domingo, 29 de septiembre de 2024

SUPER MATECHÉVERE

 

Andrea escribiendo sobre el papel de sus maestros


Ya estaban acostumbrados a salir de sus salones para dirigirse al cerro a escribir o leer, era un día miércoles, el sol ardiente de verano se extendía sobre las flores del pueblo, llegaba con mucha nitidez hasta la ollería, en ese lugar los restos humanos se encontraban desparramados a cada paso. Los estudiantes estaban sentados conversando antes de recibir las indicaciones de su maestro, aún no se daban cuenta del sonido de la tierra, cuando empezó a temblar recién David lanzó un silbido y todos miraron en silencio el pueblo. La gente salió a la calle y los estudiantes de ambos niveles se apostaban en las zonas de seguridad.

 

Desde la tercera cruz de madera vieron una nube de tierra, no habían escombros, el movimiento telúrico fue leve, sin embargo sus miradas estaban en el centro de la plaza, en el corazón de Santa Cruz de Flores, ahí había caído el reloj de cuatro caras, desde el interior de la tierra se veía crecer una bestia desconocida, con enormes patas, manos con garras, cara de burro,  cabeza negra con pronunciada cabellera. La gente del pueblo huía hacía los cerros circundantes, los maestros subieron al cerro patrón para implorar junto a la maestra de religión la ayuda divina.

 

El Profesor Jhon Cusipuma se había quedado en el pueblo, antes de tomar esa decisión conversó con sus colegas, le había pedido al maestro de Computación encontrar señal para pedir ayuda a Lima o Cañete. Los demás colegas conocían bien la zona y decidieron acompañar a la comunidad desde diversos lugares, muy cerca al cementerio el maestro Richard y su hija trataban de tranquilizar a la gente; el profesor Miguel caminaba con dirección a San Antonio, en busca de ayuda; la docente Exilda suspendió su viaje a Mala para adentrarse a las chacras con los más ancianos.

 

La bestia daba pasos lentos pero con su peso aplastaba las viejas casas, algunas que eran dotadas de buen material servían de obstáculo en su movimiento. Todos seguimos el rumbo cansado del animal que mientras crecía, el sonido de sus gritos aumentaban de volumen, la tranquilidad de mi apacible pueblo estaba destruida con su presencia. Todos nos preguntábamos donde está el Profesor Jhoncito, capaz de resolver todos los problemas en la pizarra y en la vida, las matemáticas y una vara de madera (regla) eran su complemento exacto, en muchas oportunidades reía, era feliz como su apellido..

 

Él trataba de conseguir la honda dejada por el nieto de Pachacutec a su paso por Flores, convencía al señor Víctor Manco que se la proporcione para probar su magia, dicha arma hace poco, demostró su vigencia cuando comunidades alto andinas enfrentaron a helicópteros de las Fuerzas Armadas de Perú. Acarició la huaraca con su cara y manos, trepó la empinada cima del Apu tutelar del Distrito y desde la cumbre probó un primer disparo, el proyectil de piedra laja filuda impactó en la frente de la gigante bestia, haciéndola retroceder con dirección a Mala.

 

Todo fue rápido como un sueño, ya eran las cinco de la tarde, crecía la preocupación por comer y dormir. Cada grito que escuchábamos eran los certeros disparos de la honda, al ser manejada por el super matechévere transformaba su potencia al 100%, poco a poco la bestia fue llegando al río. En el décimo quinto disparo cayó patas arriba en pleno cauce, el huayco de diciembre la arrastró al mar. Seis de la tarde, con luces y sonidos de sirenas, se acercaban los refuerzos de Lima, 18 tanquetas quedaron en San Antonio. Diciembre nos dejaba, era el año en que el Profesor Jhon se retiraba del pueblo que lo albergó diez largos años, como guardián del Colegio y del valle, todos se acercaron al día siguiente llevándole pisco y vino, yo le fui a pedir que me dejará la honda para cuidar a mi pueblo, en un próxima amenaza.

Andrea Martínez

domingo, 11 de agosto de 2024

Un cuento de: Nicolás Chumpitaz Ortiz (El sueño de vino dulce)

 

El sueño de vino dulce

Institución Educativa  Jesús Divino Maestro

Hoy me desperté temprano, ya que había tenido un raro sueño, en el me decía que la madre naturaleza se estaba quejando del maltrato que le hacíamos. Recuerdo algo todavía, fue muy rápido, ella con sus ojos bien abiertos me dijo:

-       Voy a provocar grandes fenómenos porque no me gusta que me maltraten.

Eso me hizo despertar con miedo, pero lo tomé como pesadilla, la ignoré, me volví a dormir. A la mañana siguiente despierto algo tarde, ya el sol estaba entre los cerros de Santa Cruz de Flores. Con el canto de los pájaros la vida combina con el rico aroma a tierra mojada, es otro aire, me dispuse a cumplir con mis deberes, hice lo que mis padres me pidieron, fui a alimentar a mis pollos en la chacra, al terminar me recosté sobre un árbol, terminé dormido, en ese entonces escuché una voz que me decía:

-       Yo soy la Pachamama, tú no me podrías hacer daño, pero cada vez la gente me usa como un adorno y no agradecen que tienen un suelo donde caminar, ahora juntos con los demás dioses, les daremos una lección.

Me sorprendí porque me di cuenta que mi sueño era real, pues en ese momento mis padres estaban quemando paja y la apagué, de pronto empieza a retumbar el cielo, se iluminó mi vista, y fui conducido hacía una casa, ahí pude estar un momento en paz,  nunca estuve tan desorientado, quise moverme, sin darme cuenta aparecí en una de las maravillas del mundo “Machu Picchu”, este sería el corazón del Perú, además el centro de la naturaleza. Seguro estaba que la madre naturaleza no mentía cuando me dijo que iba a desatar su furia, lo que debía de hacer era simple solo debía poner una uva, cosecha 2024 de Santa Cruz de Flores, también prometer que no iba a quemar ni a talar de nuevo; pero solo lo haría, si subo a la cumbre más alta de la montaña, el Huayna Picchu esperaba mi presencia.

Al llegar escuché varios retos que cumplir. El primero fue muy raro porque era un cíclope, la uva empezó a llorar en vez de lagrima caía vino, entonces pensé en emborrachar al ciclope y así fue, él se quedó dormido, aproveché ese momento para clavarle una estaca en el ojo y ahora ya no podía mirar, proseguí mi camino, el siguiente reto era un fénix, este lanzaba fuego, al verme el fénix se echó a volar pero no se dio cuenta que frente de él había un árbol espinoso y se clavó con ellas, lo fantástico de este animal era que se podía regenerar. Eso demora pensé un poco, estaba lúcido, la sabia naturaleza dominaba mis sentidos, así que pude correr para lograr hablar con la Pachamama que habitaba los andes peruanos, en el camino me encontré con un ave que planeaba entre los precipicios, le pedí que me ayude porque el camino era pedregoso, él me ayudó hasta llegar al puente colgante. Me disponía cruzarlo, cuando de pronto apareció el ave fénix, lanzó su fuego quemando el puente, yo me quede triste. Debía idear un nuevo plan para ir a la otra orilla, en ese momento apareció el cóndor para ayudarme, el fénix voló victorioso, pensábamos que se había ido, al mirar al sur noté una sombra que volaba. Grité con todas mis fuerzas:

-       ¡Regresa!

El ave sagrada del Perú,  muy asustado se atrevió a enfrentarse contra el ave fénix, fue larga su batalla. El río bramaba en las quebradas hondas, el cóndor dominaba bien su territorio, era el rey de las alturas, muy adolorido desciende con el cuerpo del fénix en sus garras, lo sumerge en el lago, con su cuerpo húmedo no volverá a la vida. Muy tranquilo me dijo:

-       En el fondo del cerro hay una cueva, tu destino soy yo y debo dejarte ahí.

Ingresé lentamente, afuera pasaban temblores, luego el agua de la cueva empezó a descender en forma de catarata. La Pachamama me dijo que también los demás dioses de la naturaleza estaban enojados así que desatarían toda su furia. La Mama Cocha, cada vez crecía más y más. Algo catastrófico estaba ocurriendo con el planeta, se habían activado todos los ojos de agua de las cabeceras de cuenca, seguían las replicas moviendo de arriba a abajo, el agua se salía y rebalsaba, internamente yo escalaba, ascendía con devoción, me quedaba muy poco tiempo para colocar la uva. Entonces se me presenta una gran serpiente, ella intentó botarme de la cueva, le dije que para mi seria muy importante hablar con la Pachamama, la serpiente intentó arrebatarme la uva, le dije que me dejara pasar pero se negó, por influencia divina pude continuar mi camino.

Al salir del túnel,  aún era de día, la luna desbordaba su belleza, su rostro se dibujaba entre las aguas del mar, las estrellas aparecían en el firmamento,  la marea incrementaba su altura. Pensé en mi familia, en mis amigos, también en mi maestro. Vengo de los llanos candentes y extraños, de Hurin, la parte baja de mi Perú grité con fuerza. Cavilé.

-       Ahora se sale el mar, tengo que apurarme ¿Y si se sale el mar? tendría que apurarme, qué confusión la mía, no estoy desesperado ¿Me creen?

Tengo que escalar muy poco. Ahora el aire se une a la destrucción de la tierra con sus huracanes, el Wayra silbaba haciendo ruido en mis pequeños oídos, la arena que arrastra el viento no me deja ver, resbalo una vez más. Sigo insistiendo, al llegar  encontré una pequeña planicie, me senté divisando el horizonte, después de descansar, continúo mi caminata. Empieza a nevar, que bonito mis andes, avanzo soportando fuertes heladas. Tan pronto me doy cuenta que estaba recorriendo las tres regiones, ingresando a la selva encontré un gran cráter, por la espalda un guacamayo gigante me habla repitiendo en eco lo que le pido, le dije que me ayude a cruzar, casi una hora estuvo volando, antes de aterrizar se me cae la uva. El guacamayo me ayudó, desciendo con él sobre su lomo, encontramos la uva y volvimos a la cima.

Un monito me guía hasta una flor, sus pétalos se abren cada 100 años. Al abrirse la flor, escucho una voz dulce, suave, cristalina.

-        Los fuertes diluvios son por culpa de los humanos, el calentamiento global trae como consecuencia los grandes fenómenos naturales.

Le pedí que me lleve donde estaba la Pachamama y la Mamacocha. Al llegar el suelo estaba lleno de barro, era difícil llegar a Machu Picchu, tras varios intentos lo logré. Todo era luz, atrás quedó la neblina y el barro, ahora era un gran campo verde, lleno de flores amarillas. Me acerqué a la madre naturaleza, le entregué el fruto del buen sarmiento que mi abuelo Rutilio sembrará con mucho amor, el pequeño grano se convirtió en vino y bebieron – es cierto, la bebida de los dioses -  en grandes sorbos, ambas estaban satisfechas. Antes que se embriaguen les pregunté:

-       ¿Por qué le han quitado la protección a los animales? Me respondió al instante la mayor.

-       De qué sirve cuidar los animales, si ustedes llegan y se lo arrebatan todo, su habitad, su casa, su alimento, su vida, cada vez quedan menos animales y plantas.

La Mamacocha dice:

El agua es contaminada, desperdiciada, por esa razón hago que mi agua se llene de barro y no sea bebible, soy más selectiva cuando el depredador incursiona en las reservas naturales.

Les pedí una oportunidad para los humanos, me dijeron que era imposible, ya que, hace mucho tiempo había llegado un niño con palabras iguales a las mías. Puedo empezar con pequeñas acciones les dije, como el sembrado y riego de los frutales, los tubérculos, administrar con justicia el agua -  ahora que la quieren privatizar - , darles a los campesinos y comuneros la prioridad, hacer que los mistis disminuyan su poder de ambición, compartan tus bienes madre, que sean mejores personas. Ya va a llegar el día en que nadie perturbará el sueño de los becerritos, los niños y las mujeres serán prioridad.

El agua empezó a bajar y aproveché para ir a casa, en el camino pensaba en el cuento Warma Kuyay. Seré “abugau” al terminar mi secundaria, cumpliré con mi promesa al ser Presidente de esta gran nación Inka.

El mar, se encuentra a mi vista. Después de visitar Mala, Asia, León Dormido…muchos pueden ver que estoy cumpliendo lo que dije una tarde, en un lugar inventado caminé y todavía conservo el regalo de mi imaginación, es una reliquia con la que puedo hablar con la madre de todos, estamos en el año 2035, me siento en la casa de Manuel Gonzales Prada, aquí el chaucato canta muy fuerte, entonces vuelvo a leer al Tayta Arguedas.

 

Seudónimo: Vino dulce.

 

Cuento presentado al "Premio Nacional de Narrativa y Ensayo José María Arguedas" por la estudiante: Xiomara Avalos Ruiz

 

El  sueño de Serapio Flores



En el distrito de Santa Cruz de Flores, existía un niño solitario llamado Silverio, él era bondadoso, tierno, juguetón y amoroso. Estuvo solo desde los 3 años, su madre murió a temprana edad y su padre viajero empedernido lo dejaba al cuidado de su madrastra.

Entonces, desde muy pequeño tuvo que enfrentar los peligros de la vida y sobrevivir, tenía que arreglárselas para comer porque nadie lo apoyaba, su estómago le temblaba cada vez que intentaba reírse, andaba siempre sucio, sus prendas eran viejas. La vida, mientras la compartía con la comunidad era bonita; pero, en su gran mayoría de los habitantes, solo existían desastres, problemas, destrucción entre unos y otros, la envidia se había apoderado del pueblo que anteriormente tenía el nombre de “Huayta”. En aquél lugar no existía la felicidad ni el amor, la sociedad tenía como clase social dominante a los señores hacendados venidos de Lima, ellos instauraron su reino de oscuridad. Cuando veían una pequeña luz de alegría la gente la destruía, tal vez por el temor a los mandones. Una vida muy injusta para los pongos, sirvientes o vasallos, los pequeños habitantes de las casas de campo, de las residencias de verano. Aquella gente bondadosa y tranquila era la más castigada.

Una noche de luna, Silverio salió a caminar sin rumbo, buscaba algo entre basuras, escombros y acequias. Los canales de regadío abundaban como hoy, el agua fluía desde el nevado Pariacaca hasta el mar, él llegó por el campo, tenía mucho hambre, encontró los platanales quebrados, andaba cerca a la hacienda del señor Romero, en la inmensa puerta principal de Huarango -  mucho se habló de aquel portón que fue hecho por los negros de Calango - . Comenzó a revisar  algunos tachos, se percató que habia una pequeña caja y dentro de ella se expandía un ruido. Se asomó para ver que era, poco a poco fue abriendo la caja. En su interior había un pequeño cachorrito indefenso, temblando por el frio de junio, así que el muchacho intento darle calor para protegerlo, fue abrigado doblemente por el animalito, porque el perrito era un calato de Sechura, en su cuerpo está la temperatura del desierto, decía mi abuelo.

Luego lo llevó a la quebrada donde bajo un árbol de Molle reposaron un rato. Desde pequeño Silverio conoció ese árbol era muy cálido, fresco, dulce, de sus frutos la gente preparaba chicha en el mes de mayo, existía una competencia con la bebida traída desde Sarapampa llamada Jora. Daba mucha paz cuando estaba en ese lugar, como siempre el niño Silverio miraba las estrellas, se preguntaba por su eterna soledad o porqué no lo querían.

A veces sentía rencor por la gente ya que no se ponían en el lugar de él, ellos se habían olvidado de sus raíces,  ni siquiera pensaban del maravilloso mundo andino, que era el lugar de su procedencia.  Al día siguiente Silverio bajó al pueblo en busca de comida o algún trabajo, pero unas personas lo trataron mal, le decían que era un vagabundo, un maldito niño asqueroso incapaz de pronunciar bien el castellano. Empezó a huir, Para su mala suerte, al ver que el perrito lloraba, varias personas empezaron a golpearlo, al tratar de defenderse como pudo protegió al animalito.

Después de golpearlo sin piedad, al no tener corazón con Silverio, se fueron. El niño intento pararse e irse de ahí. Con el perrito entre sus brazos se fueron caminando y llegaron al río Mala, en su ribera encontraron un hermoso lugar mágico de aguas cristalinas, su sonrisa se retrató  en lo diáfano de la cocha. En ese lugar encantado fue feliz, nadie lo golpeaba. En su trayecto el caudal del río daba de beber a muchas comunidades, los animales terrestres y el cóndor lo visitaban frecuentemente en las alturas, Pero cerca a la playa, los habitantes de llano, no lo sabían valorar.

A  Silverio le gustaba ir a ese lugar para oír el agua fluir, ese sonido le recordaba a un amigo de su padre, era un violinista de apellido Zea, venido de Puquio, con él una tarde escucharon el canto de  los pájaros y el viento, el espacio era fresco, era un lugar muy acogedor. En un momento se acordó que el perrito no tenía nombre, pensó un largo rato, finalmente decidió ponerle Serapio, en honor al músico Zea, también porque en aquél lugar nacen los mejores músicos de la zona.

Se recostó entre el pasto verde y pajas de junco. La tarde era majestuosa, lo que ocasionaba que sus ojos se cansaran. Se quedó dormido junto a Serapio abrazado. Cuando se despertó después de unas horas, sintió algo recorrer su cuerpo y vio que eran las plantas de los árboles, pero no podía crear lo que veía. Ya que, al recorrer su cuerpo las heridas hechas por los zancudos y mosquitos se iban curando como por bendición divina.

Asustado por lo ocurrido se levantó desesperado vio a Serapio sentado en un lugar hablándole a una silueta. Silverio llamo a Serapio, el perro se acercó a él, Silverio con miedo solo observaba a la silueta destellante de la tarde, el can empezó a hablar, le dijo que no se preocupara que era alguien de confianza. El ya adolescente Silverio se quedó sorprendido por lo que había ocurrido, se frotó los ojos pensando que era un sueño, pero todo era realidad. El perro intento explicarle que el solo podía hablar de vez en cuando, la persona que brillaba cerca a La Ensenada era la madre naturaleza, ella cuida de todos los animales y seres vivos, sobretodo de aquellos justos e inocentes.

De pronto esa silueta con perfil de mujer empezó a vestirse de verde, su cabecita se llenó de flores, su túnica parecía un arco iris. Volvió a hablar el perrito.

-          Ella me dijo que ya me había visto antes, debido al maltrato que recibías, me encomendó que te trajera hasta este lugar. Era mi decisión si quedarme a vivir en un mundo lleno de alegría y felicidad o regresar contigo a la horrible realidad.

Silverio observó con más claridad el lugar, era un hogar pacífico que da origen al océano, donde  los ríos grandes, pequeños y medianos llegan, dando por terminado las desigualdades, donde los pescadores de Santa Cruz de Huayta eran bienvenidos, pudiendo viajar sin dificultades mar adentro. Él no era el único humano en ese lugar, era un montón de personas de todos los colores, de todas las sangres, entre ellas sonreían y se abrazaban en un crepúsculo eterno. El mar pinto de azul los cerros, hacía el sur se divisaba otro universo, llamado Cerro Azul, de esta forma se instauró, Cerro Alegre, Cerro Libre, Cerro de Oro…

El muchacho viendo el hermoso lugar, pensó en la vida que soñó desde siempre, al estar junto a su mejor amigo, decidió quedarse. Desde entonces Silverio vive una vida plena con Serapio, nadie lo molesta ni lo discrimina. Todas las tardes disfrutan el canto de las olas.

 

Seudónimo: La Huarco

miércoles, 10 de julio de 2024

COLORETE

 


 9 de la noche. Cantina del japonés. En la radiola la guaracha Marina.

(Estoy enamorado de Marina una muchacha bella alabastrina como ella no hace caso de mis cuitas y yo me vuelvo loco por su amor)

Humo. Luz naranja y guaracha. Cubiletes y cebada para todos. ¡Ay Juanita, Juanita, Juanita! Estoy enamorado de Juanita. Una muchacha bella alabastrina. ¿Qué será alabastrina?

(El día que la encuentre sola, sola entonces le diré que la quiero)

Es su fiesta. Su cumpleaños. Y esta noche sin falta le caigo. De todas maneras. Sin pierde. Es su fiesta.

(y por un beso que pondré en su boca sabrá que yo la quiero de verdad)

Bailaré con ella. Solo. Solo. Y no podrá decir que no. ¿Quieres ser mi gila? Bueno. Beso. Sí. Su guaracha preferida. Carambola lo contó. En ropa de baño guarachaba en Agua Dulce. «Carambola, si supieras lo de recuerdos que me trae esa guaracha». Pero a mí, la guaracha me pone triste. Pero triste de triste. Triste de no sé qué. Parece que las maracas revolvieran en el fondo de mi pecho una culebra ardiente. Y luego una como espada de fuego se me clavara en la garganta. Y apenas si puedo decir tu nombre. Juanita. Juanita. Juanita. Y lo digo como si tomara un poco de miel quemante.

Juanita. Juanita. Pero la guaracha me pone triste. Sufrido.

—¿Qué pasa, Colorete, te has comido la singüeso?

—Déjalo, que está templado.

—Ves lo que te pasa por cirio.

— Colorete, chupa y di que es menta.)

Juanita. Juanita. Cuando te veo sufro. Cuando no, también. No sé qué hacer. Esta noche te saco a bailar. Guaracha, no. Bolero. Bolero. Me apretaré a tu cuerpo. Te oleré de cerca. Y si puedo, te beso. Palabra.

(Marina, Marina, tu boca yo quiero besar)

Quiero ser como Carambola. O como Natkinkón. Ellos ríen y se alegran con guarachas. En los tonos son de triana. En cambio yo me pongo corto. Tímido. Y me la paso chupando. Las muchachas arregladas y bonitas que van a los tonos dan miedo. Meten miedo. Imposible hablarles: tembladera y tartamudeo. Y si miran como diciéndome: ¿Por qué no me sacas a bailar? Tiemblo y me escondo. Mi campo es la calle. La collera… Ahí soy atrevido. En la calle soy el capazote Colorete. Pero en los tonos me achico. Soy un cobarde.

(Marina, Marina, Marina, contigo me quiero casar)

       Pucha, si estás en la luna.

       ¿Qué te pasa, Colorete?

       No le hagan caso. Antes de los tonos siempre se pone así.

Esta noche no podrá decir que no. Estará alegre. Es su cumpleaños. Y estoy bien firme. Mi peluca está recortada. No hay caso, Manos Voladoras: un artista. Mis zapatos de gamuza. Estreno pilcha azul y corbata de seda italiana bien bacán. La cara está que arde. Claro, si no había nada que afeitar. Pero este señor tuvo que afeitarse para estar presentado. Le llevo un regalo. Un prendedor de plata. Caro. Caro. El doctor ese es buena gente. Me dio mosca. Le dije: para mañana necesito azules. No es para mí, aclaré: es cumpleaños de mi gila. La próxima semana tendré que ir a su casa. ¡Qué se le va a hacer!

(Mira cómo sufro tú debes amarme no debes martirizarme que esto lo castiga Dios)

Juanita, Juanita, por qué me desprecias. No me hagas sufrir, que Dios lo castiga. No soy feo, que digamos. Al contrario. Quién no quisiera tener mi pinta. Las gilas se me echan. Si vieras los ojos que ponen cuando me miran de frente. Pero yo me burlo de ellas. Mirándolas, me muerdo los labios. Cierro los puños. Suspiro.

(Mira cómo sufro tú debes amarme No debes martirizarme No, no, no…)

No. No podré olvidar el día que por primera vez te vi. Tú eras nuevita en el barrio. Reciencito te habías cambiado a la Quinta. De arriba abajo y de abajo arriba te la pasabas la tarde. Quince años tenías. Un día alguien me trajo un recado. Un paquete pequeño. Al abrirlo encontré un colorete y un papel escrito: « Te amo. J».

Pucha, si casi me muero de alegría. Pero como siempre tuve miedo. Tan solo te miraba de lejos. Cómo no me declaré. Ya hubieras sido mi gila. Soy un cobarde. Cuando llegó el verano, con Juanita, con sus amigas y con la collera me fui a Agua Dulce. Juanita, risueña y escandalosa, cantaba en el tranvía. Triste y callado, sufría de tan solo mirarla. En la playa, no sé por qué, quise verla desnuda. Cuando entró a su carpa, me eché en la arena y, despacito, levanté la lona. ¡Para todo tengo mala suerte! Se había venido con la ropa de baño puesta debajo del vestido.

En la playa, Juanita —dorada, color canela—, corrió y saltó sobre la espuma. Al fondo, el mar verde. Y aquí, sobre la arena caliente, sufría. Recuerdo que luego me puse de pie y entré a su carpa. Cogí su ropa. Tenía un olor suave, húmedo. No sé qué recuerdo de infancia me tomó por entero. Cerré los ojos y como un licor caliente sentí en mi cuerpo. Salí a la carrera, me metí en el mar. Al regresar, ya por la tarde, al barrio, no podía resistir sus ojos negros, negros, negros.

(—¿Jugamos la cebada? —¿Juegas, Colorete? —No, yo pago todo. Tengo plata.)

Juanita, ahora, estás muy cambiada. Pero yo sé que solo es cáscara. Estoy seguro de que basta una palabra mía para que seas la chicoquita de quince años. Ahora, siempre me arrochas. Los muchachos dicen que te has vuelto planera. Pero planera con otros. Con los que no son del barrio. Esta noche te abrazo. Te regalo el prendedor. Y te digo despacito: ¿Quieres ser mi gila?

(—¿Nos vamos?

—A lo mejor ya no alcanzamos pato.)

Baile. Baile. Baile. Vestidos de colores. Sudor y música. La habitación demasiado estrecha para tanta gente. Los viejos están chupa que chupa. La cocina se llena de comadres acomedidas, de vecinas intrusas, de gallinas en escabeche y de caldo de pollo. Humo de cigarro fino y brillantina. Perfume picante de axilas femeninas. Se baila alegre la guaracha. Triste, el bolero. Carambola está pegado a la mano de Alicia. El Príncipe los mira de reojo y se va a la cantina. El Rosquita, gracioso, como siempre, baila solo. Y Natkinkón dirige la orquesta del disco. Cara de Ángel busca a Gilda. No pudo venir, está un poco indispuesta, le dicen, y queda triste. Colorete espera a Juanita. Juanita sale del dormitorio del brazo de su tío.

Japiverdituyú…

Colorete se esconde. Terminan los aplausos y las vivas a la dueña del santo. Luego, solos, Juanita y su tío bailan un vals de Strauss. Colorete, sufre. Termina el vals y Colorete busca a Juanita.

—Feliz cumpleaños, Juanita.

— Gracias, Colorete.

—Te regalo.

— Gracias, después lo veré. Guárdamelo, ¿ya?

—¿Bai… bailamos?

—Disculpa, pero estoy cansada.

—Pero si recién, es que yo, yo…

 —Luego nos vemos, Colorete. Que te diviertas.

Juanita, sobre un taco, dio una vuelta en redondo y coqueta y ágil se dirigió a Javier Montero, estudiante de Derecho.

— Javier, ¿me enseñas ese nuevo paso de merengue?

 

A partir de tu lectura del cuento de Oswaldo Reynoso, responde:

 

1.      Si fueras Colorete, ¿Con cuál de los siguientes versos te identificarías? ¿De qué manera el verso seleccionado se relaciona con el cuento? Explica tu respuesta:

 

a.      “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”. ("Los heraldos negros", CésarVallejo, 1918)

 

b.      “Todo mi afecto puse en una ingrata, / Y ella inconstante me llegó a olvidar”. ("Todo mi afecto puse en una ingrata" – Yaraví I, Mariano Melgar, )

c.      “Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas? / Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?” ("Al amor" en Antología Poética, Manuel González Prada, 1940)

d.      “Así, verte de lejos, y no decirte nada / ni con una sonrisa, ni con una mirada” ("Así, verte de lejos", José Ángel Buesa).

 

 

 

 

 

 

 

2.      La última oración del cuento es lo que Juanita le dice a Javier Montero: “Javier, ¿me enseñas ese nuevo paso de merengue?”. Imagina que eres testigo de tal escena. ¿Qué sentiste al leerlo? ¿Qué le dirías a Colorete?

 

 

 

 

 

 

 

3.   ¿Crees que esta historia se hizo más intensa y emocionante por haber sido narrada en primera persona? Si   tuvieras que           contar  una historia similar a este cuento, ¿lo harías en primera persona o en otra voz? Explica.

 

domingo, 19 de mayo de 2024

EL SEÑOR DE LA NATURALEZA (origen de la piedra estrella)

 

La piedra estrella


Coayllo, es un pequeño poblado pre-inka, antiguamente los campos reverdecían de vegetación,  sus habitantes se dedicaban a la agricultura obteniendo diversos productos para abastecer a su pueblo, guardarlos celosamente y usarlos en épocas difíciles. Siempre tuvieron agua para irrigar sus tierras. Abundaban las menestras, los zapallos, los camotes, el maíz, además varios frutos como el níspero, ellos comercializaban con sus vecinos de la costa, también con poblados de la sierra cercana, nada le faltaba.

El jefe del poblado tenía una hija llamada Estrella en su traducción española, muy hermosa ella, orgullo de sus padres y de su pueblo. Ella se encontraba en la edad de contraer matrimonio, por lo que sus padres estaban preocupados en buscarle un compañero, él sería esposo de su hija y futuro jefe del poblado, tendría que elegir bien.

En esos días llegó al lugar, un personaje que venía de la zona este de la quebrada, el joven destacaba por su presencia, buen vestir y don de gente. Se quedó un buen tiempo en el pueblo, ahí conoció a Estrella, de quien quedó prendado desde el primer momento y tomó la decisión de hacerla su esposa. Para ello visitó la casa de la joven  y así hablar con sus padres, la intención era demasiado clara, quería tomarla para esposa suya. El visitante se presentó como el Amo y Señor de la Naturaleza, manifestó que su visita tenía como finalidad pedir a estrella para que sea su esposa. El jefe agobiado por tan inesperado petitorio, se puso a dudar. Por eso le dijo que regresara al cabo de un año, tiempo suficiente para conocerlo, pasado el año recién hablarían del matrimonio de su hija Estrella con él. El gran Señor aceptó la propuesta, asegurando que estaría presente al cumplirse el año, después de esto viajó hacia el interior de donde había venido y no se volvió a saber nada de él.

Mientras los días las semanas y los meses transcurrieron rápido, algo pasó con nuestra protagonista que cambiaría la vida cotidiana de la población. Estrella tenía un pretendiente, poblador del lugar, de pelo sambo, pequeño de estatura, ojos achinados, poco corpulento, con un poder de convencimiento. Persuadir a la bella Estrella no fue difícil, bastaron dos días para que la bella muchacha cayera rendida en sus brazos. Al poco tiempo tuvieron relaciones íntimas. Ya todos habían olvidado al visitante y su propuesta de casarse con ella ni bien se cumpliera el año. Algunos creían que era un farsante, un loco que se había titulado  Señor de la Naturaleza y no le dieron mayor importancia.

Estrella había quedado embarazada del joven poblador y en esas circunstancias, no tenía más que afrontar las consecuencias. Los padres empezaron los preparativos para una pronta boda, ya que no era muy aceptada la situación de la joven por los pobladores. Su estado desdecía mucho del linaje del que provenía.

También habían olvidado llevar en cuenta el tiempo transcurrido desde la última vez que había estado por allí el Señor de la Naturaleza. Obviamente también la palabra empeñada de los padres y de la misma Estrella hecha al Gran Señor.

Pero como no hay fecha que no se cumpla, un día llegó otra vez el Señor de la Naturaleza, con un séquito de personajes y seguido de una recua de llamas, todas cargadas de regalos para la familia y los habitantes del lugar. Su presencia causó asombro primero y conmoción después. Entonces, era cierto que era un Gran Señor. Era cierto que regresaría. Era cierto que tenía poder. Era cierto que pretendía casarse con la hermosa Estrella. Todo era cierto. ¿Qué harían ahora?

El Señor de la Naturaleza se hizo presente con su séquito en la casa de los padres de Estrella y solicitó hablar con ellos, ajeno aún a lo que había sucedido con ella. El jefe y padre de Estrella, con la voz entrecortada no tuvo más remedio que comunicar al Gran Señor, que su hija había adquirido otro compromiso y estaba embarazada. Tal noticia desconcertó primero al Señor y luego el séquito empezó a murmurar en voz alta. El gran Señor reponiéndose de la desazón causada, dijo:

-          Señor hemos hablado hace un año, pedí en matrimonio a sus hija, lo hice con sinceridad, el honor de mi estirpe, la hidalguía de lo que somos por muchas generaciones, nuestras palabras serias, con la seguridad de que ustedes hacían lo propio. He respetado su palabra que me dio con la condición que regresara a cabo de un año y la he cumplido. Mentiría si dijera que no he contado los días para regresar y casarme con Estrella. He puesto en sus manos y en los de Estrella mi palabra, mi honor, todo lo que soy y todo lo que tengo. ¿Le parece justo, esto que me han hecho? Siguió a continuación un breve silencio en ambos lados, luego e Gran Señor prosiguió:

-          Pues bien, como Amo y Señor de la Naturaleza, yo es prometo que la próxima venida de agua por esta quebrada será la más grande que hayan visto; pero también será la última, así que prepárense porque no tendré compasión con quien encuentre en el camino.

Dejó a todos conmocionados, estupefactos y sin atinar a responder de alguna forma. El Gran Señor dio la vuelta y se retiró con sus acompañantes por donde llegó, sin agregar nada más.

Así pasaron los días y las semanas, hasta habían vuelto a olvidar la última visita del Gran Señor y todo lo que dijo entonces. Hasta que un día el río anunció su presencia con mucha agua, piedras, lodo y árboles como nunca discurrió por la quebrada, arrastrando todo a su paso, nunca se vio tanta calamidad. El río se llevó las cosechas, sus animales  a muchos habitantes que trataban de salvar alguna pertenencia de sus casas.

El agua era tan abundante que llegó a barrer con todo, hasta las casas que estaban en las laderas de los cerros, justamente en una de esas viviendas estaba Estrella que no pudo huir porque estaba gestando los últimos días de su embarazo. El Gran Señor no quiso que fuera arrastrada por el aluvión como a otras personas, usando su poder la transformó en una enorme roca, enclavada en las faldas de un cerro. Allí ha quedado para siempre y aún hoy día la podemos ver, con parte de lo que fue su vivienda de entonces.

Las personas más ancianas del lugar cuentan que nuca más se vio llegar tal cantidad de agua por el río, ahora solo vemos una ínfima cantidad y luego desaparece, nunca más se vio el verdor de sus campos de antaño. Tal fue el castigo al incumplimiento de las promesas y acuerdos de parte del padre y la hija.

Hoy todos conocen y ven a un costado del camino – a la salida de Coayllo, rumbo a Ukira – a la piedra Estrella, la mujer que no pudo resistirse ante las palabras de su compoblano, por eso hoy la catalogan como una mujer de vida libertina y sin responsabilidad, tirando al suelo un matrimonio bien constituido, la falsedad de la palabra empeñada, el honor y prestigio de su familia, de sus ancestros.

FIN

 

 

 

 

Existen muchas versiones acerca del origen de la Piedra Estrella, ubicada en el Distrito de Coayllo, subiendo hacia la sierra, en dirección de Ukira, al margen izquierdo del que fuera el río del mismo nombre. Todas coinciden que la mujer fue castigada por engaño o traición, recibiendo un castigo divino.

Santa Cruz de Flores 2024, recopilación de los estudiantes del Segundo año VI CICLO.

domingo, 28 de abril de 2024

EL ORO DE LA OLLERIA

Esta leyenda viene a explicar la historia del Distrito Santa Cruz de Flores.

Santa Cruz de Flores, Cañete Perú.


Quienes tienen que regar sus terrenos en la zona denominada “La Ollería” cuentan con mucho temor, que muy tarde, por las noches, en el mes de mayo, han oído un lúgubre sonido de campana, en un lugar no definido del Distrito Santa Cruz de Flores, “poniendo los pelos de punta al más valiente”. Los aborígenes posiblemente llegaron de la zona sur del Perú, de los pueblos vecinos del hoy Cerro Azul o los navegantes de Tambo de Mora, de acuerdo a su cosmovisión se apostaron en unas de las faldas de los cerros, lugar que muchos años más tarde le dieron el nombre de La Ollería.

Como eran muy buenos pescadores, armaron balsas con totoras que había en los aguajales, tejieron redes con hilos hechos de un algodón silvestre y finalmente hicieron un gran descubrimiento. En las orillas del mar, en la que hoy conocemos como “La Ensenada”, el golpe de las aguas del mar habían socavado los cerros, llegando a formar una caverna, con una enorme entrada, el túnel tenía un recorrido de cuatro kilómetros, esta cueva tenía más de un orificio de salida, una de ellas desembocaba en la Ollería, la llaman hasta hoy “Hueco Jediendo”, la otra salida del túnel quedó sellada, secretamente guardada. Los pobladores recorrían los vericuecos de esta caverna y muy pronto le dieron utilidad práctica. Cuando iban a pescar se introducían en ella y salían a la playa, con el producto de la pesca hacían el recorrido hacía sus hogares. Los pasadizos eran oscuros y había que prender antorchas, otro peligro era que el mar inundaba los túneles, en horas de marea alta arrastraba muchos deshechos desde la playa, especialmente cuando el río del valle aumentaba su caudal, arrastrando mucha vegetación.

Pasaron miles de años, hasta que se dieron cuenta que había un lugar que brillaba con la luz de las antorchas, era un metal que contenía un valor incalculable, poseía un color dorado, no se oxidaba fácilmente. Se trataba de un filón de oro, entonces comenzaron a extraerlo para confeccionar objetos durables, que adornen sus vestimentas. Por tal motivo la veneración al lugar, especialmente al cerro fue constante, incluso le llevaban ofrendas naturales. 

Un día, los pobladores se enteraron de la presencia de hombres barbudos, andaban por la playa, que parecían formar un solo ser con sus caballos, luego se enteraron que eran dos seres diferentes; pero se enteraron también que a donde iban sembraban la tierra con cadáveres. Ellos llevaban en sus manos lanzas que arrojaban fuego y estaban enloquecidos por el oro, tenían informaciones que en el lugar existía en cantidad. Los pobladores decidieron cerrar la boca de la cueva que llegaba hasta el lugar del filón, se aseguraron en no hablar del oro, hacerlo sería morir en manos de esos hombres, que ya habían colocado una cruz en la cumbre del cerro, en señal de dominación cristiana.

El jefe del poblado era un aborigen, corpulento e inteligente, un líder que protegía a su pueblo de las incursiones enemigas venidas desde el mar, se llamaba Tika, cuyo significado en lengua Qolla era “Flor”, él había sido preparado en el ejercito inka, ahora hacia frente a gente muy diferente a ellos. Después de haber hecho una férrea defensa de su zona, fue hecho prisionero, con muchos de sus hombres entre ellos el general Yenko líder de Los Huarcos. Les obligaron bajo amenaza de muerte a confesar de dónde sacaban el oro que encontraron en sus cuerpos, ya habían huaqueado todo el lugar, las tumbas de los principales habían sido saqueadas. Los españoles enfurecidos por el silencio de los prisioneros, fueron asesinando uno a uno, a Tika lo dejaron para el final, lo llevaron a su palacio que se ubicaba en la entrada del pueblo actual, mataron a su familia en su presencia, pero no habló. Finalmente lo condenaron a la pena del garrote, atado de pies y mano, le pusieron una soga en el cuello, empezaron a ajustar, mientras lo conminaban a confesar dónde quedaba la veta de oro; pero él no dijo una sola palabra, fiel al juramento que hiciera con los suyos. 

Finalmente le faltó el oxígeno y murió, con Tika se fue el secreto del lugar en donde se encontraba el filón de oro. Han transcurrido más de 500 años y jamás se supo el sitio donde se encontraba el filón de oro que tanto buscaban los españoles, pero de tiempos no establecidos se comenta que ciertas noches de mayo, se escucha el sonido de una campana, como si fuera un triste lamento de Tika, que al hacerlo pidiera descanso, queriendo indicar a la gente de hoy, que el gran filón está entre los cerros del lugar. Algunos pobladores, guiados por el cura del lugar, comentan que el filón de oro ya entró en posesión del demonio, señalando que se ha colocado varias cruces al cerro, para que no vuelva el diablo por el lugar, y no hay nada más que hacer.

Leyenda encontrada con distintas versiones en el lugar. Se ha recopilado el texto para explicar el origen pre- inca del Distrito y comprender el nombre original de flores, vocablo dado por el jefe de la resistencia de nombre Tika… Trabajo realizado por la Institución Educativa “Jesús Divino Maestro” Santa Cruz de Flores, Cañete, Región Lima Provincias. Año 2024.

martes, 13 de febrero de 2024

La leyenda de Cerro Prieto

 La leyenda de Cerro Prieto

Cerro Prieto visto desde el bus, ahora rodeado de casas


Se dice que en una montaña de Cerro Prieto, cerca de Guadalupe habita un malvado monstruo con forma de piedra. El motivo de que este ser viviese ahí era por ciertos rituales prehispánicos, porque los cerros eran dioses de los Yungas, los españoles ahora relacionan al cerro con el diablo, de esta forma evitan que se siga adorando al Wamani, por eso se piensa que los pobladores de los llanos calientes animaron al demonio a asentarse en aquella montaña, unas de las pocas de piedra con dirección al mar, el resto son dunas de arena.
Con la llegada de los españoles, comenzó la evangelización en la costa y a todo cerro le ponían cruces en la cima, fue por eso que los nativos pidieron a los sacerdotes que ahuyentasen a aquel ser maligno que algún día haría estallar la montaña y los mataría a todos.
En Ica, hay relatos que indican que Fray Ramón Rojas, un santo de origen guatemalteco famoso por sus milagros, salía muy menudo a la campiña iqueña llevando la imagen de la Virgen de Guadalupe, este santo varón incluso quiso cambiarle de nombre al cerro Saraja, un día llegó por Cerro Prieto para bendecirlo y liberarlo de todo mal.

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