Cortesía de Ámbar Gavilán |
El silencio no es una palabra escrita sobre una pared, es una canción solitaria con el viento que no se detiene en el medio de un infierno. Silencio señores grandes, que despiertan las historias. León Gieco.
miércoles, 9 de octubre de 2024
LA BRUJA BELINDA LINDA
domingo, 29 de septiembre de 2024
SUPER MATECHÉVERE
Andrea escribiendo sobre el papel de sus maestros |
Ya estaban acostumbrados a salir de sus salones para dirigirse al cerro a
escribir o leer, era un día miércoles, el sol ardiente de verano se extendía
sobre las flores del pueblo, llegaba con mucha nitidez hasta la ollería, en ese
lugar los restos humanos se encontraban desparramados a cada paso. Los
estudiantes estaban sentados conversando antes de recibir las indicaciones de
su maestro, aún no se daban cuenta del sonido de la tierra, cuando empezó a
temblar recién David lanzó un silbido y todos miraron en silencio el pueblo. La
gente salió a la calle y los estudiantes de ambos niveles se apostaban en las
zonas de seguridad.
Desde la tercera cruz de madera vieron una nube de tierra, no habían
escombros, el movimiento telúrico fue leve, sin embargo sus miradas estaban en
el centro de la plaza, en el corazón de Santa Cruz de Flores, ahí había caído
el reloj de cuatro caras, desde el interior de la tierra se veía crecer una
bestia desconocida, con enormes patas, manos con garras, cara de burro, cabeza negra con pronunciada cabellera. La
gente del pueblo huía hacía los cerros circundantes, los maestros subieron al
cerro patrón para implorar junto a la maestra de religión la ayuda divina.
El Profesor Jhon Cusipuma se había quedado en el pueblo, antes de tomar esa
decisión conversó con sus colegas, le había pedido al maestro de Computación
encontrar señal para pedir ayuda a Lima o Cañete. Los demás colegas conocían
bien la zona y decidieron acompañar a la comunidad desde diversos lugares, muy
cerca al cementerio el maestro Richard y su hija trataban de tranquilizar a la
gente; el profesor Miguel caminaba con dirección a San Antonio, en busca de
ayuda; la docente Exilda suspendió su viaje a Mala para adentrarse a las
chacras con los más ancianos.
La bestia daba pasos lentos pero con su peso aplastaba las viejas casas,
algunas que eran dotadas de buen material servían de obstáculo en su
movimiento. Todos seguimos el rumbo cansado del animal que mientras crecía, el
sonido de sus gritos aumentaban de volumen, la tranquilidad de mi apacible
pueblo estaba destruida con su presencia. Todos nos preguntábamos donde está el
Profesor Jhoncito, capaz de resolver todos los problemas en la pizarra y en la
vida, las matemáticas y una vara de madera (regla) eran su complemento exacto,
en muchas oportunidades reía, era feliz como su apellido..
Él trataba de conseguir la honda dejada por el nieto de Pachacutec a su
paso por Flores, convencía al señor Víctor Manco que se la proporcione para
probar su magia, dicha arma hace poco, demostró su vigencia cuando comunidades
alto andinas enfrentaron a helicópteros de las Fuerzas Armadas de Perú.
Acarició la huaraca con su cara y manos, trepó la empinada cima del Apu tutelar
del Distrito y desde la cumbre probó un primer disparo, el proyectil de piedra
laja filuda impactó en la frente de la gigante bestia, haciéndola retroceder
con dirección a Mala.
Todo fue rápido como un sueño, ya eran las cinco de la tarde, crecía la
preocupación por comer y dormir. Cada grito que escuchábamos eran los certeros
disparos de la honda, al ser manejada por el super matechévere transformaba su
potencia al 100%, poco a poco la bestia fue llegando al río. En el décimo
quinto disparo cayó patas arriba en pleno cauce, el huayco de diciembre la
arrastró al mar. Seis de la tarde, con luces y sonidos de sirenas, se acercaban
los refuerzos de Lima, 18 tanquetas quedaron en San Antonio. Diciembre nos
dejaba, era el año en que el Profesor Jhon se retiraba del pueblo que lo
albergó diez largos años, como guardián del Colegio y del valle, todos se
acercaron al día siguiente llevándole pisco y vino, yo le fui a pedir que me
dejará la honda para cuidar a mi pueblo, en un próxima amenaza.
Andrea Martínez
domingo, 11 de agosto de 2024
Un cuento de: Nicolás Chumpitaz Ortiz (El sueño de vino dulce)
El sueño de vino dulce
Hoy me
desperté temprano, ya que había tenido un raro sueño, en el me decía que la
madre naturaleza se estaba quejando del maltrato que le hacíamos. Recuerdo algo
todavía, fue muy rápido, ella con sus ojos bien abiertos me dijo:
-
Voy a provocar grandes
fenómenos porque no me gusta que me maltraten.
Eso me
hizo despertar con miedo, pero lo tomé como pesadilla, la ignoré, me volví a
dormir. A la mañana siguiente despierto algo tarde, ya el sol estaba entre los
cerros de Santa Cruz de Flores. Con el canto de los pájaros la vida combina con
el rico aroma a tierra mojada, es otro aire, me dispuse a cumplir con mis
deberes, hice lo que mis padres me pidieron, fui a alimentar a mis pollos en la
chacra, al terminar me recosté sobre un árbol, terminé dormido, en ese entonces
escuché una voz que me decía:
-
Yo soy la Pachamama, tú
no me podrías hacer daño, pero cada vez la gente me usa como un adorno y no agradecen
que tienen un suelo donde caminar, ahora juntos con los demás dioses, les
daremos una lección.
Me
sorprendí porque me di cuenta que mi sueño era real, pues en ese momento mis
padres estaban quemando paja y la apagué, de pronto empieza a retumbar el
cielo, se iluminó mi vista, y fui conducido hacía una casa, ahí pude estar un
momento en paz, nunca estuve tan
desorientado, quise moverme, sin darme cuenta aparecí en una de las maravillas
del mundo “Machu Picchu”, este sería el corazón del Perú, además el centro de
la naturaleza. Seguro estaba que la madre naturaleza no mentía cuando me dijo
que iba a desatar su furia, lo que debía de hacer era simple solo debía poner
una uva, cosecha 2024 de Santa Cruz de Flores, también prometer que no iba a
quemar ni a talar de nuevo; pero solo lo haría, si subo a la cumbre más alta de
la montaña, el Huayna Picchu esperaba mi presencia.
Al
llegar escuché varios retos que cumplir. El primero fue muy raro porque era un
cíclope, la uva empezó a llorar en vez de lagrima caía vino, entonces pensé en
emborrachar al ciclope y así fue, él se quedó dormido, aproveché ese momento
para clavarle una estaca en el ojo y ahora ya no podía mirar, proseguí mi
camino, el siguiente reto era un fénix, este lanzaba fuego, al verme el fénix
se echó a volar pero no se dio cuenta que frente de él había un árbol espinoso
y se clavó con ellas, lo fantástico de este animal era que se podía regenerar.
Eso demora pensé un poco, estaba lúcido, la sabia naturaleza dominaba mis
sentidos, así que pude correr para lograr hablar con la Pachamama que habitaba
los andes peruanos, en el camino me encontré con un ave que planeaba entre los
precipicios, le pedí que me ayude porque el camino era pedregoso, él me ayudó
hasta llegar al puente colgante. Me disponía cruzarlo, cuando de pronto
apareció el ave fénix, lanzó su fuego quemando el puente, yo me quede triste. Debía
idear un nuevo plan para ir a la otra orilla, en ese momento apareció el cóndor
para ayudarme, el fénix voló victorioso, pensábamos que se había ido, al mirar
al sur noté una sombra que volaba. Grité con todas mis fuerzas:
-
¡Regresa!
El ave
sagrada del Perú, muy asustado se
atrevió a enfrentarse contra el ave fénix, fue larga su batalla. El río bramaba
en las quebradas hondas, el cóndor dominaba bien su territorio, era el rey de
las alturas, muy adolorido desciende con el cuerpo del fénix en sus garras, lo
sumerge en el lago, con su cuerpo húmedo no volverá a la vida. Muy tranquilo me
dijo:
-
En el fondo del cerro
hay una cueva, tu destino soy yo y debo dejarte ahí.
Ingresé
lentamente, afuera pasaban temblores, luego el agua de la cueva empezó a
descender en forma de catarata. La Pachamama me dijo que también los demás
dioses de la naturaleza estaban enojados así que desatarían toda su furia. La
Mama Cocha, cada vez crecía más y más. Algo catastrófico estaba ocurriendo
con el planeta, se habían activado todos los ojos de agua de las cabeceras de
cuenca, seguían las replicas moviendo de arriba a abajo, el agua se salía y
rebalsaba, internamente yo escalaba, ascendía con devoción, me quedaba muy poco
tiempo para colocar la uva. Entonces se me presenta una gran serpiente, ella intentó
botarme de la cueva, le dije que para mi seria muy importante hablar con la
Pachamama, la serpiente intentó arrebatarme la uva, le dije que me dejara pasar
pero se negó, por influencia divina pude continuar mi camino.
Al
salir del túnel, aún era de día, la luna
desbordaba su belleza, su rostro se dibujaba entre las aguas del mar, las
estrellas aparecían en el firmamento, la
marea incrementaba su altura. Pensé en mi familia, en mis amigos, también en mi
maestro. Vengo de los llanos candentes y extraños, de Hurin, la parte baja de
mi Perú grité con fuerza. Cavilé.
-
Ahora se sale el mar,
tengo que apurarme ¿Y si se sale el mar? tendría que apurarme, qué confusión la
mía, no estoy desesperado ¿Me creen?
Tengo
que escalar muy poco. Ahora el aire se une a la destrucción de la tierra con
sus huracanes, el Wayra silbaba haciendo ruido en mis pequeños oídos, la arena
que arrastra el viento no me deja ver, resbalo una vez más. Sigo insistiendo,
al llegar encontré una pequeña planicie,
me senté divisando el horizonte, después de descansar, continúo mi caminata. Empieza
a nevar, que bonito mis andes, avanzo soportando fuertes heladas. Tan pronto me
doy cuenta que estaba recorriendo las tres regiones, ingresando a la selva
encontré un gran cráter, por la espalda un guacamayo gigante me habla
repitiendo en eco lo que le pido, le dije que me ayude a cruzar, casi una hora
estuvo volando, antes de aterrizar se me cae la uva. El guacamayo me ayudó,
desciendo con él sobre su lomo, encontramos la uva y volvimos a la cima.
Un monito
me guía hasta una flor, sus pétalos se abren cada 100 años. Al abrirse la flor,
escucho una voz dulce, suave, cristalina.
-
Los fuertes diluvios son por culpa de los
humanos, el calentamiento global trae como consecuencia los grandes fenómenos
naturales.
Le pedí
que me lleve donde estaba la Pachamama y la Mamacocha. Al llegar el suelo
estaba lleno de barro, era difícil llegar a Machu Picchu, tras varios intentos
lo logré. Todo era luz, atrás quedó la neblina y el barro, ahora era un gran
campo verde, lleno de flores amarillas. Me acerqué a la madre naturaleza, le
entregué el fruto del buen sarmiento que mi abuelo Rutilio sembrará con mucho
amor, el pequeño grano se convirtió en vino y bebieron – es cierto, la bebida
de los dioses - en grandes sorbos, ambas
estaban satisfechas. Antes que se embriaguen les pregunté:
-
¿Por qué le han quitado
la protección a los animales? Me respondió al instante la mayor.
-
De qué sirve cuidar los
animales, si ustedes llegan y se lo arrebatan todo, su habitad, su casa, su
alimento, su vida, cada vez quedan menos animales y plantas.
La
Mamacocha dice:
El agua
es contaminada, desperdiciada, por esa razón hago que mi agua se llene de barro
y no sea bebible, soy más selectiva cuando el depredador incursiona en las
reservas naturales.
Les
pedí una oportunidad para los humanos, me dijeron que era imposible, ya que,
hace mucho tiempo había llegado un niño con palabras iguales a las mías. Puedo
empezar con pequeñas acciones les dije, como el sembrado y riego de los
frutales, los tubérculos, administrar con justicia el agua - ahora que la quieren privatizar - , darles a
los campesinos y comuneros la prioridad, hacer que los mistis disminuyan su
poder de ambición, compartan tus bienes madre, que sean mejores personas. Ya va
a llegar el día en que nadie perturbará el sueño de los becerritos, los niños y
las mujeres serán prioridad.
El agua
empezó a bajar y aproveché para ir a casa, en el camino pensaba en el cuento
Warma Kuyay. Seré “abugau” al terminar mi secundaria, cumpliré con mi promesa
al ser Presidente de esta gran nación Inka.
El mar,
se encuentra a mi vista. Después de visitar Mala, Asia, León Dormido…muchos
pueden ver que estoy cumpliendo lo que dije una tarde, en un lugar inventado
caminé y todavía conservo el regalo de mi imaginación, es una reliquia con la
que puedo hablar con la madre de todos, estamos en el año 2035, me siento en la
casa de Manuel Gonzales Prada, aquí el chaucato canta muy fuerte, entonces
vuelvo a leer al Tayta Arguedas.
Seudónimo:
Vino dulce.
Cuento presentado al "Premio Nacional de Narrativa y Ensayo José María Arguedas" por la estudiante: Xiomara Avalos Ruiz
El sueño de Serapio Flores
En el distrito de Santa Cruz de
Flores, existía un niño solitario llamado Silverio, él era bondadoso, tierno,
juguetón y amoroso. Estuvo solo desde los 3 años, su madre murió a temprana
edad y su padre viajero empedernido lo dejaba al cuidado de su madrastra.
Entonces, desde muy pequeño tuvo que
enfrentar los peligros de la vida y sobrevivir, tenía que arreglárselas para comer
porque nadie lo apoyaba, su estómago le temblaba cada vez que intentaba reírse,
andaba siempre sucio, sus prendas eran viejas. La vida, mientras la compartía
con la comunidad era bonita; pero, en su gran mayoría de los habitantes, solo
existían desastres, problemas, destrucción entre unos y otros, la envidia se
había apoderado del pueblo que anteriormente tenía el nombre de “Huayta”. En
aquél lugar no existía la felicidad ni el amor, la sociedad tenía como clase
social dominante a los señores hacendados venidos de Lima, ellos instauraron su
reino de oscuridad. Cuando veían una pequeña luz de alegría la gente la
destruía, tal vez por el temor a los mandones. Una vida muy injusta para los
pongos, sirvientes o vasallos, los pequeños habitantes de las casas de campo,
de las residencias de verano. Aquella gente bondadosa y tranquila era la más
castigada.
Una noche de luna, Silverio salió a
caminar sin rumbo, buscaba algo entre basuras, escombros y acequias. Los
canales de regadío abundaban como hoy, el agua fluía desde el nevado Pariacaca
hasta el mar, él llegó por el campo, tenía mucho hambre, encontró los
platanales quebrados, andaba cerca a la hacienda del señor Romero, en la
inmensa puerta principal de Huarango -
mucho se habló de aquel portón que fue hecho por los negros de Calango -
. Comenzó a revisar algunos tachos, se
percató que habia una pequeña caja y dentro de ella se expandía un ruido. Se
asomó para ver que era, poco a poco fue abriendo la caja. En su interior había
un pequeño cachorrito indefenso, temblando por el frio de junio, así que el
muchacho intento darle calor para protegerlo, fue abrigado doblemente por el
animalito, porque el perrito era un calato de Sechura, en su cuerpo está la
temperatura del desierto, decía mi abuelo.
Luego lo llevó a la quebrada donde
bajo un árbol de Molle reposaron un rato. Desde pequeño Silverio conoció ese
árbol era muy cálido, fresco, dulce, de sus frutos la gente preparaba chicha en
el mes de mayo, existía una competencia con la bebida traída desde Sarapampa
llamada Jora. Daba mucha paz cuando estaba en ese lugar, como siempre el niño
Silverio miraba las estrellas, se preguntaba por su eterna soledad o porqué no
lo querían.
A veces sentía rencor por la gente ya
que no se ponían en el lugar de él, ellos se habían olvidado de sus raíces, ni siquiera pensaban del maravilloso mundo
andino, que era el lugar de su procedencia. Al día siguiente Silverio bajó al pueblo en
busca de comida o algún trabajo, pero unas personas lo trataron mal, le decían
que era un vagabundo, un maldito niño asqueroso incapaz de pronunciar bien el
castellano. Empezó a huir, Para su mala suerte, al ver que el perrito lloraba,
varias personas empezaron a golpearlo, al tratar de defenderse como pudo
protegió al animalito.
Después de golpearlo sin piedad, al
no tener corazón con Silverio, se fueron. El niño intento pararse e irse de ahí.
Con el perrito entre sus brazos se fueron caminando y llegaron al río Mala, en
su ribera encontraron un hermoso lugar mágico de aguas cristalinas, su sonrisa
se retrató en lo diáfano de la cocha. En
ese lugar encantado fue feliz, nadie lo golpeaba. En su trayecto el caudal del
río daba de beber a muchas comunidades, los animales terrestres y el cóndor lo
visitaban frecuentemente en las alturas, Pero cerca a la playa, los habitantes
de llano, no lo sabían valorar.
A
Silverio le gustaba ir a ese lugar para oír el agua fluir, ese sonido le
recordaba a un amigo de su padre, era un violinista de apellido Zea, venido de
Puquio, con él una tarde escucharon el canto de los pájaros y el viento, el espacio era
fresco, era un lugar muy acogedor. En un momento se acordó que el perrito no tenía
nombre, pensó un largo rato, finalmente decidió ponerle Serapio, en honor al
músico Zea, también porque en aquél lugar nacen los mejores músicos de la zona.
Se recostó entre el pasto verde y pajas
de junco. La tarde era majestuosa, lo que ocasionaba que sus ojos se cansaran.
Se quedó dormido junto a Serapio abrazado. Cuando se despertó después de unas
horas, sintió algo recorrer su cuerpo y vio que eran las plantas de los árboles,
pero no podía crear lo que veía. Ya que, al recorrer su cuerpo las heridas
hechas por los zancudos y mosquitos se iban curando como por bendición divina.
Asustado por lo ocurrido se levantó
desesperado vio a Serapio sentado en un lugar hablándole a una silueta.
Silverio llamo a Serapio, el perro se acercó a él, Silverio con miedo solo
observaba a la silueta destellante de la tarde, el can empezó a hablar, le dijo
que no se preocupara que era alguien de confianza. El ya adolescente Silverio
se quedó sorprendido por lo que había ocurrido, se frotó los ojos pensando que
era un sueño, pero todo era realidad. El perro intento explicarle que el solo podía
hablar de vez en cuando, la persona que brillaba cerca a La Ensenada era la
madre naturaleza, ella cuida de todos los animales y seres vivos, sobretodo de
aquellos justos e inocentes.
De pronto esa silueta con perfil de
mujer empezó a vestirse de verde, su cabecita se llenó de flores, su túnica parecía
un arco iris. Volvió a hablar el perrito.
-
Ella me dijo que ya me había visto antes, debido al maltrato
que recibías, me encomendó que te trajera hasta este lugar. Era mi decisión si
quedarme a vivir en un mundo lleno de alegría y felicidad o regresar contigo a
la horrible realidad.
Silverio observó con más claridad el
lugar, era un hogar pacífico que da origen al océano, donde los ríos grandes, pequeños y medianos llegan,
dando por terminado las desigualdades, donde los pescadores de Santa Cruz de Huayta
eran bienvenidos, pudiendo viajar sin dificultades mar adentro. Él no era el
único humano en ese lugar, era un montón de personas de todos los colores, de
todas las sangres, entre ellas sonreían y se abrazaban en un crepúsculo eterno.
El mar pinto de azul los cerros, hacía el sur se divisaba otro universo,
llamado Cerro Azul, de esta forma se instauró, Cerro Alegre, Cerro Libre, Cerro
de Oro…
El muchacho viendo el hermoso lugar,
pensó en la vida que soñó desde siempre, al estar junto a su mejor amigo, decidió
quedarse. Desde entonces Silverio vive una vida plena con Serapio, nadie lo
molesta ni lo discrimina. Todas las tardes disfrutan el canto de las olas.
Seudónimo: La Huarco
miércoles, 10 de julio de 2024
COLORETE
9 de la noche. Cantina del japonés. En la radiola la guaracha Marina.
(Estoy
enamorado de Marina una muchacha bella alabastrina como ella no hace caso de
mis cuitas y yo me vuelvo loco por su amor)
Humo. Luz
naranja y guaracha. Cubiletes y cebada para todos. ¡Ay Juanita, Juanita,
Juanita! Estoy enamorado de Juanita. Una muchacha bella alabastrina. ¿Qué será
alabastrina?
(El día que
la encuentre sola, sola entonces le diré que la quiero)
Es su
fiesta. Su cumpleaños. Y esta noche sin falta le caigo. De todas maneras. Sin
pierde. Es su fiesta.
(y por un
beso que pondré en su boca sabrá que yo la quiero de verdad)
Bailaré con
ella. Solo. Solo. Y no podrá decir que no. ¿Quieres ser mi gila? Bueno. Beso.
Sí. Su guaracha preferida. Carambola lo contó. En ropa de baño guarachaba en
Agua Dulce. «Carambola, si supieras lo de recuerdos que me trae esa guaracha».
Pero a mí, la guaracha me pone triste. Pero triste de triste. Triste de no sé
qué. Parece que las maracas revolvieran en el fondo de mi pecho una culebra
ardiente. Y luego una como espada de fuego se me clavara en la garganta. Y
apenas si puedo decir tu nombre. Juanita. Juanita. Juanita. Y lo digo como si
tomara un poco de miel quemante.
Juanita.
Juanita. Pero la guaracha me pone triste. Sufrido.
—¿Qué pasa,
Colorete, te has comido la singüeso?
—Déjalo,
que está templado.
—Ves lo que
te pasa por cirio.
— Colorete,
chupa y di que es menta.)
Juanita.
Juanita. Cuando te veo sufro. Cuando no, también. No sé qué hacer. Esta noche
te saco a bailar. Guaracha, no. Bolero. Bolero. Me apretaré a tu cuerpo. Te
oleré de cerca. Y si puedo, te beso. Palabra.
(Marina,
Marina, tu boca yo quiero besar)
Quiero ser
como Carambola. O como Natkinkón. Ellos ríen y se alegran con guarachas. En los
tonos son de triana. En cambio yo me pongo corto. Tímido. Y me la paso
chupando. Las muchachas arregladas y bonitas que van a los tonos dan miedo.
Meten miedo. Imposible hablarles: tembladera y tartamudeo. Y si miran como
diciéndome: ¿Por qué no me sacas a bailar? Tiemblo y me escondo. Mi campo es la
calle. La collera… Ahí soy atrevido. En la calle soy el capazote Colorete. Pero
en los tonos me achico. Soy un cobarde.
(Marina,
Marina, Marina, contigo me quiero casar)
— Pucha, si estás en la luna.
— ¿Qué te pasa, Colorete?
— No le hagan caso. Antes de los tonos siempre se pone así.
Esta noche
no podrá decir que no. Estará alegre. Es su cumpleaños. Y estoy bien firme. Mi
peluca está recortada. No hay caso, Manos Voladoras: un artista. Mis zapatos de
gamuza. Estreno pilcha azul y corbata de seda italiana bien bacán. La cara está
que arde. Claro, si no había nada que afeitar. Pero este señor tuvo que
afeitarse para estar presentado. Le llevo un regalo. Un prendedor de plata.
Caro. Caro. El doctor ese es buena gente. Me dio mosca. Le dije: para mañana
necesito azules. No es para mí, aclaré: es cumpleaños de mi gila. La próxima
semana tendré que ir a su casa. ¡Qué se le va a hacer!
(Mira cómo
sufro tú debes amarme no debes martirizarme que esto lo castiga Dios)
Juanita,
Juanita, por qué me desprecias. No me hagas sufrir, que Dios lo castiga. No soy
feo, que digamos. Al contrario. Quién no quisiera tener mi pinta. Las gilas se
me echan. Si vieras los ojos que ponen cuando me miran de frente. Pero yo me
burlo de ellas. Mirándolas, me muerdo los labios. Cierro los puños. Suspiro.
(Mira cómo
sufro tú debes amarme No debes martirizarme No, no, no…)
No. No
podré olvidar el día que por primera vez te vi. Tú eras nuevita en el barrio.
Reciencito te habías cambiado a la Quinta. De arriba abajo y de abajo arriba te
la pasabas la tarde. Quince años tenías. Un día alguien me trajo un recado. Un
paquete pequeño. Al abrirlo encontré un colorete y un papel escrito: « Te amo.
J».
Pucha, si
casi me muero de alegría. Pero como siempre tuve miedo. Tan solo te miraba de
lejos. Cómo no me declaré. Ya hubieras sido mi gila. Soy un cobarde. Cuando
llegó el verano, con Juanita, con sus amigas y con la collera me fui a Agua
Dulce. Juanita, risueña y escandalosa, cantaba en el tranvía. Triste y callado,
sufría de tan solo mirarla. En la playa, no sé por qué, quise verla desnuda.
Cuando entró a su carpa, me eché en la arena y, despacito, levanté la lona.
¡Para todo tengo mala suerte! Se había venido con la ropa de baño puesta debajo
del vestido.
En la
playa, Juanita —dorada, color canela—, corrió y saltó sobre la espuma. Al
fondo, el mar verde. Y aquí, sobre la arena caliente, sufría. Recuerdo que
luego me puse de pie y entré a su carpa. Cogí su ropa. Tenía un olor suave,
húmedo. No sé qué recuerdo de infancia me tomó por entero. Cerré los ojos y
como un licor caliente sentí en mi cuerpo. Salí a la carrera, me metí en el
mar. Al regresar, ya por la tarde, al barrio, no podía resistir sus ojos
negros, negros, negros.
(—¿Jugamos
la cebada? —¿Juegas, Colorete? —No, yo pago todo. Tengo plata.)
Juanita,
ahora, estás muy cambiada. Pero yo sé que solo es cáscara. Estoy seguro de que
basta una palabra mía para que seas la chicoquita de quince años. Ahora,
siempre me arrochas. Los muchachos dicen que te has vuelto planera. Pero planera
con otros. Con los que no son del barrio. Esta noche te abrazo. Te regalo el
prendedor. Y te digo despacito: ¿Quieres ser mi gila?
(—¿Nos
vamos?
—A lo mejor
ya no alcanzamos pato.)
Baile.
Baile. Baile. Vestidos de colores. Sudor y música. La habitación demasiado
estrecha para tanta gente. Los viejos están chupa que chupa. La cocina se llena
de comadres acomedidas, de vecinas intrusas, de gallinas en escabeche y de
caldo de pollo. Humo de cigarro fino y brillantina. Perfume picante de axilas
femeninas. Se baila alegre la guaracha. Triste, el bolero. Carambola está
pegado a la mano de Alicia. El Príncipe los mira de reojo y se va a la cantina.
El Rosquita, gracioso, como siempre, baila solo. Y Natkinkón dirige la orquesta
del disco. Cara de Ángel busca a Gilda. No pudo venir, está un poco
indispuesta, le dicen, y queda triste. Colorete espera a Juanita. Juanita sale
del dormitorio del brazo de su tío.
Japiverdituyú…
Colorete se
esconde. Terminan los aplausos y las vivas a la dueña del santo. Luego, solos,
Juanita y su tío bailan un vals de Strauss. Colorete, sufre. Termina el vals y
Colorete busca a Juanita.
—Feliz
cumpleaños, Juanita.
— Gracias,
Colorete.
—Te regalo.
— Gracias,
después lo veré. Guárdamelo, ¿ya?
—¿Bai…
bailamos?
—Disculpa,
pero estoy cansada.
—Pero si
recién, es que yo, yo…
—Luego nos vemos, Colorete. Que te diviertas.
Juanita,
sobre un taco, dio una vuelta en redondo y coqueta y ágil se dirigió a Javier
Montero, estudiante de Derecho.
— Javier, ¿me enseñas ese nuevo
paso de merengue?
A
partir de tu lectura del cuento de
Oswaldo Reynoso, responde:
1. Si fueras Colorete,
¿Con cuál de los siguientes versos te identificarías? ¿De qué manera el verso seleccionado se relaciona con el cuento?
Explica tu respuesta:
a. “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”. ("Los heraldos negros", CésarVallejo, 1918)
b.
“Todo
mi afecto puse en una ingrata, / Y ella inconstante me llegó a olvidar”.
("Todo mi afecto puse en una ingrata" – Yaraví I, Mariano Melgar, )
c.
“Si
eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas? / Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?”
("Al amor" en Antología Poética, Manuel González Prada, 1940)
d.
“Así,
verte de lejos, y no decirte nada / ni con una sonrisa, ni con una mirada”
("Así, verte de lejos", José Ángel Buesa).
2. La última oración del
cuento es lo que Juanita le dice a Javier Montero: “Javier, ¿me enseñas ese
nuevo paso de merengue?”. Imagina que eres testigo de tal escena. ¿Qué sentiste
al leerlo? ¿Qué le dirías a Colorete?
3.
¿Crees que esta historia se hizo más
intensa y emocionante por haber sido narrada en primera persona? Si tuvieras que contar una historia similar a
este cuento, ¿lo harías en primera persona o en otra voz? Explica.
domingo, 19 de mayo de 2024
EL SEÑOR DE LA NATURALEZA (origen de la piedra estrella)
La piedra estrella |
Coayllo, es un pequeño poblado pre-inka,
antiguamente los campos reverdecían de vegetación, sus habitantes se dedicaban a la agricultura
obteniendo diversos productos para abastecer a su pueblo, guardarlos
celosamente y usarlos en épocas difíciles. Siempre tuvieron agua para irrigar
sus tierras. Abundaban las menestras, los zapallos, los camotes, el maíz,
además varios frutos como el níspero, ellos comercializaban con sus vecinos de
la costa, también con poblados de la sierra cercana, nada le faltaba.
El jefe del poblado tenía una hija llamada
Estrella en su traducción española, muy hermosa ella, orgullo de sus padres y
de su pueblo. Ella se encontraba en la edad de contraer matrimonio, por lo que
sus padres estaban preocupados en buscarle un compañero, él sería esposo de su
hija y futuro jefe del poblado, tendría que elegir bien.
En esos días llegó al lugar, un personaje que
venía de la zona este de la quebrada, el joven destacaba por su presencia, buen
vestir y don de gente. Se quedó un buen tiempo en el pueblo, ahí conoció a
Estrella, de quien quedó prendado desde el primer momento y tomó la decisión de
hacerla su esposa. Para ello visitó la casa de la joven y así hablar con sus padres, la intención era
demasiado clara, quería tomarla para esposa suya. El visitante se presentó como
el Amo y Señor de la Naturaleza, manifestó que su visita tenía como finalidad
pedir a estrella para que sea su esposa. El jefe agobiado por tan inesperado
petitorio, se puso a dudar. Por eso le dijo que regresara al cabo de un año,
tiempo suficiente para conocerlo, pasado el año recién hablarían del matrimonio
de su hija Estrella con él. El gran Señor aceptó la propuesta, asegurando que
estaría presente al cumplirse el año, después de esto viajó hacia el interior
de donde había venido y no se volvió a saber nada de él.
Mientras los días las semanas y los meses
transcurrieron rápido, algo pasó con nuestra protagonista que cambiaría la vida
cotidiana de la población. Estrella tenía un pretendiente, poblador del lugar,
de pelo sambo, pequeño de estatura, ojos achinados, poco corpulento, con un
poder de convencimiento. Persuadir a la bella Estrella no fue difícil, bastaron
dos días para que la bella muchacha cayera rendida en sus brazos. Al poco
tiempo tuvieron relaciones íntimas. Ya todos habían olvidado al visitante y su
propuesta de casarse con ella ni bien se cumpliera el año. Algunos creían que
era un farsante, un loco que se había titulado
Señor de la Naturaleza y no le dieron mayor importancia.
Estrella había quedado embarazada del joven
poblador y en esas circunstancias, no tenía más que afrontar las consecuencias.
Los padres empezaron los preparativos para una pronta boda, ya que no era muy
aceptada la situación de la joven por los pobladores. Su estado desdecía mucho
del linaje del que provenía.
También habían olvidado llevar en cuenta el
tiempo transcurrido desde la última vez que había estado por allí el Señor de
la Naturaleza. Obviamente también la palabra empeñada de los padres y de la
misma Estrella hecha al Gran Señor.
Pero como no hay fecha que no se cumpla, un día
llegó otra vez el Señor de la Naturaleza, con un séquito de personajes y
seguido de una recua de llamas, todas cargadas de regalos para la familia y los
habitantes del lugar. Su presencia causó asombro primero y conmoción después.
Entonces, era cierto que era un Gran Señor. Era cierto que regresaría. Era
cierto que tenía poder. Era cierto que pretendía casarse con la hermosa
Estrella. Todo era cierto. ¿Qué harían ahora?
El Señor de la Naturaleza se hizo presente con
su séquito en la casa de los padres de Estrella y solicitó hablar con ellos,
ajeno aún a lo que había sucedido con ella. El jefe y padre de Estrella, con la
voz entrecortada no tuvo más remedio que comunicar al Gran Señor, que su hija
había adquirido otro compromiso y estaba embarazada. Tal noticia desconcertó
primero al Señor y luego el séquito empezó a murmurar en voz alta. El gran
Señor reponiéndose de la desazón causada, dijo:
-
Señor
hemos hablado hace un año, pedí en matrimonio a sus hija, lo hice con
sinceridad, el honor de mi estirpe, la hidalguía de lo que somos por muchas
generaciones, nuestras palabras serias, con la seguridad de que ustedes hacían
lo propio. He respetado su palabra que me dio con la condición que regresara a
cabo de un año y la he cumplido. Mentiría si dijera que no he contado los días
para regresar y casarme con Estrella. He puesto en sus manos y en los de
Estrella mi palabra, mi honor, todo lo que soy y todo lo que tengo. ¿Le parece
justo, esto que me han hecho? Siguió a continuación un breve silencio en ambos
lados, luego e Gran Señor prosiguió:
-
Pues
bien, como Amo y Señor de la Naturaleza, yo es prometo que la próxima venida de
agua por esta quebrada será la más grande que hayan visto; pero también será la
última, así que prepárense porque no tendré compasión con quien encuentre en el
camino.
Dejó a todos conmocionados, estupefactos y sin
atinar a responder de alguna forma. El Gran Señor dio la vuelta y se retiró con
sus acompañantes por donde llegó, sin agregar nada más.
Así pasaron los días y las semanas, hasta
habían vuelto a olvidar la última visita del Gran Señor y todo lo que dijo
entonces. Hasta que un día el río anunció su presencia con mucha agua, piedras,
lodo y árboles como nunca discurrió por la quebrada, arrastrando todo a su
paso, nunca se vio tanta calamidad. El río se llevó las cosechas, sus
animales a muchos habitantes que
trataban de salvar alguna pertenencia de sus casas.
El agua era tan abundante que llegó a barrer
con todo, hasta las casas que estaban en las laderas de los cerros, justamente
en una de esas viviendas estaba Estrella que no pudo huir porque estaba
gestando los últimos días de su embarazo. El Gran Señor no quiso que fuera
arrastrada por el aluvión como a otras personas, usando su poder la transformó
en una enorme roca, enclavada en las faldas de un cerro. Allí ha quedado para
siempre y aún hoy día la podemos ver, con parte de lo que fue su vivienda de
entonces.
Las personas más ancianas del lugar cuentan que
nuca más se vio llegar tal cantidad de agua por el río, ahora solo vemos una
ínfima cantidad y luego desaparece, nunca más se vio el verdor de sus campos de
antaño. Tal fue el castigo al incumplimiento de las promesas y acuerdos de
parte del padre y la hija.
Hoy todos conocen y ven a un costado del camino
– a la salida de Coayllo, rumbo a Ukira – a la piedra Estrella, la mujer que no
pudo resistirse ante las palabras de su compoblano, por eso hoy la catalogan
como una mujer de vida libertina y sin responsabilidad, tirando al suelo un
matrimonio bien constituido, la falsedad de la palabra empeñada, el honor y
prestigio de su familia, de sus ancestros.
FIN
Existen muchas versiones acerca del origen de
la Piedra Estrella, ubicada en el Distrito de Coayllo, subiendo hacia la
sierra, en dirección de Ukira, al margen izquierdo del que fuera el río del
mismo nombre. Todas coinciden que la mujer fue castigada por engaño o traición,
recibiendo un castigo divino.
Santa Cruz de Flores 2024, recopilación de los
estudiantes del Segundo año VI CICLO.
domingo, 28 de abril de 2024
EL ORO DE LA OLLERIA
Santa Cruz de Flores, Cañete Perú. |
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