo a Yurima,
quien embiste con el sonido dentro de mi cabeza
cada momento profundo en donde te avizora.
pero allá afuera, crece el bullicio
que nos invita a jugar de espaldas
y a solas,
allá afuera esta mi nombre con el que otros ignoran
ser cómplices de espantosos significados para darle algún origen efímero.
y debajo de aquel nombre mio, 
el tuyo,
como un simbolismo
que pronto se hará más legendario que cualquier otra historia.



XII

Afuera algunos nacen y otros mueren
crecen tan deprisa y no son árboles ni peces,
van y se detienen como si buscasen algo
o alguien, o nada.
simplemente creen que la soledad es engañosa
cuando el silencio duele.
Allá, afuera, el sol se acuesta temprano
y descansa entre los brazos de la luna 
hasta engendrar estrellas que rara vez podemos olvidar.

No quiero salir,
Pero afuera me esperan todos
menos tú, a quien si veo 
esta necesidad de verme correr tras el paso de las horas, 
mitiga el vacío del cual saltan unos versos.
y me vuelvo una escena repetida,
en el centro de la ausencia.
y no te encuentro,
porque al irme enredando entre los abrazos de la gente, 
olvido lo que buscaba y a quien buscaba,
si es que acaso, perdí algo.


XIII

Estrechez y,
amargo trago sordo
en plena lluvia que,
remoja claramente cada parpadeo
con estrépitos dulces de melancolía.

Repaso,
incansable y de memoria
el candor de una soledad
contraria a la despedida.
He apostado cada centavo
para rodear tus intenciones de libertad
que acaban sin alas,
entre figuraciones repetidas
y deudas sin saldar
he notado que el dolor  no deja por refregarme en la cara,
cada minusculo intento.



mientras la lluvia no cesa, el pájaro no vuela,
y en la ciudad son las termitas las que 
entre las hojas de aquel libro favorito,
un recordatorio engañoso envuelve atardeceres.

Cada imprudente ahogo por esquivar detalles sombríos
erosionan fuertemente en el pecho,
apañando el compás de un ritmo casi moribundo
que no consigue aliviarse.

Ignoro,
cuanto más soportara este cuerpo
tanto desdén,
la humedad se cuela a medida que marcha el tiempo,
lo único que sé, es haberme encharcado los ojos
minutos antes de partir.


XIV

Si existe algo que persuadir
es el delirante modo en el que mi mente agoniza
el segundo en cuanto te suelto,
y el instante cuando te avista.

Ya no existen bullicios que turben este silencio
tantos prejuicios acerca de la moral,
abundan como la maleza en el otoño
de algún modo, me sobrepongo
y sacudo una a la vez,
las paginas de este libro.

Siento, que la indiferencia rebrota estas escamas
que alguna vez fueron hojas que disparo la corriente,
y sin embargo; son solo pliegues de una fantasía
donde tantas otras puertas conducen a infinitos laberintos.
Entonces,
muere el oportuno recuerdo de tu voz
que anuncia un persistente apego a la fatalidad,
en cuanto cesa su ultimo sonido.

Me exprimo el dolor lentamente de la carne,
se cuajan en las lagrimas el color del olvido
y el ardor en mis pulgares,
emplazan estos dedos que se cruzan
hasta encarnar una oración repetida.

XV

No soy yo cuando tú esta conmigo,
soy una especie mezquina que conjura con desoladas versiones de mi misma
me inclino sobre el tapete fino que luce esta sala
y vacilo por calentura, otro sonido distinto.

Nada puedo ser más que la mierda que oculta el grass
cuando ha llovido,
una mañana sin nubes,
con la respiración cansada,
y la voluntad de un suceso que tarde quiere llegar
si te dejas cercana, en sentido literal,
si descansa tu desnudez, sobre mi arribo.

No eres tu cuando estoy contigo
eres una gota que se aloja entre las ramas del olivo
un zumbido letal, un grito sombrío.
una maraña de metáforas que traduce
entre lineas la nostalgia del cual emergo
 y desvario, pues,
nada te complace.

Ni siquiera esta pacifica forma de mirarte a través de la ventana
que aún se empaña sin llover, cada tarde.

No he podido invitarte a pasar,
si no es por la rendija que asiste liberada
entre la vereda y el portal,
atenta al resto de polvo en el paso por la calle.

Y no se disimular,
te vuelves una tormentosa forma en donde caben
mil momentos plenos, donde urge respirar más rápido,
con menos ruido,
para no despertar a los peces, que tienen hambre.


XVI

Reconstruyes la luz en estos ojos
que ya no consiguen ver atardeceres,
solo reprochables voces de hombres y mujeres
que acaban con todo a su paso,
intento sobrevolar entre ellos
y con cada impulso me sangran las sienes.

Y me siento desafortunadamente humana y viva
para mezclarme entre el resto que no sabe
nada más que sobrevivir a su propio engaño.

Y si tú entras a formar parte de este cuadro,
seguramente pienso...
y no sé porque,
repentinamente pienso,
que mis ganas son reservados e admitidos adornos
que decoran tu piel, y me siento entumecer,
me das frío, me deformo.

Déjame por un momento, hacerte vibrar
si nos ponemos a bailar,
si nos dejamos caer,
déjame acariciar lo que no es sabido,
adoro el dorso de tus manos cuando pintan lo que olvido,
cuando intentan sudar, cuando sanan mi piel.

Podemos nacer en el instante en el que giro el mundo
volver a ser libres, por fortuna tan simples
debajo de aquel árbol,
que nadie ha visto crecer
en la versión de un suspiro.


XVII

Las palabras aprovechan la noche
para llegar hasta el bosque
no contemplan su soledad
van enjuagándose los verbos de sálpicos estelares
ya que fueron ellas
las que robaron a la luna, jirones de luz
hasta verlos sembrados en los montes.

Lucen discretas, altivas
cuando a la señal de otro dia
rotundas, devoran cada espacio en donde tu recuerdo duele.
Allí mismo, la sílaba se dilata en la espera 
y me desesperan,
los sucesos que tienden a remarcar.





XVIII

Sucede que el arroyo canta desde el jardín
para aquellas buenas tardes, que en abril,
inunde de rubor azul tus talones
y los árboles van cubiertos de corales
pues la arena, se fecunda con el río muy de cerca.

Sucede que allá en la ribera
donde los milagros abundan,
como aguacero de temporada
nadie ha visto como es que el agua
se agota entre unos sorbos,
de insaciables voces
y mi voz rescata el silencio que muere cuando al roce
de mis manos tus ojos me delatan.

sucede que al despertar
pegas un grito y el sol calla
sin color, ni forma
garabatea el viento tu ventana
hasta que las golondrinas se asoman,
y te encuentras tan pequeña y asustada
pero ardiente en las yemas de un beso que resbala hasta hacernos caer
como dos gotas que al unisono hacen una lágrima.

Y sobrevivimos al golpe,
sin dividirnos.

Entonces las horas trazan un círculo sobre tus sabanas
en donde giran nuestros sueños, aprenden a volar discretos.

Sucede que mi nombre se aferra
con desidia a tu garganta,
que mueves los ojos cerrados como si leyeras un pensamiento escrito
sobre el tibio de unos parpados,
que enmudecen en un silencio triste
otro silencio triste, que no mereces.

Hasta que en un suspiro nuevamente
caen rendidos sobre la almohada,
brillantes y tendidos
como destellos que a tu pecho hace temblar
y sin titubear,
me acuesto contigo
las palabras son solo apuestas que,
vuelven a soñar, mientras nos quedamos dormidos.

XIX

Así culmina este día,
con el delantal puesto,
y rebanadas de besos extras,
con el sabor a crema y la locura de una voz suelta,
a morirse de pena.

con la servilleta en el fondo de un vaso,
y la dulce amargura, de un buen sorbo
con el brindis de un fracaso,
así, te disfruto a diario,
con el pasatiempo de mi niñez
en el rescoldo de tus brazos.

con el embeleso en cada día
y la tonta melancolía, 
por hacer de este, otro día añejo,
con el dolor de unos males,
el color de mis atardeceres
con el creciente interrumpir de unos deseos.

con los dedos envueltos entre hojas,
y la sonrisa confundida en el titubeo,
así te gozo, vida mía,
con la dicha suspendida en el velo.

En la espera de un cumplido,
con la cara lavada y el corazón tendido,
de vuelta a ser niña, con el temor del olvido
así te quiero, vida mía,
con el incierto que nos obliga
a ser de los días, un misterio.

Aunque, se barran los años
y en la regadera cuajen las promesas,
en la próxima partida, nuestras penas
desertaran en su descuido
proclamaré esta ofrenda
seguirás siendo mía.
siendo tuya,
siendo nuestros.
hasta que, la quietud de la estancia
sucumba en el final de los tiempos.


XX

Oportunamente,
alcanzó a dar otra mañana
dudosas mil mariposas tornaron e inundaron
el balcón de tantos colores que perdieron lejos,
mi habitual soledad,
cuando estos ojos que por tiempo lograron anidar
sonrientes,
orbitaron al momento, donde el recuerdo nos reunió.


XXI


Una vida pasó,
y regresé al paraje mas esquivo de tus alturas
donde me conmovieron, un día,
sus cordones montañosos.
Aprendiz de lo más simple, sirviente e instintiva,
refugié un instante la soledad.

Amplié el horizonte, conquistando cada cima
sospeché que mi sonrisa ahogándose cortaba
los ramajes tangibles del recuerdo.
Mientras tú voz de primavera que a los valles pretende,
descongelar el paso de la cordillera,
rebrota la memoria cual caudal riega mis raíces.


¿Qué serán de tus labios si gozan otros besos,
mientras queda algún recuerdo, que visite mi morada?
¿Qué será de tu piel cuando roce otro cuerpo,
mientras el frío esta noche, cabalgue mis entrañas?

precisamente, si de amar se trata,
sostengo mi voluntad en el deseo de ir a tu sombra,
inundando cada rincón, con caricias, tu cuerpo.

¡Eh! pero que forma sostiene tu cuerpo
que se hace invisible cuando pernocta la luna.
si de quererte he de morir primero, aún en tus alturas
finalmente, si sobrevivo es porque te quiero.




XXII

Pero tu, mi fiel querencia,
quietecita a mi lado,
fluyes y rebozas de margaritas mis huellas,
haciendome mas viva, colorida e inmortal.
Tus ojitos de intensa luz,
arriban a mi ventana en el centro de una noche
que me deja, ligeramente azul cuando me baña
ligeramente tonta cuando me besa.
severamente sentida, cuando se va.

XXIII

Hermoso cariño,
incondicional, sincero
la miel que en tus besos, remansan mis labios
brotan de la fuente donde maceran mis sueños.
Hermoso cariño,
tan mio, tan nuestro,
aprecio tu paciencia rondandome las vueltas,
cuando estos golpes, sordos, han permanecido
recordando cuan herida estuve,
anhelando, este amor bonito,
dibujado tantas veces, en las nubes
tus coloridos trazos, mi singular estrella

Eres el pergamino donde escribo la historia
la revancha que aposte a esta vida, perder o ganar.
el motivo de un amanecer pleno,
mi consentida memoria
el sorbe trémulo,
cual afán solivianta,
mi voz de gozo, al verte despertar.

Ahora que te tengo, te guardo en mis pupilas,
te llevo donde me lleves,
mientras nos volvamos eternos,
serás mi cuento sin final, mi dulce despedida
la semilla que lanzo mi Diosa,
y germino en el valle de su bondad.






XXIV

Antes de ir por el valle del olvido
cansada, a ciegas, con la espalda quebrada
con estragos de locura en los bolsillos
y en el morral, unas promesas crudas y amargas

Quiéreme como yo te he querido
a pesar del orgullo, del dolor y las lagrimas
de mis bajas pasiones y de tus dudas
con el pecho cundido de flores
suspiros ajenos y gastadas espadas.

Quiéreme así como te he querido
con la fuerza del mar que no acaba.
iré portando el silencio de tus ojos en la boca
y en el lado opuesto de esta melancolía
un retazo de anhelo en la mirada.

Antes de acabar el ultimo escrito
quiéreme así, con el alma,
seré la voz que se pierde en el eco
de un triste respiro a mitad de la nada
quiéreme mas sin remordimientos
deja que el cariño se nos cunda entre las ganas.
seré el recuerdo que se pinta de colores
en una ventana soleada de añoranza.

Mi hermoso cariño, si un día el silencio, nos supera
no permitas que tu viaje me vuelva sombra,
déjame el pesar de seguirte amando,
y una sospecha cruda, para extinguirme a solas.



……………..

jueves, 24 de noviembre de 2016

ÓSCAR GILBONIO, en Canción del Silencio.

Hoy llegó un mensaje, pienso que es un comentario atinado, recuerdo la construcción de la novela, lo vuelvo a leer y regresan al oído las canciones de la época, los espacios por donde camina Cirilo, la cárcel (...). Aquí la gran capacidad de síntesis y conocimiento de los problemas de la sociedad actual, ¡muchas gracias! Óscar Gilbonio.



Estimado Juan.


En primer lugar agradezco que me hicieras llegar un ejemplar de “Canción del silencio” y así conocer de tu escritura.
Estoy de acuerdo con las palabras de Jorge Luis Roncal que condensan el espíritu de la novela: “visceralmente comprometido con las vicisitudes de los despojados”. Un lector avisado puede descifrar lo que brilla entre líneas respecto a los ochenta. El niño que sería hijo de la poetisa Edith, transitando un fresco de ese periodo, pintado con signos y hechos significativos, identificables.
Emula la ternura que Arguedas profesa al campesinado. El Oscar del Tambor de Hojalata, es un niño de la guerra que no crece. El tuyo es uno hecho adulto por el conflicto. Es un personaje que desearíamos multiplicar porque representa una forma de esperanza, la madurez de una nación.


jueves, 10 de noviembre de 2016

HUACACHINA

ESTADÍSTICA

ica
En Suiza, 60,000 personas mueren cada año
por consumir tabaco.

En Alemania, 35,000 personas mueren cada año
por ataque al corazón.

En África, millones de seres humanos
mueren de hambre.

En el Perú, miles de seres humanos
mueren en las pistas.

Y aquí en Huacachina, soy el único ser humano
que se muere de amor por ti.





                                                         

PAREDES DE PALABRAS


                                                                                                             A José Vásquez Peña

Por entonces, yo, vivía cerca de un estadio de fútbol; los domingos iba con los amigos a alentar el equipo de barrio. No me agradaba ver que de 22 personas dependiera el estado de ánimo de mucha gente, iba porque me gustaba ver a la gente de mi barrio feliz; las banderolas, cánticos, la alegría que todos ellos no tienen de lunes a sábado me hacían sentir bien. Había terminado un libro de poemas: la lectura de los pocos libros que tenía en casa me llevaron a escribir las palabras que no encontraba en ellos. Empecé con un poema dedicado a la chica de la esquina, que luego rompí al verla con otro muchacho. A los cuadernos les arrancaba las carátulas y ponía mi nombre y el título del poemario, me hacía ilusiones de que mi foto aparecería en el manual que el ministerio de educación nos regalaba al iniciar el año escolar. Nunca leí mis poemas a nadie; en clases mientras el profesor de literatura nos aburría contándonos la vida de los escritores escribía en mi cuaderno verde todo lo se me venía a la mente.
Cuando terminé de escribir el libro, vi en el periódico un aviso de una imprenta. La tarde en la que fui a esa imprenta fue una de las más tristes de mi vida; el dinero que me pedían para la edición era tanto que nunca lo hubiera reunido aunque trabajase toda mi vida.
Fui a la plaza a escuchar la bulla de los carros y los pájaros en los ficus gritando de hambre, defecando en el aire; esa tarde los muros de la ciudad sin flores me parecieron tan horribles que quise pintarrajearlos con toda la ira que un pobre puede albergar.
El domingo llegó con sus cerbatanas, la llamada a las puertas de las casas para salir e ir al estadio; la tristeza que tenía contrastaba con la algarabía de la gente. Mientras caminaba por el arenal junto a los demás, pensaba si mi poesía valía el dinero que la imprenta pedía. Tendría que buscar la forma de publicar mis versos, yo quería aparecer en la foto de los libros que leía en las clases de mi colegio.
Cuando llegamos al estadio observé que sus paredes tenían propaganda política que nadie leía, pero que estaban ahí esperando la otra campaña para ser borradas. Entonces se me ocurrió una idea : pintar las paredes de poesía.
Tendría que pintar las paredes de noche. Lo primero era conseguir pintura. Un amigo me regaló la pintura sobrante de las refacciones que había hecho en su casa. Empecé lunes 1, hasta ahora recuerdo el miedo que sentía por si se aparecería el vigilante o algún hampón. Las manos me sudaban, pero logré terminar rápidamente el primer poema, la pared silenciosa guardaba en su cuerpo las letras de mi cabeza:
Las nubes son las cartas
que envía la luna al sol
un cometa es un beso
volado del sol a la luna.
A la primera pinta la gente ni siquiera miraba de reojo la pared, pero a medida que iban apareciendo cambiando la fachada del estadio, pensaron que se trataba de una iniciativa de la municipalidad, o que algún colegio de la zona en una campaña a favor de la lectura había pintado las paredes.
La gente se paraba en el camino para leer, incluso los ómnibus que iban a la ciudad detenían lentamente su marcha ante la insistencia de los pasajeros que querían leer los poemas. Cada domingo, el comentario de la gente era de quién había escrito los poemas, algunos reían cuando se acordaban de ellos.
Ese año para sorpresa mía, el equipo de mi barrio salió campeón en la liga del distrito. Tuvimos que ir a otros estadios a alentar a los muchachos, y otros equipos tuvieron que venir al nuestro. Mientras hacían cola para entrar, leían los poemas, algunos reían, otros mas osados decían que eran cojudeces que se le habían ocurrido al alcalde.
El equipo seguía avanzando y la fama de los escritos iba a la par con él. Así fue avanzando mi libro, poco a poco se hizo parte del paisaje mental de la gente y del estadio; creo que las paredes estaban más a gusto con mis poemas que con las pintas que hacían los políticos cada vez que habían elecciones.
Tuve miedo de escribir los versos que le dediqué a mi madre porque estaba seguro de que ella al escuchar que hablaban sobre su hijo iba a delatarme, pero lo hice y puse:
Una vez una mujer
Me pidió un poema
y yo le di un espejo.
El equipo pasó a la etapa regional venciendo a todo rival con el que jugaba. Se enfrentaron a cuadros de Ayacucho y Huancavelica. Las gentes de esos lugares al llegar para hacer barra, sufrían la misma sensación de los demás visitantes al mirar los poemas. Que bueno que el alcalde haga esto, pero cómo se llamará el poeta que los ha escrito, será tradición popular.
El equipo pasó la etapa nacional. El alcalde del distrito, e incluso el de Ica venían al estadio. En toda la ciudad se hablaba del equipo de mi barrio y sus jugadores. Una ilusión se había posesionado del distrito.. Todo el mundo felicitaba al alcalde por darle a las paredes del estadio un marco cultural, por educar al pueblo. Al terminar los relatos de los partidos, los periodistas no solo se referían al triunfo de nuestro equipo, sino que decían: desde el estadio de los Molinos el único estadio cultural del Perú, transmitió para ustedes radio Saraja.
Llegamos a ganar la copa Perú. Ese año la gente de mi barrio se volvió loca cuando escuchamos por radio que el Atlético Pallares Verdes, había superado en calidad de visitante al César Vallejo de Trujillo, y que debido a este triunfo el departamento de Ica tenía otra vez fútbol profesional. Salimos a las calles a festejar el triunfo. Yo era poeta, no sabía alegrarme de esos triunfos, pero me sentía feliz por las caras felices de mis amigos, por la señora Josefa que vendió muchas cervezas esa noche, porque en un barrio pobre se pudiese celebrar con esa intensidad, olvidar que a veces se tenía que sacrificar un día de paga para comprar la entrada al estadio los domingos. Eso me alegraba, no me importaba que después vinieran jugadores de Lima a quitarles el puesto a José el defensa, que luego de jugar tenía que ir a amasar el pan en la panadería del presidente del club, o que a la estrella del equipo. Gabo que hacía goles hasta con las orejas, los jugadores que botaban del Alianza, o la U, lo dejaran sin trabajo. En ese instante no me importaba nada, solo la alegría que se celebra de verdad: la alegría de todos.
Cuando los chicos regresaron les hicimos una gran recepción, por supuesto que en el barrio, no en Ica, por que ahí hasta el presidente regional los saludó como héroes. Nosotros le dimos la bienvenida como siempre lo habíamos hecho: haciendo colecta, incluso don Julián el dueño de la orquesta de cumbia mas querida de la provincia nos regaló 4 horas de música; todos bailamos hasta el amanecer.
Pero el equipo ya estaba en la profesional, y tenía que ajustarse a las reglas de la federación peruana de fútbol. Tenían que cambiar de escenario porque el estadio de los Molinos era muy pequeño, así es que no les quedaba más que ir a jugar al estadio de Ica. La población del distrito en una sola voz dijo no. La gente que para nada se une, esta vez lo hizo para hacerse respetar. Fueron todos a la municipalidad a reclamar. El alcalde que era un demagogo político vio una excelente ocasión para asegurar su reelección. Improvisando un mitin prometió construir un nuevo estadio, y que el antiguo sería destruido para dar paso a uno moderno. Todos gritaron de alegría, menos yo. Pensé en mis poemas, en mi libro abierto, entonces salí corriendo de la plaza, quise abrazar al alcalde, rogarle que no derribara las paredes, inventar cualquier cosa con tal de salvar mi libro, pero yo solo era un poeta.
El proyecto se aprobó, el nuevo estadio con todos los adelantos tecnológicos iba a estar construido en solo tres meses. Nadie se acordaba de los poemas en las paredes, ya nadie se preguntaba quién los había escrito, ese misterio desapareció, como Gabo el goleador, José el defensa, entonces..., entonces no quería que mis poemas fueran derribados por esas máquinas. En un arrebato de justicia, una noche con una vara de fierro en las manos, destrocé todas las máquinas, eran tan duras que acabé con muchas ampollas en la mano. El odio me cegó, no pude ver a los vigilantes que vinieron a prenderme, me capturaron y me llevaron a la comisaría, los policías me agarraron a golpes. Como no respondía a sus preguntas por más que los golpes me dolían, optaron por declararme loco. Esa noche la pasé en la carceleta junto a un ladrón y una prostituta; la ventana daba al cielo, y en las estrellas podía leer los poemas de ese poeta loco que llaman Dios.
Como nadie abogó por mí, me mandaron aquí, a este hospicio; a veces tengo que hacerme el loco de verdad, nadie viene a visitarme. Como ya no tengo cuadernos, y las paredes del estadio fueron derrumbadas, el viento es una buena pizarra. No sé nada de mis poemas, solo sé que los leyeron muchos, que la pared de ladrillos fue el mejor papel que pude encontrar para ellos.

                                             César Panduro Astorga ( Ica - 1980)

lunes, 31 de octubre de 2016

Escritores de la generación 2000 ( Ica -Perú)

HELMUT JERÍ PABÓN

Sobre el libro “Monólogo de un animal silvestre”



Silvestre: Que crece o se cría en el campo o en la selva.

Este nuevo libro de Helmut Jerí Pabón, nos da a entender que los momentos de este libro nos contacta con el campo, con la vegetación, de los animales rudos, también domésticos, salvajes, es una sensación volver a recordar a Cisneros con sus animales que eran una especie de fobia para el poeta de la generación del 60, así mismo otro poeta que nos mostraba el deseo de escribir acerca de los animales y los miraba y los examinaba concienzudamente es el poeta José Watanabe, nuestras suficientes de que estos animales son parte de nuestra existencia, y sus costumbres están arraigadas a cada ser humano. “Un hombre mira un lobo / y acaba con él / un lobo mira al hombre / clama piedad, muere en silencio.” – acaso también la influencia de los motivos del lobo de Rubén Darío.

Pero también hay una sensación de que este libro en cuatro partes, habla de la urbe, de la sociedad actual, también la remembranza del lugar de origen del autor, Coracora, lugar andino que siempre ha mostrado arte en todas sus formas, lo contrastes que hace Helmut Jerí de los animales, de la ciudad, del campo, y es que estos tiempos la ciudad, ya no es un solución a muestras consecuencias de ciudadano, esta ciudad lo devora lo come todo, pero más aun no se compadece del ser humano, de los que estamos laborando en la ciudad hasta un carretillero, sabemos que los momentos de la ciudad son pesados, es por ello la propuesta de Helmut es darnos a entender que hay una esperanza en el campo, en lo verde y todavía aprender costumbres de animales que han hecho de su naturaleza la mejor arma para sobrevivir.

La poesía de Ica, está mejorando silenciosamente como este monólogo de Helmut Jerí, dicho esto, hay poesía para rato.

LOBO

Un hombre mira la luna
y ve una esfera iluminada
un lobo mira la luna
y ve a Dios.

Un hombre siente la lluvia
y piensa en sus zapatos
un lobo siente la lluvia
y piensa en el amor.

Un hombre oye el viento
y lamenta el clima
un lobo oye el viento
y entiende al cielo.

Un hombre se acerca al mar
y se llena de miedo
un lobo se acerca al mar
y lo abraza entrañablemente.

Un hombre roza una piel
y la vida continua
un lobo roza otro cuerpo
y el universo se detiene.

Un hombre mira un lobo
y acaba con él
un lobo mira al hombre
clama piedad, muere en silencio.

Un hombre se queda solo.


     
LA LLUVIA SE EQUIVOCÓ


Me decía la lluvia antes de ser mar:
los buenos amores
no se miden por la razón, sino por la locura;
anda, ve tras ella, búscala
es fácil ser un héroe en un pueblo
pero difícil incluso sobrevivir
en una ciudad como esa
y yo, abatido por el efluvio del miedo,
mirando al cielo le dije: ¡no!

La lluvia insistió, musitando
casi convertida en mar:
anda, ve por ella, tómala,
sólo los cobardes, dejan escapar la felicidad
no esperes encontrar el amor cerca
los buenos amores
yacen siempre lejos, te invitan al sacrificio,
pero yo, reducido a un indefenso ser,
mirando el horizonte le dije: ¡no!

Finalmente la lluvia, con el último aliento
enfurecida me gritó:
¡anda, te está esperando!
y fue engullida por el mar
y yo, alentado por esa voz última,
me armé de valor, fui por ella,
la busqué durante catorce años
hasta que la encontré en un viejo parque de Surco
caminaba de la mano de un hombre y cargaba un niño.

Entonces, abrumado por la brisa de una derrota súbita
bajé hasta la orilla de una playa barranquina
y le dije al mar: la lluvia se equivocó.

Helmut Jerí (Coracora - 1982); Navale Quiroz (Apurimac - 1980)
En el XV Encuentro de Escritores "Manuel Jesús Baquerizo" (Pucallpa - Ucayali). Manifesté algunas características de la ya consagrada generación 2000. Al final del siglo se inicia una etapa muy significativa para la poesía peruana. La integran: César Panduro (Ica - 1980); Navale Quiroz (Apurimac - 1980); Helmut Jerí (Coracora - 1982) y Victor Salazar (Lima - 1981).
Escritores que desde sus orígenes y centros de trabajo, vienen integrando a través de la palabra la gran "República Chanka" ( Ica, Apurimac, Ayacucho y Huancavelica).En la actualidad Victor viene realizando una importante labor cultural en Huancavelica. Todos ellos suman más de 15 libros publicados - tres del género narrativo - sin contar los trabajos inéditos de la especie narrativa cuento, que aún no publica César Panduro.
Después de ellos la poesía se multiplica, cobra vida en Ica, viaja por el mundo y arrastra a otra generación no menos importante (2010). William Siguas (Cañete- 1990), Santos Morales (Urancancha, Ayacucho, 1990)...

jueves, 1 de septiembre de 2016

Palpa recibe a WiIliam Siguas (Presentación del libro: Como errante que no quiere nada)

Programa
Presentación del libro "COMO ERRANTE QUE NO QUIERE NADA" de William Siguas

Día: Jueves 8 de septiembre
 Lugar: salón de actos de la Municipalidad Provincial de Palpa
Hora: 7:00 p.m.
Maestro de ceremonia: Fernando Mantilla Bendezú

 Mesa de honor: Juan Carlos García Rivas, Juan Ladislao Ramírez 
Chacaltana, Isidro Chacas Cáceres, William Siguas  y Alcalde Justo Mantilla Bendezú

Programa
Bienvenida: Fernando Mantilla Bendezú
Invitación a la mesa de honor: Fernando Mantilla Bendezú
Declamación: Raúl Barballelata Muñoz 
Presentación de la biografía del autor y del libro: Prof. Juan Ladislao Ramírez Chacaltana.
Intervención sobre el autor: Isidro Chácas Cáceres
Declamación: Juan de Dios Corrales Tenorio
Número musical: Nilo Carpio (2 canciones)
Presentación de libro: Prof. Juan Carlos García Rivas
Lectura de poemas: William Siguas

Palabras de agradecimiento y brindis de honor: Alcalde Justo Mantilla Bendezú.


Petroglifos de Chichictara





LA VIRGEN DE CHICHICTARA

La Virgen de Chichictara no mide más de cuatro cuartas,
tiene el rostro rosado como el atardecer en Venecia
y su mirada se pierde (se pierde, como siempre).
Su capilla es alumbrada con Petromax.
No se le puede mirar si vas tambaleándote
y diciendo que tu esposa es tu casa.
Mejor es huir cuando la Virgen ve la oscuridad:
se va y vuelca su perdón a sus hijos.
La he vuelto a ver después de 13 años,
se me cae la cara de vergüenza
y el cigarrillo de la boca.
Entonces, madre mía, te miro a medias
y me voy como errante que no quiere nada.
Te regalo un collar de Ucayali,
de pescados y hierbas.
Cómo me has dejado más de una década,
sin permiso, entre canto y canto
y ruidos espantosos, cómo.
Alquilé una casa y me escapé para verte.
Ahora sí me has regalado un permiso,
dichoso, acompañado, sin mucho discurso.

Nota: cuidaré a mis hijos en cuadros,
construiré mi casa con adobes,
mi esposa será mi esposa, no mi casa,
y la amaré como dos gatos
arrinconados en la sala.

viernes, 19 de agosto de 2016

ASI LO CONOCÍ: JUAN GONZALO ROSE

Escribe: Juan Cristóbal


En 1980 publiqué un pequeño texto con el nombre de “Horas de lucha”, tomado del memorable libro del maestro Manuel González Prada. El tema de mi libro fue idea persistida por los obreros con los cuales trabajaba en mi militancia política, especialmente con los de la empresa Motors Perú, que era una ensambladora que quedaba en Puente Piedra. Básicamente los temas eran las diversas experiencias por las cuales habíamos pasado: volanteos clandestinos, la cuestión del Partido, paros y huelgas diversas, muertes de trabajadores y otros. Un domingo, a la altura de la cuadra dos de la avenida Colonial, en un segundo piso, estábamos en una reunión, desde la mañana, con una serie de obreros de diversos sindicatos participando en una charla que diversos compañeros dábamos a los trabajadores. Al terminar la asamblea, sería como las 15:00 PM, con un grupo de ellos, nos dirigimos al bar Quilca, ubicado en el jirón Camaná, en el centro de Lima. Al llegar pedimos algo de comer y algunas cervezas. Cuando mire alrededor, en una esquina, solitariamente se encontraba el poeta Juan Gonzalo Rose tomando una cerveza chica. Juan Gonzalo ya había sido separado del Instituto Nacional de Cultura (INC) por Francisco Abril, un pintor aprista de “media caña”, y trabajaba en esos días en la revista “Caretas”, que lo había albergado, donde tenía una columna llamada “La columna de Juan Gonzalo”, si mal no recuerdo. Yo no era amigo de Juan Gonzalo, pero si habíamos conversado un par de veces. Entonces me acerqué y le dije, “Juan Gonzalo, quiero entregarte este pequeño libro que acabo de publicar”. Lo cogió, lo miró, miró la dedicatoria y me dijo, “¿te tomas un vaso de cerveza?”, le acepté y me retiré. Al irme me dijo, “de repente te saco una nota en Caretas”. Le agradecí y me fui. No pensé que cumpliera su ofrecimiento porque, en realidad, el libro no era bueno, tenía una nota demasiado panfletaria. Pero cual no sería mi sorpresa cuando a la semana siguiente apareció en la revista, en la columna de Juan Gonzalo, una pequeña crítica al libro titulada “Las horas de Juan Cristóbal”. En ese breve artículo Juan Gonzalo resaltaba algunas virtudes y dos poemas que le llamaron la atención, pero también había una crítica (fraternal) a los demás textos del libro. Viniendo de quien venía (uno de mis poetas favoritos) mi alegría fue inmensa. No supe, literalmente, cómo agradecerle.



ASI LO CONOCÍ: El ceremonial de Martín Adán (I) y (II)

Escribe: Juan Cristóbal (Poeta Peruano)



Cuando ingresé a trabajar al diario “La República”, allá por el año 1981, me enviaron a colaborar en la página cultural, cuyo jefe era Alfonso la Torre (ALAT), reconocido intelectual. El primer trabajo que me mandó hacer fue un testimonio de “¿cómo escribía Martín Adán?”. Me dio varios contactos, pero el principal era el librero Juan Mejía Baca, cuya librería, famosa desde los 60, pues editaba a los mejores escritores de la época, quedaba por una de las cuadras de Azángaro, a dos cuadras del Parque Universitario. A los tres días regresé y le traje un artículo que titulé: “El ceremonial de Martín Adán”, publicado el 27/11/1981. Allí, en sus partes centrales decía: “La mayor parte de los escritores necesitan de ciertas formalidades o ceremonias para poder escribir…¿Pero cómo puede escribir alguien que no existe, que es solamente una visión, la soledad o la luz rara de la muerte? Me refiero a Martín Adán, el autor de una de las obras poéticas más intensas y desgarradoras de nuestra época. ¿Un hombre que no existe, cómo escribe? Dicen, y no es un elogio necrológico, que allá por los 60, cuando el refugio en el alcohol era la sustancial nota destructiva, y para él (insigne memorioso) la más aterradora lucidez, escribía en servilletitas de papel crepé que existían (no como ahora) en los bares. Y allí, un viejo enorme, enfundado en mugriento gabán de lana espiga, ensombrerado, con espeso y silvestre bigote amarillento, ojos saltones, enrojecidos, turbios, ya sin color, en un destartalado cuarto de hotel, solitario siempre, escribiendo soneto tras soneto. Y por las tardes, entrando y saliendo de la editorial, cual un fantasma aparecido, como todo un prestidigitador, sacando de todos sus bolsillos, uno, dos poemas, perdón, una, dos servilletitas de papel. Mientras el editor, descifrando esos bosques, esos caminos milenarios. Y allí mismo, sobre la marcha, sobre los propios originales, en esas ya sucias servilletitas de papel, corrigiendo. Y después, nada. No quería saber nada de los poemas hasta que no estuviesen editados. Le aterraba ver las pruebas de galera, las pruebas de página. ¡El libro! Era lo que ansiaba. Años después, 66-67, cuando el enfrentamiento con la realidad se hizo más racional, menos destructivo, Martín Adán adoptó otro sistema:escribir en las envolturas de los cigarrillos, de cualquier marca, color o tamaño. Y ya por el 69-70, cuando la autoreclusión fue un gesto voluntario, personal, es cuando accede a escribir en libretitas, o sea, de manera más ordenada. Sin proponérselo, una crónica que testimonio tres días de Martín Adán el año 68, dice: “…sacó dos o tres libretitas atadas con ligas del bolsillo interno de su gabán y empezó a leer sus poemas recientes”. Si bien es cierto que el poeta, como demuestran los poemas (inéditos) publicados en este diario (por Mirko Lauer:JC), está todavía batallando con la poesía, ¿cuál será el ceremonial actual de su escritura?”. 



MARTIN ADAN (II): Nunca conocí, ni hablé palabras con este notable y complicado (humana y poéticamente) ser humano dedicado íntegramente a realización de su gran obra poética. Reconozco su poesía, pero me intriga y me gusta más su compleja realización humana. Lo vi algunas veces en el bar “Palermo”, pero nunca me atreví a acercarme. Los amigos que se acercaron (Gregorio Martínez, Juan Ojeda y Cesáreo “Chacho” Martínez, que pasaron con él tres días y dos noches íntegras) han dejado, el primero y el último, testimonio periodístico de ese acercamiento. Yo tengo una pequeña versión, por otro canal, acerca de la personalidad de Martín Adán. Y es por lo que me contó Segisfredo Luza, el psiquiatra, cuando fue al Hospital “Larco Herrera”, después que lo condenaron. Me cuenta que llegó a ese nosocomio y allí estaba Martín Adán. Entonces él también tuvo el deseo de hablar y conocerlo mejor, pues ya había leído sus obras y conocía lo que se decía de él, en cuanto a su alcoholismo y soledad. Pero sucede que Martín Adán apenas si le respondía y muchas veces se alejaba de él. Me dice que con quienes siempre lo encontraba hablando y según el tiempo y los gestos que se hacían eran con los locos. Pasaban horas conversando, incluso lo veía sonreír y sentirse cómodo. Esto, de alguna manera corrobora lo que yo le decía a Luza: “Martín Adán, para mí, es un hombre totalmente bloqueado para hablar con los seres comunes y corrientes, y siento que él se entiende mejor con los misterios y las oscuridades de la vida”. Era lo que siempre sentí y siento cuando recuerdo a Martín Adán en su vida y poesía. Y ese tipo de misterios nunca se revelan, son inalcanzables para cualquier ser humano, por más profesional que sea de la vida del hombre.




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